Leonardo Favio: "Nunca estuve tan feliz con una obra mía"
A cinco días de estrenar "Aniceto", filme-ballet que recrea una película suya de hace 40 años sobre un triángulo amoroso en un pueblo, Leonardo Favio anticipa los secretos de esa obra "sorpresiva", que define como su "película más completa".
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Alberto Farina.
Un joven entusiasta de 70 años que camina apoyado en su bastón por su departamento del barrio de Balvanera, liberado de queja alguna. Cantante popular melódico en cuya discoteca conviven Sandro, Vivaldi y Beethoven. Alguien que creció lejos y pobre escuchando radioteatros de Chiappe, tangos y cumbias pero se consagró como cineasta de gran lirismo visual, capaz de hacer convivir lo sórdido y lo sublime, lo brutal y la estilización barroca. Realizador de películas con héroes pecadores que sangran, sudan, lloran y se orinan, entre Verdi y Los Wawanco, en contraste con otras de muchos pudorosos colegas locales. Un chico medio huérfano de Luján de Cuyo adoptado por Perón y Torre Nilsson. Todo eso, y más, es Leonardo Favio.
El regreso del director a la gran pantalla se producirá este jueves con el estreno de su "Aniceto", versión coreográfica de aquella película suya de 1967, con triángulo amoroso pueblerino entre Federico Luppi, Elsa Daniel y María Vaner; inspirada en el cuento "El cenizo" de su hermano Zuhair Jury, la del título más largo de la historia del cine local: Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza... y unas pocas cosas más.
Favio conversó con Ñ , aceptando que si bien su prioridad era referirse a su próximo estreno desde el mismo título de su nueva película el pasado lo asalta. Aunque el espectador podrá conocer Aniceto sin haber visto la versión de 1967, para el creador ha sido un proceso en el cual su última película comenzó durante aquel rodaje. Así como este Favio que nos recibe en 2008 sería incomprensible sin explorar y reconocer en él al cantante melódico popular, al pícaro e intuitivo provinciano que se infiltró como un "intruso" en el cine de autor de los intelectuales de la "generación del 60", al peronista atravesado en mayor medida por los sentimientos de veneración a Perón, Evita y la mística justicialista que por la discusión doctrinaria o ideológica, y al director de cine capaz de arriesgarse en lo estético con mestizajes y excesos que son, precisamente, los que le dan su identidad como artista. Porque un encuentro con Favio no es chocar con una novedad, sino recorrer una historia y una leyenda.
¿Cómo y por qué vuelve Aniceto?
El proyecto comenzó a latir desde aquel rodaje, hace 40 años, cuando notaba que en los silencios de El romance... había una gran sinfonía, pero no sabía por dónde lo iba a resolver. Eso no me sucedió con Crónica de un niño solo ni con El dependiente . Hasta que en un cumpleaños de Niní Marshall, Lino Patalano me preguntó si no se me había ocurrido hacer un ballet con el Aniceto . Comencé a trabajar con Verónica Muriel, Rodolfo Mórtola y el músico de Gatica, el mono , Ivan Wyszogrod, en un guión teatral para montar un ballet. Yo veo óperas, conciertos y ballet en videos, y me apasioné en elegir pasos de los que no sé el nombre, aunque sí sabía que tal movimiento era para determinada secuencia. Wyszogrod insistió en que debía ser una película. La filmamos en un hangar de Quilmes, con los actores y bailarines Hernán Piquín como Aniceto, Natalia Pelayo en la piel de Francisca y Alejandra Baldoni como Lucía. Es un filme-ballet ambientado en la misma época del original, los años 60, pero será sorpresiva, mejor que se vayan preparando, que "se aten los cinturones".
¿Mantuvo como rasgo de estilo su atrevida incorporación de lo naive y de las más precarias pero entrañables expresiones del arte popular, como lo circense, los artistas nómades o las representaciones teatrales que dejan en evidencia los dispositivos de sus magias?
Sí. En El romance... aparecía una "rascada", un espectáculo precario con actores y una puesta mediocre, vulgar sobre un escenario en el que un angelito era izado con sogas a la vista, pero en Aniceto cumplí mi sueño de hacer una película como las de ese pionero de la fantasía cinematográfica que fue Georges Méliès, y esta vez me permití volar en esa dirección. Nunca estuve tan feliz con una obra mía. Hay enormes telones con cielos pintados por personal del Teatro Colón.
Muchos dividen su filmografía en una primera etapa –la trilogía en "carbonilla", blanco y negro, intimista y despojado ("Crónica...", "El romance..." y "El dependiente")– y, una segunda, de superproducciones de cine espectáculo, frescos y murales en vigorosos colores como "Juan Moreira" , "Nazareno Cruz y el lobo", "Soñar, soñar" y "Gatica, el mono". ¿Dónde se ubica "Aniceto"?
Si bien vuelvo a un personaje anterior, con su gallo de riña y sus dos mujeres, esa tragedia a la que no parecen poder escapar, y también regreso a Luján de Cuyo, donde me crié y que me visita en mis desvelos, se puede ver Aniceto como algo intermedio o como una síntesis, ya que la considero mi película más completa. Posee una estética más cercana a mis últimas películas con una historia y personajes de la primera etapa. Es la obra de mi madurez. Aquellos largos silencios con cantos de la naturaleza, aquí se convierten en un gran espectáculo sonoro y enorme juego de color, como si fueran cuadros para cada escena.
Trabajamos mucho con el estilo plástico de las pinturas de Sorolla. A mí me hubiese gustado escribir música en mis guiones, siento que el travelling es como un adagio o un largo, y los allegros equivalen a planos más cortos y de perfil –nunca me gustó el plano y contraplano–. Creo que mi puesta de cámara es más bien teatral, con personajes que entran y salen por los laterales, pero para eso es necesario cuidar la composición del cuadro.
La mención del pintor valenciano posimpresionista del siglo XIX, Joaquín Sorolla y Bastida, también admirador de El Greco y Velázquez, con sus vigorosos óleos sobre aguas, cielos y costumbres populares en espacios abiertos, donde las pinceladas buscan capturar los efectos de luz y diluir contornos; parece una inspiración pertinente al universo visual de Favio; su paleta ya fue visitada por el barroco latinoamericano en los cielos sangrantes o tormentosos de Juan Moreira y Nazareno... , por el kitsch y los dibujos de Divito en Gatica , por los claroscuros expresionistas y opresivos en El dependiente.
¿Cree que parte del éxito y la diferencia de su cine se debe a su elección de personajes y a formas y estéticas populares que buscan la emoción?
Yo aprendí como cantante que mi obra no tiene que exceder los dos minutos sin un acontecimiento, sin que ocurra algo, como en el disco. Yo saqué eso del disco. ¿Cuánto dura una canción? Tres minutos y si no ocurre nada en esos tres minutos perdiste. Eso lo llevé al cine. Me permitió manejar los tiempos aunque se trate de un oratorio o una pieza litúrgica. En cuanto a las obras ajenas no las discuto; soy un espectador detrás del vestigio de belleza que toda creación puede tener. En el cine argentino hubo distintas tendencias, todas respetables. David Kohon, por ejemplo, fue brillante y talentoso, pero tal vez no tuvo las facilidades; Martínez Suárez terminó siendo un gran maestro y con su nombramiento como director del Festival de Mar del Plata no sabía si compadecerlo o felicitarlo. Lo mío es un oficio en el que trato de escribir un guión factible, voy midiendo costos, calculando gastos y efectos. Yo vengo de una formación radioteatral, de cultura popular, de producción a lo gitano. Amaso todo eso para armar mi obra. No puedo contar lo que no conozco: Moreira era lo que escuchaba en el radioteatro, igual que Nazareno... ; Crónica... es el mundo en el que viví.
¿No se sintió alguna vez discriminado o subestimado como sapo de otro pozo en el ambiente cultural e intelectual?
Yo creo que mi manera de acceder a ese mundo fue gracias a una gran necesidad de saber y escuchar. Me he descubierto a mí mismo embobado escuchando a mi iluminador, Stagnaro, cuando explicaba algo. No vivo el talento ajeno con rencor sino que lo disfruto. Me gusta observar y aprender cuando estoy frente a alguien de talento. Eso me permite salpicar mi cine y mi vida con coros, óperas, y otros días necesito a Sandro o a Feliciano Brunelli. También alterno la Torá, la Biblia y el Corán. Del mismo modo me enseñaron cineastas tan distintos como Fellini, Bresson, Bergman, Torre Nilsson y vi veinte veces El ciudadano, de Orson Welles para analizar los ángulos y movimientos de cámara. Pero, a la vez, yo respeté a Enrique Carreras y a Emilio Vieyra, de los que también aprendí. He tratado de tomar todos los artilugios que me sirvieran para conmover.
¿Qué cine actual le interesa?
Entre los argentinos hay cineastas jóvenes que admiro. Me maravillaron El bonaerense, de Pablo Trapero, Caja negra , de Luis Ortega, y me pareció envidiable Cama adentro , de Jorge Gaggero; pero el vértigo de distribución y exhibición diluye la apreciación de las películas, aunque sean obras maestras. Entre las producciones extranjeras me interesa el cine iraní, la película alemana La caída , con Bruno Ganz, pero también el telefilme sobre Stalin, con Robert Duvall, y todo lo que se haga sobre mi ídolo, Hércules Poirot.
¿Y la película uruguaya "Whisky", que incluye su voz cantando "O quizás simplemente le regale una rosa"?
¡¡Una maravilla!! Me pareció una de las obras más bellas del cine latinoamericano. Más allá de la canción, porque esa película será algo difícil de superar. Estuvo algo desprotegida por la crítica y la distribución.
¿Tendrá que luchar "Aniceto" con la cultura audiovisual hiperquinética que tiene gran parte del nuevo público?
No, porque no me pongo en ninguna trinchera. Yo también vivo al ritmo de la vida actual, la neurosis porteña me alimenta. No pierdo perspectiva. Si yo volviera a hacer un cine como Crónica de un niño solo , entonces sí perdería de vista a la gente, pero estoy atento a la vida y sus velocidades. Ya no hay "un niño solo" sino un universo de niños solos. Como no he quedado desprevenido de lo que ocurre en el mundo no me siento alejado del público sino con él. Para Perón, sinfonía del sentimiento , tuve que aprender la utilización de la nueva tecnología, que avanza y te da posibilidades increíbles para diseñar mejor, trabajar cada pincelada, si se sabe manejar eso con prudencia. Ahora si sos un deschavetado que te enamorás del pomo de la pintura en vez de aquello que podés pintar con ella... Esa máquina puede enfriar la obra, vos tenés que usarla pero la máquina no puede ponerle corazón a tu obra, se lo tenés que poner vos. Cuando vine del exterior, en 1987, habían desaparecido los cines. Creí que los de mi generación éramos dinosaurios y que el cine se había acabado. Pero cuando supe que existían 19.000 estudiantes de cine, una potencia juvenil volcada a la imagen, eso me impulsó a hacer Gatica , y me motivó a introducirme en el mundo de la tecnología y la computación con las que hice Perón..., que fue la obra más vendida en video.
¿Le interesa que su cine refleje el momento actual del país?
Para eso tenés que buscarlo a Fernando "Pino" Solanas, que se preocupa más por lo documen
tal, se involucra activa y artísticamente con lo que sucede, si bien yo palpito el país con la gente. Tal vez lo refleje inconscientemente. Pero, por ejemplo, en los años 70 yo no me sumé al clima de violencia, seguí con mi obra, con lo que me sucedía a mí y entonces hice una película de amor como Nazareno Cruz y el lobo. Estoy contento con lo que se está produciendo en un país que estaba devastado. Hay expectativas, sueños, se recuperan valores. Mientras existen problemas graves en todo el mundo, yo veo cambios positivos, al ritmo de Internet, y la gente con acceso al conocimiento de lo que ocurre en todas partes. No comparto el dramatismo que acusa a la juventud de distraída, creo que los jóvenes tienen otro lenguaje y una ternura ausente en los adultos.
¿Tampoco lamenta filmar tan espaciadamente siendo uno de los mejores cineastas argentinos?
Es que soy lento, meticuloso, no tengo apuro, me regodeo en los perfiles de los personajes y en las escenas que voy creando. La música me sigue permitiendo vivir con dignidad, todo el tiempo en algún lugar del mundo suena un disco mío.
¿Pero filmar no le devuelve ese rol de dueño del circo, de titiritero, demiurgo, Dios que decide quién vive o quién muere, si sale el sol o llueve?
Es una ilusión, todos somos parte del circo. Lo mío es un oficio menos importante que el de un médico: si necesitas hacerte un transplante de corazón, ese será el milagro. Los únicos que le hacen la música a Dios son los que han quedado: Mozart, Miguel Angel. Ya no se puede competir con ellos. Yo no le quiero ganar a nadie, porque aquí nadie gana y nadie pierde. Sólo podemos agradecer haber conocido un beso, hay gente que se muere sin saberlo. Además tengo sentido crítico sobre mis películas, todavía las corrijo, saqué unos planos de El dependiente que me molestaron desde que nacieron, y traté de pulir el sonido de Crónica de un niño solo , capturar las voces, limpiarlas y volver a mezclar con sonidos de grillos o música. Dentro de algunos años, si cumplen lo prometido, se podrán ver estas versiones pulidas. Todo eso me lo permite la tecnología. Si por algo lamento el límite de la vida es porque digo: "¡Carajo!, justo ahora que están todas estas herramientas para trabajar mejor".
Con las que tuvo se arregló bastante bien. Y con sus películas algo suyo puede sobrevivirle, algo se eterniza para eludir lo efímero de la vida.
Dios quiera, pero ya no digo para siempre. El sueño de todos es permanecer, pero uno muere cuando se escapa de la memoria de la gente. Mi obsesión es que me recuerden bien en esa momentánea memoria que haya de mí. Yo había incorporado la idea de la muerte a mi vida como algo legítimo y bello, pero a medida que se acerca cuido el cuerpo, el artefacto que
nos queda. Me voy despidiendo de ese cuadrito en la pared, qué pena no verlo más, pero esto es sólo una fracción de película acelerada, y uno comienza a preocuparse más por lo que puede haber del otro lado. Tal vez la eternidad sea despertar de una siesta bien dormida con los ojos entregados al asombro, por ahora somos la molécula de una hormiga y menos que eso. Soy profundamente religioso, casi místico, puedo gozar de la soledad como un don, un regalo de Dios que me permite estar conmigo.
¿Acepta que la muerte de sus personajes traen un "tropo" clásico del arte que es la indiferencia del mundo? Ya sea Gatica aplastado por un colectivo al salir de la cancha de Independiente o Aniceto baleado por robar gallinas, mientras la gente mira pasar un satélite...
Entramos también en una cuestión poética. Aunque mueren aferrados a la vida mientras otros miran para otro lado, lo hacen como han vivido. No es gente que muere en una cama sino fiel a sí misma hasta el fin, más cerca de una imitación de Cristo, en esa soledad se anida parte de su trascendencia, de la vida que tendrán después, por eso podemos seguir hablando de Gatica o Moreira. Sólo en el más allá podemos comprobar si somos una intención de Dios.
¿Podemos esperar otra película de Favio después de "Aniceto"?
Y, sí, El mantel de hule.
Favio deja flotando el supuesto título de su próximo filme, que se refiere a unas declaraciones suyas en las que se confesaba incapaz de contar cómo se ponía una mesa en alguna mansión de la avenida Figueroa Alcorta. Como contrapartida, afirmaba que sí sabía narrar la mesa del mantel de hule. Sin embargo, es desde ese manejo visual suyo sobre lo físico que surge en su obra lo metafísico, remonta lo pueblerino a lo cósmico y convierte anécdotas de pobres diablos sin horizonte en tragedias corales de finales paroxísticos. Siempre con desmesura surreal, para que los personajes, no juzgados sino observados –con ternura aun en su abyección–, atraviesen su martirologio y crucifixión, de manera que sus agonías excedan el destino particular para emerger como paradigma del destino humano. Gracias a su mirada la naturaleza se convierte en paisaje, en decorado del "gran teatro del mundo". Por eso hace convivir a Chejov, Kafka y el folletín popular, los enanos, duendes, diablos tristes, y la muerte jugando al truco.
Al alejarme de él, dejo atrás una sonrisa de pícaro prestidigitador que ha vuelto a sacar su galera de mago para pronunciar con su propia voz "abracadabra". Con una mano levantada para saludar y la otra apoyada en el bastón, su figura se apaga junto a la tarde del sábado en Balvanera, y veo en él lo que decía Fellini para sí: "Soy mi propia naturaleza muerta. Soy una película".
domingo, 8 de junio de 2008
sábado, 7 de junio de 2008
Mucho circo y poco pan
Mucho circo y poco pan
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Toda Europa se prepara para el Campeonato Europeo de Fútbol que comienza hoy. Si comparamos los espacios en los medios de comunicación que se le han dedicado a la Conferencia Mundial de Alimentación que acaba de finalizar con las páginas y páginas que se dedican a los comentarios y reportajes de fútbol, son diez a uno. Diez para el fútbol y uno para el hambre mundial que esa conferencia ha dejado en claro: 800 millones de seres humanos padecen hambre en el mundo; la mayoría, por supuesto, niños. Diez goles a uno: toneladas de papel sobre jugadores, pronósticos, entrenadores, hinchadas. Otros diez golazos en contra para los pobres del mundo.
Que los hay en todos los países. Desde el primer mundo hasta el tercero, cuarto. Sí, leamos por ejemplo el informe de la Asociación Federal de la Mesa Alemana. Es una organización de ayuda a hombres, mujeres y niños que no pueden alimentarse bien por falta de medios. Actualmente, se atiende a 800.000 necesitados en toda Alemania. Se les entrega pan, productos lácteos, fruta y verdura. La razón de este aumento de pobres es la suba que han tenido últimamente los precios de alimentos. Justamente ayer, viernes, se instaló la llamada “mesa larga de la solidaridad”, de 200 metros de largo, en Magdeburgo. Eso se llama verdadera solidaridad. Esta organización comenzó en 1993 en una ciudad y hoy ya hay 785 filiales en las diversas regiones alemanas. Tienen 35.000 ayudantes voluntarios que solicitan a los supermercados, panaderías o carnicerías la donación de productos sobrantes. El presidente de esta organización, Gerd Häuser, declaró a la revista Stern: “La red social no existe más en Alemania. Muchos que reciben del Estado ayuda por desocupado y jubilado, pero también madres solas con hijos, ya no llegan a comer todos los días sin nuestra ayuda”. Agregó que “cada vez aumenta más el numero de niños y los adolescentes que necesitan ayuda. Ya están llegando a una cuarta parte de los que vienen a nuestras mesas. En algunas ciudades llegan ya hasta el 40 por ciento”.
Pienso en la Argentina. En los generosos comedores infantiles que se han ido organizando en casi todos los barrios pobres, a los cuales hay que ayudar. Sí, en el país de las espigas de oro. Hambre, hambre.
El gobernador de Buenos Aires, Scioli, ha dicho hace algunas horas: “Con los alimentos no se jode”. Claro que no. Justamente lo que pasa en la Argentina, donde se ha volcado, como protesta, leche a las zanjas, ha ocurrido en estos días en Holanda y Alemania. Una revista alemana muestra cómo en Holanda se han bañado chicos y grandes con leche derramada por los productores. Que se derrame la leche, que se arrojen a las carreteras los cereales, habla de falta de sentido de respeto a la vida. ¿Por qué esa leche no se llevó gratis a las escuelas y a los comedores infantiles y de adultos o se repartió en los barrios pobres? Lo mismo con los otros productos que se tiraron a la basura. Hubiera sido más directa y simpática dicha protesta si hubieran llamado a la puerta de cada casa y obsequiado a cada uno un vaso de leche. Pero claro, el problema no se reduce a la leche que tiraron o no. No se jode con los alimentos, pero también hay que empezar a gritar: no jodan con la tierra, no jodan con los bienes que pertenecen a todos. Con retenciones o no retenciones no se soluciona el problema fundamental, sino con una reforma agraria bien estudiada, de fondo, en libertad y debate. Por ejemplo, impedir propiedades de tierras mayores a treinta mil hectáreas –como principio– y propender a la formación de cooperativas agrarias con los verdaderos trabajadores de la tierra. Una sociedad verdaderamente democrática no puede permitir que sean las empresas pulpos las que nos digan cuánto tendremos para comer y cuánto se dará para biocombustibles, o se siembre sólo aquello que les da más ganancias. La tierra es un bien público y no de las tendencias del mercado. Son las necesidades de todos los habitantes las que tienen que regir y no de aquellos que paran por unas horas en Puerto Madero. Con la tierra no se jode, tendría que ser el lema argentino.
Lo hemos podido comprender en la reciente Cumbre Mundial sobre la Alimentación, en Roma. Donde concurrieron 40 jefes de gobierno y 4747 delegados. (Nos imaginamos lo que debe haber costado ese encuentro.) Bien, pero ¿qué se resolvió? Primero digamos que por lo menos se comprobó de acuerdo con cifras oficiales que 850 millones de habitantes viven todos los días con hambre y están desnutridos. Que más de una cuarta parte de la suba de precios de los alimentos se debe a los negocios especulativos que se hacen con ellos. (Los argentinos debemos tener bien en cuenta justamente eso y preguntémonos: quién hace los negocios especulativos.)
Quedó claro en la reunión esto de las especulaciones cuando se puso el ejemplo de Ucrania, donde subió de pronto el precio del trigo en un tercio cuando se resolvió dedicar más tierra al cultivo de la colza. O cuando Bush anunció que se iba a promover el bioetanol e instantáneamente se duplicó el precio del azúcar. El Banco Mundial ha declarado que cuando se propuso el aumento de las llamadas “plantas energéticas”, subió el precio de los alimentos entre el 30 y el 70 por ciento. Oficialmente se dijo que hay peligro de hambre en treinta y tres países. Lo dijo en el Congreso el representante de la organización de Ayuda contra el Hambre en el Mundo: “En esta reunión se tendría que haber discutido el peligro de las prácticas comerciales que distorsionan la seguridad de la alimentación de los países en desarrollo.” No, eso no se hizo. Porque, ¿quién le pone el cascabel al gato del sistema? Es un papel que, sin ninguna duda, tienen que tomar en sus manos las organizaciones de derechos humanos del mundo entero, porque nada se puede esperar de delegados que sirven como lacayos de los gobiernos. Es un papel que desde hace mucho tiempo tendrían que haberlo tomado también las iglesias. Pero hasta ahora han dado como única solución recomendar ponerse a rezar. O embellecer todo con palabras que parezcan profundas. En el actual conflicto argentino, el cardenal Bergoglio ha pedido a las partes en litigio un “gesto de grandeza”. ¿Gesto de grandeza a quienes siempre aspiran a ganar más? El mismo cardenal ha empleado la palabra “concordia”. ¿“Concordia” a un sistema que nos ha llevado a esto? Multimillonarios y pobres de pan duro.
No, los problemas hay que solucionarlos y tienen que prevalecer las búsquedas de soluciones para los problemas de los que no tienen ni siquiera para ponerles un pan en la mesa a sus hijos. Porque si no la “concordia” a la que se llegue en la Argentina va a merecer el título que el diario alemán Frankfurter Rundschau le acaba de dar a la conferencia de la Alimentación de Roma: “Gran circo y poco pan”. Ninguna receta contra el hambre.
¿Para eso se gastó tanto en este congreso? Casi cinco mil delegados para ese resultado final.
Pero no todo está perdido, como siempre, el destino nos trae de pronto un hecho humilde, pero logrado con todo coraje civil. Me llega un mensaje de que en Lanús, en mi país argentino, se cambió oficialmente el nombre de la calle coronel Federico Rauch por el nombre de un obrero de ese barrio desaparecido en 1976. Asistió el intendente al acto cumpliendo así la resolución del Concejo Deliberante. Se cumplía así un sueño. Terminar con la glorificación de ese militar mercenario contratado por Rivadavia “para exterminar a los indios ranqueles”. A los cuales degollaba “para ahorrar balas”, como lo dice en sus comunicados. En 1963 pedí en la ciudad bonaerense de Coronel Rauch que el pueblo votara otro nombre. Por ese pedido fui preso 63 días ya que el ministro del Interior de la dictadura militar de ese tiempo era el general Juan Enrique Rauch, bisnieto directo del mercenario. Y ahora en Lanús, a 45 años de mi pedido, se daba el primer paso para bajar del pedestal a quien iniciaba una línea que iba a terminar con la matanza de Roca, que iba a dar el paso a la repartición de la tierra y al origen de los dueños de la tierra que hoy obligan a marcar el rumbo de nuestra economía.
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Toda Europa se prepara para el Campeonato Europeo de Fútbol que comienza hoy. Si comparamos los espacios en los medios de comunicación que se le han dedicado a la Conferencia Mundial de Alimentación que acaba de finalizar con las páginas y páginas que se dedican a los comentarios y reportajes de fútbol, son diez a uno. Diez para el fútbol y uno para el hambre mundial que esa conferencia ha dejado en claro: 800 millones de seres humanos padecen hambre en el mundo; la mayoría, por supuesto, niños. Diez goles a uno: toneladas de papel sobre jugadores, pronósticos, entrenadores, hinchadas. Otros diez golazos en contra para los pobres del mundo.
Que los hay en todos los países. Desde el primer mundo hasta el tercero, cuarto. Sí, leamos por ejemplo el informe de la Asociación Federal de la Mesa Alemana. Es una organización de ayuda a hombres, mujeres y niños que no pueden alimentarse bien por falta de medios. Actualmente, se atiende a 800.000 necesitados en toda Alemania. Se les entrega pan, productos lácteos, fruta y verdura. La razón de este aumento de pobres es la suba que han tenido últimamente los precios de alimentos. Justamente ayer, viernes, se instaló la llamada “mesa larga de la solidaridad”, de 200 metros de largo, en Magdeburgo. Eso se llama verdadera solidaridad. Esta organización comenzó en 1993 en una ciudad y hoy ya hay 785 filiales en las diversas regiones alemanas. Tienen 35.000 ayudantes voluntarios que solicitan a los supermercados, panaderías o carnicerías la donación de productos sobrantes. El presidente de esta organización, Gerd Häuser, declaró a la revista Stern: “La red social no existe más en Alemania. Muchos que reciben del Estado ayuda por desocupado y jubilado, pero también madres solas con hijos, ya no llegan a comer todos los días sin nuestra ayuda”. Agregó que “cada vez aumenta más el numero de niños y los adolescentes que necesitan ayuda. Ya están llegando a una cuarta parte de los que vienen a nuestras mesas. En algunas ciudades llegan ya hasta el 40 por ciento”.
Pienso en la Argentina. En los generosos comedores infantiles que se han ido organizando en casi todos los barrios pobres, a los cuales hay que ayudar. Sí, en el país de las espigas de oro. Hambre, hambre.
El gobernador de Buenos Aires, Scioli, ha dicho hace algunas horas: “Con los alimentos no se jode”. Claro que no. Justamente lo que pasa en la Argentina, donde se ha volcado, como protesta, leche a las zanjas, ha ocurrido en estos días en Holanda y Alemania. Una revista alemana muestra cómo en Holanda se han bañado chicos y grandes con leche derramada por los productores. Que se derrame la leche, que se arrojen a las carreteras los cereales, habla de falta de sentido de respeto a la vida. ¿Por qué esa leche no se llevó gratis a las escuelas y a los comedores infantiles y de adultos o se repartió en los barrios pobres? Lo mismo con los otros productos que se tiraron a la basura. Hubiera sido más directa y simpática dicha protesta si hubieran llamado a la puerta de cada casa y obsequiado a cada uno un vaso de leche. Pero claro, el problema no se reduce a la leche que tiraron o no. No se jode con los alimentos, pero también hay que empezar a gritar: no jodan con la tierra, no jodan con los bienes que pertenecen a todos. Con retenciones o no retenciones no se soluciona el problema fundamental, sino con una reforma agraria bien estudiada, de fondo, en libertad y debate. Por ejemplo, impedir propiedades de tierras mayores a treinta mil hectáreas –como principio– y propender a la formación de cooperativas agrarias con los verdaderos trabajadores de la tierra. Una sociedad verdaderamente democrática no puede permitir que sean las empresas pulpos las que nos digan cuánto tendremos para comer y cuánto se dará para biocombustibles, o se siembre sólo aquello que les da más ganancias. La tierra es un bien público y no de las tendencias del mercado. Son las necesidades de todos los habitantes las que tienen que regir y no de aquellos que paran por unas horas en Puerto Madero. Con la tierra no se jode, tendría que ser el lema argentino.
Lo hemos podido comprender en la reciente Cumbre Mundial sobre la Alimentación, en Roma. Donde concurrieron 40 jefes de gobierno y 4747 delegados. (Nos imaginamos lo que debe haber costado ese encuentro.) Bien, pero ¿qué se resolvió? Primero digamos que por lo menos se comprobó de acuerdo con cifras oficiales que 850 millones de habitantes viven todos los días con hambre y están desnutridos. Que más de una cuarta parte de la suba de precios de los alimentos se debe a los negocios especulativos que se hacen con ellos. (Los argentinos debemos tener bien en cuenta justamente eso y preguntémonos: quién hace los negocios especulativos.)
Quedó claro en la reunión esto de las especulaciones cuando se puso el ejemplo de Ucrania, donde subió de pronto el precio del trigo en un tercio cuando se resolvió dedicar más tierra al cultivo de la colza. O cuando Bush anunció que se iba a promover el bioetanol e instantáneamente se duplicó el precio del azúcar. El Banco Mundial ha declarado que cuando se propuso el aumento de las llamadas “plantas energéticas”, subió el precio de los alimentos entre el 30 y el 70 por ciento. Oficialmente se dijo que hay peligro de hambre en treinta y tres países. Lo dijo en el Congreso el representante de la organización de Ayuda contra el Hambre en el Mundo: “En esta reunión se tendría que haber discutido el peligro de las prácticas comerciales que distorsionan la seguridad de la alimentación de los países en desarrollo.” No, eso no se hizo. Porque, ¿quién le pone el cascabel al gato del sistema? Es un papel que, sin ninguna duda, tienen que tomar en sus manos las organizaciones de derechos humanos del mundo entero, porque nada se puede esperar de delegados que sirven como lacayos de los gobiernos. Es un papel que desde hace mucho tiempo tendrían que haberlo tomado también las iglesias. Pero hasta ahora han dado como única solución recomendar ponerse a rezar. O embellecer todo con palabras que parezcan profundas. En el actual conflicto argentino, el cardenal Bergoglio ha pedido a las partes en litigio un “gesto de grandeza”. ¿Gesto de grandeza a quienes siempre aspiran a ganar más? El mismo cardenal ha empleado la palabra “concordia”. ¿“Concordia” a un sistema que nos ha llevado a esto? Multimillonarios y pobres de pan duro.
No, los problemas hay que solucionarlos y tienen que prevalecer las búsquedas de soluciones para los problemas de los que no tienen ni siquiera para ponerles un pan en la mesa a sus hijos. Porque si no la “concordia” a la que se llegue en la Argentina va a merecer el título que el diario alemán Frankfurter Rundschau le acaba de dar a la conferencia de la Alimentación de Roma: “Gran circo y poco pan”. Ninguna receta contra el hambre.
¿Para eso se gastó tanto en este congreso? Casi cinco mil delegados para ese resultado final.
Pero no todo está perdido, como siempre, el destino nos trae de pronto un hecho humilde, pero logrado con todo coraje civil. Me llega un mensaje de que en Lanús, en mi país argentino, se cambió oficialmente el nombre de la calle coronel Federico Rauch por el nombre de un obrero de ese barrio desaparecido en 1976. Asistió el intendente al acto cumpliendo así la resolución del Concejo Deliberante. Se cumplía así un sueño. Terminar con la glorificación de ese militar mercenario contratado por Rivadavia “para exterminar a los indios ranqueles”. A los cuales degollaba “para ahorrar balas”, como lo dice en sus comunicados. En 1963 pedí en la ciudad bonaerense de Coronel Rauch que el pueblo votara otro nombre. Por ese pedido fui preso 63 días ya que el ministro del Interior de la dictadura militar de ese tiempo era el general Juan Enrique Rauch, bisnieto directo del mercenario. Y ahora en Lanús, a 45 años de mi pedido, se daba el primer paso para bajar del pedestal a quien iniciaba una línea que iba a terminar con la matanza de Roca, que iba a dar el paso a la repartición de la tierra y al origen de los dueños de la tierra que hoy obligan a marcar el rumbo de nuestra economía.
viernes, 6 de junio de 2008
La hora de los cuerpos
La hora de los cuerpos
En la historia de la educación, los cuerpos son los grandes ausentes. Bien guardados debajo del guardapolvo, también parecen haber sido robados, en su diversidad y capacidad de goce, del imaginario. Si se habla del cuerpo en el aula, es para hacer foco en problemas que sirven como disciplinadores. Así, la sexualidad es una amenaza de enfermedad o embarazo no deseado; la identidad sexual, un defectito a tolerar o bien a corregir. ¿Cambiará algo de esto a partir de la largamente postergada implementación de la Ley Nacional de Educación Sexual? Después de dos años de su sanción, recién la semana pasada se aprobaron los contenidos básicos y todavía hay un plazo de cuatro años más para que sea un hecho. Sin embargo, cada pequeño paso es para celebrar sobre todo si se tiene en cuenta que la escuela es el primer lugar donde conviven las diferencias. Graciela Morgade, una de las expertas convocadas por el Ministerio de Educación para diseñar estos contenidos básicos y coautora de Cuerpos y sexualidades en la escuela. De la “normalidad” a la disidencia, reflexiona y advierte sobre cuáles serán los cambios por venir.
Por Verónica Engler
Que un nene quiera jugar en el rincón de la cocina y que una nena quiera hacer de colectivera sin que sus compañeritos se mofen de ellos y sin que la maestra tome nota de la “anormalidad” en la conducta de los dos pequeños que eligieron algo imprevisto. Que la seño pueda ser travesti sin que se la vea como una amenaza rampante para la comunidad educativa. Que en el patio durante el recreo los chicos y las chicas puedan correr, gritar y alborotarse a la par sin que la maestra les señale a las nenas que “se están portando mal como los varones”. Que el profesor pueda decir que tiene novio sin que sea el blanco de las más terribles sospechas de parte de padres, madres, docentes y directivos del colegio. Que el rosa y el celeste dejen de ser los colores de dos equipos opuestos que se disputan espacios vitales excluyentes. Que la heterosexualidad no esté sobrevalorada en relación con otras identidades sexuales, cada una tan valiosa, rica y llena de posibilidades como la otra. ¿Será factible que algún día estos hechos enunciados conformen la cotidianidad dentro del aula? En nuestro país, al menos ya hay indicios de que la escuela podrá ser un lugar mucho más amplio, integrador y respetuoso de las diferentes identidades que quieran asumir tanto quienes educan como quienes están aprendiendo.
La semana pasada, finalmente, el Consejo Federal de Educación –integrado por los veinticuatro ministros provinciales, tres representantes de las universidades y el ministro de Educación de la Nación– aprobó por unanimidad los contenidos básicos estipulados en la Ley Nacional de Educación Sexual Integral (la 26.150, promulgada en octubre de 2006), que son los que deberán tenerse en cuenta tanto en escuelas públicas como privadas, religiosas y no confesionales.
En los nuevos lineamientos curriculares se define la educación sexual desde un abordaje integral y no reducido al modelo tradicional biologicista. Algunos de los temas de aprendizaje comunes y obligatorios –que deberán adaptarse a la edad de alumnos y alumnas– se refieren a las distintas formas de organización familiar (que no se reducen al clásico mamá-papá-hija-hijo), el respeto a la intimidad propia y ajena, la prevención del abuso sexual, las relaciones de género entre varones y mujeres, el respeto por la diversidad de identidades, y la necesidad de luchar contra las discriminaciones y los estereotipos. En el ciclo básico del secundario, por ejemplo, chicos y chicas deberán conocer todos los métodos anticonceptivos y de regulación de la fecundidad existentes –con sus ventajas y desventajas–, pero se deberá enfatizar que “el preservativo es el único método” disponible “para prevenir el VIH/sida”. La problemática del aborto también estará presente en clase, pero deberá encararse desde distintas ópticas: ética, de salud pública, moral, social, cultural y jurídica.
Producto de las múltiples tensiones que genera la educación sexual, en particular del sector católico representado por el Consejo Superior de Educación Católica (Consudec) –que depende del Episcopado–, la aprobación de los contenidos se demoró bastante más que los 180 días que preveía la ley.
Según Graciela Morgade, directora del Departamento de Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que es una de las expertas convocadas por el Ministerio de Educación para redactar los lineamientos curriculares que guiarán la educación sexual, las tensiones en torno de la ley estuvieron centradas básicamente en dos puntos: “Por una parte, en la concepción teórica que sustenta a la educación sexual integral: porque una vez que se abandona el modelo ‘biomédico’ (que se centra en la prevención de enfermedades o embarazos), sobre el cual parece haber alto consenso, comienza el debate respecto del enfoque de género que impulsamos quienes trabajamos desde hace años en estos temas. Es sabido que el enfoque de género introduce a la sociedad y la cultura como marcos de construcción de la sexualidad y de la relación con el propio cuerpo, y que discute entonces la existencia de una esencia o naturaleza femenina o masculina. Es muy fuerte, desde hace muchos años, la oposición a esta manera de pensar a la subjetividad, sobre todo desde algunos sectores del catolicismo –apunta–. El otro tema en cuestión se vincula con la relación entre la escuela y la familia. También esto es controversial más o menos desde la creación de la escuela como institución estatal (en el siglo 19). En este caso, se agita el fantasma de que la escuela va a ir en contra de los valores de las familias, sin considerar que la escuela es el espacio privilegiado de encuentro con otros y otras durante la infancia y la adolescencia, el espacio donde se ponen en contacto los mundos y cada sujeto tiene la oportunidad de reconocerse como diferente de otros u otras pero con igual valor y derecho a otros y otras”.
De acuerdo con el documento suscripto la semana pasada, la educación sexual se impartirá en forma transversal –es decir, que en casi todas las materias habrá contenidos de sexualidad para trabajar– en los niveles inicial y primario. En el secundario, en cambio, queda la opción de que sea un contenido específico, de acuerdo con la elección de cada jurisdicción, algo que Morgade observa con preocupación. “Es muy importante que (la educación sexual) tenga un espacio específico, pero si sólo se trata en ese espacio se corre el riesgo de que se ‘especialice’ tanto la cuestión que se omita la complejidad integral que abarca. En otras palabras, si la sexualidad implica cuestiones históricas, culturales, éticas, emocionales, y también físicas, la mejor manera de trabajar un sentido integral es que tenga lugar en diferentes espacios”, señala.
Para los próximos cuatro años, el tiempo que podrá tardar en implementarse el Programa Nacional de Educación Sexual Integral en forma “gradual” en todo el país, Morgade considera que son centrales, al menos, tres cuestiones: “Que las jurisdicciones elaboren documentos curriculares que articulen lo votado con lo vigente en cada lugar; que las instancias de formación docente locales y sobre todo el Instituto Nacional de Formación Docente garanticen la capacitación; y que en cada provincia se articulen los servicios educativos con los otros servicios estatales que también tienen una responsabilidad pública en el tema: salud, justicia y desarrollo social. Es muy importante que desde el inicio las escuelas no queden solas, porque la angustia que genera abrir temáticas que traen a la clase tanto el disfrute como el dolor no puede tramitarse en soledad”, enfatiza esta especialista que junto con su colega Graciela Alonso –profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Comahue– se encargaron de compilar la serie de textos que integran el recientemente publicado Cuerpos y sexualidades en la escuela. De la “normalidad” a la disidencia (Editorial Paidós), un libro que probablemente se transforme en material de consulta imprescindible para quienes deban encarar esta nueva etapa de la educación argentina. Porque Cuerpos y sexualidades en la escuela es el producto de varias investigaciones que se han volcado hacia la “caja negra” de los procesos cotidianos escolares, allí donde se encuentran las significaciones estereotipadas más evidentes que se anuncian a viva voz, pero también aquellas que se ocultan bajo acuerdos tácitos que repercuten en el cuerpo con la contundencia de lo no dicho (esas sempiternas expectativas que pesan diferencialmente sobre chicas y chicos, sin que nunca nadie las haya escrito en ningún currículo escolar), y también, claro, aquello que se omite, que permanece en el plano de lo innombrable (a saber: la sexualidad, la violencia o la precarización laboral).
En medio de una ajetreada jornada en la facultad, Graciela Morgade aceptó la propuesta de reflexionar sobre el estado en el que se encuentra la escuela hoy y sobre los promisorios cambios que se avecinan en materia educativa.
¿De qué manera aparecen los cuerpos sexuados, generizados, en la escuela?
–En la historia de la educación durante mucho tiempo hubo una visión dominante muy generalizadora del sujeto pedagógico, que no criticaba su propia perspectiva. Ese sujeto pensado era masculino, burgués, blanco y heterosexual. Esa manera de pensar al sujeto, articulada con una forma racionalista y positivista de concebir al conocimiento, se combinó en la escuela, justamente, para dejar afuera a los cuerpos, porque no se reconocía la heterogeneidad de clase, de género, de orientación sexual y de nacionalidad, y además se dividía desde el paradigma racionalista mente/cuerpo, razón/emoción. Quedó la mente y la razón del lado de la escuela. De modo que los cuerpos, aunque estaban en la escuela, no eran ni objeto de mirada, ni de trabajo, ni de reconocimiento de experiencias válidas. Eran pasivos, como una tabula rasa, eran lugares en los que había que depositar saberes, pero sin reconocer las condiciones materiales de vida. Los estudios de género, desde la década del setenta, y más recientemente la teoría queer, colocan la cuestión de la construcción del cuerpo sexuado en el centro de lo que podríamos pensar que es la operatoria de la escuela. La línea de análisis de Michel Foucault y la manera de entender que el poder se ejerce básicamente sobre los cuerpos de las personas fue sumamente sugerente para pensar a la escuela, porque la escuela como aparato ideológico es una institución destinada a transmitir la cultura, por una parte, y al mismo tiempo a civilizar, dominar, homogeneizar. Las dos cosas a la vez. Lo subrayo porque no quiero ser excesiva en la crítica del sistema educativo, porque también sabemos que acceder a la escuela fue una manera de integración social durante décadas en nuestro país. Ir a la escuela representó para enormes sectores de nuestra población en general, y para las mujeres en particular como colectivo, una posibilidad muy importante de tener acceso a un empleo, de salir del hogar, de tener la posibilidad de acceder a algunos bienes y servicios. Ahora, lo que marca la investigación desde la perspectiva crítica de género y desde la teoría queer es que la escuela tendió a disciplinar esos cuerpos, y a disciplinar según los modelos hegemónicos.
¿Cómo es este disciplinamiento?
–Los chicos y chicas del nivel inicial, por ejemplo, son disciplinados hacia los roles de género más tradicionales, y aquellos disidentes que comienzan a mostrar algún nivel de crítica desde sus prácticas o una no apropiación total de esos modelos de género, rápidamente son censurados o sutilmente conducidos a cambiar de posición. Con mi equipo tenemos mucha experiencia de trabajo con docentes preocupadas, por ejemplo, por identificar conductas homosexuales en niños, sobre todo varones, de tres o cuatro años, preguntándose si deberían hacer algo. Ninguna teoría psicológica abona que a esa edad se haya constituido ya una orientación sexual definitiva, se trata de búsquedas, de alternativas, y además, si ya hubiese una orientación definida homosexual, la escuela no tiene que hacer nada con eso, tiene que dejar que se despliegue, como cualquier otra forma de identidad. Estas pequeñas y enormes intervenciones que puede hacer una maestra en el nivel inicial, en general, son inadvertidas. Pero yo no cargaría las tintas en una culpabilización del sector docente, porque en general hubo una ausencia casi total de formación en estos temas. Esa homofobia que todavía predomina en nuestra sociedad se expresa en el nivel inicial (la etapa de escolarización previa a la escuela primaria) en una excesiva atención o represión o insistencia hacia el cambio de las conductas que no aparecen claramente como las tradicionales o predominantes.
A lo sumo se “tolera”, pero esa tolerancia también está relacionada con la heteronormatividad que regula las conductas en nuestra sociedad.
–Exacto. Eso es muy evidente en el nivel inicial, pero también se sostiene en el nivel primario y en el nivel medio. El sector docente, en general, cuando reconoce la situación de discriminación no quiere seguir adelante. Pero hay algo de ese paradigma de la tolerancia que es, dicho de manera extrema: “tenemos que ser tolerantes, y entonces pobrecito, si es gay, tengo que soportarlo”. Por eso, desde la formación, solamente evitar la discriminación es insuficiente. Nosotros estamos por el paradigma del respeto y del pleno ejercicio de los derechos humanos. Lo heteronormativo es además patriarcal, hay una combinación de imágenes femeninas y masculinas heterosexuales que generan ciertos prejuicios de género en algunas áreas más que en otras, como por ejemplo en la educación física. Para las chicas la dimensión expresiva del uso del cuerpo, como expresión corporal, está mucho más legitimada que la educación física hegemónica que es la del alto rendimiento. Con esto no quiero decir que las chicas y chicos no usen sus cuerpos, pero lo que las investigaciones muestran es que el estímulo y la expectativa que un docente o una docente tienen hacia chicas y chicos es diferencial. Un tema que también es interesante en la escuela primaria tiene que ver con cómo se van construyendo las posibilidades del uso de la palabra en clase, de la confianza en el propio aprendizaje, de la confianza o del interés que algunos saberes desencadenan frente a otros. Por ejemplo, hacia los últimos años de la primaria los chicos y las chicas empiezan a pensar qué estudiar, y las áreas de la educación técnica aparecen mucho menos en las posibilidades que se plantean las chicas. Todavía hay una imagen sesgada que impide pensar que las áreas técnicas o las que tienen que ver con la construcción, con la mecánica, con los automóviles pueden ser una opción para las chicas.
¿Hay prácticas desde las cuales se puede transgredir o subvertir esta heteronorma patriarcal que generiza los cuerpos de una determinada manera, pero también produce discriminaciones y silenciamientos?
–En las condiciones actuales de formación y de trabajo en las escuelas es muy difícil, pero no imposible. Por una parte porque es muy reciente la Ley Nacional de Educación Sexual Integral y todavía no llegó a la formación y la capacitación docente. Desde la perspectiva de los y las docentes, subvertir este orden es, en todo caso, un riesgo individual. En la Argentina hay algunos programas de educación sexual, pero centrados en el enfoque biomédico: orientado a la prevención de enfermedades. Más allá del enfoque moralista religioso que promueve la abstinencia, el enfoque más masivamente adoptado es el enfoque de la prevención. De lo que se habla es de la sexualidad como un problema, de la necesidad de defenderse de las enfermedades y de cuidarse para evitar el embarazo no deseado. Obviamente, el sida tuvo mucho que ver con que esto fuera finalmente aceptado. ¿Esto es positivo? Yo diría que es positivo que exista como temática, pero no está cubierta en toda su complejidad. Desde la perspectiva de género se coloca en su dimensión política y cultural, y no meramente instrumental. Por ejemplo, está comprobado que los jóvenes, chicas y chicos, conocen la existencia del preservativo y dónde buscarlo, pero no lo usan. El “por qué no lo usan” no tiene que ver con una información biomédica, sino con un tema cultural de proyecto personal, con la forma en que se ven a sí mismos y valoran su salud, pero también tiene que ver con las relaciones de género y de poder que se tramitan en el momento en que la chica le dice al chico “ponete el preservativo, porque si no no tenemos relaciones” y el chico le dice “entonces vos no me amás”, o simplemente dice “sos una prostituta porque tenés un preservativo en tu cartera”. Esto sigue pasando hoy y no es un tema biomédico. Por supuesto que la incorporación de las temáticas de sexualidad y el enfoque de género que promovemos es, por un lado un dispositivo crítico, pero por otro lado es una habilitación al uso y al disfrute. No queremos un modelo biomédico, ni un modelo moralizante de la abstinencia, ni tampoco un modelo judicializante o victimizante, en el que se podría caer desde una perspectiva crítica. De lo que se trata es de entender a las relaciones humanas en la construcción del cuerpo desde su complejidad y básicamente desde el derecho al uso y disfrute del propio cuerpo. Pero esta visión filosófica y política todavía no está difundida. Todavía no es generalizado pensar que las identidades se construyen sobre la base de experiencias muy disímiles y que todas tienen derecho a participar de las instituciones de la sociedad. Todavía falta mucho recorrido en términos de política pública.
¿Qué implicancias tendría en la escuela la incorporación de la perspectiva de género en la educación sexual?
–Hablar de la sexualidad desde el jardín implica reconocer que hay un cuerpo sexuado que se va construyendo en una trama de valores y posibilidades. Hablar de la genitalidad y de la orientación que cada persona le da al uso de su genitalidad es un continuo que hoy en día los y las docentes en las escuelas no se sienten en condiciones de abordar, porque no tuvieron una formación específica. Toda incorporación de cuestiones de género implica una mirada sobre la propia historia y sobre la propia vida. Implica una vuelta sobre sí que a veces es insoportable. Entonces, no tiene que ser un tema individual o personal solamente, también tiene que haber espacios institucionales donde en forma colectiva se pueda trabajar sobre algunas cuestiones. Por ejemplo, una maestra tiene un nene en el jardín que está a cargo de la abuela, que es lesbiana y vive con una mujer, porque el papá y la mamá se fueron. Más allá de que hoy en día se hable de los distintos tipos de familia, esa situación le genera a esa maestra, por lo menos, una pregunta, o si no un conflicto, que es: “¿cómo es la familia de este niño?”. Si tomamos el concepto de familia que estamos intentando difundir, de que la familia es básicamente un conjunto de personas que se quieren y se cuidan, ese niño tiene una familia, que son su abuela y su pareja. Poder pensar a esa estructura como una familia es un trabajo que en algún momento se tiene que dar esa maestra, y tal vez no está capacitada para hacerlo. Posiblemente esa maestra trate a ese chico como “pobrecito, mirá la abuela que tiene”, y puede ser que haya muchas maestras que todavía piensen eso. La homosexualidad o cualquier otra forma no hegemónica, no tradicional, de asunción de la sexualidad no implica una decisión ética, no son mejores o peores personas. Yo creo que teniendo esa alerta, de evitar el juicio moral y también el juicio biológico-psiquiátrico, daríamos un gran paso para el respeto de los derechos humanos. Pero es un camino muy largo.
En la historia de la educación, los cuerpos son los grandes ausentes. Bien guardados debajo del guardapolvo, también parecen haber sido robados, en su diversidad y capacidad de goce, del imaginario. Si se habla del cuerpo en el aula, es para hacer foco en problemas que sirven como disciplinadores. Así, la sexualidad es una amenaza de enfermedad o embarazo no deseado; la identidad sexual, un defectito a tolerar o bien a corregir. ¿Cambiará algo de esto a partir de la largamente postergada implementación de la Ley Nacional de Educación Sexual? Después de dos años de su sanción, recién la semana pasada se aprobaron los contenidos básicos y todavía hay un plazo de cuatro años más para que sea un hecho. Sin embargo, cada pequeño paso es para celebrar sobre todo si se tiene en cuenta que la escuela es el primer lugar donde conviven las diferencias. Graciela Morgade, una de las expertas convocadas por el Ministerio de Educación para diseñar estos contenidos básicos y coautora de Cuerpos y sexualidades en la escuela. De la “normalidad” a la disidencia, reflexiona y advierte sobre cuáles serán los cambios por venir.
Por Verónica Engler
Que un nene quiera jugar en el rincón de la cocina y que una nena quiera hacer de colectivera sin que sus compañeritos se mofen de ellos y sin que la maestra tome nota de la “anormalidad” en la conducta de los dos pequeños que eligieron algo imprevisto. Que la seño pueda ser travesti sin que se la vea como una amenaza rampante para la comunidad educativa. Que en el patio durante el recreo los chicos y las chicas puedan correr, gritar y alborotarse a la par sin que la maestra les señale a las nenas que “se están portando mal como los varones”. Que el profesor pueda decir que tiene novio sin que sea el blanco de las más terribles sospechas de parte de padres, madres, docentes y directivos del colegio. Que el rosa y el celeste dejen de ser los colores de dos equipos opuestos que se disputan espacios vitales excluyentes. Que la heterosexualidad no esté sobrevalorada en relación con otras identidades sexuales, cada una tan valiosa, rica y llena de posibilidades como la otra. ¿Será factible que algún día estos hechos enunciados conformen la cotidianidad dentro del aula? En nuestro país, al menos ya hay indicios de que la escuela podrá ser un lugar mucho más amplio, integrador y respetuoso de las diferentes identidades que quieran asumir tanto quienes educan como quienes están aprendiendo.
La semana pasada, finalmente, el Consejo Federal de Educación –integrado por los veinticuatro ministros provinciales, tres representantes de las universidades y el ministro de Educación de la Nación– aprobó por unanimidad los contenidos básicos estipulados en la Ley Nacional de Educación Sexual Integral (la 26.150, promulgada en octubre de 2006), que son los que deberán tenerse en cuenta tanto en escuelas públicas como privadas, religiosas y no confesionales.
En los nuevos lineamientos curriculares se define la educación sexual desde un abordaje integral y no reducido al modelo tradicional biologicista. Algunos de los temas de aprendizaje comunes y obligatorios –que deberán adaptarse a la edad de alumnos y alumnas– se refieren a las distintas formas de organización familiar (que no se reducen al clásico mamá-papá-hija-hijo), el respeto a la intimidad propia y ajena, la prevención del abuso sexual, las relaciones de género entre varones y mujeres, el respeto por la diversidad de identidades, y la necesidad de luchar contra las discriminaciones y los estereotipos. En el ciclo básico del secundario, por ejemplo, chicos y chicas deberán conocer todos los métodos anticonceptivos y de regulación de la fecundidad existentes –con sus ventajas y desventajas–, pero se deberá enfatizar que “el preservativo es el único método” disponible “para prevenir el VIH/sida”. La problemática del aborto también estará presente en clase, pero deberá encararse desde distintas ópticas: ética, de salud pública, moral, social, cultural y jurídica.
Producto de las múltiples tensiones que genera la educación sexual, en particular del sector católico representado por el Consejo Superior de Educación Católica (Consudec) –que depende del Episcopado–, la aprobación de los contenidos se demoró bastante más que los 180 días que preveía la ley.
Según Graciela Morgade, directora del Departamento de Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que es una de las expertas convocadas por el Ministerio de Educación para redactar los lineamientos curriculares que guiarán la educación sexual, las tensiones en torno de la ley estuvieron centradas básicamente en dos puntos: “Por una parte, en la concepción teórica que sustenta a la educación sexual integral: porque una vez que se abandona el modelo ‘biomédico’ (que se centra en la prevención de enfermedades o embarazos), sobre el cual parece haber alto consenso, comienza el debate respecto del enfoque de género que impulsamos quienes trabajamos desde hace años en estos temas. Es sabido que el enfoque de género introduce a la sociedad y la cultura como marcos de construcción de la sexualidad y de la relación con el propio cuerpo, y que discute entonces la existencia de una esencia o naturaleza femenina o masculina. Es muy fuerte, desde hace muchos años, la oposición a esta manera de pensar a la subjetividad, sobre todo desde algunos sectores del catolicismo –apunta–. El otro tema en cuestión se vincula con la relación entre la escuela y la familia. También esto es controversial más o menos desde la creación de la escuela como institución estatal (en el siglo 19). En este caso, se agita el fantasma de que la escuela va a ir en contra de los valores de las familias, sin considerar que la escuela es el espacio privilegiado de encuentro con otros y otras durante la infancia y la adolescencia, el espacio donde se ponen en contacto los mundos y cada sujeto tiene la oportunidad de reconocerse como diferente de otros u otras pero con igual valor y derecho a otros y otras”.
De acuerdo con el documento suscripto la semana pasada, la educación sexual se impartirá en forma transversal –es decir, que en casi todas las materias habrá contenidos de sexualidad para trabajar– en los niveles inicial y primario. En el secundario, en cambio, queda la opción de que sea un contenido específico, de acuerdo con la elección de cada jurisdicción, algo que Morgade observa con preocupación. “Es muy importante que (la educación sexual) tenga un espacio específico, pero si sólo se trata en ese espacio se corre el riesgo de que se ‘especialice’ tanto la cuestión que se omita la complejidad integral que abarca. En otras palabras, si la sexualidad implica cuestiones históricas, culturales, éticas, emocionales, y también físicas, la mejor manera de trabajar un sentido integral es que tenga lugar en diferentes espacios”, señala.
Para los próximos cuatro años, el tiempo que podrá tardar en implementarse el Programa Nacional de Educación Sexual Integral en forma “gradual” en todo el país, Morgade considera que son centrales, al menos, tres cuestiones: “Que las jurisdicciones elaboren documentos curriculares que articulen lo votado con lo vigente en cada lugar; que las instancias de formación docente locales y sobre todo el Instituto Nacional de Formación Docente garanticen la capacitación; y que en cada provincia se articulen los servicios educativos con los otros servicios estatales que también tienen una responsabilidad pública en el tema: salud, justicia y desarrollo social. Es muy importante que desde el inicio las escuelas no queden solas, porque la angustia que genera abrir temáticas que traen a la clase tanto el disfrute como el dolor no puede tramitarse en soledad”, enfatiza esta especialista que junto con su colega Graciela Alonso –profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Comahue– se encargaron de compilar la serie de textos que integran el recientemente publicado Cuerpos y sexualidades en la escuela. De la “normalidad” a la disidencia (Editorial Paidós), un libro que probablemente se transforme en material de consulta imprescindible para quienes deban encarar esta nueva etapa de la educación argentina. Porque Cuerpos y sexualidades en la escuela es el producto de varias investigaciones que se han volcado hacia la “caja negra” de los procesos cotidianos escolares, allí donde se encuentran las significaciones estereotipadas más evidentes que se anuncian a viva voz, pero también aquellas que se ocultan bajo acuerdos tácitos que repercuten en el cuerpo con la contundencia de lo no dicho (esas sempiternas expectativas que pesan diferencialmente sobre chicas y chicos, sin que nunca nadie las haya escrito en ningún currículo escolar), y también, claro, aquello que se omite, que permanece en el plano de lo innombrable (a saber: la sexualidad, la violencia o la precarización laboral).
En medio de una ajetreada jornada en la facultad, Graciela Morgade aceptó la propuesta de reflexionar sobre el estado en el que se encuentra la escuela hoy y sobre los promisorios cambios que se avecinan en materia educativa.
¿De qué manera aparecen los cuerpos sexuados, generizados, en la escuela?
–En la historia de la educación durante mucho tiempo hubo una visión dominante muy generalizadora del sujeto pedagógico, que no criticaba su propia perspectiva. Ese sujeto pensado era masculino, burgués, blanco y heterosexual. Esa manera de pensar al sujeto, articulada con una forma racionalista y positivista de concebir al conocimiento, se combinó en la escuela, justamente, para dejar afuera a los cuerpos, porque no se reconocía la heterogeneidad de clase, de género, de orientación sexual y de nacionalidad, y además se dividía desde el paradigma racionalista mente/cuerpo, razón/emoción. Quedó la mente y la razón del lado de la escuela. De modo que los cuerpos, aunque estaban en la escuela, no eran ni objeto de mirada, ni de trabajo, ni de reconocimiento de experiencias válidas. Eran pasivos, como una tabula rasa, eran lugares en los que había que depositar saberes, pero sin reconocer las condiciones materiales de vida. Los estudios de género, desde la década del setenta, y más recientemente la teoría queer, colocan la cuestión de la construcción del cuerpo sexuado en el centro de lo que podríamos pensar que es la operatoria de la escuela. La línea de análisis de Michel Foucault y la manera de entender que el poder se ejerce básicamente sobre los cuerpos de las personas fue sumamente sugerente para pensar a la escuela, porque la escuela como aparato ideológico es una institución destinada a transmitir la cultura, por una parte, y al mismo tiempo a civilizar, dominar, homogeneizar. Las dos cosas a la vez. Lo subrayo porque no quiero ser excesiva en la crítica del sistema educativo, porque también sabemos que acceder a la escuela fue una manera de integración social durante décadas en nuestro país. Ir a la escuela representó para enormes sectores de nuestra población en general, y para las mujeres en particular como colectivo, una posibilidad muy importante de tener acceso a un empleo, de salir del hogar, de tener la posibilidad de acceder a algunos bienes y servicios. Ahora, lo que marca la investigación desde la perspectiva crítica de género y desde la teoría queer es que la escuela tendió a disciplinar esos cuerpos, y a disciplinar según los modelos hegemónicos.
¿Cómo es este disciplinamiento?
–Los chicos y chicas del nivel inicial, por ejemplo, son disciplinados hacia los roles de género más tradicionales, y aquellos disidentes que comienzan a mostrar algún nivel de crítica desde sus prácticas o una no apropiación total de esos modelos de género, rápidamente son censurados o sutilmente conducidos a cambiar de posición. Con mi equipo tenemos mucha experiencia de trabajo con docentes preocupadas, por ejemplo, por identificar conductas homosexuales en niños, sobre todo varones, de tres o cuatro años, preguntándose si deberían hacer algo. Ninguna teoría psicológica abona que a esa edad se haya constituido ya una orientación sexual definitiva, se trata de búsquedas, de alternativas, y además, si ya hubiese una orientación definida homosexual, la escuela no tiene que hacer nada con eso, tiene que dejar que se despliegue, como cualquier otra forma de identidad. Estas pequeñas y enormes intervenciones que puede hacer una maestra en el nivel inicial, en general, son inadvertidas. Pero yo no cargaría las tintas en una culpabilización del sector docente, porque en general hubo una ausencia casi total de formación en estos temas. Esa homofobia que todavía predomina en nuestra sociedad se expresa en el nivel inicial (la etapa de escolarización previa a la escuela primaria) en una excesiva atención o represión o insistencia hacia el cambio de las conductas que no aparecen claramente como las tradicionales o predominantes.
A lo sumo se “tolera”, pero esa tolerancia también está relacionada con la heteronormatividad que regula las conductas en nuestra sociedad.
–Exacto. Eso es muy evidente en el nivel inicial, pero también se sostiene en el nivel primario y en el nivel medio. El sector docente, en general, cuando reconoce la situación de discriminación no quiere seguir adelante. Pero hay algo de ese paradigma de la tolerancia que es, dicho de manera extrema: “tenemos que ser tolerantes, y entonces pobrecito, si es gay, tengo que soportarlo”. Por eso, desde la formación, solamente evitar la discriminación es insuficiente. Nosotros estamos por el paradigma del respeto y del pleno ejercicio de los derechos humanos. Lo heteronormativo es además patriarcal, hay una combinación de imágenes femeninas y masculinas heterosexuales que generan ciertos prejuicios de género en algunas áreas más que en otras, como por ejemplo en la educación física. Para las chicas la dimensión expresiva del uso del cuerpo, como expresión corporal, está mucho más legitimada que la educación física hegemónica que es la del alto rendimiento. Con esto no quiero decir que las chicas y chicos no usen sus cuerpos, pero lo que las investigaciones muestran es que el estímulo y la expectativa que un docente o una docente tienen hacia chicas y chicos es diferencial. Un tema que también es interesante en la escuela primaria tiene que ver con cómo se van construyendo las posibilidades del uso de la palabra en clase, de la confianza en el propio aprendizaje, de la confianza o del interés que algunos saberes desencadenan frente a otros. Por ejemplo, hacia los últimos años de la primaria los chicos y las chicas empiezan a pensar qué estudiar, y las áreas de la educación técnica aparecen mucho menos en las posibilidades que se plantean las chicas. Todavía hay una imagen sesgada que impide pensar que las áreas técnicas o las que tienen que ver con la construcción, con la mecánica, con los automóviles pueden ser una opción para las chicas.
¿Hay prácticas desde las cuales se puede transgredir o subvertir esta heteronorma patriarcal que generiza los cuerpos de una determinada manera, pero también produce discriminaciones y silenciamientos?
–En las condiciones actuales de formación y de trabajo en las escuelas es muy difícil, pero no imposible. Por una parte porque es muy reciente la Ley Nacional de Educación Sexual Integral y todavía no llegó a la formación y la capacitación docente. Desde la perspectiva de los y las docentes, subvertir este orden es, en todo caso, un riesgo individual. En la Argentina hay algunos programas de educación sexual, pero centrados en el enfoque biomédico: orientado a la prevención de enfermedades. Más allá del enfoque moralista religioso que promueve la abstinencia, el enfoque más masivamente adoptado es el enfoque de la prevención. De lo que se habla es de la sexualidad como un problema, de la necesidad de defenderse de las enfermedades y de cuidarse para evitar el embarazo no deseado. Obviamente, el sida tuvo mucho que ver con que esto fuera finalmente aceptado. ¿Esto es positivo? Yo diría que es positivo que exista como temática, pero no está cubierta en toda su complejidad. Desde la perspectiva de género se coloca en su dimensión política y cultural, y no meramente instrumental. Por ejemplo, está comprobado que los jóvenes, chicas y chicos, conocen la existencia del preservativo y dónde buscarlo, pero no lo usan. El “por qué no lo usan” no tiene que ver con una información biomédica, sino con un tema cultural de proyecto personal, con la forma en que se ven a sí mismos y valoran su salud, pero también tiene que ver con las relaciones de género y de poder que se tramitan en el momento en que la chica le dice al chico “ponete el preservativo, porque si no no tenemos relaciones” y el chico le dice “entonces vos no me amás”, o simplemente dice “sos una prostituta porque tenés un preservativo en tu cartera”. Esto sigue pasando hoy y no es un tema biomédico. Por supuesto que la incorporación de las temáticas de sexualidad y el enfoque de género que promovemos es, por un lado un dispositivo crítico, pero por otro lado es una habilitación al uso y al disfrute. No queremos un modelo biomédico, ni un modelo moralizante de la abstinencia, ni tampoco un modelo judicializante o victimizante, en el que se podría caer desde una perspectiva crítica. De lo que se trata es de entender a las relaciones humanas en la construcción del cuerpo desde su complejidad y básicamente desde el derecho al uso y disfrute del propio cuerpo. Pero esta visión filosófica y política todavía no está difundida. Todavía no es generalizado pensar que las identidades se construyen sobre la base de experiencias muy disímiles y que todas tienen derecho a participar de las instituciones de la sociedad. Todavía falta mucho recorrido en términos de política pública.
¿Qué implicancias tendría en la escuela la incorporación de la perspectiva de género en la educación sexual?
–Hablar de la sexualidad desde el jardín implica reconocer que hay un cuerpo sexuado que se va construyendo en una trama de valores y posibilidades. Hablar de la genitalidad y de la orientación que cada persona le da al uso de su genitalidad es un continuo que hoy en día los y las docentes en las escuelas no se sienten en condiciones de abordar, porque no tuvieron una formación específica. Toda incorporación de cuestiones de género implica una mirada sobre la propia historia y sobre la propia vida. Implica una vuelta sobre sí que a veces es insoportable. Entonces, no tiene que ser un tema individual o personal solamente, también tiene que haber espacios institucionales donde en forma colectiva se pueda trabajar sobre algunas cuestiones. Por ejemplo, una maestra tiene un nene en el jardín que está a cargo de la abuela, que es lesbiana y vive con una mujer, porque el papá y la mamá se fueron. Más allá de que hoy en día se hable de los distintos tipos de familia, esa situación le genera a esa maestra, por lo menos, una pregunta, o si no un conflicto, que es: “¿cómo es la familia de este niño?”. Si tomamos el concepto de familia que estamos intentando difundir, de que la familia es básicamente un conjunto de personas que se quieren y se cuidan, ese niño tiene una familia, que son su abuela y su pareja. Poder pensar a esa estructura como una familia es un trabajo que en algún momento se tiene que dar esa maestra, y tal vez no está capacitada para hacerlo. Posiblemente esa maestra trate a ese chico como “pobrecito, mirá la abuela que tiene”, y puede ser que haya muchas maestras que todavía piensen eso. La homosexualidad o cualquier otra forma no hegemónica, no tradicional, de asunción de la sexualidad no implica una decisión ética, no son mejores o peores personas. Yo creo que teniendo esa alerta, de evitar el juicio moral y también el juicio biológico-psiquiátrico, daríamos un gran paso para el respeto de los derechos humanos. Pero es un camino muy largo.
jueves, 5 de junio de 2008
El impacto del 68
El impacto del 68
Noam Chomsky
Chomsky.info
Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.
Mil novecientos sesenta y ocho fue un momento emocionante dentro de un movimiento mucho más extenso. A su vez, el 68 engendró en sí mismo un amplio espectro de movimientos. Sin el 68 no habría existido, por ejemplo, un movimiento de solidaridad internacional globalizado. Fue enorme en términos de derechos humanos, derechos étnicos y además como precursor de la conciencia sobre el medio ambiente.
Los «papeles del Pentágono» (las 7.000 páginas del informe secreto del gobierno de Estados Unidos sobre la guerra de Vietnam) son una prueba de esto: justo antes de la ofensiva del Tet, el mundo de los negocios se revolvió contra la guerra porque pensaba que era demasiado costosa y que el gobierno tenía el propósito –eso lo sabemos ahora- de enviar más soldados a la guerra, a pesar de que Lyndon B. Johnson había declarado que no enviaría más tropas a Vietnam.
Los papeles del Pentágono nos dicen que por miedo al creciente malestar de los ciudadanos, el gobierno se vio obligado a poner fin a la guerra. Además no estaba seguro de que pudiera disponer de suficientes tropas para enviar a Vietnam y al mismo tiempo para reprimir los disturbios en el frente doméstico.
Una de las reacciones más interesantes de las que sobrevinieron en 1968 fue la primera comunicación de la Comisión Trilateral (organización creada por Rockefeller compuesta de empresarios, banqueros, altos cargos de las administraciones políticas, ideólogos y teóricos de la nueva derecha y dirigentes sindicales de marcado tinte anticomunista, N.deT), que pensaba en «una crisis de la democracia» debido a la excesiva participación de las masas. En las postrimerías de los años 60 se suponía que las masas debían ser pasivas, no se escuchaban sus voces y no podían entrar en la escena pública. Cuando lo hicieron, el hecho se calificó de «exceso de democracia» y la gente temió que esas manifestaciones ejercieran demasiada presión sobre el sistema. El único que no expresó demasiado sus opiniones fue el grupo corporativo empresarial porque estaba implicado en las políticas aceptables.
La Comisión hizo un llamamiento a la moderación en la democracia y al retorno a la pasividad, señaló que «las instituciones encargadas del adoctrinamiento», como las escuelas y las iglesias, no estaban haciendo bien su trabajo y debían hacerlo de forma más agresiva.
El ala más reaccionaria fue más violenta ante los acontecimientos del 68. En aquel momento trataron de reprimir la democracia y en parte lo lograron, aunque no realmente, ya que el movimiento social de activistas creció. En 1968, por ejemplo, era inimaginable que se llegaría a crear, en 1980, un grupo de solidaridad internacional.
Actualmente, la democracia es incluso más fuerte que en 1968. Hay que recordar que al principio de la guerra de Vietnam no hubo oposición. La oposición se desarrolló, pero sólo seis años después, cuando John F. Kennedy atacó Vietnam del Sur y creció el número de víctimas. En cambio, en la guerra de Iraq, la oposición ha estado presente desde el principio, incluso antes de que se iniciara el primer ataque. La guerra de Iraq es el primer conflicto de la historia occidental en el que ha habido manifestaciones masivas contra una guerra incluso antes de que comenzara. También hay otras diferencias. En 1968, sólo se discutía la salida de Vietnam de forma marginal. Actualmente todos los candidatos a la presidencia se refieren a la retirada de Iraq como una posibilidad política real.
Actualmente también hay un mayor rechazo a la opresión del que había entonces. EEUU solía promover o apoyar rutinariamente los golpes de estado en América Latina. Pero la última vez que los estadounidenses apoyaron un golpe de Estado, en 2002 en Venezuela, tuvieron que dar marcha atrás rápidamente por la fuerte oposición pública. Sencillamente no pueden hacer las cosas que hacían antes.
Por eso pienso que el impacto del 68 ha sido duradero y, definitivamente, ha dado resultados positivos.
Original en inglés: http://www.chomsky.info/articles/20080508.htm
Noam Chomsky
Chomsky.info
Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.
Mil novecientos sesenta y ocho fue un momento emocionante dentro de un movimiento mucho más extenso. A su vez, el 68 engendró en sí mismo un amplio espectro de movimientos. Sin el 68 no habría existido, por ejemplo, un movimiento de solidaridad internacional globalizado. Fue enorme en términos de derechos humanos, derechos étnicos y además como precursor de la conciencia sobre el medio ambiente.
Los «papeles del Pentágono» (las 7.000 páginas del informe secreto del gobierno de Estados Unidos sobre la guerra de Vietnam) son una prueba de esto: justo antes de la ofensiva del Tet, el mundo de los negocios se revolvió contra la guerra porque pensaba que era demasiado costosa y que el gobierno tenía el propósito –eso lo sabemos ahora- de enviar más soldados a la guerra, a pesar de que Lyndon B. Johnson había declarado que no enviaría más tropas a Vietnam.
Los papeles del Pentágono nos dicen que por miedo al creciente malestar de los ciudadanos, el gobierno se vio obligado a poner fin a la guerra. Además no estaba seguro de que pudiera disponer de suficientes tropas para enviar a Vietnam y al mismo tiempo para reprimir los disturbios en el frente doméstico.
Una de las reacciones más interesantes de las que sobrevinieron en 1968 fue la primera comunicación de la Comisión Trilateral (organización creada por Rockefeller compuesta de empresarios, banqueros, altos cargos de las administraciones políticas, ideólogos y teóricos de la nueva derecha y dirigentes sindicales de marcado tinte anticomunista, N.deT), que pensaba en «una crisis de la democracia» debido a la excesiva participación de las masas. En las postrimerías de los años 60 se suponía que las masas debían ser pasivas, no se escuchaban sus voces y no podían entrar en la escena pública. Cuando lo hicieron, el hecho se calificó de «exceso de democracia» y la gente temió que esas manifestaciones ejercieran demasiada presión sobre el sistema. El único que no expresó demasiado sus opiniones fue el grupo corporativo empresarial porque estaba implicado en las políticas aceptables.
La Comisión hizo un llamamiento a la moderación en la democracia y al retorno a la pasividad, señaló que «las instituciones encargadas del adoctrinamiento», como las escuelas y las iglesias, no estaban haciendo bien su trabajo y debían hacerlo de forma más agresiva.
El ala más reaccionaria fue más violenta ante los acontecimientos del 68. En aquel momento trataron de reprimir la democracia y en parte lo lograron, aunque no realmente, ya que el movimiento social de activistas creció. En 1968, por ejemplo, era inimaginable que se llegaría a crear, en 1980, un grupo de solidaridad internacional.
Actualmente, la democracia es incluso más fuerte que en 1968. Hay que recordar que al principio de la guerra de Vietnam no hubo oposición. La oposición se desarrolló, pero sólo seis años después, cuando John F. Kennedy atacó Vietnam del Sur y creció el número de víctimas. En cambio, en la guerra de Iraq, la oposición ha estado presente desde el principio, incluso antes de que se iniciara el primer ataque. La guerra de Iraq es el primer conflicto de la historia occidental en el que ha habido manifestaciones masivas contra una guerra incluso antes de que comenzara. También hay otras diferencias. En 1968, sólo se discutía la salida de Vietnam de forma marginal. Actualmente todos los candidatos a la presidencia se refieren a la retirada de Iraq como una posibilidad política real.
Actualmente también hay un mayor rechazo a la opresión del que había entonces. EEUU solía promover o apoyar rutinariamente los golpes de estado en América Latina. Pero la última vez que los estadounidenses apoyaron un golpe de Estado, en 2002 en Venezuela, tuvieron que dar marcha atrás rápidamente por la fuerte oposición pública. Sencillamente no pueden hacer las cosas que hacían antes.
Por eso pienso que el impacto del 68 ha sido duradero y, definitivamente, ha dado resultados positivos.
Original en inglés: http://www.chomsky.info/articles/20080508.htm
El nacimiento de la experiencia emocional
El nacimiento de la experiencia emocional
La autora se propone “llamar la atención sobre una zona congelada de la mente que a través de la inmovilidad y el aislamiento emocional evita la caída en un estado de desvalimiento traumático”.
Por Lia Pistiner de Cortiñas *
Voy a abordar problemas que se plantean en el análisis con pacientes que presentan serias dificultades en el procesamiento psíquico de sus experiencias emocionales. Todas se relacionan de distinto modo con fallas en los procesos de transformación simbólica. El aspecto del fracaso simbólico que me interesa investigar se refiere a la obstrucción del desarrollo de fantasías, sueños y pensamientos oníricos de vigilia. Quiero llamar la atención sobre una zona congelada de la mente que a través de la inmovilidad y el aislamiento emocional evita la caída en un estado de desvalimiento traumático. Diferencio en ese sentido “bombardeo de estímulos” o “estados caóticos de excitación” de “experiencias emocionales procesadas psíquicamente”.
En la experiencia clínica con pacientes que podrían recibir el nombre genérico de severamente perturbados, me encontré diferenciando una patología, que enmarco en lo que W. R. Bion (Second Thoughts, London, Heinamann, 1967) denominó hipertrofia del aparato para la identificación proyectiva, de otra que podía observar en pacientes en los que predomina una detención de las identificaciones proyectivas y un aislamiento emocional.
En los primeros, los trastornos de los procesos de simbolización pueden incluirse como pertenecientes a funcionamientos psicóticos. En la relación transferencial presentan problemas vinculados con los “excesos” (identificaciones proyectivas masivas, ansiedades catastróficas, etcétera) diferentes de los segundos, cuyo rasgos más destacados podrían describirse como una ausencia de resonancia emocional y de comunicación afectiva, así como una notable falta de sueños, fantasías e inclusive de “transformaciones” en alucinosis. Los primeros se manifiestan como fenómenos de “presencia ruidosa” vividos contratransferencialmente como perturbadores; los segundos, en cambio, son fenómenos de “ausencia silenciosa”, que rápidamente generan un clima de desinterés y desvitalización transferencial-contratransferencial, corriendo el riesgo de un pseudo-análisis eternizado.
La investigación clínica y ciertas consideraciones teóricas me llevaron a pensar en cesuras inaccesibles, asociadas a la detención de la identificación proyectiva realista y a escisiones de gran amplitud estáticas y silenciosas, que obstaculizan cualquier movimiento integrativo y/o de interacción. Esta clase de cesuras junto con la detención de modos primitivos de comunicación afecta de un modo peculiar el desarrollo de las funciones mentales necesarias para el descubrimiento, contacto y comprensión de la realidad psíquica, dejando a la persona con un equipamiento precario en cuanto a la posibilidad de soñar, recordar y elaborar duelos, crisis, vitales, etcétera. Sus consecuencias “huecos de representación”, “agujeros de la memoria” (no olvidos), “agujeros de la identidad”, duelos impedidos, dan una característica precaria a todo el funcionamiento mental propio de nuestra posibilidad de transformar creativamente los estímulos que nos vienen del interior así como del mundo externo.
Los trabajos de Melanie Klein y sus continuadores (Bion, Rosenfeld, Meltzer, H. Segal) nos han ido familiarizando con los problemas derivados de los funcionamientos psicóticos caracterizados por la fragmentación, la hipertrofia de la identificación proyectiva, etcétera, y sus consecuencias en la alteración del proceso de formación de símbolos. Estos autores han afinado la investigación de la identificación proyectiva, lo cual nos ha permitido comprender sus manifestaciones normales y patológicas con una creciente sutileza. Los estudios psicoanalíticos sobre autismo (Meltzer, Tustin, etcétera) y perturbaciones psicosomáticas (Liberman, J. Mc Dougall, Winnicott, etcétera) llamaron la atención sobre otra problemática: la no formación de símbolos, ecuaciones simbólicas, autismo y/o desarrollo de símbolos adaptativos, “fachada”, etcétera, en los cuales la cuestión de la comunicación emocional pasó –a mi entender– a un primer plano. A su vez el hecho de que pacientes, como los pricosomáticos, no carecieran de simbolización, pero que ésta no estuviera al servicio de expresar la experiencia emocional, me planteó interrogantes a cuya indagación voy a dedicarme aquí: ¿cuáles son las formulaciones simbólicas más apropiadas para expresar la realidad psíquica? Voy a proponer como hipótesis que las fantasías, los sueños y pensamientos oníricos de vigilia que tienen sus manifestaciones más elaboradas en los mitos y en las creaciones artísticas constituyen una matriz simbólica esencial para el nacimiento y transformación de las emociones en “hijos de la mente” (Jane Van Buren, The Modernist Madonna). Constituyen el equipo básico para las funciones mentales de descubrimiento, contacto y comprensión de la realidad psíquica.
Los sueños, las fantasías, etcétera, así como también las obras de arte pueden ser usados resistencialmente, al servicio de la mentira, de la manipulación mental y de la propaganda, pero aquí quiero abordar los fracasos en la formación de este útero mental.
Freud se refirió al “trabajo del sueño” (traumarbeitung) y al “trabajo del duelo” (trauerarbeitung), y a la elaboración la denominó: bearbeitung y durcharbeitung: todas estas expresiones contienen la palabra arbeit, trabajo. La elaboración psíquica de las expresiones emocionales, sean infantiles, crisis vitales, situaciones de duelo, etcétera, requiere trabajo mental. Las fantasías, los sueños, los pensamientos oníricos, los mitos, son instrumentos de ese procesamiento psíquico. Cuando el trabajo de sueño no se puede realizar, como en los sueños traumáticos de Más allá del principio del placer (Freud, 1920), también están impedidos el trabajo de duelo y la elaboración psíquica. Las experiencias emocionales quedan como “bocados no digeridos”, que no son conscientes, ni inconscientes, sino inaccesibles por faltar los sistemas transformacionales que posibiliten su descubrimiento y ulterior comprensión. Esto plantea serios problemas de comunicación en un análisis, puesto que analista y paciente tienen que comunicarse sobre experiencias cuyo “nacimiento psíquico” se halla obstruido.
Con estos pacientes no nos encontramos con el “país de las maravillas” de Alicia, ni con el universo de fantasía onírica que encontró detrás del espejo, sino con un mundo sin dramática, detenido y desvitalizado. Nos topamos con la ceguera, sordera y mudez mental, análoga a las secuelas que, a nivel orgánico, dejaron en Hellen Keller su grave enfermedad.
La incapacidad de soñar “dormidos o despiertos” (Bion, Cogitations, 1992) sus experiencias emocionales, requiere en el análisis la restauración de una función continente y reverie que permita la transformación y evolución del contenido, a niveles que sean accesibles al abordaje psíquico. Parafraseando a Bion, quien dijo que no basta con tener pensamientos sino que hay que poder pensarlos, diría que no basta contener sentimientos, sino que hay que poder tener la experiencia de sentirlos.
En Elementos del psicoanálisis (1963), Bion sugirió que se podría construir una tabla para los sentimientos, equivalente a la que propuso para los pensamientos. Podríamos hablar entonces de pre-emociones, y/o de pre-sentimientos que pueden ir adquiriendo niveles crecientes de complejidad, como bases de la intuición y la empatía y también de fracasos en el desarrollo de la complejización, así como de distintos usos.
Reverie, equipamiento y dolor mental
El bebé humano al nacer tiene que afrontar la extraordinaria aventura del conocimiento del mundo, como parte de su proceso de adaptación y supervivencia. Dadas las características de nuestra especie, la propia personalidad forma parte del mundo por conocer. La asimilación de las experiencias emocionales es un factor de este proceso.
La neotenia del ser humano, su prematurez biológica y psíquica, lleva implícita la necesidad de de-sarrollar un equipamiento mental para afrontar esta aventura. Las vicisitudes de este desarrollo van a estar asociadas por largo tiempo a un vínculo con las capacidades y funciones parentales de amparo, cuidado y reverie.
Bion describió la experiencia de conocimiento, con su par desconocimiento, como una experiencia emocional compleja. De las implicancias de ese par conocimiento/desconocimiento emerge el dolor mental.
En La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo, (1930), M. Klein destaca el papel de la angustia como factor impulsor del desarrollo mental. La capacidad del yo para tolerar la angustia está en relación directa con su fortaleza y es la condición para el contacto con la realidad psíquica y por lo tanto para el crecimiento emocional. “Una cantidad suficiente de angustia es la base necesaria para la abundante formación de símbolos y fantasías.” En este trabajo también pone el acento en la detención de las identificaciones como factor de parálisis del desarrollo mental, ya que considera la identificación como precursora del simbolismo, y dice que “es a través de la ecuación simbólica que cosas, actividades e intereses se convierten en temas de fantasías”; ...“junto al interés libidinoso, es la angustia la que pone en marcha el mecanismo de la identificación”.
Descubrí que su descripción de “Dick” tenía notables similitudes con los pacientes a los que me estoy refiriendo, sobre todo en la falta de desarrollos yoicos y de relaciones emocionales con el medio. Leí atentamente su hipótesis: “Posiblemente su desarrollo quedó afectado por el hecho de que, aunque recibió toda clase de cuidados, nunca se le prodigó verdadero amor; la actitud de la madre había sido, desde el principio, de excesiva angustia... Dick creció en un ambiente sumamente pobre de amor” (itálicas mías).
M. Klein refiere cambios y progresos en el desarrollo mental del niño, al entrar en contacto con una abuela y una niñera cariñosa. En su relato describe también la aparente falta de ansiedad de Dick, relacionando a su vez la detención de las identificaciones (que en esa época todavía no llamaba proyectivas) con una ansiedad excesiva latente. Si observamos la descripción de los cambios de Dick desde sus relaciones, en un vínculo con una madre con ansiedad excesiva y un ambiente sumamente pobre de amor, sus progresos en contacto con objetos con características distintas como la abuela y la niñera, podemos empezar a tender un puente con las ideas de Bion sobre el reverie materno y su función en el desarrollo del proceso de simbolización. Es en el problema del dolor mental y su modulación en un vínculo donde reside el núcleo de la cuestión del desarrollo del psiquismo humano, particularmente en cuanto al contacto con el mundo interno y los procesos de simbolización como articuladores puentes, entre la realidad interna y externa.
Los métodos para afrontar y modificar el dolor mental o para evadirlo se reflejan en gran medida en las vicisitudes del equipamiento mental. La aptitud para el descubrimiento y significación de la experiencia emocional en el bebé humano depende del reverie, esa capacidad “natural” de la mente-mamá de aceptar, alojar y transformar una forma de comunicación primitiva pre-verbal, la identificación proyectiva realista. La capacidad de reverie es una condición para el desarrollo de una conciencia capaz de tolerar los hechos. Recibir sin pánico lo que el bebé transmite en una atmósfera de urgencia y catástrofe actúa como modulador del dolor y como condición para que esa comunicación pueda ser transformada en un “sueño” o “pensamiento onírico”. Desde este modo el bebé recibe y puede reintroyectar una parte de su personalidad envuelta en una emoción tolerable, análoga a una atmósfera protectora, atmósfera apta para el descubrimiento. Si en algún punto esta comunicación fracasa, el bebé recibe un terror sin nombre y esto incrementa su estado de indefensión y la precariedad del equipo para afrontar el dolor mental.
La función reverie sin duda depende del estado mental de la madre, de su grado de madurez, de su capacidad de tolerar el dolor, de contemplar, de pensar, esperar, tener su propio espacio interno continente, etcétera. Pienso que un factor importante de la capacidad de la mamá para ayudar a su bebé, en los primeros pasos hacia el pensar los pensamientos y sentir los sentimientos, está vinculado con esa misma aptitud de su propia madre en el pasado para ayudarla en ese sentido, cuando ella era bebé, y así ad infinitum. Podría hablarse así de un reverie transgeneracional.
* Fragmento de La dimensión estética de la mente. Variaciones sobre un tema de Bion, de reciente aparición (Ed. del Signo).
La autora se propone “llamar la atención sobre una zona congelada de la mente que a través de la inmovilidad y el aislamiento emocional evita la caída en un estado de desvalimiento traumático”.
Por Lia Pistiner de Cortiñas *
Voy a abordar problemas que se plantean en el análisis con pacientes que presentan serias dificultades en el procesamiento psíquico de sus experiencias emocionales. Todas se relacionan de distinto modo con fallas en los procesos de transformación simbólica. El aspecto del fracaso simbólico que me interesa investigar se refiere a la obstrucción del desarrollo de fantasías, sueños y pensamientos oníricos de vigilia. Quiero llamar la atención sobre una zona congelada de la mente que a través de la inmovilidad y el aislamiento emocional evita la caída en un estado de desvalimiento traumático. Diferencio en ese sentido “bombardeo de estímulos” o “estados caóticos de excitación” de “experiencias emocionales procesadas psíquicamente”.
En la experiencia clínica con pacientes que podrían recibir el nombre genérico de severamente perturbados, me encontré diferenciando una patología, que enmarco en lo que W. R. Bion (Second Thoughts, London, Heinamann, 1967) denominó hipertrofia del aparato para la identificación proyectiva, de otra que podía observar en pacientes en los que predomina una detención de las identificaciones proyectivas y un aislamiento emocional.
En los primeros, los trastornos de los procesos de simbolización pueden incluirse como pertenecientes a funcionamientos psicóticos. En la relación transferencial presentan problemas vinculados con los “excesos” (identificaciones proyectivas masivas, ansiedades catastróficas, etcétera) diferentes de los segundos, cuyo rasgos más destacados podrían describirse como una ausencia de resonancia emocional y de comunicación afectiva, así como una notable falta de sueños, fantasías e inclusive de “transformaciones” en alucinosis. Los primeros se manifiestan como fenómenos de “presencia ruidosa” vividos contratransferencialmente como perturbadores; los segundos, en cambio, son fenómenos de “ausencia silenciosa”, que rápidamente generan un clima de desinterés y desvitalización transferencial-contratransferencial, corriendo el riesgo de un pseudo-análisis eternizado.
La investigación clínica y ciertas consideraciones teóricas me llevaron a pensar en cesuras inaccesibles, asociadas a la detención de la identificación proyectiva realista y a escisiones de gran amplitud estáticas y silenciosas, que obstaculizan cualquier movimiento integrativo y/o de interacción. Esta clase de cesuras junto con la detención de modos primitivos de comunicación afecta de un modo peculiar el desarrollo de las funciones mentales necesarias para el descubrimiento, contacto y comprensión de la realidad psíquica, dejando a la persona con un equipamiento precario en cuanto a la posibilidad de soñar, recordar y elaborar duelos, crisis, vitales, etcétera. Sus consecuencias “huecos de representación”, “agujeros de la memoria” (no olvidos), “agujeros de la identidad”, duelos impedidos, dan una característica precaria a todo el funcionamiento mental propio de nuestra posibilidad de transformar creativamente los estímulos que nos vienen del interior así como del mundo externo.
Los trabajos de Melanie Klein y sus continuadores (Bion, Rosenfeld, Meltzer, H. Segal) nos han ido familiarizando con los problemas derivados de los funcionamientos psicóticos caracterizados por la fragmentación, la hipertrofia de la identificación proyectiva, etcétera, y sus consecuencias en la alteración del proceso de formación de símbolos. Estos autores han afinado la investigación de la identificación proyectiva, lo cual nos ha permitido comprender sus manifestaciones normales y patológicas con una creciente sutileza. Los estudios psicoanalíticos sobre autismo (Meltzer, Tustin, etcétera) y perturbaciones psicosomáticas (Liberman, J. Mc Dougall, Winnicott, etcétera) llamaron la atención sobre otra problemática: la no formación de símbolos, ecuaciones simbólicas, autismo y/o desarrollo de símbolos adaptativos, “fachada”, etcétera, en los cuales la cuestión de la comunicación emocional pasó –a mi entender– a un primer plano. A su vez el hecho de que pacientes, como los pricosomáticos, no carecieran de simbolización, pero que ésta no estuviera al servicio de expresar la experiencia emocional, me planteó interrogantes a cuya indagación voy a dedicarme aquí: ¿cuáles son las formulaciones simbólicas más apropiadas para expresar la realidad psíquica? Voy a proponer como hipótesis que las fantasías, los sueños y pensamientos oníricos de vigilia que tienen sus manifestaciones más elaboradas en los mitos y en las creaciones artísticas constituyen una matriz simbólica esencial para el nacimiento y transformación de las emociones en “hijos de la mente” (Jane Van Buren, The Modernist Madonna). Constituyen el equipo básico para las funciones mentales de descubrimiento, contacto y comprensión de la realidad psíquica.
Los sueños, las fantasías, etcétera, así como también las obras de arte pueden ser usados resistencialmente, al servicio de la mentira, de la manipulación mental y de la propaganda, pero aquí quiero abordar los fracasos en la formación de este útero mental.
Freud se refirió al “trabajo del sueño” (traumarbeitung) y al “trabajo del duelo” (trauerarbeitung), y a la elaboración la denominó: bearbeitung y durcharbeitung: todas estas expresiones contienen la palabra arbeit, trabajo. La elaboración psíquica de las expresiones emocionales, sean infantiles, crisis vitales, situaciones de duelo, etcétera, requiere trabajo mental. Las fantasías, los sueños, los pensamientos oníricos, los mitos, son instrumentos de ese procesamiento psíquico. Cuando el trabajo de sueño no se puede realizar, como en los sueños traumáticos de Más allá del principio del placer (Freud, 1920), también están impedidos el trabajo de duelo y la elaboración psíquica. Las experiencias emocionales quedan como “bocados no digeridos”, que no son conscientes, ni inconscientes, sino inaccesibles por faltar los sistemas transformacionales que posibiliten su descubrimiento y ulterior comprensión. Esto plantea serios problemas de comunicación en un análisis, puesto que analista y paciente tienen que comunicarse sobre experiencias cuyo “nacimiento psíquico” se halla obstruido.
Con estos pacientes no nos encontramos con el “país de las maravillas” de Alicia, ni con el universo de fantasía onírica que encontró detrás del espejo, sino con un mundo sin dramática, detenido y desvitalizado. Nos topamos con la ceguera, sordera y mudez mental, análoga a las secuelas que, a nivel orgánico, dejaron en Hellen Keller su grave enfermedad.
La incapacidad de soñar “dormidos o despiertos” (Bion, Cogitations, 1992) sus experiencias emocionales, requiere en el análisis la restauración de una función continente y reverie que permita la transformación y evolución del contenido, a niveles que sean accesibles al abordaje psíquico. Parafraseando a Bion, quien dijo que no basta con tener pensamientos sino que hay que poder pensarlos, diría que no basta contener sentimientos, sino que hay que poder tener la experiencia de sentirlos.
En Elementos del psicoanálisis (1963), Bion sugirió que se podría construir una tabla para los sentimientos, equivalente a la que propuso para los pensamientos. Podríamos hablar entonces de pre-emociones, y/o de pre-sentimientos que pueden ir adquiriendo niveles crecientes de complejidad, como bases de la intuición y la empatía y también de fracasos en el desarrollo de la complejización, así como de distintos usos.
Reverie, equipamiento y dolor mental
El bebé humano al nacer tiene que afrontar la extraordinaria aventura del conocimiento del mundo, como parte de su proceso de adaptación y supervivencia. Dadas las características de nuestra especie, la propia personalidad forma parte del mundo por conocer. La asimilación de las experiencias emocionales es un factor de este proceso.
La neotenia del ser humano, su prematurez biológica y psíquica, lleva implícita la necesidad de de-sarrollar un equipamiento mental para afrontar esta aventura. Las vicisitudes de este desarrollo van a estar asociadas por largo tiempo a un vínculo con las capacidades y funciones parentales de amparo, cuidado y reverie.
Bion describió la experiencia de conocimiento, con su par desconocimiento, como una experiencia emocional compleja. De las implicancias de ese par conocimiento/desconocimiento emerge el dolor mental.
En La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo, (1930), M. Klein destaca el papel de la angustia como factor impulsor del desarrollo mental. La capacidad del yo para tolerar la angustia está en relación directa con su fortaleza y es la condición para el contacto con la realidad psíquica y por lo tanto para el crecimiento emocional. “Una cantidad suficiente de angustia es la base necesaria para la abundante formación de símbolos y fantasías.” En este trabajo también pone el acento en la detención de las identificaciones como factor de parálisis del desarrollo mental, ya que considera la identificación como precursora del simbolismo, y dice que “es a través de la ecuación simbólica que cosas, actividades e intereses se convierten en temas de fantasías”; ...“junto al interés libidinoso, es la angustia la que pone en marcha el mecanismo de la identificación”.
Descubrí que su descripción de “Dick” tenía notables similitudes con los pacientes a los que me estoy refiriendo, sobre todo en la falta de desarrollos yoicos y de relaciones emocionales con el medio. Leí atentamente su hipótesis: “Posiblemente su desarrollo quedó afectado por el hecho de que, aunque recibió toda clase de cuidados, nunca se le prodigó verdadero amor; la actitud de la madre había sido, desde el principio, de excesiva angustia... Dick creció en un ambiente sumamente pobre de amor” (itálicas mías).
M. Klein refiere cambios y progresos en el desarrollo mental del niño, al entrar en contacto con una abuela y una niñera cariñosa. En su relato describe también la aparente falta de ansiedad de Dick, relacionando a su vez la detención de las identificaciones (que en esa época todavía no llamaba proyectivas) con una ansiedad excesiva latente. Si observamos la descripción de los cambios de Dick desde sus relaciones, en un vínculo con una madre con ansiedad excesiva y un ambiente sumamente pobre de amor, sus progresos en contacto con objetos con características distintas como la abuela y la niñera, podemos empezar a tender un puente con las ideas de Bion sobre el reverie materno y su función en el desarrollo del proceso de simbolización. Es en el problema del dolor mental y su modulación en un vínculo donde reside el núcleo de la cuestión del desarrollo del psiquismo humano, particularmente en cuanto al contacto con el mundo interno y los procesos de simbolización como articuladores puentes, entre la realidad interna y externa.
Los métodos para afrontar y modificar el dolor mental o para evadirlo se reflejan en gran medida en las vicisitudes del equipamiento mental. La aptitud para el descubrimiento y significación de la experiencia emocional en el bebé humano depende del reverie, esa capacidad “natural” de la mente-mamá de aceptar, alojar y transformar una forma de comunicación primitiva pre-verbal, la identificación proyectiva realista. La capacidad de reverie es una condición para el desarrollo de una conciencia capaz de tolerar los hechos. Recibir sin pánico lo que el bebé transmite en una atmósfera de urgencia y catástrofe actúa como modulador del dolor y como condición para que esa comunicación pueda ser transformada en un “sueño” o “pensamiento onírico”. Desde este modo el bebé recibe y puede reintroyectar una parte de su personalidad envuelta en una emoción tolerable, análoga a una atmósfera protectora, atmósfera apta para el descubrimiento. Si en algún punto esta comunicación fracasa, el bebé recibe un terror sin nombre y esto incrementa su estado de indefensión y la precariedad del equipo para afrontar el dolor mental.
La función reverie sin duda depende del estado mental de la madre, de su grado de madurez, de su capacidad de tolerar el dolor, de contemplar, de pensar, esperar, tener su propio espacio interno continente, etcétera. Pienso que un factor importante de la capacidad de la mamá para ayudar a su bebé, en los primeros pasos hacia el pensar los pensamientos y sentir los sentimientos, está vinculado con esa misma aptitud de su propia madre en el pasado para ayudarla en ese sentido, cuando ella era bebé, y así ad infinitum. Podría hablarse así de un reverie transgeneracional.
* Fragmento de La dimensión estética de la mente. Variaciones sobre un tema de Bion, de reciente aparición (Ed. del Signo).
miércoles, 4 de junio de 2008
El gauchito gil
El gauchito gil
Hace exactamente 30 años, el 1º de junio de 1978, empezaba en Buenos Aires el Mundial de fútbol.
Durante el mes siguiente desaparecerían 63 personas, Videla recibiría seis veces diferentes el aplauso de un estadio lleno de argentinos y la prensa local se cuadraría casi con unanimidad para refutar “la campaña antiargentina” que en el mundo denunciaba los crímenes de la dictadura. El hecho de que este mes se organice en el Monumental “la otra final”, un acto que reivindicará la vigencia de los derechos humanos, y las reacciones revulsivas que despierta, invitan a revisitar los sentimientos y argumentos complejos y contradictorios que sigue despertando aquella Copa.
Por Gustavo Veiga
Trilogía: “Conjunto de tres obras trágicas que un autor presentaba a concurso en los juegos de la antigua Grecia”.
Comprender el significado que tiene el Mundial ’78 para la Argentina de los últimos treinta años requiere de un paso previo: la búsqueda de similitudes en procesos semejantes. La rueda de la historia gira (Benito Mussolini en el Mundial de Italia del ’34), gira (Adolf Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín del ’36) y sigue girando (Jorge Rafael Videla en un estadio de River colmado). En ese trípode se apoya un paradigma del acontecimiento deportivo que explica cómo tres dictaduras del siglo XX se apropiaron de su subjetividad, de los valores que representa el deporte para la política cuando ésta lo necesita. Las tres pudieron glorificar de manera extrema los éxitos de sus atletas, porque la Italia del Duce se consagró campeón, la Alemania del Führer ganó con holgura los juegos que organizó y la Argentina obtuvo su primer título mundial de fútbol.
Si parafraseáramos a John William Cooke por aquella célebre definición sobre el peronismo (“el hecho maldito del país burgués”), no resultaría descabellado decir que el Mundial ’78 es el hecho maldito del país futbolero. Un torneo que duró veinticinco días –desde el 1º hasta el 25 de junio– y del que ningún integrante del plantel campeón reniega (ni parece que deba hacerlo), o realiza autocrítica alguna. Y que sólo un puñado de periodistas o autores independientes han investigado, con limitaciones, desde sus entrañas. Esas que incluyen sospechas de un partido presuntamente arreglado, el 6 a 0 a Perú, todo un emblema de la corrupción, aún hoy, para el imaginario colectivo.
La orgía de muerte, destrucción, rapiña y el plan sistemático de desaparición forzada de personas que es la marca en el orillo de la última dictadura, hacen más espinoso el camino de aproximación a la época y despiertan pasiones descontroladas entre los testigos privilegiados de ese momento histórico.
Ahora bien, ¿qué hay del resto de los argentinos y el Mundial ’78? ¿Acaso será imposible redimir a los protagonistas que levantaron la Copa y el resto de la sociedad que los vitoreó quedará siempre a salvo? Pablo Llonto, en su libro La vergüenza de todos (un título que parodia a la película La fiesta de todos, de Sergio Renán, alusiva al campeonato) escribió: “... El Mundial ’78 aparece como el primer símbolo de aprobación masiva a la dictadura; Videla recibió seis veces el aplauso de las multitudes en estadios repletos. La fiesta del despilfarro en la organización del torneo apenas se cuestionó. Las voces de denuncia de los exiliados y los familiares de los asesinados, desaparecidos y encarcelados fueron tomadas como expresiones de la antipatria. El periodismo fomentó el anticomunismo, la delación de los luchadores y militantes de izquierda y defendió, a buen precio, casi todos los actos de gobierno de la dictadura militar. Millones sucumbieron ante la idea publicitaria y megaoficialista de que la victoria deportiva era el triunfo de un pueblo en paz”.
¿Y AHORA QUE?
El próximo domingo 29 se jugará un encuentro de fútbol que su organizador, el Instituto Espacio para la Memoria (un ente creado por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires), promociona como “La otra final”. En el estadio Monumental donde Videla le entregó la Copa al capitán Daniel Passarella se desarrollará esta actividad que “reivindicará la vigencia de los derechos humanos”. La idea, más allá de las buenas intenciones que conlleva, generó un efecto revulsivo. César Luis Menotti, el técnico de aquel equipo campeón, afirmó en una entrevista que le realizó La Voz del Interior el 7 de mayo: “Yo sé dónde estaba parado, lo que hice y cuál ha sido mi participación en aquella época. Y no tengo que reconciliarme con nada, ni con nadie, así que no me interesa participar de ese tipo de cosas. No voy a ir. De ninguna manera voy a participar”.
Algunos de sus dirigidos, que asimilaron mejor el motivo de la convocatoria, estarán presentes. Ana María Careaga, la directora ejecutiva de Espacio para la Memoria, dijo que será “un evento que permitirá difundir lo que se intentó tapar con el fútbol en la Argentina de la dictadura militar: los campos de concentración como la ESMA, que funcionó a pocas cuadras del estadio de River, y las denuncias que se hacían en el exterior por violaciones a los derechos humanos”.
Este partido será un desafío si se toma en cuenta lo que sucedió en 1998, en el 20º aniversario del Mundial, cuando las Abuelas de Plaza de Mayo hacían una campaña para buscar a sus nietos. Como ahora, se les pidió que colaboraran a varios hombres del fútbol. El profesor Ricardo Pizarotti (fallecido el 10 de marzo de 2007) integraba el cuerpo técnico de aquella Selección del ’78 y cuestionó la palabra “lucha” en un comunicado que había redactado la agrupación que preside Estela Carlotto.
El 9 de julio de 2003 sucedería el segundo episodio de esta saga de desencuentros en un Monumental semivacío. Ante unas 6 mil personas (casi un 10% de la capacidad), otros organizadores (esa vez desde el ámbito privado) les rindieron homenaje a los campeones mundiales en el 25º aniversario del título. Se abría entonces un nuevo y áspero debate sobre la etapa más cruel de nuestra historia. Y resultaría un karma para los bienintencionados mediadores unir bajo una misma consigna a los protagonistas manipulados de aquel Mundial con los familiares de las víctimas.
No pudieron interceder Julio Ricardo Villa y Claudio Morresi, dos ex jugadores con inquietudes que exceden al mundo de la pelota. El primero, integrante de aquel plantel que dirigía Menotti, y su colega, un viejo colaborador de Abuelas cuyo hermano Jorge desapareció durante la dictadura y que en la actualidad es el secretario de Deporte de la Nación. La mezquindad de un par de campeones del mundo (Daniel Passarella y Américo Gallego) y la postura de Balón, la empresa organizadora del partido que no quiso “politizar” el evento, colocaron en una situación incómoda a los organismos de derechos humanos que pretendían difundir sus posturas sobre el Mundial ’78 durante aquel partido jugado hace cinco años. Un partido que se proponía recaudar fondos para los campeones mundiales que vivían de manera precaria, con urgencias económicas.
La historia parece repetirse ahora, en la antesala del 30º aniversario. Menotti, crítico, dice que no asistirá el 29 de junio. El Mundial ’78 es como un guijarro en sus zapatos. En 2003, y quizá por única vez, al entrenador se lo vio atribulado por la dimensión política que adquirió aquel título que ayudó a ganar: “Es probable que haya sido permeable a aceptar algunos diálogos con algunos tipos y que no lo debería haber hecho. Eso me jode mucho...”, admitió. En efecto, el hecho maldito del país futbolero es una presencia molesta que vuelve cada diez años. Pasó en 1988, durante 1998 y ahora ocurre de nuevo.
Videla saludando en el balcón de la Casa Rosada a una multitud es una fotografía que lastima. Hasta ciertos premios lastiman. Hubo uno que le entregaron al público local por su buena conducta. O condición de rebaño. O las dos cosas juntas. La Nación tituló la noticia sobre la distinción a los espectadores locales el 27 de junio del ’78, dos días después de la final contra Holanda, en su portada sábana: “El pueblo argentino recibió un galardón”. Así comenzaba el recuadro diagramado debajo de una imagen del dictador: “La Asociación Internacional contra la Violencia en los Juegos Deportivos, con sede en Mónaco y que preside el príncipe Rainiero, otorgó al pueblo argentino el trofeo con que premia la citada entidad la corrección, generosidad y respeto en los espectáculos deportivos”.
El último párrafo cerraba así: “Tal vez éste es un premio muy difícil de conquistar, pero al obtenerlo el pueblo argentino demostró al mundo que no es imposible mantener una conducta intachable. En un campeonato mundial es muy difícil mantener un control psíquico riguroso y para eso hay que tener el suficiente equilibro emocional. Los argentinos lo han demostrado y esa demostración valió, finalmente, para alcanzar el codiciado premio”.
¿Les hubiera sido posible a los hinchas actuar de otro modo durante los partidos del Mundial? ¿Lo que Rainiero definía como corrección y respeto no era tener domesticada la rebeldía y sumarse a un silencio cómplice? A juzgar por lo que sostenía Morresi, en una entrevista que le realizó la desaparecida revista El Periodista el 16 de agosto de 1985, las tribunas estaban rigurosamente vigiladas, como los trenes de la célebre película checa dirigida por Jiri Menzel: “Fui a ver el partido inaugural del campeonato del mundo del ’78, cuando en la cancha de River jugaron Alemania y Polonia. Me tuve que bancar el discurso de Videla. Me quedé de brazos cruzados puteando para adentro y advirtiendo que entre la gente había muchos canas adiestrados para aplaudir y que la gente se contagiara”.
Habría que analizar esta aparente contradicción. El público de un país donde el espectáculo deportivo se ha ganado con creces el rótulo de más violento y obsceno del mundo en su círculo multitudinario, recibía un premio por su buena conducta. Quizás el único de su historia. Una historia plagada con centenares de muertes que nos recuerdan a diario lo peligroso que resulta ir a un estadio de fútbol en la Argentina. Aunque durante la dictadura había cosas mucho más peligrosas que asistir a una cancha. El terror se imponía en todas partes. El fútbol era un circo custodiado por fieras mimetizadas en el follaje de las banderas y los papelitos que popularizó Clemente, el personaje de Caloi.
Hitler en un estadio durante las Olimpíadas de 1936 en Berlín.
Videla en el Monumental después de la final del ’78.
Videla saludando en el balcón de la Casa Rosada a una multitud es una fotografía que lastima. Hasta ciertos premios lastiman. Hubo uno que le entregaron al público local por su buena conducta.
¿Y AYER QUE?
En junio de 1978 desaparecieron 63 personas en todo el país y Adolfo Pérez Esquivel, quien ganaría el Premio Nobel de la Paz dos años después, era liberado el viernes 23, dos días antes de la final. La inmensa mayoría de los medios se subordinaba a las directivas de la Junta, con escasas excepciones, como el Buenos Aires Herald que dirigía el británico Robert Cox. El 14 de abril había fallecido en Buenos Aires el único periodista deportivo que se oponía a la realización del Mundial desde que el torneo había sido otorgado a la Argentina: Dante Panzeri. Incluso desde mucho tiempo antes que los militares dieran el golpe del ’76.
La antítesis de Panzeri, el periodista Enrique Romero, que había redactado una carta apócrifa del futbolista holandés Ruud Krol a su hija, trabajaba en la revista El Gráfico. “Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es una mentirita infantil de ellos. Papá está muy bien. Aquí todo es tranquilidad y belleza. Esta no es la Copa del Mundo sino la Copa de la Paz”, escribió el corresponsal en la provincia de Mendoza, donde se concentraba el seleccionado que saldría subcampeón mundial.
Héctor Vega Onesime, el director de El Gráfico –citado por Llonto en su libro–, recordó que “con el escándalo encima, incluyendo una protesta del embajador holandés en la Argentina y la amenaza del equipo de retirarse del Mundial, la cuestión se solucionó con una conferencia de prensa en la que Krol desmintió la carta”. Romero pidió disculpas, pero ya era tarde. Sería un eslabón menor en la cadena informativa de obsecuentes del régimen y el autor de un texto que el gran jugador holandés calificó como “indigno, artero y cobarde”.
El Gráfico y José María Muñoz, el relator de América, sí se transformarían dentro del periodismo deportivo en los iconos de aquello que, ya en democracia, la revista Humor denominaría “La prensa canalla”. Las publicaciones de editorial Atlántida (El Gráfico y otras del mismo sello como Gente, Somos o Para Ti) se convirtieron en las house organ de la dictadura con ciertos periodistas que superaban como apologistas a los voceros de uniforme más consustanciados con el régimen.
Renée Salas, de Gente, se anotaba primera en la lista. “Recorría las redacciones de Paris Match, L’Express, Le Point, Le Monde y Le Figaro ‘para conocer las razones que los llevan a publicar notas contra la Argentina y qué argumentos tienen. En toda Europa hay una moda antiargentina. Es la moda de los intelectuales de izquierda. Es mucho más nota un jefe montonero que yo, y eso no lo dudes’, diría una vez terminado el campeonato” (El terror y la gloria, Abel Gilbert y Miguel Vitagliano, Editorial Norma).
Dos meses después de finalizado el Mundial, en la Revista Argentina ante el Mundo (septiembre-octubre del ’78), los periodistas deportivos Mauro Viale y Marcelo Araujo escribieron: “Fue el milagro argentino. Nadie discute que el país ganó el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978 antes de que se diera el puntapié inicial. Su organización, lograda contra los presagios, sorprendió al mundo. (...) Los periodistas argentinos que tuvimos que convivir con nuestros colegas extranjeros durante esos días pudimos comprobar cómo en los más honestos de ellos –afortunadamente la mayoría– se disolvían los prejuicios que traían de sus países merced a la insidiosa propaganda motorizada por las organizaciones subversivas y los ingenuos de siempre. (...) Es cierto que los argentinos todos vivieron por primera vez en décadas la oportunidad de salir a la calle bajo una sola bandera. Después de cuatro o cinco años de sufrir una guerra sucia, la guerra desatada por la subversión, surgió la ocasión de expresar entusiasmo” (extraído de Decíamos ayer, de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta).
La cronología de esos días es como un calidoscopio donde el fútbol y los actos de gobierno se confunden como los gritos de gol en el estadio Monumental con los gritos de dolor arrancados por la tortura en las mazmorras de la ESMA.
El 1º de junio comienza el Mundial con el aburrido empate en cero entre Alemania y Polonia. El 7, en base a un informe del Fondo Monetario Internacional que cita el diario La Prensa, se atribuye a la Argentina la tasa de inflación más alta del mundo, con el 172,9 por ciento anual. El 15 de junio, La Nación reproduce una breve declaración del general Videla sobre el partido que Argentina le gana 2 a 0 a Polonia: “Es una gran victoria para el deporte y para el país”. El 24, un día antes de la final del Mundial, el canciller Oscar Montes (un hombre de la Marina) sostiene en la séptima Asamblea General de la OEA que “en la Argentina no existen violaciones a los derechos humanos”. El 25, la Selección Nacional derrota a Holanda por 3 a 1 con dos goles de Mario Kempes y uno de Daniel Bertoni, tras los 90 minutos reglamentarios y el tiempo suplementario. Y el 5 de julio, Videla agasaja con un almuerzo al plantel conducido por Menotti en la residencia presidencial de Olivos.
El día siguiente a la obtención de la Copa, el diario La Razón reprodujo declaraciones de José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura: “Debemos seguir jugando el gran partido del proceso nacional, en el cual el triunfo final va a depender no sólo del gobierno sino del esfuerzo y participación de cada uno de los argentinos. Juntos lograremos la victoria”.
El proceso era el Proceso de Reorganización Nacional, el pomposo título con que la dictadura definía su propio destino manifiesto. Mientras los buenos augurios políticos quedaban en manos del funcionario civil más representativo del régimen militar, las conjeturas sobre el valor simbólico que se le atribuía al torneo corrían por cuenta de la prensa deportiva. La realización del Mundial era para ese sector una conquista suprema y ayudaba a mitigar los males de todos, según la visión de Juan de Biase, el responsable de la sección Deportes de Clarín: “Es probable que, en lo individual y en lo colectivo, nos haga olvidar durante un mes de la problemática personal y nacional. Aceptémoslo. Es cierto”, escribió el 1º de junio.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Un buen tónico para la memoria pueden resultar las conclusiones sobre el Mundial ’78 de instituciones y personajes influyentes en la vida nacional que, treinta años después aún conservan intacto su poder. La Sociedad Rural y un empresario como Carlos Pedro Blaquier son apenas un par de ejemplos.
En los Anales de la organización agropecuaria de 1978, Celedonio Pereda, su presidente, dejó sentada su posición: “En estos días se ha evidenciado otro éxito fundamental del gobierno y es que se ha logrado en poco más de dos años, a pesar de las dificultades que todos hemos debido soportar, una extraordinaria unidad y reafirmación del espíritu nacional. (...) Esperemos que los periodistas de todas partes del mundo que nos visitan, fieles a su lema de informar con objetividad, transmitan con veracidad lo que han visto. Así se acabará con la difamación que aquellos argentinos descastados hacen correr en los medios informativos de Occidente, utilizando para ello el producto de sus asaltos y secuestros”.
Blaquier, el dueño del conocido Ingenio Ledesma ubicado en la ciudad jujeña de Libertador General San Martín, iría más lejos que su colega Pereda. Propietario de una empresa que colaboró con la desaparición de sus trabajadores durante la recordada “Noche del apagón” (el 27 de julio de 1976), solía cartearse con Martínez de Hoz, preocupado por la imagen que los medios extranjeros divulgaban sobre el país. En uno de esos intercambios epistolares con el ministro, le confió cómo había gestionado publicidad encubierta favorable a la dictadura en la revista Time: “Con la misma franqueza con que ellos me habían propuesto el negocio, yo les decía que Ledesma no estaba dispuesta a hacer publicidad en una revista que ha venido deformando la realidad argentina a un punto tal que cabe preguntarse si es sólo atribuible a un error o si es que hay algo más detrás de ello. Que desde ya, los aproximadamente 10 mil dólares que tendría que aportar Ledesma estaban a disposición dado el interés invocado por el Ministerio de Economía, por quien siento una profunda admiración por todo lo que está haciendo para la recuperación de la Argentina en medio de enormes dificultades. Que una salida podría ser que Ledesma entregase su aporte a otra empresa que quisiese aparecer en Time, y que sumados ambos aportes esta empresa pudiese hacer un aviso de doble tamaño”.
La campaña antiargentina que se atribuía a los exiliados tenía su contrapartida en réplicas como las que financiaba Blaquier. Andanadas que también eran acompañadas por personajes como Henry Kissinger, un amante del fútbol recibido con todos los honores por la junta militar. “Esto, y no sólo por la conquista deportiva, es una prueba irrefutable de lo que son capaces de hacer los argentinos”, elogiaba tras la final del torneo.
Los militares tenían su propia tropa. Nunca más justa sería esa expresión coloquial. Y también, además del ex secretario de Estado norteamericano, otros mandatarios acompañaban su gesta del ’78, como el dictador de Bolivia, Hugo Banzer, quien asistió a la final. Augusto Pinochet no viajó a Buenos Aires el 25 de junio porque, tres días antes, el gobierno de Jimmy Carter había retirado a su embajador en Santiago en protesta por la falta de colaboración en la investigación del asesinato del canciller chileno Osvaldo Letelier, ocurrido en Washington.
La fotografía no sería posible. Videla, Banzer y Pinochet en el Monumental, con Kissinger como titiritero, hubieran formado la postal más refinada de la opresión.
“La dictadura procuró que el Mundial contribuyera al afianzamiento de su propia causa. Difícil es precisar con certeza la magnitud de esa contribución. Incuestionable es, en cambio, la intención con que se encaró el acontecimiento”, señalan Ariel Scher y Héctor Palomino en su libro Fútbol, pasión de multitudes y de elites, editado en 1988.
El contraalmirante Carlos Alberto Lacoste, el hombre clave del torneo, definió al evento desde la trinchera victoriosa de los organizadores: “El fútbol ha sido un conducto para que todo esto vuelva a empezar la grandeza argentina”. Treinta años después, lo que perdura es un molesto recuerdo, un campeonato mundial que nos moviliza lo peor de nuestra historia. El Mundial ’78 no puede zafarse de ella, mal que les pese a quienes lo jugaron o festejaron por las calles. Este periodista, aclara, gritó los goles de la Selección. Tenía 20 años y todavía no había empezado a trabajar en una redacción.
Hace exactamente 30 años, el 1º de junio de 1978, empezaba en Buenos Aires el Mundial de fútbol.
Durante el mes siguiente desaparecerían 63 personas, Videla recibiría seis veces diferentes el aplauso de un estadio lleno de argentinos y la prensa local se cuadraría casi con unanimidad para refutar “la campaña antiargentina” que en el mundo denunciaba los crímenes de la dictadura. El hecho de que este mes se organice en el Monumental “la otra final”, un acto que reivindicará la vigencia de los derechos humanos, y las reacciones revulsivas que despierta, invitan a revisitar los sentimientos y argumentos complejos y contradictorios que sigue despertando aquella Copa.
Por Gustavo Veiga
Trilogía: “Conjunto de tres obras trágicas que un autor presentaba a concurso en los juegos de la antigua Grecia”.
Comprender el significado que tiene el Mundial ’78 para la Argentina de los últimos treinta años requiere de un paso previo: la búsqueda de similitudes en procesos semejantes. La rueda de la historia gira (Benito Mussolini en el Mundial de Italia del ’34), gira (Adolf Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín del ’36) y sigue girando (Jorge Rafael Videla en un estadio de River colmado). En ese trípode se apoya un paradigma del acontecimiento deportivo que explica cómo tres dictaduras del siglo XX se apropiaron de su subjetividad, de los valores que representa el deporte para la política cuando ésta lo necesita. Las tres pudieron glorificar de manera extrema los éxitos de sus atletas, porque la Italia del Duce se consagró campeón, la Alemania del Führer ganó con holgura los juegos que organizó y la Argentina obtuvo su primer título mundial de fútbol.
Si parafraseáramos a John William Cooke por aquella célebre definición sobre el peronismo (“el hecho maldito del país burgués”), no resultaría descabellado decir que el Mundial ’78 es el hecho maldito del país futbolero. Un torneo que duró veinticinco días –desde el 1º hasta el 25 de junio– y del que ningún integrante del plantel campeón reniega (ni parece que deba hacerlo), o realiza autocrítica alguna. Y que sólo un puñado de periodistas o autores independientes han investigado, con limitaciones, desde sus entrañas. Esas que incluyen sospechas de un partido presuntamente arreglado, el 6 a 0 a Perú, todo un emblema de la corrupción, aún hoy, para el imaginario colectivo.
La orgía de muerte, destrucción, rapiña y el plan sistemático de desaparición forzada de personas que es la marca en el orillo de la última dictadura, hacen más espinoso el camino de aproximación a la época y despiertan pasiones descontroladas entre los testigos privilegiados de ese momento histórico.
Ahora bien, ¿qué hay del resto de los argentinos y el Mundial ’78? ¿Acaso será imposible redimir a los protagonistas que levantaron la Copa y el resto de la sociedad que los vitoreó quedará siempre a salvo? Pablo Llonto, en su libro La vergüenza de todos (un título que parodia a la película La fiesta de todos, de Sergio Renán, alusiva al campeonato) escribió: “... El Mundial ’78 aparece como el primer símbolo de aprobación masiva a la dictadura; Videla recibió seis veces el aplauso de las multitudes en estadios repletos. La fiesta del despilfarro en la organización del torneo apenas se cuestionó. Las voces de denuncia de los exiliados y los familiares de los asesinados, desaparecidos y encarcelados fueron tomadas como expresiones de la antipatria. El periodismo fomentó el anticomunismo, la delación de los luchadores y militantes de izquierda y defendió, a buen precio, casi todos los actos de gobierno de la dictadura militar. Millones sucumbieron ante la idea publicitaria y megaoficialista de que la victoria deportiva era el triunfo de un pueblo en paz”.
¿Y AHORA QUE?
El próximo domingo 29 se jugará un encuentro de fútbol que su organizador, el Instituto Espacio para la Memoria (un ente creado por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires), promociona como “La otra final”. En el estadio Monumental donde Videla le entregó la Copa al capitán Daniel Passarella se desarrollará esta actividad que “reivindicará la vigencia de los derechos humanos”. La idea, más allá de las buenas intenciones que conlleva, generó un efecto revulsivo. César Luis Menotti, el técnico de aquel equipo campeón, afirmó en una entrevista que le realizó La Voz del Interior el 7 de mayo: “Yo sé dónde estaba parado, lo que hice y cuál ha sido mi participación en aquella época. Y no tengo que reconciliarme con nada, ni con nadie, así que no me interesa participar de ese tipo de cosas. No voy a ir. De ninguna manera voy a participar”.
Algunos de sus dirigidos, que asimilaron mejor el motivo de la convocatoria, estarán presentes. Ana María Careaga, la directora ejecutiva de Espacio para la Memoria, dijo que será “un evento que permitirá difundir lo que se intentó tapar con el fútbol en la Argentina de la dictadura militar: los campos de concentración como la ESMA, que funcionó a pocas cuadras del estadio de River, y las denuncias que se hacían en el exterior por violaciones a los derechos humanos”.
Este partido será un desafío si se toma en cuenta lo que sucedió en 1998, en el 20º aniversario del Mundial, cuando las Abuelas de Plaza de Mayo hacían una campaña para buscar a sus nietos. Como ahora, se les pidió que colaboraran a varios hombres del fútbol. El profesor Ricardo Pizarotti (fallecido el 10 de marzo de 2007) integraba el cuerpo técnico de aquella Selección del ’78 y cuestionó la palabra “lucha” en un comunicado que había redactado la agrupación que preside Estela Carlotto.
El 9 de julio de 2003 sucedería el segundo episodio de esta saga de desencuentros en un Monumental semivacío. Ante unas 6 mil personas (casi un 10% de la capacidad), otros organizadores (esa vez desde el ámbito privado) les rindieron homenaje a los campeones mundiales en el 25º aniversario del título. Se abría entonces un nuevo y áspero debate sobre la etapa más cruel de nuestra historia. Y resultaría un karma para los bienintencionados mediadores unir bajo una misma consigna a los protagonistas manipulados de aquel Mundial con los familiares de las víctimas.
No pudieron interceder Julio Ricardo Villa y Claudio Morresi, dos ex jugadores con inquietudes que exceden al mundo de la pelota. El primero, integrante de aquel plantel que dirigía Menotti, y su colega, un viejo colaborador de Abuelas cuyo hermano Jorge desapareció durante la dictadura y que en la actualidad es el secretario de Deporte de la Nación. La mezquindad de un par de campeones del mundo (Daniel Passarella y Américo Gallego) y la postura de Balón, la empresa organizadora del partido que no quiso “politizar” el evento, colocaron en una situación incómoda a los organismos de derechos humanos que pretendían difundir sus posturas sobre el Mundial ’78 durante aquel partido jugado hace cinco años. Un partido que se proponía recaudar fondos para los campeones mundiales que vivían de manera precaria, con urgencias económicas.
La historia parece repetirse ahora, en la antesala del 30º aniversario. Menotti, crítico, dice que no asistirá el 29 de junio. El Mundial ’78 es como un guijarro en sus zapatos. En 2003, y quizá por única vez, al entrenador se lo vio atribulado por la dimensión política que adquirió aquel título que ayudó a ganar: “Es probable que haya sido permeable a aceptar algunos diálogos con algunos tipos y que no lo debería haber hecho. Eso me jode mucho...”, admitió. En efecto, el hecho maldito del país futbolero es una presencia molesta que vuelve cada diez años. Pasó en 1988, durante 1998 y ahora ocurre de nuevo.
Videla saludando en el balcón de la Casa Rosada a una multitud es una fotografía que lastima. Hasta ciertos premios lastiman. Hubo uno que le entregaron al público local por su buena conducta. O condición de rebaño. O las dos cosas juntas. La Nación tituló la noticia sobre la distinción a los espectadores locales el 27 de junio del ’78, dos días después de la final contra Holanda, en su portada sábana: “El pueblo argentino recibió un galardón”. Así comenzaba el recuadro diagramado debajo de una imagen del dictador: “La Asociación Internacional contra la Violencia en los Juegos Deportivos, con sede en Mónaco y que preside el príncipe Rainiero, otorgó al pueblo argentino el trofeo con que premia la citada entidad la corrección, generosidad y respeto en los espectáculos deportivos”.
El último párrafo cerraba así: “Tal vez éste es un premio muy difícil de conquistar, pero al obtenerlo el pueblo argentino demostró al mundo que no es imposible mantener una conducta intachable. En un campeonato mundial es muy difícil mantener un control psíquico riguroso y para eso hay que tener el suficiente equilibro emocional. Los argentinos lo han demostrado y esa demostración valió, finalmente, para alcanzar el codiciado premio”.
¿Les hubiera sido posible a los hinchas actuar de otro modo durante los partidos del Mundial? ¿Lo que Rainiero definía como corrección y respeto no era tener domesticada la rebeldía y sumarse a un silencio cómplice? A juzgar por lo que sostenía Morresi, en una entrevista que le realizó la desaparecida revista El Periodista el 16 de agosto de 1985, las tribunas estaban rigurosamente vigiladas, como los trenes de la célebre película checa dirigida por Jiri Menzel: “Fui a ver el partido inaugural del campeonato del mundo del ’78, cuando en la cancha de River jugaron Alemania y Polonia. Me tuve que bancar el discurso de Videla. Me quedé de brazos cruzados puteando para adentro y advirtiendo que entre la gente había muchos canas adiestrados para aplaudir y que la gente se contagiara”.
Habría que analizar esta aparente contradicción. El público de un país donde el espectáculo deportivo se ha ganado con creces el rótulo de más violento y obsceno del mundo en su círculo multitudinario, recibía un premio por su buena conducta. Quizás el único de su historia. Una historia plagada con centenares de muertes que nos recuerdan a diario lo peligroso que resulta ir a un estadio de fútbol en la Argentina. Aunque durante la dictadura había cosas mucho más peligrosas que asistir a una cancha. El terror se imponía en todas partes. El fútbol era un circo custodiado por fieras mimetizadas en el follaje de las banderas y los papelitos que popularizó Clemente, el personaje de Caloi.
Hitler en un estadio durante las Olimpíadas de 1936 en Berlín.
Videla en el Monumental después de la final del ’78.
Videla saludando en el balcón de la Casa Rosada a una multitud es una fotografía que lastima. Hasta ciertos premios lastiman. Hubo uno que le entregaron al público local por su buena conducta.
¿Y AYER QUE?
En junio de 1978 desaparecieron 63 personas en todo el país y Adolfo Pérez Esquivel, quien ganaría el Premio Nobel de la Paz dos años después, era liberado el viernes 23, dos días antes de la final. La inmensa mayoría de los medios se subordinaba a las directivas de la Junta, con escasas excepciones, como el Buenos Aires Herald que dirigía el británico Robert Cox. El 14 de abril había fallecido en Buenos Aires el único periodista deportivo que se oponía a la realización del Mundial desde que el torneo había sido otorgado a la Argentina: Dante Panzeri. Incluso desde mucho tiempo antes que los militares dieran el golpe del ’76.
La antítesis de Panzeri, el periodista Enrique Romero, que había redactado una carta apócrifa del futbolista holandés Ruud Krol a su hija, trabajaba en la revista El Gráfico. “Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en la Argentina. Pero no es así. Es una mentirita infantil de ellos. Papá está muy bien. Aquí todo es tranquilidad y belleza. Esta no es la Copa del Mundo sino la Copa de la Paz”, escribió el corresponsal en la provincia de Mendoza, donde se concentraba el seleccionado que saldría subcampeón mundial.
Héctor Vega Onesime, el director de El Gráfico –citado por Llonto en su libro–, recordó que “con el escándalo encima, incluyendo una protesta del embajador holandés en la Argentina y la amenaza del equipo de retirarse del Mundial, la cuestión se solucionó con una conferencia de prensa en la que Krol desmintió la carta”. Romero pidió disculpas, pero ya era tarde. Sería un eslabón menor en la cadena informativa de obsecuentes del régimen y el autor de un texto que el gran jugador holandés calificó como “indigno, artero y cobarde”.
El Gráfico y José María Muñoz, el relator de América, sí se transformarían dentro del periodismo deportivo en los iconos de aquello que, ya en democracia, la revista Humor denominaría “La prensa canalla”. Las publicaciones de editorial Atlántida (El Gráfico y otras del mismo sello como Gente, Somos o Para Ti) se convirtieron en las house organ de la dictadura con ciertos periodistas que superaban como apologistas a los voceros de uniforme más consustanciados con el régimen.
Renée Salas, de Gente, se anotaba primera en la lista. “Recorría las redacciones de Paris Match, L’Express, Le Point, Le Monde y Le Figaro ‘para conocer las razones que los llevan a publicar notas contra la Argentina y qué argumentos tienen. En toda Europa hay una moda antiargentina. Es la moda de los intelectuales de izquierda. Es mucho más nota un jefe montonero que yo, y eso no lo dudes’, diría una vez terminado el campeonato” (El terror y la gloria, Abel Gilbert y Miguel Vitagliano, Editorial Norma).
Dos meses después de finalizado el Mundial, en la Revista Argentina ante el Mundo (septiembre-octubre del ’78), los periodistas deportivos Mauro Viale y Marcelo Araujo escribieron: “Fue el milagro argentino. Nadie discute que el país ganó el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978 antes de que se diera el puntapié inicial. Su organización, lograda contra los presagios, sorprendió al mundo. (...) Los periodistas argentinos que tuvimos que convivir con nuestros colegas extranjeros durante esos días pudimos comprobar cómo en los más honestos de ellos –afortunadamente la mayoría– se disolvían los prejuicios que traían de sus países merced a la insidiosa propaganda motorizada por las organizaciones subversivas y los ingenuos de siempre. (...) Es cierto que los argentinos todos vivieron por primera vez en décadas la oportunidad de salir a la calle bajo una sola bandera. Después de cuatro o cinco años de sufrir una guerra sucia, la guerra desatada por la subversión, surgió la ocasión de expresar entusiasmo” (extraído de Decíamos ayer, de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta).
La cronología de esos días es como un calidoscopio donde el fútbol y los actos de gobierno se confunden como los gritos de gol en el estadio Monumental con los gritos de dolor arrancados por la tortura en las mazmorras de la ESMA.
El 1º de junio comienza el Mundial con el aburrido empate en cero entre Alemania y Polonia. El 7, en base a un informe del Fondo Monetario Internacional que cita el diario La Prensa, se atribuye a la Argentina la tasa de inflación más alta del mundo, con el 172,9 por ciento anual. El 15 de junio, La Nación reproduce una breve declaración del general Videla sobre el partido que Argentina le gana 2 a 0 a Polonia: “Es una gran victoria para el deporte y para el país”. El 24, un día antes de la final del Mundial, el canciller Oscar Montes (un hombre de la Marina) sostiene en la séptima Asamblea General de la OEA que “en la Argentina no existen violaciones a los derechos humanos”. El 25, la Selección Nacional derrota a Holanda por 3 a 1 con dos goles de Mario Kempes y uno de Daniel Bertoni, tras los 90 minutos reglamentarios y el tiempo suplementario. Y el 5 de julio, Videla agasaja con un almuerzo al plantel conducido por Menotti en la residencia presidencial de Olivos.
El día siguiente a la obtención de la Copa, el diario La Razón reprodujo declaraciones de José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura: “Debemos seguir jugando el gran partido del proceso nacional, en el cual el triunfo final va a depender no sólo del gobierno sino del esfuerzo y participación de cada uno de los argentinos. Juntos lograremos la victoria”.
El proceso era el Proceso de Reorganización Nacional, el pomposo título con que la dictadura definía su propio destino manifiesto. Mientras los buenos augurios políticos quedaban en manos del funcionario civil más representativo del régimen militar, las conjeturas sobre el valor simbólico que se le atribuía al torneo corrían por cuenta de la prensa deportiva. La realización del Mundial era para ese sector una conquista suprema y ayudaba a mitigar los males de todos, según la visión de Juan de Biase, el responsable de la sección Deportes de Clarín: “Es probable que, en lo individual y en lo colectivo, nos haga olvidar durante un mes de la problemática personal y nacional. Aceptémoslo. Es cierto”, escribió el 1º de junio.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Un buen tónico para la memoria pueden resultar las conclusiones sobre el Mundial ’78 de instituciones y personajes influyentes en la vida nacional que, treinta años después aún conservan intacto su poder. La Sociedad Rural y un empresario como Carlos Pedro Blaquier son apenas un par de ejemplos.
En los Anales de la organización agropecuaria de 1978, Celedonio Pereda, su presidente, dejó sentada su posición: “En estos días se ha evidenciado otro éxito fundamental del gobierno y es que se ha logrado en poco más de dos años, a pesar de las dificultades que todos hemos debido soportar, una extraordinaria unidad y reafirmación del espíritu nacional. (...) Esperemos que los periodistas de todas partes del mundo que nos visitan, fieles a su lema de informar con objetividad, transmitan con veracidad lo que han visto. Así se acabará con la difamación que aquellos argentinos descastados hacen correr en los medios informativos de Occidente, utilizando para ello el producto de sus asaltos y secuestros”.
Blaquier, el dueño del conocido Ingenio Ledesma ubicado en la ciudad jujeña de Libertador General San Martín, iría más lejos que su colega Pereda. Propietario de una empresa que colaboró con la desaparición de sus trabajadores durante la recordada “Noche del apagón” (el 27 de julio de 1976), solía cartearse con Martínez de Hoz, preocupado por la imagen que los medios extranjeros divulgaban sobre el país. En uno de esos intercambios epistolares con el ministro, le confió cómo había gestionado publicidad encubierta favorable a la dictadura en la revista Time: “Con la misma franqueza con que ellos me habían propuesto el negocio, yo les decía que Ledesma no estaba dispuesta a hacer publicidad en una revista que ha venido deformando la realidad argentina a un punto tal que cabe preguntarse si es sólo atribuible a un error o si es que hay algo más detrás de ello. Que desde ya, los aproximadamente 10 mil dólares que tendría que aportar Ledesma estaban a disposición dado el interés invocado por el Ministerio de Economía, por quien siento una profunda admiración por todo lo que está haciendo para la recuperación de la Argentina en medio de enormes dificultades. Que una salida podría ser que Ledesma entregase su aporte a otra empresa que quisiese aparecer en Time, y que sumados ambos aportes esta empresa pudiese hacer un aviso de doble tamaño”.
La campaña antiargentina que se atribuía a los exiliados tenía su contrapartida en réplicas como las que financiaba Blaquier. Andanadas que también eran acompañadas por personajes como Henry Kissinger, un amante del fútbol recibido con todos los honores por la junta militar. “Esto, y no sólo por la conquista deportiva, es una prueba irrefutable de lo que son capaces de hacer los argentinos”, elogiaba tras la final del torneo.
Los militares tenían su propia tropa. Nunca más justa sería esa expresión coloquial. Y también, además del ex secretario de Estado norteamericano, otros mandatarios acompañaban su gesta del ’78, como el dictador de Bolivia, Hugo Banzer, quien asistió a la final. Augusto Pinochet no viajó a Buenos Aires el 25 de junio porque, tres días antes, el gobierno de Jimmy Carter había retirado a su embajador en Santiago en protesta por la falta de colaboración en la investigación del asesinato del canciller chileno Osvaldo Letelier, ocurrido en Washington.
La fotografía no sería posible. Videla, Banzer y Pinochet en el Monumental, con Kissinger como titiritero, hubieran formado la postal más refinada de la opresión.
“La dictadura procuró que el Mundial contribuyera al afianzamiento de su propia causa. Difícil es precisar con certeza la magnitud de esa contribución. Incuestionable es, en cambio, la intención con que se encaró el acontecimiento”, señalan Ariel Scher y Héctor Palomino en su libro Fútbol, pasión de multitudes y de elites, editado en 1988.
El contraalmirante Carlos Alberto Lacoste, el hombre clave del torneo, definió al evento desde la trinchera victoriosa de los organizadores: “El fútbol ha sido un conducto para que todo esto vuelva a empezar la grandeza argentina”. Treinta años después, lo que perdura es un molesto recuerdo, un campeonato mundial que nos moviliza lo peor de nuestra historia. El Mundial ’78 no puede zafarse de ella, mal que les pese a quienes lo jugaron o festejaron por las calles. Este periodista, aclara, gritó los goles de la Selección. Tenía 20 años y todavía no había empezado a trabajar en una redacción.
martes, 3 de junio de 2008
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: LA BIOGRAFÍA TOLERADA
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: LA BIOGRAFÍA TOLERADA
"Cuando las cosas suceden, Gabo siempre está"
Durante quince años, Gerald Martin, un ensayista inglés, viajó por el mundo y entrevistó a centenares de personalidades para escribir una biografía de García Márquez cuyo original duplica en extensión La guerra y la paz. En esta entrevista, Martin cuenta las aventuras que debió atravesar para llegar al escritor, el miedo del colombiano de “llamar a la muerte” por ser biografiado y la milagrosa serie de acontecimientos históricos de los que fue testigo. El resultado monumental sólo se explica por la vida igualmente monumental del autor de El otoño del patriarca.
Gabriela Esquivada03.06.2008
Una vida prodigiosa. García Márquez jugando como un niño con los chicos y en la Fundación para un Nuevo Periodismo. Para su biógrafo, Gabo vivió una vida “inseparable de la historia”.
En la terraza del Hotel Santa Teresa, en Cartagena de Indias, cuando se celebraron los años de Gabriel García Márquez –80 de edad, 40 de Cien años de soledad, 25 del Premio Nobel– hubo alguien más feliz que el homenajeado. García Márquez se divertía al chocar su moderada copa de champagne –“ya he bebido todo lo que tenía que beber en esta vida”, se explayaba– contra los mojitos y los whiskies de los amigos que brindaban a su salud. Obedecía el ritmo de la orquesta vallenata, disfrutaba del cielo abierto a la brisa y la vista de la muralla que encierra el centro antiguo de la ciudad. Pero sentado a una mesa cercana, anónimo para los fotógrafos, las cazadoras de besos y los buscones de autógrafos, otra persona lucía un aura de éxtasis. Su nombre es Gerald Martin.
Sudaba su guayabera celeste. Esa humedad y una palidez como de inviernos sucesivos delataban que no pertenecía a las latitudes caribeñas. Inesperado en los de su especie –se trata de un respetado académico–, sonreía continua e indiscriminadamente: a las jóvenes que bailaban y al periodista Jon Lee Anderson; al camarero que retiraba su plato y al ex presidente de Colombia Andrés Pastrana, al cantante de vallenatos y al escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Esa noche del año pasado, en ese bullicio, el inglés Gerald Martin llegaba al fin de una misión que le llevó quince años y que se conocerá este año: la biografía de García Márquez. Recopiló material por todo el mundo para escribir un texto definitivo –y desmesurado como la vida del retratado– que prefirió terminar con celebración, no con entierro: la fiesta de los 80 años le pareció el mejor punto final. Martin sonreía de pura felicidad.
El Nobel colombiano desconfiaba de ese final. Decía en broma que Martin no publicaría la biografía hasta que pudiera narrar su muerte. Sin embargo, la obra que se cerró aquella noche de fiesta en Cartagena saldrá al fin en Bloomsbury, en una versión abreviada de un original que duplica en extensión a Guerra y paz, el 20 de octubre próximo. Ya ha comenzado la negociación de las traducciones: Random House-Mondadori compró los derechos para España y América Latina, Grasset para Francia. Los títulos con que Martin había jugado eran “Mago: la vida de GGM” y, simplemente, “GGM”. Pero al fin prefirió el más explicativo y habitual en el género: Gabriel García Márquez: A Life (Una vida).
–¿Se puede decir que ha escrito la biografía autorizada de García Márquez, con todo lo que ese adjetivo implica?
–No. No soy, nunca fui el biógrafo autorizado de Gabo en la aceptación normal de la frase. Cuando en América Latina me preguntan si es una biografía autorizada, respondo: “No, es una biografía tolerada”.
–¿Cómo se manifestó esa tolerancia?
–Diría que Gabo ha sido fantástico, muy, muy civilizado. Nunca me ayudó directamente, nunca me dio siquiera un papel, nada. Pero me habló y me abrió las puertas a su entorno. Y eso que no le gustan los ingleses. Gabo tiene sus problemas con los franceses, pero intuyo que los ingleses no somos su cup of tea exactamente. Pero me ha tratado fabulosamente bien desde el comienzo.
ESCRIBIRÉ Y SERÉ MILLONES. La vida que eligió contar tiene elementos de cuento de hadas, del hijo de una casa humilde que nada tenía salvo una vocación y que por la voluntad de seguirla llegó al honor más grande al que puede aspirar un escritor: millones de lectores en todo el mundo. Una apuesta literaria –el realismo mágico– en la que nadie veía mucho hasta que todos vieron demasiado cuando Cien años de soledad se encendió como un reguero de pólvora desde Buenos Aires, donde lo editó Sudamericana en 1967. Una experiencia con exilios y con el premio mundial más importante en disciplinas artísticas y científicas. Una historia política y una historia de letras, una experiencia de rico y famoso y otra de autor con prestigio literario.
–¿Con qué suposiciones comenzó?
–Te confieso que al comienzo tenía una mirada negativa. Esto también es bien conocido: los biógrafos casi siempre se enamoran de sus personajes. Por eso, pasaron muchos años hasta que me empezó a gustar esta biografía: estuve muy angustiado, pensé que no lo iba a hacer bien.
–¿Cómo pudo organizar tanto material?
–La versión original tiene 2.500 páginas.
–A su editor no le habrá gustado.
–Este libro es parte de mi vida. Y es una gran responsabilidad. Nadie más va a entrevistar al grupo de Barranquilla, porque todos han muerto. Nadie más va a entrevistar a la madre de Gabo, porque ha muerto. Probablemente, nadie más podrá hablar con Fidel Castro sobre Gabo. Por ejemplo, traté de condensar su llegada a Buenos Aires. Pero hay un contexto: tengo que describir un poquito Buenos Aires; tengo que hablar de lo que pasaba en el mundo, como la Guerra de los Siete Días.
UN TRABAJO PARA HÉRCULES. Martin era un erudito sereno, autor de Journeys Through the Labyrinth: Latin American Fiction in the Twentieth Century (Viajes en el laberinto: ficción latinoamericana del siglo XX), un estudioso doctorado en la Universidad de Edimburgo y profesor de la Universidad de Pittsburgh, cuando un editor inglés le ofreció un contrato por la biografía de García Márquez. “A mí jamás se me habría ocurrido.” Por modestia, aclara. “Pero le dije que sí –recuerda– sin tener idea de dónde me metía.” Si la ficción de García Márquez fuera autobiográfica –algo que, en cierta medida, Martin se dispone a defender– el trabajo no habría sido más hercúleo.
La dedicación de Martin a este proyecto se debe menos a rasgos obsesivos del autor que a la vida caudalosa en experiencias que García Márquez ha tenido. “Es increíble cómo ha vivido ese hombre. Increíble. Para empezar, me topé con una lista enorme de los lugares donde esa vida ha transcurrido: en Colombia, obviamente en Aracataca, en Cartagena, en Barranquilla, en Bogotá; ha vivido en Nueva York, en Francia, en España, en Cuba, en Venezuela, en México por supuesto. Luego, no solamente ha vivido en esos lugares, sino que ha conocido una tal cantidad de gente... Creo que hay muy pocos escritores tan imbricados con su época como García Márquez. Una de las razones por las que se escribe tanto sobre él sin agotarlo es que su vida es inseparable de la historia.”
–¿Qué encontró en su investigación?
–Que cuando las cosas suceden, Gabo está. En sus memorias narra la muerte de [el popular candidato a la presidencia de Colombia, Jorge] Gaitán en 1948, y él está a trescientos metros de donde pasa en el preciso momento en que pasa. Gabo llega a Venezuela dos semanas antes de que [el dictador Marcos] Pérez Jiménez caiga, en 1958, e intuye que va a pasar; y al año siguiente llega a Cuba tres semanas después de la revolución. Sólo está en Nueva York cuatro meses, pero son los de Playa Girón, cuando está de corresponsal en Prensa Latina; Gabo está de corresponsal en París durante la cuestión Argelia... Es interminable.
FIDEL Y EL MERCEDES BENZ NEGRO. Quince años atrás, García Márquez era ya inalcanzable. Gerald Martin viajó a Cuba con la esperanza de abordarlo en el Festival de Cine. “Pensaba que había firmado un contrato y que era muy importante que lograse hablar con el hombre. Pero todo el mundo me decía que jamás lograría hablarle. No sabía por dónde empezar a buscar. Pasaron dos semanas sin que siquiera averiguase dónde vivía. Soy inglés: me tengo cierta confianza y no me gusta molestar a la gente con favores.”
–¿Y cómo cambió su suerte?
–Una noche de copas conocí a un estudiante de Medicina de Zimbabwe que dijo que conocía dónde vivía Gabo: el 31 de diciembre anterior había terminado su guardia en el hospital y caminaba con otros residentes cuando un Mercedes Benz negro se detuvo a su lado. Según aquel estudiante providencial, Fidel Castro salió del auto y les preguntó: “¿Qué hacen, a estas horas?”. Nada hacían, pobres: era demasiado tarde. Fidel los invitó a una fiesta a la que iba en camino, que resultó la fiesta de fin de año en la casa de Gabo.
El médico le dio el nombre de la calle y le describió la casa; Martin guardó ese recurso como último ya que Alquimia Peña, directora de la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano, batallaba por ponerlo en contacto con su eventual biografiado. “Ella me había dicho que iba a ayudarme, y aunque lo dijo con sinceridad, pasaban los días y nada se concretaba.” Su pasaje de regreso vencía sin que el fantasma de una sombra de esperanza lo alentara. Se decidió por el plan desesperado.
Alquimia Peña evitó, justo a tiempo, que tocara el timbre, pusiera el zapato en el marco de la puerta y dijera que el asunto más importante de su vida era poder hablarle.
–¿Qué diablos estás haciendo aquí?
–Me voy en dos días, Alquimia, y si tengo que renegociar todo con Aeroflot mejor que sea por algo.
–Si haces esto, nunca te hablará. Déjame intentarlo.
Al rato, Martin recibió un mensaje en su hotel: “Le envío mi Mercedes. Tiene diez minutos de entrevista”.
Lo recibió durante tres horas, pero ni uno de los minutos fue sencillo.
–No quiero una biografía –comenzó García Márquez, supersticioso–. ¿Por qué quieres hacer una biografía? Es llamar a la muerte. El día que acepte, probablemente moriré.
–Entonces haré la parte apologética primero y la parte despiadada la escribiré cuando ya hayas muerto –le soltó Martin.
García Márquez se quedó mudo ante la respuesta. “Pero acaso pensó que yo era lo suficientemente irónico como para hacer el trabajo. No lo sé. En todo caso, aceptó un riesgo serio. Aunque a veces pienso que todavía se arrepiente de haberme dejado entrar.”
García Márquez había puesto una única condición: “No me hagas trabajar”, le dijo. Eso implicaba nada de preguntas directas, o más bien vía libre para hablar con el entorno y una invitación a conversar como amigos, que era mucho mejor. Si se le escapaba una pregunta, García Márquez se negaba a contestarle. Ponía por delante su decoro: “No, no, no. Esto es cuestión de pudor”.
Todo marchaba bien –“yo seré lo que tú digas que soy”– hasta que a los pocos días, García Márquez se mostró un poco frío. Martin tardó poco en comprender qué sucedía:
–Anoche estuve vagando por los laberintos de la literatura latinoamericana –dijo García Márquez–. Tenemos que discutir El otoño del patriarca.
Tres palabras corrían en la cabeza de Martin: “Oh, my God. Oh, my God”. En su libro Journeys through the Labyrinth... critica duramente El otoño del patriarca por su posición política.
–Creo que tú no eres el hombre para mi biografía. El otoño del patriarca es mi autorretrato: si no te gusta este libro, yo no te gusto. ¿Cómo crees que podrás escribir sobre mí?
En su total desaliento, Martin no podía pensar. Y su respuesta absurda le ganó la continuación de la biografía:
–¡Pero a mi esposa le gusta mucho!
Cruzaron ese momento difícil. “Y sobreviví”, recuerda Martin.
–¿Cómo se reacomodó la relación entre ustedes?
–Después de la primera noche pensé que, si bien no íbamos a ser amigos, naturalmente, podríamos mantener una buena relación. Así compartimos, por ejemplo, la visión política del mundo, y aceptamos nuestras diferencias. Fuimos menos íntimos de lo que podríamos haber sido, porque en esos días Gabo percibió, antes de que yo mismo lo percibiera, la realidad de lo que es una biografía: que quien dice es el biógrafo. Aunque quién sabe si lo que estoy diciendo no es ingenuo. Quién sabe si, de alguna manera, no estoy comunicando el retrato que Gabo, inconscientemente, me esta dictando.
"Cuando las cosas suceden, Gabo siempre está"
Durante quince años, Gerald Martin, un ensayista inglés, viajó por el mundo y entrevistó a centenares de personalidades para escribir una biografía de García Márquez cuyo original duplica en extensión La guerra y la paz. En esta entrevista, Martin cuenta las aventuras que debió atravesar para llegar al escritor, el miedo del colombiano de “llamar a la muerte” por ser biografiado y la milagrosa serie de acontecimientos históricos de los que fue testigo. El resultado monumental sólo se explica por la vida igualmente monumental del autor de El otoño del patriarca.
Gabriela Esquivada03.06.2008
Una vida prodigiosa. García Márquez jugando como un niño con los chicos y en la Fundación para un Nuevo Periodismo. Para su biógrafo, Gabo vivió una vida “inseparable de la historia”.
En la terraza del Hotel Santa Teresa, en Cartagena de Indias, cuando se celebraron los años de Gabriel García Márquez –80 de edad, 40 de Cien años de soledad, 25 del Premio Nobel– hubo alguien más feliz que el homenajeado. García Márquez se divertía al chocar su moderada copa de champagne –“ya he bebido todo lo que tenía que beber en esta vida”, se explayaba– contra los mojitos y los whiskies de los amigos que brindaban a su salud. Obedecía el ritmo de la orquesta vallenata, disfrutaba del cielo abierto a la brisa y la vista de la muralla que encierra el centro antiguo de la ciudad. Pero sentado a una mesa cercana, anónimo para los fotógrafos, las cazadoras de besos y los buscones de autógrafos, otra persona lucía un aura de éxtasis. Su nombre es Gerald Martin.
Sudaba su guayabera celeste. Esa humedad y una palidez como de inviernos sucesivos delataban que no pertenecía a las latitudes caribeñas. Inesperado en los de su especie –se trata de un respetado académico–, sonreía continua e indiscriminadamente: a las jóvenes que bailaban y al periodista Jon Lee Anderson; al camarero que retiraba su plato y al ex presidente de Colombia Andrés Pastrana, al cantante de vallenatos y al escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Esa noche del año pasado, en ese bullicio, el inglés Gerald Martin llegaba al fin de una misión que le llevó quince años y que se conocerá este año: la biografía de García Márquez. Recopiló material por todo el mundo para escribir un texto definitivo –y desmesurado como la vida del retratado– que prefirió terminar con celebración, no con entierro: la fiesta de los 80 años le pareció el mejor punto final. Martin sonreía de pura felicidad.
El Nobel colombiano desconfiaba de ese final. Decía en broma que Martin no publicaría la biografía hasta que pudiera narrar su muerte. Sin embargo, la obra que se cerró aquella noche de fiesta en Cartagena saldrá al fin en Bloomsbury, en una versión abreviada de un original que duplica en extensión a Guerra y paz, el 20 de octubre próximo. Ya ha comenzado la negociación de las traducciones: Random House-Mondadori compró los derechos para España y América Latina, Grasset para Francia. Los títulos con que Martin había jugado eran “Mago: la vida de GGM” y, simplemente, “GGM”. Pero al fin prefirió el más explicativo y habitual en el género: Gabriel García Márquez: A Life (Una vida).
–¿Se puede decir que ha escrito la biografía autorizada de García Márquez, con todo lo que ese adjetivo implica?
–No. No soy, nunca fui el biógrafo autorizado de Gabo en la aceptación normal de la frase. Cuando en América Latina me preguntan si es una biografía autorizada, respondo: “No, es una biografía tolerada”.
–¿Cómo se manifestó esa tolerancia?
–Diría que Gabo ha sido fantástico, muy, muy civilizado. Nunca me ayudó directamente, nunca me dio siquiera un papel, nada. Pero me habló y me abrió las puertas a su entorno. Y eso que no le gustan los ingleses. Gabo tiene sus problemas con los franceses, pero intuyo que los ingleses no somos su cup of tea exactamente. Pero me ha tratado fabulosamente bien desde el comienzo.
ESCRIBIRÉ Y SERÉ MILLONES. La vida que eligió contar tiene elementos de cuento de hadas, del hijo de una casa humilde que nada tenía salvo una vocación y que por la voluntad de seguirla llegó al honor más grande al que puede aspirar un escritor: millones de lectores en todo el mundo. Una apuesta literaria –el realismo mágico– en la que nadie veía mucho hasta que todos vieron demasiado cuando Cien años de soledad se encendió como un reguero de pólvora desde Buenos Aires, donde lo editó Sudamericana en 1967. Una experiencia con exilios y con el premio mundial más importante en disciplinas artísticas y científicas. Una historia política y una historia de letras, una experiencia de rico y famoso y otra de autor con prestigio literario.
–¿Con qué suposiciones comenzó?
–Te confieso que al comienzo tenía una mirada negativa. Esto también es bien conocido: los biógrafos casi siempre se enamoran de sus personajes. Por eso, pasaron muchos años hasta que me empezó a gustar esta biografía: estuve muy angustiado, pensé que no lo iba a hacer bien.
–¿Cómo pudo organizar tanto material?
–La versión original tiene 2.500 páginas.
–A su editor no le habrá gustado.
–Este libro es parte de mi vida. Y es una gran responsabilidad. Nadie más va a entrevistar al grupo de Barranquilla, porque todos han muerto. Nadie más va a entrevistar a la madre de Gabo, porque ha muerto. Probablemente, nadie más podrá hablar con Fidel Castro sobre Gabo. Por ejemplo, traté de condensar su llegada a Buenos Aires. Pero hay un contexto: tengo que describir un poquito Buenos Aires; tengo que hablar de lo que pasaba en el mundo, como la Guerra de los Siete Días.
UN TRABAJO PARA HÉRCULES. Martin era un erudito sereno, autor de Journeys Through the Labyrinth: Latin American Fiction in the Twentieth Century (Viajes en el laberinto: ficción latinoamericana del siglo XX), un estudioso doctorado en la Universidad de Edimburgo y profesor de la Universidad de Pittsburgh, cuando un editor inglés le ofreció un contrato por la biografía de García Márquez. “A mí jamás se me habría ocurrido.” Por modestia, aclara. “Pero le dije que sí –recuerda– sin tener idea de dónde me metía.” Si la ficción de García Márquez fuera autobiográfica –algo que, en cierta medida, Martin se dispone a defender– el trabajo no habría sido más hercúleo.
La dedicación de Martin a este proyecto se debe menos a rasgos obsesivos del autor que a la vida caudalosa en experiencias que García Márquez ha tenido. “Es increíble cómo ha vivido ese hombre. Increíble. Para empezar, me topé con una lista enorme de los lugares donde esa vida ha transcurrido: en Colombia, obviamente en Aracataca, en Cartagena, en Barranquilla, en Bogotá; ha vivido en Nueva York, en Francia, en España, en Cuba, en Venezuela, en México por supuesto. Luego, no solamente ha vivido en esos lugares, sino que ha conocido una tal cantidad de gente... Creo que hay muy pocos escritores tan imbricados con su época como García Márquez. Una de las razones por las que se escribe tanto sobre él sin agotarlo es que su vida es inseparable de la historia.”
–¿Qué encontró en su investigación?
–Que cuando las cosas suceden, Gabo está. En sus memorias narra la muerte de [el popular candidato a la presidencia de Colombia, Jorge] Gaitán en 1948, y él está a trescientos metros de donde pasa en el preciso momento en que pasa. Gabo llega a Venezuela dos semanas antes de que [el dictador Marcos] Pérez Jiménez caiga, en 1958, e intuye que va a pasar; y al año siguiente llega a Cuba tres semanas después de la revolución. Sólo está en Nueva York cuatro meses, pero son los de Playa Girón, cuando está de corresponsal en Prensa Latina; Gabo está de corresponsal en París durante la cuestión Argelia... Es interminable.
FIDEL Y EL MERCEDES BENZ NEGRO. Quince años atrás, García Márquez era ya inalcanzable. Gerald Martin viajó a Cuba con la esperanza de abordarlo en el Festival de Cine. “Pensaba que había firmado un contrato y que era muy importante que lograse hablar con el hombre. Pero todo el mundo me decía que jamás lograría hablarle. No sabía por dónde empezar a buscar. Pasaron dos semanas sin que siquiera averiguase dónde vivía. Soy inglés: me tengo cierta confianza y no me gusta molestar a la gente con favores.”
–¿Y cómo cambió su suerte?
–Una noche de copas conocí a un estudiante de Medicina de Zimbabwe que dijo que conocía dónde vivía Gabo: el 31 de diciembre anterior había terminado su guardia en el hospital y caminaba con otros residentes cuando un Mercedes Benz negro se detuvo a su lado. Según aquel estudiante providencial, Fidel Castro salió del auto y les preguntó: “¿Qué hacen, a estas horas?”. Nada hacían, pobres: era demasiado tarde. Fidel los invitó a una fiesta a la que iba en camino, que resultó la fiesta de fin de año en la casa de Gabo.
El médico le dio el nombre de la calle y le describió la casa; Martin guardó ese recurso como último ya que Alquimia Peña, directora de la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano, batallaba por ponerlo en contacto con su eventual biografiado. “Ella me había dicho que iba a ayudarme, y aunque lo dijo con sinceridad, pasaban los días y nada se concretaba.” Su pasaje de regreso vencía sin que el fantasma de una sombra de esperanza lo alentara. Se decidió por el plan desesperado.
Alquimia Peña evitó, justo a tiempo, que tocara el timbre, pusiera el zapato en el marco de la puerta y dijera que el asunto más importante de su vida era poder hablarle.
–¿Qué diablos estás haciendo aquí?
–Me voy en dos días, Alquimia, y si tengo que renegociar todo con Aeroflot mejor que sea por algo.
–Si haces esto, nunca te hablará. Déjame intentarlo.
Al rato, Martin recibió un mensaje en su hotel: “Le envío mi Mercedes. Tiene diez minutos de entrevista”.
Lo recibió durante tres horas, pero ni uno de los minutos fue sencillo.
–No quiero una biografía –comenzó García Márquez, supersticioso–. ¿Por qué quieres hacer una biografía? Es llamar a la muerte. El día que acepte, probablemente moriré.
–Entonces haré la parte apologética primero y la parte despiadada la escribiré cuando ya hayas muerto –le soltó Martin.
García Márquez se quedó mudo ante la respuesta. “Pero acaso pensó que yo era lo suficientemente irónico como para hacer el trabajo. No lo sé. En todo caso, aceptó un riesgo serio. Aunque a veces pienso que todavía se arrepiente de haberme dejado entrar.”
García Márquez había puesto una única condición: “No me hagas trabajar”, le dijo. Eso implicaba nada de preguntas directas, o más bien vía libre para hablar con el entorno y una invitación a conversar como amigos, que era mucho mejor. Si se le escapaba una pregunta, García Márquez se negaba a contestarle. Ponía por delante su decoro: “No, no, no. Esto es cuestión de pudor”.
Todo marchaba bien –“yo seré lo que tú digas que soy”– hasta que a los pocos días, García Márquez se mostró un poco frío. Martin tardó poco en comprender qué sucedía:
–Anoche estuve vagando por los laberintos de la literatura latinoamericana –dijo García Márquez–. Tenemos que discutir El otoño del patriarca.
Tres palabras corrían en la cabeza de Martin: “Oh, my God. Oh, my God”. En su libro Journeys through the Labyrinth... critica duramente El otoño del patriarca por su posición política.
–Creo que tú no eres el hombre para mi biografía. El otoño del patriarca es mi autorretrato: si no te gusta este libro, yo no te gusto. ¿Cómo crees que podrás escribir sobre mí?
En su total desaliento, Martin no podía pensar. Y su respuesta absurda le ganó la continuación de la biografía:
–¡Pero a mi esposa le gusta mucho!
Cruzaron ese momento difícil. “Y sobreviví”, recuerda Martin.
–¿Cómo se reacomodó la relación entre ustedes?
–Después de la primera noche pensé que, si bien no íbamos a ser amigos, naturalmente, podríamos mantener una buena relación. Así compartimos, por ejemplo, la visión política del mundo, y aceptamos nuestras diferencias. Fuimos menos íntimos de lo que podríamos haber sido, porque en esos días Gabo percibió, antes de que yo mismo lo percibiera, la realidad de lo que es una biografía: que quien dice es el biógrafo. Aunque quién sabe si lo que estoy diciendo no es ingenuo. Quién sabe si, de alguna manera, no estoy comunicando el retrato que Gabo, inconscientemente, me esta dictando.
domingo, 1 de junio de 2008
Medios y democracia
Medios y democracia
La Fundación de García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano organizó en Madrid, en colaboración con la Corporación Andina de Fomento, la multinacional Cemex y la Fundación Carolina, un seminario sobre medios y democracia. Expusieron Rosental Alves, Jean-François Fogel, Gumersindo Lafuente, Germán Rey, Clóvis Rossi, Sergio Ramírez, Mónica González, Geraldinho Vieira, José Salgar, Hermenegildo Sábat y Horacio Verbitsky.
Por Horacio Verbitsky
Para el periodista brasileño Rosental Alves, pionero latinoamericano del periodismo para Internet con la edición on line del Jornal do Brasil, estamos viviendo una transformación sólo comparable a la de Gutenberg, que desencadenó el Renacimiento y la revolución industrial. Con la misma alegría con que desafina una canción de Chico Buarque para explicar por qué la Fundación Carolina lleva ese nombre, Rosental recorre el mundo con su exultante visión sobre el periodismo digital. A su lado, el francés Jean-François Fogel, quien asesoró en su transformación digital a Le Monde y ahora está trabajando con el New York Times, parece un sombrío racionalista, con su barba rala de juez argentino. Sin embargo, cree que el diario dejará de contar aquello que pasó ayer y que ya todo el mundo sabe, pero seguirá siendo el lugar de debate de una sociedad sobre sí misma. Ambos son miembros del Consejo Rector de la Fundación de Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI, para los enigmáticos amantes de las siglas) y compartieron un panel en la Casa América con el periodista español Gumersindo Lafuente, quien trabajó en la edición en papel de El País y dirigió la edición digital de El Mundo, que es como haber jugado en River y en Boca. Luego creó el sitio soitu.es, cuyo rigor periodístico y caudal publicitario lo hace engañosamente parecido a un diario. En Internet hay muchísima información falsa, pero el propio sistema la depura, “con nuestro oficio filtramos el rumor de la noticia”, dice. Por eso el periodista seguirá siendo importante para el funcionamiento de la democracia, aunque el papel de los medios en Internet “será nulo. La pregunta sigue siendo quién pagará el almuerzo”. Blanco como una ricotta, el binario cartesiano Fogel responde: “O se vende contenido a la audiencia o se vende la audiencia al anunciante. Igual que con la radio, cada nuevo oyente no aumenta los costos pero sí los ingresos”. Rosental se burla de quienes temen la desintermediación que Internet propicia. “En 1530 se decía lo mismo que ahora, que había miles de panfletos mentirosos, que sólo los monjes deberían estar autorizados a publicar. Estos son los dolores del parto de algo grandioso”.
Un bien público
En el panel siguiente sacó las primeras chispas el analista colombiano de medios Germán Rey, al mencionar una encuesta de Naciones Unidas según la cual en América Latina hay demasiada gente dispuesta a soportar un gobierno autoritario siempre que le solucione sus problemas económicos. O dicho de otra manera, la democracia no ha demostrado que eduque, alimente y cure. Germán, cuya primera profesión es la de psicólogo pero que con su flequillo que le cae sobre el rostro como a un perro de aguas es en realidad un filósofo de la cultura, se pregunta si los medios no se han convertido en actores en vez de representantes, cuál es su relación con los grupos económicos y quién los fiscaliza a ellos. Cuando ciertas decisiones ya no las toma la política sino la economía, donde además de actores nacionales hay que contar con los internacionales, la vieja relación entre información y gobernabilidad cambia: cada vez menos es un problema de empresas mediáticas y cada vez más de empresas tecnológicas. Se produce también un desplazamiento del concepto de ciudadanía, de una democracia de representación a una de ciudadanos. Pero cuando Germán habla de libertades civiles, de responsabilidad social y papel de los medios, habla de todos los ciudadanos, no sólo de los medios de comunicación, porque la información es un bien público que compete a toda la sociedad. En América Latina se daba por sentada la exclusión de los no ilustrados, las fidelidades partidarias y la analogía entre lectores y sectores hegemónicos. Pero a partir de 1930 la radio, la televisión e Internet fueron rompiendo esta limitación. “Las audiencias son mutantes, fluidas y anfibias”, dice Germán divertido con la sorpresa por la elección de cada palabra. A través de esos medios, los no ilustrados se van incorporando a los proyectos de modernidad, salteándose la escritura ilustrada. Por último, hay nuevas experiencias ciudadanas que rompen la dicotomía entre regulación estatal o autorregulación de los medios, porque la ciudadanía busca participar en forma crítica por medio de observatorios, veedurías o ligas de televidentes, que constituyen un movimiento ciudadano de derecho civil a la información.
La basura en el ojo
El escritor y ex vicepresidente sandinista de Nicaragua Sergio Ramírez se dedicó más a los gobiernos que a los medios y se preguntó qué une o desune a la nueva izquierda latinoamericana. Las diferencias sobran pero sólo una le parece decisiva: la aceptación de la alternancia en el poder o la voluntad de continuismo. “Allí se borra la frontera entre izquierda y derecha”. La idea del líder insustituible no es precisamente de izquierda, “viene desde el oscuro fondo de la historia de América Latina, del profundo abismo de la sociedad patriarcal, cuando el terrateniente se convirtió en líder militar y luego en presidente perpetuo”. Desde el siglo 19, ha sido “fuente de vicios, de corrupción, de confrontación, de violencia, de pobreza”. Los medios son “la peor basura en el ojo” de este intento. La democracia implica transparencia y control y los medios son capaces de fiscalizar a los que gobiernan. “Si todos los poderes se confunden en un solo puño, aunque sea un puño de izquierda, que se abre para regalar a los pobres, es más fácil que surjan fortunas ilícitas y que los que proclaman la redención de los pobres se vuelvan ricos de la noche a la mañana. Y todo es más fácil si nadie lo sabe”. Sin embargo, Sergio recuerda que “la realidad modifica las intenciones” y que “frente a las propuestas radicales sobreviene la polarización”. Los cambios de poder en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua se han dado por la vía de los votos y no de las armas. Por lo tanto “la voz de los ciudadanos debe ser oída y no pueden obviarse los mecanismos institucionales, por mucho que se los someta a manipulación. La democracia viene a ser así un proceso irreversible y junto con ella la libre opinión y la libre información”. Pero ese espacio de la multiplicidad de opiniones es algo que habrá que defender siempre. “Nunca ha sido un regalo de los dioses sino un bien terrenal, que ha costado no poca sangre”.
Lejos del asfalto
Geraldo Vieira es la imagen del brasileiro cordial. Más que los periodistas le gustan las personas comunes. Dirigió una agencia de noticias por los derechos de la infancia y publicó un libro cuyo título dice mucho de su pensamiento: “Complejo de Clark Kent. ¿Son superhombres los periodistas?”. El papel del periodismo es fiscalizar a los poderes, por medio de la investigación sobre los intereses públicos. Pero los medios de comunicación están entre los representantes del público menos transparentes. Ante su tendencia al monopolio, la gran esperanza para la participación ciudadana está en Internet. Para saber si el periodismo promueve la democracia, Geraldinho dice que hay que fijarse a quién da cabida. En Brasil hay muchos actores sociales no legitimados por los medios, donde sólo aparecen como amenazas; son los extraños, los sin tierra, los indígenas, los discapacitados, los inmigrantes, los villeros, a quienes aun en su encantador portuñol les llama favelados. Como no son consumidores, la lógica empresarial los excluye. En los medios la cobertura de los movimientos sociales es muy pobre y la ciudadanía no puede hacer oír su voz. “Les pregunto a los periodistas cuántas veces han ido a cubrir noticias en lugares donde no hay asfalto. Muy pocos, muy pocas veces. Por lo general cubrimos los asuntos de palacio. Para mí en una reunión de pauta la primera pregunta debería ser ¿cuál es el hecho nuevo?, la segunda, ¿cuáles son las tendencias? Y la tercera ¿cómo podemos investigar el futuro?” Como lo plantea la FAO al discutir la necesidad de un programa de seguridad alimentaria, para quienes viven donde no hay asfalto, “7 por ciento más o menos de arroz es una cuestión de supervivencia”. Sin ninguna repercusión se publicó un informe aterrador del Pentágono: en la próxima década morirán de 30 a 40 millones de seres humanos en las guerras por alimentos y recursos naturales. “¿Escuchará el periodismo a esos actores, o será darwinista y ayudará a construir tal clase de democracia?”
El gigante preantiguo
A sus 87 años, José Salgar pasea por el mundo su mujer mucho más joven y su leyenda como el maestro de García Márquez. Le dicen el Mono, porque así llaman en Colombia a los rubios. “Cuántos más años tengo, más corto escribo”, dice en el último panel. No le gustan los periodistas picapleitos que agregan apasionamiento personal o de intereses y caen en excesos como juzgar y condenar. Todo tiempo futuro le parece mejor y bendice a la crisis “si hacemos mejores periódicos”. Clóvis Rossi es el gigante bondadoso de la Fundación. Sus casi dos metros de altura han recorrido casi todo el mundo porque además de escribir su columna en La Folha de Sao Paulo quiere estar en la primera línea para que nadie le cuente los hechos. Frente a la posmodernidad se define como preantiguo y parafraseando una frase célebre de la transición española recuerda que contra las horribles dictaduras “vivíamos mejor, porque sabíamos en contra de qué estábamos. Éramos pro-democráticos. Ahora llegó el futuro y demócratas se dicen todos, incluso muchos de los que trabajaron para la dictadura”. Ser demócrata ya no basta para poner a nadie en el bando de los buenos. Clóvis recordó el slogan de Raúl Alfonsín en 1983 y dijo que lo hubiera votado, porque entonces estaba claro que ser bueno también era querer más igualdad y menos pobreza. Después buenos y malos, derecha e izquierda, coincidieron en los caminos para lograr esa meta, como el Consenso de Washington, el pensamiento único o las recetas neoliberales. Un intelectual socialdemócrata como Fernando Enrique Cardoso y un ex obrero y sindicalista como Lula “no difieren en proyectos de país. Se pelean a muerte por el poder, no por el bien público. Hasta me da vergüenza usar esa expresión, cuando ni la estabilidad política y económica ni el crecimiento fueron capaces de crear una democracia en que se coma más y mejor y en la que no haya que ver en Sao Paulo, la ciudad más rica de América Latina, a los cartoneros empujando sus carritos como burros de carga, una escena que remite al medioevo en pleno siglo 21”. Clóvis constata que se redujo la pobreza pero no la desigualdad, y se pregunta dónde están hoy los buenos. ¿O todos son buenos y con paciencia algún día llegará el paraíso? “Yo no la tengo ni creo que sea una virtud en el periodismo”. Por eso se reserva el derecho de elogiar “sólo cuando un gobernante va más allá del deber, cosa que ninguno de los cinco presidentes de la democracia hizo”. Reducir la pobreza es una obligación elemental en un país que está entre las primeras diez economías del mundo, pero en el puesto 60 o peor en el índice de desarrollo humano. “Mi ejercicio de dignidad en el periodismo en democracia es pedir a los gobernantes que pongan en su agenda lo imposible, para ensanchar al máximo los límites de lo posible”.
Callar, ocultar o disfrazar
El turno siguiente fue para la chilena Mónica González Mugica, la única mujer que hasta ahora ganó el premio homenaje de la Fundación de García Márquez. Por investigar los crímenes de la dictadura y los negocios de Pinochet la mandaron a una cárcel de hombres. En democracia dirigió los diarios La Nación y Siete y ahora codirige el Centro de Investigación e Información Periodística CIPER Chile. Su investigación sobre el asesinato de Prats en Buenos Aires fue uno de los hilos que condujo al apresamiento de Pinochet y la identificación de su red de sicarios. Su libro La Conjura es el mejor retrato del dictador, antes y después del golpe. La democracia es mejor que la dictadura porque cuando para un auto en la puerta uno sabe que no vienen a llevárselo sino que una pareja hará el amor. Pero sus desafíos no son fáciles. Las dictaduras militares fueron instigadas y sustentadas por los poderes económicos locales y transnacionales. Ese mismo sector se consolidó con el retorno a la democracia. Como empresas comerciales los medios de comunicación fueron parte de ese proceso, sostuvieron a las dictaduras y hablaron de “presuntos desaparecidos”. Los propietarios de esos medios y los periodistas que mintieron no van a la cárcel, nadie los interpela, siguen siendo respetables y el poder que sostuvo al poder dictatorial les encomendó que hicieran el balance. Los periodistas somos privilegiados. Tenemos acceso a los hilos del poder, a veces nos adormecemos. “Me gusta la jarana, pero cuando la vida es sólo eso, se te tapan los poros, no viajas en transporte público, desconoces el alma de tu propio pueblo”. Los medios de comunicación han dejado de ser un poder real y con relativa capacidad de independencia, porque se han sometido o han sido digeridos por la dictadura del poder económico que concentra la propiedad de los medios. “Aprendí el periodismo de investigación con una pistola en la espalda”. Pero hoy la competencia no se da por la mejor investigación sino por captar la mayor tajada de la torta publicitaria y para eso “es necesario saber qué conviene callar, ocultar o disfrazar”. En Chile el 80 por ciento de los hogares pudo comprar lavarropas, pero eso no se cita. Ahí están las mujeres que votaron tener manos para acariciar a sus hijos o al ser amado. “¿Y si los periodistas no hablamos de esto, de qué hablamos?”
El hospital y los pobres
El cierre le correspondió a Hermenegildo Sábat. El gran Menchi resistió todos los embates para que contara su historia con la presidente CFK, disimulando como un caballero el fastidio que le provoca verse congelado en esa imagen. Comenzó con una cita de Oscar Wilde, para quien “el periodismo es ilegible y a la literatura no la lee nadie”. Por eso, en La Opinión, que cambió su vida, exigió publicar sin palabras, porque las palabras mutan. Tanto que Massera publicó “El futuro de la democracia”. También contó cuando tuvo que guiar a Lanusse en una exposición. “¿Ésa es la idea que usted tiene del padre?”, le preguntó con brusquedad el dictador. “Es mi padre, no el suyo”, replicó el artista. En la Argentina hemos conocido la manipulación, con revistas que publicaban la foto de una muchacha en bikini y debajo el título “La historia secreta de la guerrilla”, dijo. Para referirse a la constante influencia del dinero, Sábat recitó una copla española de hace siglos, que le escuchó a su padre:
“El señor don Juan de Robles,
con bondadez sin igual
ha donado un hospital,
pero antes hizo los pobres”.
Agregó que no era ingenuo ni se quejaba. Pero “nuestro trabajo puede llevar a equívocos, como que elogien un pésimo dibujo mío”. Con melancolía concluyó: “Un hombre inteligente se recupera pronto de una derrota, pero un hombre mediocre no se recupera nunca de una victoria”.
La Fundación de García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano organizó en Madrid, en colaboración con la Corporación Andina de Fomento, la multinacional Cemex y la Fundación Carolina, un seminario sobre medios y democracia. Expusieron Rosental Alves, Jean-François Fogel, Gumersindo Lafuente, Germán Rey, Clóvis Rossi, Sergio Ramírez, Mónica González, Geraldinho Vieira, José Salgar, Hermenegildo Sábat y Horacio Verbitsky.
Por Horacio Verbitsky
Para el periodista brasileño Rosental Alves, pionero latinoamericano del periodismo para Internet con la edición on line del Jornal do Brasil, estamos viviendo una transformación sólo comparable a la de Gutenberg, que desencadenó el Renacimiento y la revolución industrial. Con la misma alegría con que desafina una canción de Chico Buarque para explicar por qué la Fundación Carolina lleva ese nombre, Rosental recorre el mundo con su exultante visión sobre el periodismo digital. A su lado, el francés Jean-François Fogel, quien asesoró en su transformación digital a Le Monde y ahora está trabajando con el New York Times, parece un sombrío racionalista, con su barba rala de juez argentino. Sin embargo, cree que el diario dejará de contar aquello que pasó ayer y que ya todo el mundo sabe, pero seguirá siendo el lugar de debate de una sociedad sobre sí misma. Ambos son miembros del Consejo Rector de la Fundación de Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI, para los enigmáticos amantes de las siglas) y compartieron un panel en la Casa América con el periodista español Gumersindo Lafuente, quien trabajó en la edición en papel de El País y dirigió la edición digital de El Mundo, que es como haber jugado en River y en Boca. Luego creó el sitio soitu.es, cuyo rigor periodístico y caudal publicitario lo hace engañosamente parecido a un diario. En Internet hay muchísima información falsa, pero el propio sistema la depura, “con nuestro oficio filtramos el rumor de la noticia”, dice. Por eso el periodista seguirá siendo importante para el funcionamiento de la democracia, aunque el papel de los medios en Internet “será nulo. La pregunta sigue siendo quién pagará el almuerzo”. Blanco como una ricotta, el binario cartesiano Fogel responde: “O se vende contenido a la audiencia o se vende la audiencia al anunciante. Igual que con la radio, cada nuevo oyente no aumenta los costos pero sí los ingresos”. Rosental se burla de quienes temen la desintermediación que Internet propicia. “En 1530 se decía lo mismo que ahora, que había miles de panfletos mentirosos, que sólo los monjes deberían estar autorizados a publicar. Estos son los dolores del parto de algo grandioso”.
Un bien público
En el panel siguiente sacó las primeras chispas el analista colombiano de medios Germán Rey, al mencionar una encuesta de Naciones Unidas según la cual en América Latina hay demasiada gente dispuesta a soportar un gobierno autoritario siempre que le solucione sus problemas económicos. O dicho de otra manera, la democracia no ha demostrado que eduque, alimente y cure. Germán, cuya primera profesión es la de psicólogo pero que con su flequillo que le cae sobre el rostro como a un perro de aguas es en realidad un filósofo de la cultura, se pregunta si los medios no se han convertido en actores en vez de representantes, cuál es su relación con los grupos económicos y quién los fiscaliza a ellos. Cuando ciertas decisiones ya no las toma la política sino la economía, donde además de actores nacionales hay que contar con los internacionales, la vieja relación entre información y gobernabilidad cambia: cada vez menos es un problema de empresas mediáticas y cada vez más de empresas tecnológicas. Se produce también un desplazamiento del concepto de ciudadanía, de una democracia de representación a una de ciudadanos. Pero cuando Germán habla de libertades civiles, de responsabilidad social y papel de los medios, habla de todos los ciudadanos, no sólo de los medios de comunicación, porque la información es un bien público que compete a toda la sociedad. En América Latina se daba por sentada la exclusión de los no ilustrados, las fidelidades partidarias y la analogía entre lectores y sectores hegemónicos. Pero a partir de 1930 la radio, la televisión e Internet fueron rompiendo esta limitación. “Las audiencias son mutantes, fluidas y anfibias”, dice Germán divertido con la sorpresa por la elección de cada palabra. A través de esos medios, los no ilustrados se van incorporando a los proyectos de modernidad, salteándose la escritura ilustrada. Por último, hay nuevas experiencias ciudadanas que rompen la dicotomía entre regulación estatal o autorregulación de los medios, porque la ciudadanía busca participar en forma crítica por medio de observatorios, veedurías o ligas de televidentes, que constituyen un movimiento ciudadano de derecho civil a la información.
La basura en el ojo
El escritor y ex vicepresidente sandinista de Nicaragua Sergio Ramírez se dedicó más a los gobiernos que a los medios y se preguntó qué une o desune a la nueva izquierda latinoamericana. Las diferencias sobran pero sólo una le parece decisiva: la aceptación de la alternancia en el poder o la voluntad de continuismo. “Allí se borra la frontera entre izquierda y derecha”. La idea del líder insustituible no es precisamente de izquierda, “viene desde el oscuro fondo de la historia de América Latina, del profundo abismo de la sociedad patriarcal, cuando el terrateniente se convirtió en líder militar y luego en presidente perpetuo”. Desde el siglo 19, ha sido “fuente de vicios, de corrupción, de confrontación, de violencia, de pobreza”. Los medios son “la peor basura en el ojo” de este intento. La democracia implica transparencia y control y los medios son capaces de fiscalizar a los que gobiernan. “Si todos los poderes se confunden en un solo puño, aunque sea un puño de izquierda, que se abre para regalar a los pobres, es más fácil que surjan fortunas ilícitas y que los que proclaman la redención de los pobres se vuelvan ricos de la noche a la mañana. Y todo es más fácil si nadie lo sabe”. Sin embargo, Sergio recuerda que “la realidad modifica las intenciones” y que “frente a las propuestas radicales sobreviene la polarización”. Los cambios de poder en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua se han dado por la vía de los votos y no de las armas. Por lo tanto “la voz de los ciudadanos debe ser oída y no pueden obviarse los mecanismos institucionales, por mucho que se los someta a manipulación. La democracia viene a ser así un proceso irreversible y junto con ella la libre opinión y la libre información”. Pero ese espacio de la multiplicidad de opiniones es algo que habrá que defender siempre. “Nunca ha sido un regalo de los dioses sino un bien terrenal, que ha costado no poca sangre”.
Lejos del asfalto
Geraldo Vieira es la imagen del brasileiro cordial. Más que los periodistas le gustan las personas comunes. Dirigió una agencia de noticias por los derechos de la infancia y publicó un libro cuyo título dice mucho de su pensamiento: “Complejo de Clark Kent. ¿Son superhombres los periodistas?”. El papel del periodismo es fiscalizar a los poderes, por medio de la investigación sobre los intereses públicos. Pero los medios de comunicación están entre los representantes del público menos transparentes. Ante su tendencia al monopolio, la gran esperanza para la participación ciudadana está en Internet. Para saber si el periodismo promueve la democracia, Geraldinho dice que hay que fijarse a quién da cabida. En Brasil hay muchos actores sociales no legitimados por los medios, donde sólo aparecen como amenazas; son los extraños, los sin tierra, los indígenas, los discapacitados, los inmigrantes, los villeros, a quienes aun en su encantador portuñol les llama favelados. Como no son consumidores, la lógica empresarial los excluye. En los medios la cobertura de los movimientos sociales es muy pobre y la ciudadanía no puede hacer oír su voz. “Les pregunto a los periodistas cuántas veces han ido a cubrir noticias en lugares donde no hay asfalto. Muy pocos, muy pocas veces. Por lo general cubrimos los asuntos de palacio. Para mí en una reunión de pauta la primera pregunta debería ser ¿cuál es el hecho nuevo?, la segunda, ¿cuáles son las tendencias? Y la tercera ¿cómo podemos investigar el futuro?” Como lo plantea la FAO al discutir la necesidad de un programa de seguridad alimentaria, para quienes viven donde no hay asfalto, “7 por ciento más o menos de arroz es una cuestión de supervivencia”. Sin ninguna repercusión se publicó un informe aterrador del Pentágono: en la próxima década morirán de 30 a 40 millones de seres humanos en las guerras por alimentos y recursos naturales. “¿Escuchará el periodismo a esos actores, o será darwinista y ayudará a construir tal clase de democracia?”
El gigante preantiguo
A sus 87 años, José Salgar pasea por el mundo su mujer mucho más joven y su leyenda como el maestro de García Márquez. Le dicen el Mono, porque así llaman en Colombia a los rubios. “Cuántos más años tengo, más corto escribo”, dice en el último panel. No le gustan los periodistas picapleitos que agregan apasionamiento personal o de intereses y caen en excesos como juzgar y condenar. Todo tiempo futuro le parece mejor y bendice a la crisis “si hacemos mejores periódicos”. Clóvis Rossi es el gigante bondadoso de la Fundación. Sus casi dos metros de altura han recorrido casi todo el mundo porque además de escribir su columna en La Folha de Sao Paulo quiere estar en la primera línea para que nadie le cuente los hechos. Frente a la posmodernidad se define como preantiguo y parafraseando una frase célebre de la transición española recuerda que contra las horribles dictaduras “vivíamos mejor, porque sabíamos en contra de qué estábamos. Éramos pro-democráticos. Ahora llegó el futuro y demócratas se dicen todos, incluso muchos de los que trabajaron para la dictadura”. Ser demócrata ya no basta para poner a nadie en el bando de los buenos. Clóvis recordó el slogan de Raúl Alfonsín en 1983 y dijo que lo hubiera votado, porque entonces estaba claro que ser bueno también era querer más igualdad y menos pobreza. Después buenos y malos, derecha e izquierda, coincidieron en los caminos para lograr esa meta, como el Consenso de Washington, el pensamiento único o las recetas neoliberales. Un intelectual socialdemócrata como Fernando Enrique Cardoso y un ex obrero y sindicalista como Lula “no difieren en proyectos de país. Se pelean a muerte por el poder, no por el bien público. Hasta me da vergüenza usar esa expresión, cuando ni la estabilidad política y económica ni el crecimiento fueron capaces de crear una democracia en que se coma más y mejor y en la que no haya que ver en Sao Paulo, la ciudad más rica de América Latina, a los cartoneros empujando sus carritos como burros de carga, una escena que remite al medioevo en pleno siglo 21”. Clóvis constata que se redujo la pobreza pero no la desigualdad, y se pregunta dónde están hoy los buenos. ¿O todos son buenos y con paciencia algún día llegará el paraíso? “Yo no la tengo ni creo que sea una virtud en el periodismo”. Por eso se reserva el derecho de elogiar “sólo cuando un gobernante va más allá del deber, cosa que ninguno de los cinco presidentes de la democracia hizo”. Reducir la pobreza es una obligación elemental en un país que está entre las primeras diez economías del mundo, pero en el puesto 60 o peor en el índice de desarrollo humano. “Mi ejercicio de dignidad en el periodismo en democracia es pedir a los gobernantes que pongan en su agenda lo imposible, para ensanchar al máximo los límites de lo posible”.
Callar, ocultar o disfrazar
El turno siguiente fue para la chilena Mónica González Mugica, la única mujer que hasta ahora ganó el premio homenaje de la Fundación de García Márquez. Por investigar los crímenes de la dictadura y los negocios de Pinochet la mandaron a una cárcel de hombres. En democracia dirigió los diarios La Nación y Siete y ahora codirige el Centro de Investigación e Información Periodística CIPER Chile. Su investigación sobre el asesinato de Prats en Buenos Aires fue uno de los hilos que condujo al apresamiento de Pinochet y la identificación de su red de sicarios. Su libro La Conjura es el mejor retrato del dictador, antes y después del golpe. La democracia es mejor que la dictadura porque cuando para un auto en la puerta uno sabe que no vienen a llevárselo sino que una pareja hará el amor. Pero sus desafíos no son fáciles. Las dictaduras militares fueron instigadas y sustentadas por los poderes económicos locales y transnacionales. Ese mismo sector se consolidó con el retorno a la democracia. Como empresas comerciales los medios de comunicación fueron parte de ese proceso, sostuvieron a las dictaduras y hablaron de “presuntos desaparecidos”. Los propietarios de esos medios y los periodistas que mintieron no van a la cárcel, nadie los interpela, siguen siendo respetables y el poder que sostuvo al poder dictatorial les encomendó que hicieran el balance. Los periodistas somos privilegiados. Tenemos acceso a los hilos del poder, a veces nos adormecemos. “Me gusta la jarana, pero cuando la vida es sólo eso, se te tapan los poros, no viajas en transporte público, desconoces el alma de tu propio pueblo”. Los medios de comunicación han dejado de ser un poder real y con relativa capacidad de independencia, porque se han sometido o han sido digeridos por la dictadura del poder económico que concentra la propiedad de los medios. “Aprendí el periodismo de investigación con una pistola en la espalda”. Pero hoy la competencia no se da por la mejor investigación sino por captar la mayor tajada de la torta publicitaria y para eso “es necesario saber qué conviene callar, ocultar o disfrazar”. En Chile el 80 por ciento de los hogares pudo comprar lavarropas, pero eso no se cita. Ahí están las mujeres que votaron tener manos para acariciar a sus hijos o al ser amado. “¿Y si los periodistas no hablamos de esto, de qué hablamos?”
El hospital y los pobres
El cierre le correspondió a Hermenegildo Sábat. El gran Menchi resistió todos los embates para que contara su historia con la presidente CFK, disimulando como un caballero el fastidio que le provoca verse congelado en esa imagen. Comenzó con una cita de Oscar Wilde, para quien “el periodismo es ilegible y a la literatura no la lee nadie”. Por eso, en La Opinión, que cambió su vida, exigió publicar sin palabras, porque las palabras mutan. Tanto que Massera publicó “El futuro de la democracia”. También contó cuando tuvo que guiar a Lanusse en una exposición. “¿Ésa es la idea que usted tiene del padre?”, le preguntó con brusquedad el dictador. “Es mi padre, no el suyo”, replicó el artista. En la Argentina hemos conocido la manipulación, con revistas que publicaban la foto de una muchacha en bikini y debajo el título “La historia secreta de la guerrilla”, dijo. Para referirse a la constante influencia del dinero, Sábat recitó una copla española de hace siglos, que le escuchó a su padre:
“El señor don Juan de Robles,
con bondadez sin igual
ha donado un hospital,
pero antes hizo los pobres”.
Agregó que no era ingenuo ni se quejaba. Pero “nuestro trabajo puede llevar a equívocos, como que elogien un pésimo dibujo mío”. Con melancolía concluyó: “Un hombre inteligente se recupera pronto de una derrota, pero un hombre mediocre no se recupera nunca de una victoria”.
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