martes, 27 de enero de 2015

Salud Comunitaria

“En EE.UU. hay gente que ni siquiera tiene acceso a los servicios de salud”

Lleva más de dos décadas trabajando en la salud comunitaria en Estados Unidos. Sus investigaciones e intervenciones están centradas en la prevención y el control del cáncer en sectores de bajos ingresos y minorías. Aquí explica cómo prevenir enfermedades en sectores vulnerables.
por Verónica Engler
Su ágil castellano se lo debe en buena medida a su ascendencia: madre española, al igual que su abuela paterna, y abuelo cubano. Pero la práctica del idioma, en verdad, vino en su etapa universitaria, cuando pasó un par de años en Madrid estudiando, y luego en Estados Unidos, su país de origen, trabajando con diferentes comunidades latinas de sectores generalmente excluidos de las bondades del sistema de salud. “A mí siempre me ha llamado la atención que en un país como los Estados Unidos, con tantos recursos, haya mucha desigualdad, haya inequidad, en términos de quién tiene acceso y quién no”, señala la doctora María Fernández, especialista en Educación para la Salud de la Universidad de Texas.
En Buenos Aires disertó en el “Taller de Introducción a la Planificación de Programas e Investigación en Implementación”, organizado por el Instituto Nacional del Cáncer (INC), del Ministerio de Salud de la Nación. En un alto de la actividad, dialogó con Página/12, para dar su visión sobre la salud, el trabajo con sectores vulnerables y las nuevas líneas de investigación que se abren para poder darles un curso eficaz a los programas de promoción para el control del cáncer.
–Un sanitarista argentino que fue ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires en la década del setenta y en la del ochenta, el doctor Floreal Ferrara, decía que la salud es la solución del conflicto. Tal vez esta definición se proponía discutir con la más ampliamente aceptada por los organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ven la salud como el logro de un bienestar físico y psicológico. ¿Cuál es la concepción de la salud con la que trabaja usted?
–Yo creo que concuerdo más con la definición de la OMS. Pero lo que sí pienso es que la salud es más que la ausencia de enfermedad, ése es el concepto clave, en el sentido de que tiene que ver con estar bien. Porque una persona que tiene una enfermedad crónica creo que todavía puede tener buena salud, en el sentido de que dentro de esa situación en la que está puede tener una calidad de vida buena. Entonces, yo creo que la salud tiene que ver con el bienestar físico y emocional, con la definición de la salud de la OMS, pero también creo que, cuando hablamos de salud pública, de promoción de la salud, también nos tenemos que enfocar en los problemas que existen en una comunidad y en cómo resolverlos. Creo que hay mucha polémica y discusión sobre si algo es prevención de enfermedad o si es promoción de salud, y entiendo el porqué de eso, porque queremos que la definición de salud sea más amplia y no solamente la ausencia de enfermedad. Pero aun así creo que se pierde mucha energía y tiempo en ese tipo de discusión, y que lo que es más productivo es que estemos de acuerdo en la meta, pero que para llegar a esa meta se tienen que identificar y solucionar problemas. Y no sé cuál era el enfoque de esta persona que usted nombraba, pero quizás un poco iba por ahí, que si hay conflictos de política, de recursos y personales, pues eso puede ser una barrera, crea esa brecha entre el estado actual y la meta, que es el estado de salud.
–¿Cuál es idea de promoción que tiene usted?
–Bueno, la promoción de la salud es un campo muy grande, va mucho más allá de la educación para la salud, la educación para la salud es una parte, pero la promoción trata de aumentar la calidad de vida. Y la calidad de vida de mucha gente está afectada por enfermedades crónicas o infecciosas. Entonces, la promoción de la salud trata de identificar tanto los factores personales, de comportamiento, y del entorno, del ambiente en que uno está, identificar esos factores que influyen en la salud e intervenir para cambiar esos factores. Por ejemplo, intervenir para que las personas empiecen a tener mejores estilos de vida, mejores hábitos personales, pero también intervenir en que se cambie el entorno. Hace tiempo yo creo que se enfocaba demasiado en la persona y no se consideraba el modelo ecológico, que quiere decir que la persona vive y funciona dentro de un sistema, tiene un entorno interpersonal, un entorno de organización, si está en la escuela o en el trabajo, luego la comunidad, y la sociedad. Una persona y sus comportamientos y su salud están afectados no solamente por lo que él o ella haga, sino también por el entorno en el que está. Entonces, desde la promoción de la salud se analizan esos factores que influyen en la salud y la calidad de vida, y se intenta intervenir. Y la intervención puede ser una intervención de educación al paciente, a la persona, a la comunidad, pero también puede ser una intervención de cambios de políticas. De hecho, en los Estados Unidos, por ejemplo, las cosas que han tenido mayor impacto en la salud han sido cambios de políticas: leyes del uso de cinturón de seguridad en el auto, leyes de prohibición de fumar en sitios públicos, todo eso tiene un impacto enorme en la salud.
–Muchas de las investigaciones que focalizan en el tema de la promoción de la salud y la educación para la salud en las comunidades, en general suelen poner el acento en el comportamiento o las creencias de los individuos, pero queda desdibujado el estado en el que se encuentra el sistema de salud al que deben acudir esas comunidades para darle cauce a una conducta que tal vez sería más adecuada para el cuidado de su salud. Por ejemplo, se investiga por qué las mujeres se hacen o no el Papanicolaou o el examen clínico mamario con cierta regularidad, pero no se analiza en simultáneo qué pasa con el sistema de salud que debería recibir a esas mujeres para que pudieran hacerse esos controles en tiempo y forma.
–Sí, es totalmente verdad, que muchas veces se habla de estilos de vida, de cambios que uno tiene hacer para ser más saludable, pero no se considera el entorno en que se encuentra ese individuo, y parte de ese entorno son los servicios de salud. Si quieres intervenir en cambiar una situación de salud en una comunidad o en una población más grande, se tienen que analizar cuidadosa y sistemáticamente no solamente los comportamientos que contribuyen a ese problema, sino también todos los factores del entorno, incluyendo el servicio de salud, porque si no es muy difícil cambiar. Un ejemplo en concreto: en los Estados Unidos, sobre todo en los barrios pobres, hay lo que se llaman “desiertos de comida”, que quiere decir que en esos barrios es muy difícil encontrar frutas y verduras. Hay tiendas que venden comida, pero no tienen ni frutas ni verduras. Entonces, no se puede motivar a una persona, y cambiar su actitud y deseo y conocimiento para que comas más frutas y verduras, si no existe posibilidad de adquirirlas en donde ella vive. Si tiene que gastar más dinero para hacerlo, entonces el cambio no va a ocurrir.
–¿Qué soluciones hallaron para ese problema?
–Hay muchas intervenciones que analizando el problema se enfocan no solamente en la educación de las personas sino también en cambios en la comunidad. Por ejemplo, ahora están surgiendo muchas huertas urbanas, también negociando con los comerciantes y haciendo precios especiales. Porque, claro, los comerciantes decían: “¿Por qué voy a pedir frutas y verduras si se van a estropear aquí porque nadie la quiere?”. Entonces se trata de crear la demanda y también el acceso. Ese tipo de programas de promoción de la salud que se enfoca en varios niveles es el que tiene más éxito.
–¿Cómo empezó a trabajar con el tema cáncer, sobre todo con minorías de su país, como mujeres afroamericanas o hispanas?
–Bueno, a mí siempre me ha llamado la atención que en un país como los Estados Unidos, con tantos recursos, haya mucha desigualdad, haya inequidad, en términos de quién tiene acceso y quién no. Yo sé que en todos los países existe cierta desigualdad socioeconómica, pero me parece vergonzoso que en los Estados Unidos haya gente que ni siquiera tiene acceso a los servicios de salud. Entonces, quise enfocarme en eso, y aunque yo creo que es difícil para una persona como yo, que soy académica, efectuar cambios en la política nacional, creo que se pueden hacer muchas cosas a nivel local para aumentar el acceso a personas que son más pobres o no tienen seguro de salud, o son indocumentadas. Y también la prevención, porque si se previene una enfermedad, entonces hay menos necesidad luego de tratamientos. Mi opción por las minorías es porque ellos son los que mayormente sufren estas desigualdades. En los Estados Unidos la gente de origen afroamericano tiene mayor tasa de mortalidad de casi todos los cánceres, y los hispanos no tanto, tienen quizá menos en algunos, como el cáncer de mama, pero luego más en otros, como el cáncer cervicouterino. Aun así, los hispanos se están haciendo los controles con menos frecuencia que otros grupos, pues muchas veces, aunque la incidencia sea menor, la mortalidad es más alta. A mí me gusta mucho trabajar con estos grupos, sobre todo de origen hispano, y me ha dado mucha satisfacción que algunos de los programas que hemos desarrollado hayan tenido efecto.
–Por ejemplo, el programa “Cultivando la Salud”, que usted dirigió hace más de una década entre mujeres de origen latino de bajos ingresos de comunidades campesinas de Estados Unidos, de la frontera con México. ¿Me puede contar cómo fue esa experiencia?
–Sí, fue con fondos del CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades) de Atlanta, para desarrollar un programa de promoción de salud para aumentar el uso de mamografía y Papanicolaou en mujeres que vivían en zonas agrícolas, trabajadoras del campo. En Texas hay lo que se llaman colonias, en la frontera sobre todo, de gente que migra, son trabajadores de campo que viajan siguiendo la cosecha. Entonces, hicimos el programa con mucha participación comunitaria, eso es un proceso en el que yo creo mucho, el hecho de involucrar a la comunidad cuando se está desarrollando un programa. Y también trabajamos con las clínicas comunitarias para asegurarnos de que iban a estar los servicios disponibles cuando mandáramos a las mujeres ahí, e hicimos un estudio que demostró que el programa era eficaz en aumentar tanto el uso de mamografía como el Papanicolaou entre mujeres que nunca se lo habían hecho o que hacía varios años que se lo habían hecho. Y luego se ha extendido por muchas otras partes de los Estados Unidos, y yo he seguido estudiándolo. Una cosa que me interesa también es la adaptación, cómo se tienen que adaptar programas para nuevas comunidades y contextos. Una cosa que hicimos con “Cultivando la Salud” fue adaptarlo para Houston. Fue muy interesante ver cómo se tenía que adaptar la ejecución del programa, porque ya no eran esas colonias semirrurales, sino una ciudad. Por ejemplo, las promotoras de salud que se entrenaban para ir casa por casa no se podían implementar en Houston, porque la gente no se sentía cómoda abriendo la puerta a alguien que no conocía. Entonces, se cambió y se hacían reuniones grupales con las promotoras en lugares comunitarios. Y también hicimos lo mismo en Puerto Rico, donde adaptamos el programa y lo implementamos.
–Muchas veces en promoción de la salud los mensajes que hay que transmitir son bastante complejos, porque por ejemplo en el cáncer cervicouterino o en el de mama no se trata solamente de promocionar una tecnología de detección temprana como el Papanicolaou o la mamografía, sino de informar en qué momento y con qué frecuencia deben realizarse estos controles para obtener los mejores resultados. Lo que en general suele haber en la población que conoce estas tecnologías es una sobreestimación de las mismas, ya que se piensa que cuanto mayor uso se haga de las mismas, mejores van a ser los resultados, cuando en realidad suele ser lo contrario, como en el caso de la mamografía que, utilizada a edades más tempranas o con mayor frecuencia que las recomendadas, puede incrementar el saldo de los resultados “falsos positivos” o “falsos negativos”.
–Sin duda hay problema con eso. Yo creo que el cambio de recomendaciones ha causado muchísimas confusiones entre muchas personas (en EE.UU. se pasó de recomendar una mamografía anual a partir de los cuarenta años a una mamografía bienal a partir de los cincuenta años para mujeres sin antecedentes personales ni familiares de cáncer de mama). Y de hecho, hay un campo dentro de la implementación que es la “desimplementación”, que es cuando algo ya no está recomendado, como por ejemplo la prueba para detectar cáncer de próstata. La prueba de cáncer de próstata se utiliza mucho y es una prueba que no está recomendada. La recomendación es que el hombre hable con su médico para ver si tiene sentido que se lo haga, pero que todo el mundo se lo haga no está recomendado. Pero lo que pasa es que es una prueba fácil, es un estudio de sangre, y mucha gente se lo hace. Y hay sobre uso de varias tecnologías, y yo creo que mucho tiene que ver con un mal entendimiento, quizás una percepción de riesgo que no es correcta. Lo que sucede es que generalmente estamos trabajando del otro lado, en aumentar la percepción de riesgo porque la gente dice “no, a mí no me va a pasar, yo no necesito eso”. Entonces los mensajes son a veces para aumentar la percepción de riesgo, pero también está el otro extremo, la persona que a lo mejor no tiene riesgo o tiene riesgo normal, pero que hace demasiadas pruebas de tamizaje.
–Recién nombró el campo de la implementación, que junto con el de diseminación forman un área de estudio relativamente nueva. ¿Me puede contar de qué trata?
–Lo que sucede es que yo ya llevaba más de diez años desarrollando programas de promoción de salud, y eran programas que tocaban esos diferentes niveles que nombré, y a lo mejor tenían éxito en algún cambio, aumento de realización de mamografía, o de Papanicolaou o lo que fuera, pero luego se quedaba ahí. A lo mejor se mantenía en esa comunidad, a lo mejor no, pero no se extendía a otros lugares. Entonces, para mí personalmente era una frustración. Y yo creo que mi experiencia personal les ocurrió a muchas otras personas, y también en el gobierno mismo de los Estados Unidos se dieron cuenta de que estaban invirtiendo mucho dinero en el desarrollo y evaluación de programas de promoción, pero que eso no se estaba utilizando de manera que pudiera beneficiarse la mayoría del público. Y entonces se crearon unas iniciativas para tratar de entender más por qué se utilizan o no ciertas innovaciones, como un programa de promoción de la salud o una tecnología. Y ya había teorías e investigaciones sobre por qué se usa lo que funciona y por qué no se usa lo que funciona. De ahí es desde donde evolucionó este campo de investigación sobre la implementación y diseminación. Entonces, todo el estudio de implementación y diseminación es el estudio de por qué ciertas innovaciones, sea una política o un programa de promoción de salud o una práctica en una clínica, se adoptan, se implementan y se mantienen. Entonces, hay muchas preguntas sobre este tema, porque hay muchos factores que influyen en decisiones de por qué voy a cambiar lo que venía haciendo a nivel organización, o a nivel comunidad, y qué es lo que tengo que hacer para mantenerlo. Entonces, este campo es el estudio de esos factores, para luego poder intervenir para que se aumente el uso de los programas, políticas y prácticas que funcionan.
–¿Y cuáles serían esos factores?

–Hay muchos modelos de factores que influyen. Por ejemplo, en una clínica, para cambiar una práctica sabemos que influyen varias cosas, algunas son características de la clínica, que no se pueden cambiar, por ejemplo el tamaño. Pero cuestiones como el liderazgo que tiene esa clínica, la comunicación entre las personas que están trabajando ahí, la percepción de lo que se llama “clima de implementación”, o sea, la percepción que hay en esta clínica sobre la innovación, sobre el cambio, todos estos son factores que influyen en la implementación, y también las capacidades de las personas que lo tienen que implementar.

jueves, 22 de enero de 2015

Tercer mandato de Evo Morales

Morales destacó que desde que llegó al poder la brecha entre ricos y pobres ha disminuido 42 veces.
El presidente Evo Morales asumió hoy su tercer mandato presidencial
Evo Morales asumió este jueves el tercer mandato consecutivo del Estado Plurinacional de Bolivia ante la Asamblea Legislativa Plurinacional, juramentado por el vicepresidente Álvaro García Linera. 
Las actividades comenzaron en horas de la mañana de este jueves con un desfile de representantes de los movimientos sociales y los parlamentarios bolivianos hasta la Plaza Murillo en la capital administrativa, La Paz (oeste).
Tras su ratificación como presidente de Bolivia, Evo Morales, admitió estar emocionado por asumir nuevamente el mandato de la nación, “tengo la enorme responsabilidad de asumir cinco años más, gracias a la lucha del pueblo boliviano y los movimientos sociales”.
Recordó cuando en el año 2002, la madrugada del 22 de enero, fue expulsado del Congreso por la derecha de ese país, “volver a ser posesionado por tercera vez es un orgullo para mi”.
Destacó los nueve años del Estado Plurinacional, “esto demuestra que tenemos democracia y estabilidad política, eso me sorprende a mi”.
También en corto tiempo se ha cambiado la situación social y economía del país aunque manifestó que todavía falta terminar y profundizar.
Logros económicos
Morales también dio a conocer el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), desde el año 2005 y hasta el 2014 hubo un crecimiento del 5,1 por ciento.
“Según datos de organizaciones internacionales Bolivia tiene mayor crecimiento económico, de un 5,5 por ciento”, informó el mandatario.
Se refirió a que en el año 2005 el 10 por ciento más rico tenían 128 más veces más ingresos que el 10 por ciento más pobre, al 2013 la diferencia se redujo 42 veces, “este es el socialismo”. 
“En corto tiempo hemos crecido”, afirmó.
En materia del salario mínimo, recordó que en ocho años no había sido incrementado, no obstante, durante la gestión de Morales aumentó un 227 por ciento, “ya no somos el último país”.
“Todas estas políticas, programas sociales y económicos nos ha permitido que Bolivia no solo sea conocida, sino respetada. Es la lucha de los movimiento sociales, Tenemos un Estado plurinacional digno”, afirmó el dignatario boliviano.
Compromisos
Resaltó la reducción de la pobreza y se comprometió a mejorar los servicios básicos en tres departamentos de Bolivia. 
También prometió construir hospitales de tercer y cuatro nivel para superar la dependencia del país en materia de atención hospitalaria especializada e iniciar el seguro universal de salud.
De igual modo se refirió a la industrialización de los recursos naturales, decisión que permitirá mejorar la economía nacional. 
Anunció la construcción de una ciudad científica, donde se darán becas a estudiantes.
En cuanto a la infraestructura, garantizó la comunicación vial entre el oriente y occidente boliviano, además de aeropuertos internacionales para los nueve departamentos.
“Todo esto se hizo con la unidad del pueblo boliviano”, culminó.

lunes, 19 de enero de 2015

Qué caricaturas se permiten y cuales no en occidente

Caricaturesca libertad de expresión en Francia


Es tal la libertad de expresión que impera en Francia que si yo viviera en ese país podría estar en la cárcel por haber escrito este artículo. Las caricaturas que ilustran este escrito son del dibujante brasileño Carlos Latuff, quien en noviembre de 2012 fue catalogado por el Centro Simon Wiesenthal de Estados Unidos como el tercer “antisemita” del mundo, debido a sus denuncias gráficas de los crímenes del Estado de Israel en Gaza.

“La libertad de expresión en Francia es una completa falsedad y un fraude”.
Noam Chomsky


Las caricaturas que ilustran este escrito son del dibujante brasileño Carlos Latuff, quien en noviembre de 2012 fue catalogado por el Centro Simon Wiesenthal de Estados Unidos como el tercer “antisemita” del mundo, debido a sus denuncias gráficas de los crímenes del Estado de Israel en Gaza.

En estos días a raíz de los luctuosos acontecimientos de París, han aparecido toda clase de aclamaciones a la pretendida libertad de pensamiento, opinión y expresión que existiría en Francia. Como sucedió el 11 de septiembre de 2001, cuando se empezó a decir sin mucha imaginación “todos somos estadounidenses”, ahora se repite como cacatúas que “todos somos franceses” o más banalmente “Je suis Charlie”. Recordemos que luego de los ataques al Trade World Center, George Bush, aparentando una ingenuidad y una inocencia angelical preguntaba por qué atacaban a Estados Unidos, a lo que él mismo respondía diciendo que se agredía la libertad, la democracia y la justicia que caracterizarían ese país imperialista y a nombre de valores tan abstractos, tras los cuales se encontraba el petróleo y el reordenamiento geopolítico del orbe, le declaró la guerra al mundo pobre y periférico, como epicentro de la cruzada contra el “terrorismo internacional”.

Algo similar sucede en estos momentos, cuando desde Paris, de François Hollande en adelante, se afirma que se ha atacado la libertad de expresión, que tendría su cuna en Francia y ese país sería, sin duda alguna, su mejor defensor. Para citar un ejemplo, Mario Vargas Llosa en un descolorido artículo asegura “el asesinato de casi toda la redacción de Charlie Hebdo significa […] que la cultura occidental, cuna de la libertad, de la democracia, de los derechos humanos, renuncie a ejercitar esos valores, que empiece a ejercitar la censura, poner límites a la libertad de expresión, establecer temas prohibidos, es decir, renunciar a uno de los principios más fundamentales de la cultura de la libertad: el derecho de crítica”.

Esas afirmaciones ditirámbicas no resisten el menor contacto con la dura realidad de Francia. Y no nos referimos a que la libertad de expresión sea el privilegio de una minoría, que tiene capital económico y cultural para expresarse, o que la prensa y las editoriales sean propiedad de poderosos conglomerados económicos. No, estamos hablando de algo más prosaico: la persecución velada y abierta contra ciertos escritores e intelectuales que escapan al redil del poderoso lobby judío que existe en Francia o la censura que ejercen los nuevos mandarines de la prensa y la edición contra los autores que no son “políticamente correctos”.

En este artículo vamos a presentar una muestra de la manera como en Francia, la aclamada cuna y morada de la libertad de expresión, se censura, persigue, e incluso se encarcela a quienes se atreven a criticar el lobby israelí o sus posturas no están en sintonía con el pensamiento “tibio”, de derecha, del mundo académico y cultural.

No sobra advertir, que hace algunos años percibí en carne propia el desprecio y discriminación hacia un sudaca, algo que es incluso peor en el caso de un árabe, marroquí o argelino, como lo experimenta cualquiera que viva en Paris y tenga ojos para ver y oídos para escuchar. Porque solo basta habitar en un banlieue, o visitarlo de vez en cuando, para apreciar la discriminación, el desprecio, el racismo y toda suerte de humillaciones que soportan a diario los descendientes pobres de los colonizados de ayer, o los recién llegados de África o del mundo árabe que huyen del hambre, la miseria y la violencia que en sus países de origen producen los planes de ajuste y las guerras impulsadas por Francia y los países imperialistas.

Una legislación que censura la investigación histórica

En 1972 se aprobó una disposición contra el racismo en donde se condena hasta con una pena de seis meses de cárcel y una multa de 150 mil francos a quien incurra en los delitos de injuria y difamación y ofendan a personas por pertenecer o no pertenecer a una raza, etnia, nación o religión determinada con “discursos, gritos o amenazas, proferidas en lugares o reuniones públicas, mediantes escritos, impresos, dibujos, grabados, pinturas, emblemas, imágenes o cualquier otro soporte de lo escrito, de lo hablado o de la imagen […] puesto en venta o distribuido tanto lugares o reuniones públicas, como por impresos o afiches expuestos a la mirada pública…”. La Ley Fabius-Gayssot, del 13 de julio de 1990, perfecciona la disposición de 1972 contra el racismo, ya que sostiene en su artículo primero: "Toda discriminación fundada en la pertenencia o no pertenencia a una etnia, nación, raza o religión está prohibida". Además, se califica como delito, en su artículo 9, la negación de crímenes contra la humanidad, de acuerdo a la definición que dio el estatuto del Tribunal Militar Internacional de Núremberg, que hayan sido cometidos tanto por los miembros de una organización declarada criminal en aplicación de ese estatuto como por una persona reconocida como culpable de esos crímenes. Esta Ley amplia las penas de cárcel para quienes sean declarados culpables de negar los crímenes establecidos por el Tribunal de Núremberg.

A primera vista estas disposiciones contra el racismo, la xenofobia y la discriminación no tendrían ningún inconveniente, el problema radica en que en la Ley Fabius-Gayssot fue aprobada con un tinte claramente pro-sionista, a partir del cual se consideró como un delito grave el llamado “revisionismo histórico”, término con el que se alude en concreto a las críticas e interpretaciones que pudieran hacerse sobre la persecución y exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, algo sintetizado en el término Holocausto (un vocablo en sí mismo discutible, porque connota la idea que fue un acto de sacrificio único e irrepetible) y se persigue lo que en forma genérica sea visto como antisemitismo. Es decir, la ley contra el racismo y la discriminación se centra en forma casi exclusiva en perseguir el antisemitismo, noción en la que se involucran las críticas que se puedan hacer a los crímenes cometidos por el Estado sionista de Israel, aunque eso se encubra con la persecución al revisionismo histórico. Esa Ley, además, autoriza a organizaciones civiles para adelantar demandas contra los acusados de odio racial o antisemitismo, con lo que organizaciones del lobby judío pueden proceder a sus anchas para acusar a todo aquel que consideren como antisemita.

Latuff presenta a Los Revisionistas

Negación del Holocausto: No hubo holocausto, no existieron cámaras de gas y no existió un programa alemán de genocidio / Negación de Palestina: No existe Palestina, ni cultura palestina ni pueblo palestino

Esta legislación implanta una verdad oficial, a la cual hay que sujetarse, en lo referente a las interpretaciones sobre la persecución a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial por el régimen nazi. Así, la verdad histórica es determinada desde los tribunales por los jueces. Se confunde de esta forma verdad histórica y verdad judicial, como si fueran sinónimos, lo que niega el carácter independiente y autónomo de la investigación histórica. El conocimiento histórico no puede ser reducido a una religión, así se pretenda laica, tampoco debe estar sometido a ninguna prohibición ni puede ser reglamentado. La investigación histórica no condena ni exalta, sino que busca explicar procesos y acontecimientos. El historiador no es ningún esclavo de los intereses dominantes en la actualidad (como los del lobby sionista favorable al Estado de Israel) ni la historia es sinónimo de memoria, aunque aquél la pueda convertir en una de sus fuentes fundamentales.

La historia no puede ser un objeto jurídico y por tanto no puede estar sometido al criterio de los jueces. Los productos de la investigación histórica deben ser sometidos al debate público, al escrutinio de los ciudadanos que lean los libros de historia, y en esa dialogo y discusión se debe demostrar la falacia, las mentiras y las falsificaciones de ciertos historiadores, en este caso los negacionistas. Pero lo que resulta muy discutible es que a priori, se les condene penalmente y se les induzca a no tratar ciertos temas prohibidos. Con esta lógica no se habrían escrito nunca los grandes libros sobre la historia de la humanidad en diferentes momentos, y en el caso que nos ocupa nunca se hubieran podido publicar obras como La industria del Holocausto de Norman Finkelstein, o La limpieza étnica de Palestina de Ilan Pappé, para citar dos ejemplos.

Adicionalmente, el establecer el delito de opinión sobre el pasado (concretamente para el período 1933-1945, tiempo de vigencia del régimen de Adolfo Hitler) se crea una policía académica, encargada de asegurar que nadie cuestione las verdades establecidas sobre ese período. Esto genera censura y autocensura, por el miedo a la persecución y a la cárcel que esto suscita. Por ello resulta sorprendente que un historiador tan serio y riguroso como lo es Enzo Traverso pueda decir: “La principal versión del antisemitismo de posguerra, el negacionismo –esto es, la visión del Holocausto como mito, nuevo complot judío tendiente a culpabilizar a los gentiles– ha sobrevivido como un discurso provocador y transgresor que se ha encontrado con la condena generalizada y ha caído a menudo bajo los golpes de la Justicia (sic) (rentabilizando la postura de “victimas” que se deriva de ello)”. Es una mirada muy unilateral que solo considera el castigo que cae sobre los revisionistas que se han atrevido a escribir y publicar y con ello a desafiar la ley de censura existente, pero no considera el impacto nefasto que esas condenas tienen sobre muchas otras personas que estarían interesadas no solamente en estudiar esos asuntos históricos sino en opinar sobre la política sionista y sobre los crímenes del Estado de Israel.

Porque, justamente, el asunto se complica porque en Francia existe un poderoso lobby israelita, que controla importantes ámbitos de la vida cultural, política, ideológica y simbólica de ese país y, en su defensa irrestricta del Estado de Israel, censura y persigue como antisemitismo las críticas y denuncias a los crímenes de ese Estado. En ese sentido, se confunde una verdad establecida e indiscutible sobre el exterminio de los judíos (presentado con el nombre de Holocausto) que no se puede cuestionar, con los intereses del Estado de Israel como heredero del Holocausto. Quien critique en consecuencia los innumerables crímenes de Israel, su terrorismo de Estado, el asesinato de niños, la construcción de muros de la infamia, la destrucción de las casas, el establecimiento de colonias para ocupar los últimos reductos del territorio original de Palestina, los bombardeos indiscriminados, la tortura, la conversión del Holocausto en una poderosa industria mediática e ideológica para justificar sus crímenes…quien se atreva a decir eso, sencillamente es calificado de antisemita, y no sólo calificado, sino judicializado y puede terminar en la cárcel.

¡Antisemitismo!, ¡Antisemitismo! /Palestina Libre, fin de la ocupación

Al respecto, recuerdo que en 1996, antes de empezar una clase con el erudito profesor Robert Paris, comentábamos con algunos latinoamericanos que asistían a ese curso uno de los cotidianos asesinatos de palestinos en la franja de Gaza o en Cisjordania e indignados gritábamos contra la máquina de muerte del Estado de Israel, cuando el mencionado profesor se nos acercó para decirnos en voz baja que tuviéramos cuidado con lo que decíamos porque podríamos ser acusados de antisemitas y ser sometidos a un proceso penal.

Lo peor del caso es que en los últimos años se han aprobado en Francia otras leyes sobre la historia reciente, siendo la más cínica la aprobada el 23 de febrero de 2005, mediante la cual el Estado francés reivindica su pasado colonialista y rehabilita la memoria de los asesinos en la guerra de Argelia, entre 1954 y 1962. Esta Ley dispone en su artículo cuarto que “los programas de investigación universitaria den a la historia de la presencia francesa en ultramar, especialmente en África del Norte, el lugar que merece. Los programas escolares reconocen el positivo papel de la presencia francesa de ultramar especialmente en África del Norte, y que se dé a la historia y a los sacrificios de los combatientes del ejército francés en estos territorios, el lugar eminente al que tenían derecho”. Con esta infamia, nos vamos a encontrar entonces con que de ahora en adelante van a ser reivindicados como héroes Roger Trinquier y otros asesinos y torturadores de Francia como los de la OAS (Organización Armada Secreta), grupo paramilitar de extrema derecha. y, andando el tiempo, quienes los critiquen pueden terminar judicializados.

Denunciar crímenes de guerra de Israel es antisemitismo

Charlie Hebdo y el antisemitismo como pretexto para censurar

Charlie Hebdo es un claro ejemplo de lo que se entiende por antisemitismo en Francia, que supone que no se puede criticar al lobby sionista, ni al Estado de Israel. El 2 de julio de 2008 el caricaturista Siné, cuyo nombre es Maurice Sinet, escribió un texto sobre Jean Sarkozy, hijo del Presidente de la República, en el que sostenía que su pronta conversión al judaísmo le aseguraba un futuro radiante y pleno de ganancias monetarias. A raíz de esa sátira, Philippe Val, Director de Charlie Hebdo, lo despidió fulminantemente del semanario el 15 de julio. Y el despido fue justificado aduciendo que Siné era antisemita porque se había atrevido a criticar a un miembro de la familia presidencial –que sostenía a Charlie Hebdo– Su sofistica argumentación se desprendía de esta pregunta que le formuló un periodista de L’Express: “Echar a Siné por haber insinuado que Jean Sarkozy se convertiría al judaísmo por ambición social, ¿no es olvidar la lección de las caricaturas (sobre Mahoma)?”. A lo que Philippe Val respondió: “No ver la diferencia entre los dos asuntos demuestra lo difícil que es la conciliación en el día de hoy. Para empezar, Siné no ha dibujado una caricatura, sino que ha escrito un texto: eso es una diferencia importante. En segundo lugar, las caricaturas de Mahoma querían denunciar la instrumentalización de la religión para realizar crímenes en masa. Ellas no caen en la vulgata racista, como por ejemplo establecer un nexo entre ‘árabe’ y ‘ladrón’. Siné ha vinculado ‘judío’ y ‘dinero’” . Queda claro en esa singular perspectiva del director de Charlie Hebdo lo que se considera como racismo y apología del odio: todo lo que critique a los amigos de Charlie Hebdo, entre ellos al Estado de Israel, y no lo que se burle de los musulmanes. Además, no se admiten los textos escritos que critiquen a los círculos del poder, pero se idealizan las caricaturas racistas contra el Islam, como si estas últimas no tuvieran connotaciones de odio. Y, finalmente, hay que frotarse los ojos para leer varias veces y comprobar que se afirma que un individuo es antisemita simplemente porque dice que los círculos del poderoso lobby judío de Francia se emparentan con el dinero y, para rubricar la infamia, se justifica la persecución judicial de una persona por insinuarlo. ¡Pobre William Shakespeare, si viviera en la Francia contemporánea daría con sus huesos en la cárcel, por haber escrito El mercader de Venecia!

Para Occidente Dibujar sobre los judíos… es antisemitismo!
 Dibujar sobre los musulmanes... es libertad de expresión!

Para completar, en esa misma entrevista se encuentra una definición de antología sobre lo que la “intelectualidad” francesa en forma dominante entiende por antisemitismo. A la pregunta si era posible ser antisionista sin ser antisemita, el director de Charlie Hebdo daba esta “magistral” respuesta sobre Israel: “Es imposible. Israel es una democracia y el sionismo es la expresión, compartida por la derecha y la izquierda, del patriotismo israelita. ‘Sionista’, es la palabra para decir patriota. No hay porque negarles a los judíos el derecho al patriotismo. Uno puede legítimamente oponerse a la política del gobierno israelita, pero decirse antisionista es decirse antijudío”.

En esas circunstancias, no extraña que el caricaturista Siné haya sido acusado de antisemita, de tener nexos con los antisionistas y criticar el Estado de Israel. Pero el asunto no se quedó en una controversia sobre las posturas de Siné, lo peor del caso radica en que fue demandado ante tribunales por la Liga Internacional contra el racismo y el antisemitismo (LICRA) –un poderoso grupo pro-israeli– por incitación al odio racial. Afortunadamente, el caricaturista Siné –que defiende la causa palestina y denuncia los crímenes de Israel– fue absuelto y Charlie Hebdo fue condenado por romper de manera abusiva el contrato de trabajo de su colaborador y se vio obligado a pagarle una multa de 40 mil euros por daños y perjuicios.

Esta no era la primera demanda que se hacía a Siné por antisemitismo, porque la misma LIRA lo había demandado en 1982, cuando después de la invasión de Israel al Líbano en junio de ese año –y cuando se produjeron las masacres de palestinos en Sabra y Chatila– Siné había declarado: “Yo soy antisemita desde que Israel bombardea. Soy antisemita y no tengo miedo de serlo”. En esa ocasión fue condenado y se le obligó a retractarse.

En estos momentos, cuando la estupidez se generaliza con el lema simplón Je suis Charlie, Siné ha recordado: “Yo no soy Charlie, soy Siné (Maurice Sinet). En 2008 la revista Charlie Hebdo me dejó sin trabajo por hacer una caricatura donde decía que el hijo de Sarkozy se había convertido al judaísmo por razones financieras. El director De Charlie Hebdo me exigió pedir disculpas por la caricatura, al negarme, me despidió por ridiculizar a los judíos”.

En fin, lo que el affaire Siné demuestra es la doble moral sobre la libertad de expresión de Charlie Hebdo, puesto que se le reivindica cuando se trata de burlarse y ofender a los musulmanes, y a los oprimidos en general, y se le considera como antisemitismo cuando se refiere a los judíos. Un caricaturista brasileño, Latuff, resumió en un dibujo la doble moral de los medios occidentales, entre los que se encuentra Charlie Hebdo.


Para Occidente Dibujar sobre los musulmanes es libertad de expresión!
 Dibujar sobre los Judios, es anisemitismo! Censurado.

No debe extrañar, con los elementos mencionados, que desde las páginas de Charlie Hebdo se haya dicho que un libro tan virulentamente racista e islamólogo como La rage et l'orgueil (La rabia y el orgullo), de la periodista italiana Oriana Fallaci –en el que, entre muchos infundios se califica a los árabes de “ratas”– era una muestra de “coraje intelectual”, porque “ella no protesta solamente contra el islamismo asesino, ella protesta también contra la negación en curso en la opinión europea […] que no quiere ver ni condenar claramente el hecho que es el islam que lleva adelante una cruzada contra Occidente y no a la inversa”. ¡Sobran comentarios a tamaña estupidez de confundir el islam con el islamismo!

Dos ejemplos de censura intelectual en París

El señalado anteriormente es un tipo de censura que impera en la Francia de hoy en día y otra forma de censura se basa en el anticomunismo declarado de gran parte de la intelectualidad francesa, para oponerse a la publicación y difusión de obras que considera obsoletas, por sus credenciales marxistas.

Para ejemplificar estas dos formas de censura, tomaremos el caso de dos intelectuales mundialmente famosos, Noam Chomsky y Eric Hobsbawm, y la manera cómo han sido tratados en el país que dice representar la “libertad de expresión”. Para el caso de la persecución y el encarcelamiento por criticar verdades establecidas sobre el llamado Holocausto existen varios ejemplos de persecución, como el que soportó Roger Garaudy, que ameritaría un tratamiento particular, pero que no vamos a considerar en este artículo.

Noam Chomsky

Chomsky, lingüista, analista social y activista político de los Estados Unidos, considerado como uno de los pensadores más importantes del mundo, con una amplia obra de denuncia de los crímenes del imperialismo estadounidense. En 1979 se involucró en un debate con parte de la intelectualidad mediática de Paris, por haber firmado una petición pública a favor de la libertad de expresión de Robert Faurisson, un historiador que, siendo profesor de la Universidad de Lyon, propagaba sus ideas revisionistas sobre el Holocausto, entre las cuales negaba la existencia de las cámaras de gas. Por sus posturas historiográficas y políticas empezó a ser acosado. Por esta circunstancia, algunos de sus amigos en Francia escribieron un documento en el que criticaban que se persiguiera al mencionado historiador por su forma de pensar. Pidieron adhesiones, tanto en Francia como en otros países, y una de las personalidades que firmó la petición fue Noam Chomsky. Este escribió unas reflexiones sobre la libertad de expresión que envió a Serge Thion, quien las publicó como prólogo a un libro de Faurisson que se tituló Mémoire en défense contre ceux qui m'accusent de falsifier l'histoire.
Por haber firmado la petición y escrito el texto que, sin su autorización, publicaron como prólogo, Chomsky se vio inmerso en algo más que un debate con algunos intelectuales parisinos, entre ellos con el historiador Pierre Vidal-Naquet. En la prensa francesa (Le Monde, Libération, Le Matin…) se pusieron a circular los más disparatados epítetos para calificar a Chomsky, al que llamaron neonazi, de extrema derecha, exterminacionista vergonzante y otras bellezas por el estilo.

Desde ese momento y hasta el día de hoy Chomsky ha indicado que él no apoya, ni podía apoyar, las tesis revisionistas y negacionistas de Faurisson, sino que defendía el derecho a la libre expresión, en razón de lo cual se oponía a que éste fuera condenado por expresar sus ideas. En concreto, el lingüista estadounidense afirmó: “Yo encuentro que es casi un escándalo que sea necesario debatir dos siglos después de que Voltaire haya defendido el derecho a la libertad de expresión de los puntos de vista que él detestaba. Se le rinde un mal servicio a las víctimas del Holocausto al adoptar la doctrina central de sus asesinos”.

Era el momento en que el grueso de la intelectualidad parisina vivía una transición acelerada hacia la derecha, que se expresaba en su apoyo a los Estados Unidos como vanguardia del “mundo libre”, y en la defensa incondicional del Estado de Israel como la “única” democracia del cercano oriente En estas condiciones, Chomsky resultaba un personaje incómodo, por ser un crítico ilustrado tanto de Israel como de los Estados Unidos. Esto era inaceptable para esos “nuevos” intelectuales derechizados, que manejaban un gran capital simbólico, como se lo que van a hacer sentir a Chomsky.

Nunca más, ¡otra vez!

El ataque contra Chomsky se dio en dos frentes culturales. Un primer frente fue el de los medios de comunicación, prensa y televisión, donde se presentó una sincronizada campaña de desprestigio, difamación y calumnias contra Chomsky, al que se presentó como un “antiamericano feroz y primario” y un apologista de los crímenes en Camboya, por haber denunciado la masacre en Timor Oriental. En este caso, la “libertad de expresión”, de que tanto presumen los franceses, se aplicó en una forma selectiva, puesto que la prensa de París se negó a publicar las respuestas de Chomsky, tergiversó sus afirmaciones o las adulteró.

El segundo frente del ataque se dio en el mundo editorial, puesto que después de 1981 cuando se publicó Economie Politique des Droits de l’homme: la Washington Connexion, escrito con Edward Herman, Chomsky sufrió la censura y durante casi 20 años ninguna de sus obras fue publicada por grandes editoriales de Francia. Que sepamos en la década de 1980 sólo se publicaron dos libros suyos por pequeñas editoriales anarquistas.

Y eso se sentía en el ambiente de las librerías de la época. Recuerdo que cuando llegue a Paris a finales de 1994 y preguntaba por algún libro de Chomsky, los libreros me respondían de mala gana, como si estuviera buscando al diablo en persona y me gritaban que ellos no promocionaban a esa clase de autores. Eso me extrañaba sobremanera por la importancia del autor del que estamos hablando y porque en el plano personal recientemente había leído con pasión varios libros de Chomsky, que me sirvieron para redactar ¿Fin de la historia o desorden mundial?, uno de los primeros textos que introdujo el Chomsky político en Colombia.

Esa censura abierta, disfrazada con el derecho a la libertad de imprimir de cada sello editorial, se mantiene hasta el día de hoy, aunque desde finales de la década de 1990, pequeñas editoriales francesas hayan vuelto a publicar algunas de sus obras e incluso Hachette haya asumido la edición de una obra de Chomsky.

Además, Chomsky fue literalmente desterrado del ambiente intelectual, académico y universitario de Francia, y durante treinta años dejó de asistir a ese país. Pierre Pica, quien fuera alumno de Chomsky en los Estados Unidos, lo invitó en 2010 a París. Su venida fue recibida con algo más que frialdad y desinterés, porque desde Le Monde des Livres se invitaba a no asistir a las conferencias de Chomsky, aduciendo que carecían de interés y no había nada nuevo que escucharle.

Para Sergio Haline, periodista de Le Monde Diplomatique, que Chomsky no hubiera estado en Francia en 30 años se debió a la existencia de un “pequeño grupo de guardianes”, que actúan como “una policía del pensamiento”, y recurren a todo tipo de artimañas para impedir la difusión de la obra del lingüista estadounidense. Según el filósofo Jacques Bouveresse: “Pocos intelectuales han sido, en el período reciente, difamados intelectual y moralmente, al grado en que (Chomsky) continua soportándolo”. Y el origen de esa hostilidad se encuentra en el affaire Faurisson, como lo recuerda François Gèze, de la Editorial La Découverte: “Si Chomsky no hubiera cometido ese gravísimo error político, sin duda hubiera sido mejor comprendido en Francia”.

Pero no se trata de comprensión, ni mucho menos, es una cuestión de censura, de silenciamiento, de difamación por parte de una gran parte de la intelectualidad parisina, que se caracteriza por su chovinismo y su ignorancia sobre los grandes problemas del mundo, algo en que es superada con creces por la inagotable capacidad analítica y crítica de Noam Chomsky. Paradójicamente, esos intelectuales de Paris no se creen el centro del mundo sino el mundo mismo.

Chomsky, a diferencia de muchos de los intelectuales de Paris, que pasaron del maoísmo a la extrema derecha –como André Henry Levy, uno de los que encabezó la cruzada anti-Chomsky en 1979– ha mantenido la coherencia, algo raro entre los intelectuales. En efecto, en el 2010, Chomsky firmó un llamado en internet, promovido por Paul-Éric Blanrue et Jean Bricmont, exigiendo la abrogación de la Ley Gayssot y la liberación de Vincent Reynouard, quien fue encarcelado por haber publicado un folleto sobre el Holocausto en el que niega la existencia de las cámaras de gas. En esta ocasión, Chomsky criticó la Ley Gayssot: “Me he enterado que Vincent Reynouard ha sido condenado y encarcelado a nombre de la Ley Gayssot y que una solicitud circula para protestar contra esas medidas. No conozco nada a propósito del Señor Reynouard, pero considero la Ley Gayssot como completamente ilegítima y en contradicción con los principios de una sociedad libre, tal como ellos han sido comprendidos desde la Ilustración”.

Es posible que Chomsky se haya equivocado al entrometerse y desgastarse en un debate inútil con los “sabios” de París en 1979-1980, pero es comprensible su actitud si tenemos en cuenta que estamos ante un “intelectual público”, de esos que están en vías de desaparición, y no teme comprometerse con las causas que considera importantes, se unta con el “barro” de la calle, discute y polemiza para defender sus puntos de vista, y no se resigna a ser un observador “neutral”, de gabinete. Con este caso, hemos querido resaltar es la manera cómo funciona la “libertad de pensamiento” a la francesa que censura a un autor cuando lo considera incómodo y no está de acuerdo con sus puntos de vista.


En ese sentido, no sorprenden las palabras que a Noam Chomsky le ha destinado en varias ocasiones Charlie Hebdo, a través de su editorialista Philipe Val. En ese semanario de caricaturas se ha dicho que Chomsky es “un enamorado de las sectas, “un decrépito (tartamudo)” que “envenena la reflexión de la izquierda alimentando una teoría del complot en el que no flotan más que los instintos fascistas y haciendo recaer en el ‘otro’ las responsabilidades de las desgracias del mundo”. Ese mismo editorialista sostiene que el “estilo de Chomsky está al nivel de los niños de CM2” (último curso de la escuela elemental para niños que tienen en promedio 10 años) y “Chomsky y Ben laden libran el mismo combate” Igualmente, en Charlie Hebdo se afirma que Chomsky es “uno de los estadounidenses que más detestan a los Estados Unidos, y uno de los judíos que ejercen una crítica contra Israel tanto más aguda en la medida en la que al ser judío piensa escapar a la acusación de antisemitismo”. Tanto nivel de “debate” no amerita muchos comentarios, pero si indica hasta donde ha llegado la “intelectualidad” “bien pensante” y “progre” de Francia.

Eric Hobsbawm


En 1994 el historiador inglés Eric Hobsbawm publicó su obra The Age of Extremes que de inmediato se convirtió en un libro de referencia mundial y fue traducido a más de 20 idiomas. Sin embargo, en Francia ninguna editorial, ni grande ni pequeña, lo quiso publicar, máxime si se recuerda que Editorial Gallimard había publicado la trilogía de Hobsbawm sobre el largo siglo XIX, sin ningún reparo.

Un hecho revelador sobre los “nuevos mandarines” de París lo ejemplifica la actitud de Pierre Nora, flamante autor mediático elevado al estrellato de la investigación histórica por la publicación de Los Lugares de la Memoria, además director de una colección en la Editorial Gallimard, miembro de la Academia Francesa y de la fundación Saint-Simon. Es decir, un individuo poderoso dentro de los círculos intelectuales del Hexágono. Como Director de Colección, en 1997 se negó a que fuera traducido el libro de Hobsbawm, porque, según él, se trataba de una obra anacrónica e inspirada en una ideología trasnochada, de tal manera que no lo consideró, léase bien, como un producto rentable que le produjera ganancias a la editorial. Según Nora, los editores están obligados a tener en cuenta la coyuntura intelectual e ideológica donde se inscribe su producción” y en el contexto de la década de 1990 “hay serias razones para pensar [...] que (ese) libro aparecería en un ambiente intelectual e histórico poco favorable. De ahí la falta de entusiasmo para apostar por sus oportunidades”. Allí ya no habla un editor sino un censor, como lo confirma inmediatamente: “Francia ha sido el país más larga y profundamente stalinizado, la descompresión, de un solo golpe, acentuó la hostilidad a todo lo que, de cerca o de lejos, pueda recordar esa época de filosovietismo o procomunismo anterior, incluido el marxismo más abierto. Eric Hobsbawm cultiva este apego, aun distanciado, a la causa revolucionaria, como motivo de orgullo, una fidelidad altanera, una reacción a los tiempos que corren: pero en Francia y en este momento, cuesta digerirlo".

La censura, porque es eso, no tiene que ver con la rentabilidad de la obra de Eric Hobsbawm, cuyos libros se venden en todo el mundo, sino debido a un hecho ideológico y político, puesto que así sea en forma distante el autor inglés sigue profesando algún “apego a la causa revolucionaria” y eso no lo puede tolerar uno de los mercachifles del negocio de la memoria, como lo es Pierre Nora. Por lo menos se ve obligado a reconocer las razones ideológicas por las cuales censura The Age of Extremes.

Pero contextualicemos el asunto. Era el momento, hay que recordarlo, en que el anticomunismo era una mercancía que se vendía más que la baguette, el vino o los quesos, en los quioscos de Paris, como lo evidencia que dos productos intelectuales tan mediocres, como El Pasado de una Ilusión de François Furet y el Libro Negro del comunismo, editado por Stéphane Courtois, se convirtieran en bestsellers en Francia. Como editor, más que como historiador, a Pierre Nora, el memorialista de la banalidad, le interesaban los ingresos monetarios antes que difundir una obra a la que juzga, y en eso ya no actúa como editor sino como censor histórico, obsoleta por la militancia comunista de su autor. Nora, al igual que la mayoría de los intelectuales parisinos, debido a su chovinismo provinciano, no se preocupaba de lo que sucedía fuera de su feudo cultural, porque el libro de Hobsbawm se vendía muy bien en varios países. Además, los hechos posteriores desmintieron sus pretensiones comerciales, porque luego de ser traducido al francés, en Bélgica, se vendieron 50 mil ejemplares.

Pero aún peor, como cualquier censor Pierre Nora se basa en el testimonio de un muerto, de François Furet que falleció en 1997, para atribuirle estas palabras, que desde luego él comparte y son las suyas. Según cuenta Nora, Furet le habría dicho: “Tradúcelo, tío. Este no es el primer libro malo que tú publicaras”, para sugerir que el libro no tenía ninguna importancia y si Le Monde Diplomatique impulsaba su edición se debía al escándalo originado en su negativa a editarlo en Gallimard. Según él, de no ser por ese escándalo The Age of Extremes habría pasado desapercibido, porque “ningún órgano de prensa […] se había dado cuenta hasta ese momento de la existencia del libro”, Y con la arrogancia propia de los mandarines, Nora vaticina que Eric Hobsbawm no “dejará ni un rescoldo en la historiografía”.

Una revista universitaria de los Estados Unidos debeló el fondo de la censura al asegurar, por boca de Tony Judt, que eso se debió a tres razones: la fuerza de un agresivo antimarxismo entre los intelectuales franceses; las restricciones presupuestales para editar libros de ciencias humanas y el “miedo de la comunidad editorial a oponerse a estas tendencias”. Como prueba del antimarxismo, poco después de editarse el libro de Hobsbawm en inglés y en otros idiomas, en Paris se publicaba con bombos y platillos, como si marcara una revolución historiográfica, el libro anticomunista de un arrepentido, El pasado de una ilusión, de François Furet, un personaje financiado por fundaciones de derecha de los Estados Unidos. Era obvio que en el ambiente parisino, ni Furet ni los suyos querían una competencia historiográfica como la de Hobsbawm. Por eso, lo mejor era ignorarlo y no traducirlo, puesto que Hobsbawm seguía “siendo un impenitente hombre de izquierdas” se consideraba como "una molestia" para la moda intelectual hoy vigente en París”. Además, “no todos los intelectuales franceses veían con malos ojos que sus compatriotas leyeran obras de autores que no gozaban de los favores de las modas bienpensantes de los años 90”.



NOTAS

[1] Mario Vargas Llosa, “Je suis Charlie Hebdo”, en El País, enero 9 de 2015. (Énfasis nuestro).

[2] Journal Officiel de la République Française, julio 2 de 1972, p. 6803.

[3] Enzo Traverso, El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador, Publicaciones Universidad de Valencia, Valencia, 2013, p. 159. (Énfasis nuestro).

[4] Citado en La historia y la memoria bajo la ley, disponible en http://www.cafebabel.es/estrasburgo/articulo/la-historia-y-la-memoria-bajo-la-ley-16.html

[5] Philippe Val, ''L'affaire Siné est un avertissement'', L’Express, 22 de noviembre de 2008.

[6] Ibíd.

[7] https://es-es.facebook.com/informeruah/posts/396273143883505

[8] Citado en Henry Maler, Quand Charlie Hebdo et Le Monde rivalisent d’esprit libertaire, noviembre 3 de 2002, en http://www.acrimed.org/article794.html

[9] Noam Chomsky, “Chomsky et Faurisson”, en Ecrits politiques, 1977-1983, Acratie, Paris, 1984, p. 176.

[10] Ver al respecto : Réponses inédites a mes détracteurs parisiennes, Spartacus, Paris, 1984.

[11] Renán Vega, ¿Fin de la historia o desorden mundial? Critica a la ideología del progreso y reivindicación del socialismo, Ediciones Antropos, Bogotá, 1994.

[12] Jean Birnbaum, Chomsky à Paris: chronique d'un malentendu, disponible en http://www.lemonde.fr/livres/article/2010/06/03/

[13] Puede consultarse en: http://abrogeonslaloigayssot.blogspot.com/

[14] Noam Chomsky soutient la pétition pour l’abrogation de la loi Gayssot et la libération de Vincent Reynouard, disponible en http://www.egaliteetreconciliation.fr/Noam-Chomsky-soutient-la-petition-pour-l-
abrogation-de-la-loi-Gayssot-et-la-liberation-de-Vincent-4081.html


[15] Victor Dedaj, Le fascisme reviendra sous couvert d’antifascisme - ou de Charlie Hebdo, ça dépend,disponíble en http://www.legrandsoir.info/le-fascisme-reviendra-sous-couvert-d-antifascisme-ou-de-
charlie-hebdo-ca-depend.html
; Jean-Patrick Clech, ¿Qué es Charlie Hebdo?, disponible en http://www.libre-
opinion.org/?p=32676


[16] Citado en Eric Hobsbawm, La historia del siglo XX a pesar de sus censores, disponible en http://www.eldiplo.org/la-historia-del-siglo-xx-a-pesar-de-sus-censores/

[17] Sergio Halini, La mauvaise mémoire de Pierre Nora, disponible en http://www.monde-diplomatique.fr/2005/06/HALIMI/12508

[18] Citado en E. Hobsbawm, loc. cit.

[19] Ibíd.

(*) Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; Capitalismo y Despojo, Ed. Pensamiento Crítico, Bogotá, 2013, entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro publicado es Colombia y el Imperialismo contemporáneo, escrito junto con Felipe Martín Novoa, Ed. Ocean Sur, 2014.
 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

sábado, 17 de enero de 2015

CHOMSKY SOBRE CHARLIE

Todos somos Charlie

zcomm.org



El mundo quedó horrorizado después del brutal ataque que sufrió la revista satírica francesa Charlie Hebdo. En las columnas del New York Times, el corresponsal Steven Erlanger, presente desde hace mucho tiempo en Europa, describió de forma sobrecogedora las repercusiones inmediatas de lo que muchos describen como el “11 septiembre” francés. Fue “una jornada durante la cual se sucedieron sirenas ruidosas con los ires y venires de los helicópteros. Una jornada de frenesí mediático, de cordones policiacos, de muchedumbres en pánico y de niños alejados de las escuelas por cuestiones de seguridad. Una jornada, como las dos que le siguieron, de sangre y de horror en París y sus suburbios”. El inmenso repudio mundial provocado por el atentado fue acompañado por una reflexión sobre las raíces profundas de esta barbaridad. “Muchos son los que ven en estos hechos un choque de civilizaciones”, anunciaba un título del New York Times.

Las reacciones de horror y de indignación respecto a estos crímenes son justificadas, al igual que la búsqueda de sus causas profundas, siempre y cuando guardemos en mente firmemente algunos principios. La reacción debería ser completamente independiente de la opinión que se puede tener de ese periódico y del material que produce. Los eslóganes omnipresentes de tipo “Yo soy Charlie”, no deberían indicar, ni siquiera insinuar, ninguna asociación con el periódico, al menos en el contexto de la defensa de la libertad de expresión. Deberían más bien expresar una defensa de al libertad de expresión a pesar de lo que se puede opinar acerca del contenido, y aunque éste sea calificado de hiriente o depravado.
Y esos eslóganes también deberían expresar la condena de la violencia y del terror. El dirigente del Partido de los Trabajadores de Israel y principal contrincante para las próximas elecciones, Isaac Herzog, tiene toda la razón cuando dice que “El terrorismo es terrorismo. No existen dos formas diferentes de considerarlo.” También acierta cuando dice “Todas la naciones que desean la paz y la libertad enfrentan un inmenso reto” respecto al mortífero terrorismo – si dejamos de lado su interpretación selectiva acerca de este reto.
Erlanger describe muy bien la horrible escena. Cita uno de los periodistas sobrevivientes: “Todo se desplomó. No había ninguna escapatoria. Había humo por todos lados. Fue terrible. La gente gritaba. Una verdadera pesadilla.” Otro periodista superviviente describió “una inmensa deflagración antes de ser sumergidos en la absoluta oscuridad.” La escena, según Erlanger, “no era más que un montón de vidrio roto, paredes caídas, maderas retorcidas, pinturas desgarradas y devastación emocional.” Por lo menos 10 personas habrían muerto a raíz de la explosión, 20 otras habían desaparecido, “probablemente enterradas bajo los escombros”.

Esas citaciones, como nos lo recuerda el incansable David Peterson, no son de enero del 2015. En realidad son extraídas de una nota de Erlander del 24 de abril de 1999, que solo alcanzó la sexta página del New York Times, es muy lejos de alcanzar la relevancia del ataque de Charlie Hebdo. Erlanger en realidad describía el resultado de “un ataque con misil sobre la sede de la televisión de estado de Serbia” por parte de la OTAN (es decir los EE.UU.) que “dejó fuera del aire Radio Television Serbia.”
Hubo una justificación oficial. “La OTAN y los representantes estadounidenses defendieron el ataque”, reportó Erlanger, “como parte del esfuerzo para debilitar el régimen del Presidente de Yugoslavia Slobodan Milosevic.” El portavoz del Pentágono, Kenneth Bacon declaró durante una conferencia de prensa en Washington que “la televisión serbia formaba parte integrante de la máquina de terror de Milosevic, al mismo nivel que sus fuerzas armadas”, lo que la convertía por lo tanto en un blanco legítimo.
El gobierno de Yugoslavia declaró: “La nación entera apoya a nuestro presidente, Slobodan Milosevic”, según reporta Erlanger, quien añade que “no queda claro cómo el Gobierno sabe esto con tal precisión.”

Ningún comentario sardónico de ese tipo sería el bienvenido ahora que se puede leer en la prensa que Francia está en duelo y que el mundo está indignado ante los abominables acontecimientos. Tampoco resulta necesario interrogarse acerca de las causas profundas, ni de preguntarse quien representa a la civilización y quien a la barbarie.
Pero Isaac Herzog se equivoca cuando dice “El terrorismo es terrorismo. No existen dos formas diferentes de considerarlo.” Definitivamente sí existen dos formas de considerarlo: el terrorismo no es terrorismo cuando se trata de un ataque mucho más violento pero perpetrado por los que son Justos en virtud su poder. De la misma forma, la libertad de expresión no corre peligro cuando los Justos destruyen un canal de televisión que apoya a un gobierno que están atacando.
Asimismo, se entiende fácilmente el comentario del abogado de derechos cívicos Floyd Abrams, reconocido por su defensa apasionada de la libertad de expresión, publicado en el New York Times y en el que señala que el ataque contra Charlie Hebdo “es la agresión más grave en contra del periodismo de la que se tenga memoria.” Tiene razón de precisar “de la que se tenga memoria”, lo que divide cuidadosamente a los ataques contra el periodismo y los actos de terrorismo en dos categorías: los Suyos, que son horribles; y los Nuestros, que son virtuosos y fácilmente eliminados de nuestra memoria.

Vale la pena subrayar que esto solamente es uno de los numerosos ejemplos de ataques contra la libertad de expresión realizado por los Justos. Para mencionar únicamente otro ejemplo que fue fácilmente borrado de “nuestra memoria”, el ataque llevado a cabo por las fuerzas de los EE.UU en Falluja en noviembre del 2004, uno de los peores crímenes realizados durante la invasión a Irak, que inició con la ocupación militar del Hospital General de esa ciudad. La ocupación militar de un hospital representa en sí, por supuesto, un grave crimen de guerra, independientemente de la forma en la que fue llevada a cabo. Los hechos fueron trivialmente descritos en un artículo publicado en primera plana del New York Times, junto con una fotografía ilustrando el crimen. El texto señalaba que “soldados armados sacaron de las habitaciones a los pacientes y empleados del hospital, y les ordenaron sentarse o tirarse al piso mientras que las tropas los maniataban por detrás.” Esos crímenes fueron descritos como si fuesen altamente meritorios y justificados: “La ofensiva permitió clausurar lo que oficiales describían como una herramienta de propaganda para los militantes: el Hospital General de Falluja, con su flujo de informes sobre el número de víctimas civiles.”
Evidentemente, no se le podía permitir a una agencia de propaganda de este tipo que siguiera escupiendo sus vulgares obscenidades.

Traducción: Luis Alberto Reygada
Fuente: https://zcomm.org/znetarticle/we-are-all-fill-in-the-blank/

miércoles, 14 de enero de 2015

Todos los muertos importan

En este año hubo atentados en Francia, Nigeria, Yemen. Es necesario informar sobre todos estos martíres que han muerto en este mundo globalizado y entender quienes son los responsables

Atentados en Nigeria




Boko Haram usa a tres niñas con explosivos atados en atentados en Nigeria el fin de semana





Alrededor de una treintena de personas han fallecido este fin de semana en tres atentados terroristas en mercados de Nigeria. Este domingo al menos cinco personas han fallecido en un mercado de Potiskum, en el norte de Nigeria, después de que terroristas colocaran chalecos explosivos a dos niñas de unos 10 años.  Otras imágenes 2 Fotos Un tercer atentado ha ocurrido este domingo por la tarde en un mercado a cielo abierto en el que se vendían teléfonos móviles en Potiskum, en el estado de Yobe, una de las zonas más afectadas por la violencia del grupo yihadista Boko Haram. Uno de los vendedores, Sani Abdu Potiskum, ha relatado que las niñas que portaban las bombas tenían unos 10 años. "He visto sus cadáveres. Eran dos niñas pequeñas de unos 10 años de edad. Solo pude ver una trenza y parte del torso", ha relatado. Un segundo testigo presencial que acompañó a las ambulancias que recogieron los restos mortales ha confirmado cinco muertos, incluidas las dos niñas, y al menos 26 heridos. Este sábado se produjeron otros dos ataques. Al menos 20 personas fallecieron y otras 18 resultaron heridas en un ataque suicida con una bomba perpetrado supuestamente por una menor de 10 años en un mercado de la localidad nigeriana de Maiduguri, en el estado norteño de Borno. El pasado mes de noviembre 48 personas, la mayoría estudiantes, murieron asesinadas en otro atentado suicida perpetrado contra una asamblea escolar de Potiskum. El sábado hubo un atentado con bomba en una escuela de secundaria de la localidad. Boko Haram —que significa "la educación occidental es pecaminosa" en idioma hausa— lucha por establecer un Estado islámico en Nigeria y en 2014 mató a más de 10.000 personas, según un recuento realizado por el Council on Foreign Relations.