domingo, 25 de noviembre de 2007

Woody Allen: "Hago el cine que quiero y vivo en un mundo irreal"

Woody Allen: "Hago el cine que quiero y vivo en un mundo irreal"

Critica sus películas con su filosa ironía y dice que no le interesa dejar un legado
Domingo 25 de noviembre de 2007 |



WASHINGTON.– A punto de cumplir 72 años, Woody Allen no piensa en su legado. Al menos, eso es lo que dice él. “Soy un firme creyente de que cuando estás muerto, nombrar una calle en tu honor no ayuda a tu metabolismo”, ironiza. Pero tres libros que en estos meses salieron a la venta en Estados Unidos sobre él y su obra insisten en contradecirlo.

Mera anarquía compila los ensayos cargados de ironía, cinismo y humor con los que Allen retornó a las páginas de la revista The New Yorker después de 25 años. Aún destila gags de primera, como cuando parodia los relatos al estilo A sangre fría, y concluye: “Si la pena de muerte actúa como un disuasivo sigue siendo cuestionable, aunque estudios muestran que las probabilidades de que los criminales cometan otro delito caen casi a la mitad después de ser ejecutados”.

A esta compilación se suma otra, The Insanity Defense, que reúne toda su prosa. Pero es Conversaciones con Woody Allen el más atractivo de los tres libros. Abarca los diálogos que mantuvo desde 1971 con Eric Lax, quien escribió su biografía semioficial hace 16 años. De allí surge que El ciudadano, de Orson Welles, es la mejor película hecha en Estados Unidos según el portador de las gafas legendarias. Y que, de las suyas, las que más le gustaron fueron La rosa púrpura del Cairo y Maridos y esposas , con Memorias de una estrella y Zelig un escalón por debajo. ¿Y qué prefiere olvidar? La maldición del escorpión de jade es, admite, "quizá la peor que he hecho". A continuación, algunos extractos de Conversaciones , de la editorial Alfred A. Knopf.

-¿Qué filósofos siente que le hablan cuando los lee?

-Los más interesantes pueden ser los filósofos alemanes, aunque es bastante interesante cuando se lee a Platón por primera vez. Desde un punto de vista artístico, es divertido. Lo mismo con Nietzsche. Es divertido. Encuentro a Hegel aburrido y uno avanza trabajosamente con él. Pero lo que te mata está muy profundo; los que tienen más sentido para mí resultaron ser los filósofos racionalistas y pragmáticos que básicamente son más grises, pero con los que es más difícil discutir. Al final, mucho de Bertrand Russell tiene más sentido y resuena mucho más profundamente conmigo, aunque él no es ni de cerca tan divertido o interesante como, digamos, Camus, Jean Paul Sartre o Nietzsche, que son más dramáticos y se preocupan más por asuntos de vida y muerte y hablan sobre esos temas de maneras muy escabrosas.

-¿Alguna vez se ríe de su propios chistes cuando los escribe?

-Sí, todo el tiempo. Y a menudo [se ríe] no coincide con aquello con lo que la gente se ríe. Escucho un chiste por primera vez cuando lo escribo o cuando lo digo. Estoy en una habitación y escribo el chiste o lo digo en voz en alta a medida que sale de mi inconsciente, así que lo escucho y me río como si lo contara un extraño.



* * *


-Mucho del trabajo de un escritor es arduo. Incluso mis hijos pequeños, que tienen cinco y seis años, dicen [simula una voz infantil] «Papi, se está metiendo adentro para pensar». Y yo digo: "Cuando vos vas al circo, ¿qué voy a hacer yo?". [Otra vez con una voz infantil]: «Vas a pensar». Y ahí estoy yo, en la cama, de este modo [simula acostarse de lado y mira al infinito], y estoy allí pensando. Y me voy a almorzar y sigo pensando. Y luego vuelvo y sigo.

-¿Sin lápiz o papel?

-No, sin lápiz ni papel.

-¿Qué piensa Soon-Yi sobre esto? ¿Aprendió rápido a adaptarse?

-Ella simplemente piensa que es uno de los misterios de cómo trabajo, que mucho de mi esfuerzo va en pensar. Ella siempre se ha sorprendido porque piensa que soy un escritor veloz. Pero comete el mismo error que la mayoría de la gente. Piensan que la escritura es escribir. Como señaló Marshall Brickman, el pensar es la escritura [ ] La parte difícil es tener las ideas que funcionen y ordenarlas. [En cuanto a Soon-Yi, la hija adoptiva de su anterior pareja, Mia Farrow, Allen cuenta poco más: "Es irónico que mi matrimonio con ella, que ha sido visto por muchos como irracional, es para mí la única relación que ha funcionado en mi vida"].

-¿Quién tuvo la mayor influencia sobre usted?

-Adoré mucho a Bergman cuando comencé a hacer películas y aún pienso que es el mejor realizador que jamás he visto. Cuando piensas sobre mí en ese entonces, ¿qué era yo realmente? Un cómico de la noche, un escritor de gags de Broadway. No era un intelectual, no era una persona melancólica y sombría. Iba a los juegos de béisbol y a comer a Elaine s. Jamás había visto una cámara por dentro, no sabía lo que estaba haciendo, pero mi mayor influencia es Bergman. Es algo tan incongruente y tonto, la disparidad entre las personas que me influyeron: Bob Hope e Ingmar Bergman [se empieza a reír]. Así que por supuesto vas a tener un extraño híbrido de película que está llena de ocurrencias como las de George S. Kaufman o Bob Hope y una cierta dramática estilizada que caracteriza a los filmes suecos más pesados por parte de un cómico inculto de club nocturno abordando un asunto que es bastante serio y profundo. Así sale esa extraña mezcolanza [se ríe]. Pero para bien o para mal, para la gente, las películas eran sorprendentes y diferentes, yo no estaba haciendo una cosa convencional. Era, como cualquiera que comienza, un producto de mis influencias. Y mis influencias eran tan antitéticas.


* * *


-A medida que te vas poniendo viejo, aparece la palabra "legado". Personalmente, no tengo interés alguno por un legado, porque soy un firme creyente de que cuando estás muerto, nombrar una calle en tu honor no ayuda a tu metabolismo. He visto lo que pasó con Rembrandt y Platón y toda esa linda gente. Simplemente están enterrados. Quizá deje un pequeño legado financiero para mis chicos, no la gran cosa, pero cuando esté muerto no me preocupa ni por un segundo si toman todas mis películas y negativos y simplemente las tiran por la alcantarilla. El gran Shakespeare no está mejor que un vago sin talento que escribió obras en la Inglaterra de Isabel y no logró que se las produjeran y cuando lo logró vos te marchaste del teatro. No es que crea que carezco totalmente de talento, pero no tengo el suficiente para lograr que mi sangre siga circulando cuando me llegue el rigor mortis . Así que el legado no me importa en absoluto. Lo expliqué mejor con un chiste: "Más que vivir en los corazones de mis hermanos, preferiría vivir en mi departamento".

-¿Y qué pasa con la audiencia que disfrutará de su trabajo cuando usted se haya ido?

-Bien por ellos y si por alguna razón, alguna de mis películas da placer a la gente después de que me haya ido, fantástico; no me opongo a eso. Pero no podría importarme menos lo que pasará con mi obra cuando esté muerto. Cuando sos más joven pensás en términos de gloria, adulación, inmortalidad, pero cuando levantas la mirada y ves adónde te llevan tus senderos de gloria por eso me pregunto cuando hablan del legado de los presidentes. ¿De qué se preocupan tanto esos políticos sobre sus bibliotecas y sus audios, o sus rostros grabados en estampillas y monedas? Es difícil parecer presidencial cuando estás en una urna.

-Deme una evaluación de su carrera hasta ahora.

-Mi sensación objetiva es que no he alcanzado nada significativo en términos artísticos. No lo digo con pesar, sólo describo lo que siento. Siento que no he hecho una verdadera contribución al cine. Comparado a contemporáneos como Scorsese o Coppola o Spielberg, no he influido a nadie, no de manera significativa. Stanley Kubrick sería un ejemplo de primera. Yo no he tenido ningún tipo de influencia. Por eso me resulta tan extraño que me hayan prestado tanta atención a través de los años. Y no estoy siendo una persona exageradamente modesta. Cuando soy bueno, sé apreciarme. No estoy triste ni soy confesionalmente masoquista, pero soy lo suficientemente astuto para saber que maximicé mis limitados talentos, hice buen dinero comparado con mi padre y, más importante, hasta ahora he tenido buena salud.

Cuando era chico, solía irme al cine para escaparme, 12 o 14 películas por semana, a veces. Y como adulto, he sido capaz de vivir mi vida de una manera autoindulgente. Logro hacer las películas que quiero y así logro vivir en ese mundo irreal de mujeres bellas, hombres ingeniosos y situaciones dramáticas, y manipular la realidad. Sin mencionar la música maravillosa y los lugares a los que me ha llevado [carcajadas]. Oh, y a veces logré salir con algunas de las actrices. ¿Qué podría ser mejor? Me he escapado hacia una vida en el cine, del otro lado de la cámara, más que del lado de la audiencia [pausa]. Es irónico que haga películas escapistas, pero no es que la audiencia escape, soy yo.

Por Hugo Alconada Mon
Corresponsal en EE.UU.

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