martes, 9 de julio de 2013

GEORGE ORWELL. 1984

Orwelliana

Pese a otros méritos, George Orwell ha pasado a la historia como el autor de la pesadilla futurista sobre la dictadura del control

George Orwell
Pese a otros méritos, George Orwell ha pasado a la historia como el autor de la pesadilla futurista sobre la dictadura del control, con un Gran Hermano que todo lo vigila y condiciona. El título de su novela, 1984, ha quedado superado por el calendario, por lo que muchos consideran que contiene un error de cálculo. Pero no es tan cierto. Nuestro error habitual es creer que el futuro siempre está por venir, sin acabar de entender que el futuro es hoy. Sobre estos asuntos estamos obligados a reparar tras la detención accidental en Zaragoza de un mirón que espiaba a las personas a través de las cámaras de sus ordenadores, en los que había logrado infiltrarse y que controlaba a distancia.
Hace tiempo que encuentras gente que ha cegado la cámara de sus ordenadores, alertada por la facilidad de que ese ojo doméstico se convierta en una ventana desde la que alguien te observa. Puede ser un símbolo más de la paranoia contemporánea, pero la noticia de la detención del mirón viene a refrendar la leyenda urbana. Esta sería la más extrema de las violaciones de tu intimidad, pero resulta aún más sencillo que tus archivos sean descerrajados y por lo tanto que todas tus fotos, cuyo soporte actual es un contenedor digital, dejen de pertenecerte en exclusividad. Las áreas compartidas, que se extienden por las redes sociales, garantizan aún una esfera íntima e inviolable, pero cada día la línea es más fina.
Más allá de la alarma social y de convertirnos todos en reos de nuestros miedos, conviene reparar en la pequeña gran diferencia con la pesadilla propuesta por Orwell. En nuestra sociedad se teme a un Gran Hermano que nos observa, conoce nuestros correos y actividades privadas, pero la maravillosa ironía es que nosotros hacemos el trabajo por él. Ofreciéndonos a ser los retransmisores de nuestra privacidad, con una conexión social de 24 horas diarias, mensajería constante de nuestra actividad, retransmisión en GPS de nuestra peripecia, y, para cuando nos relajamos, no queda portal, calle, garaje o ascensor que no esté presidido por un ojo de cámara de vigilancia que asegura protegernos mientras retransmite nuestra vida. Nosotros somos la red de vigilancia del Gran Hermano, pero hasta pagamos la cámara.

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