domingo, 26 de agosto de 2012

MARTE

Ya éramos todos rojos

Curiosity llegó a Marte pero el cine, la música y la literatura ya habían estado allí. En estos tres textos se reseña algunos de esos viajes.

POR Jordi Batlle Caminal / Esteban Lines / Carles Barba

Marte no tendrá vida, pero sí tiene cultura
Por Jordi Batlle Caminal (La Vanguardia)
Antes de conquistar el espacio, el hombre conquistó la imaginación: miró un bello cielo estrellado y especuló sobre los corazones que podían latir ahí afuera. Postuló que en la Luna había selenitas y en Marte, marcianos. Alentaban sus lucubraciones el temor a lo ignoto, la sed de conocimiento y un deseo muy humano de trascendencia de índole místico-religiosa, pero en el fondo prevalecía un anhelo desmedido por el escapismo y la aventura fantástica. El cine, como la literatura o el cómic, se puso las pilas en un pispás. Ya los pioneros emprendieron la gran hazaña: Georges Méliès viajó a la Luna en 1902, el aragonés Segundo de Chomón a Júpiter en 1909, etcétera. Marte sentó cátedra en 1924, en la producción rusa (pura vanguardia: expresionismo, cubismo y una inventiva onírica delirante) Aelita, de Yakov Protazanov, donde la reina del planeta rojo, la titular Aelita, se enamoraba de un humano que había huido de la Tierra tras asesinar a su esposa.
En los años cincuenta, más que viajar a Marte, fueron los marcianos quienes nos visitaron, y no precisamente para compartir con nosotros una horchata. Eran los años de la caza de brujas y la paranoia desbocada, y la invasión alienígena de La guerra de los mundos o Invaders from Mars podía leerse en clave ideológica: el pánico al terror rojo. La corriente, muy fructífera, sembró asimismo gratificantes subproductos para los amantes del cine psicotrónico, de Devil girl from Mars a Santa Claus conquers the martians (¿quién no saliva con un título de este jaez?). Años más tarde, la modalidad se revisará con distanciamiento irónico en blockbusters como Independence day o Mars attacks!. Y a principios del nuevo siglo detectaremos un interés renovado por viajar a Marte en películas de la ambición de Planeta rojo, Misión a Marte (un Brian de Palma de suprema fascinación visual malogrado por un tramo final que era algo así como un empacho de papilla new age) o la rotunda, trepidante Fantasmas de Marte de John Carpenter, gran savoir faire narrativo.
Con todo, la gran película sobre Marte quizás sea, cortesía de Philip K. Dick, Desafío total, de Paul Verhoeven, thriller futurista sobre identidades confusas donde el planeta rojo ha sido ya colonizado y es un codiciado destino de vacaciones virtuales para terrícolas adinerados. A principios de los años sesenta, el astrónomo Carl Sagan sentó las bases de la terraformación. Hoy, el Curiosity da un paso de gigante en la épica espacial tal vez para descubrir... que el cine ya estuvo allí. (La Vanguardia)


Marte y la música: hasta en la sopa
Por Esteban Linés (La Vanguardia)
El pasado seis de junio se conmemoraba el cuarenta aniversario de la publicación del disco The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars (El ascenso y la caída de Ziggy Stardust y las arañas de Marte), una de las obras capitales de la primera época de David Bowie. Esa obra del llamado duque blanco veía la luz un año escaso después de Hunky Dory, otro hito en su singladura discográfica. A ambos discos les unía, entre otras cosas, el efervescente estado de creatividad de su autor y el empleo de una particular iconografía temática y visual. Por ejemplo, Marte. En el primero de aquellos discos, Bowie creó el personaje de Ziggy Stardust en forma de un extraterrestre bisexual de aspecto andrógino. En Hunky Dory, la temática ya se intuía y en un tema como Life on Mars? volvía a salir a colación el planeta rojo.
La historia del pop y del rock está trufada por centenares, por miles, de referencias inspiradas por el planeta Marte en sus letras. O en los mismos nombres de sus protagonistas. Cogidos al azar: allí tenemos a Mick Mars, guitarrista de los heavies Mötley Crüe y llamado en realidad Bob Alan Deal; también nos encontramos al actual rompepistas Bruno Mars, llamado en realidad Peter Gene Hernández; un legendario (de 1973 y con solo un disco en su haber) grupo italiano de rock progresivo llamado Campo di Marte; una ríada de contundentes bandas españolas y latinoamericanas como Sol de Marte, Toboganes a Marte o, simplemente, Marte. También hay referencias mucho más solventes y reconocidas: el extraordinario dúo alemán Mouse on Mars, cuya sugerente mezcla de post-rock, dub, tecno y trance influyó poderosamente en la escena anglosajona (como en el Fear of music de los Talking Heads), o los actuales 30 Seconds to Mars, banda californiana proclive a una suerte de rock experimental.
Son las canciones, sin embargo, donde el influjo marciano ha sido más evidente. No hablamos de A Marte, del grupo argentino El general Paz & La Triple Frontera, ni de En la luna y en marte, de Rumberos. Se trata de una referencia que no sólo aparece en David Bowie -del cual se hizo eco Radio Futura en Divina (Los bailes de Marte)- sino en nombres legendarios: ligado a Bowie aparecen T. Rex (Ballrooms of Mars) y Lou Reed (Satellite of love) y en el otro extremo se podrían situar los viajes de Jimi Hendrix (The stars that play with laughing Sam's dice) y Grateful Dead (Black-throated wind). Y en medio, por ejemplo, el Rocket man de Elton John o el Venus and Mars de Paul McCartney.


Literatura de ciencia ficción que ha ahondado en la relación con el 'otro'
Carles Barba (La Vanguardia)
Marte ha inspirado una abundante literatura de ciencia ficción, mayormente en el siglo XX, de cuño anglosajón, y en las dos direcciones posibles: marcianos que viajan a la tierra (para atacarla o ayudarla) y terráqueos que vuelan a Marte (para explorarlo y colonizarlo). H.G. Wells, con La guerra de los mundos (1906), inaugura la primera veta, y en su vertiente terrorífica, con los alienígenas invadiéndonos (en EE.UU., gracias a una emisión radiofónica de Orson Welles, llegaron a creérselo y cundió el pánico) hasta que son destruidos por una epidemia de microorganismos. En 1959 Kurt Vonnegut escribirá una variante, y en Las sirenas de Titán imagina con ácido sentido del humor un ejército marciano formado en realidad por colonos humanos adiestrados en el espacio.
La situación contraria, la ocupación de Marte por humanos, ha interpelado mucho más la imaginación de los escritores. El autor de Tarzán, Edgar Rice Burroughs, en 1917 inició con Una princesa de Marte una serie en la que John Carter despierta un buen día en el planeta rojo, y confraterniza enseguida con sus habitantes, echándose novia y sintiéndose un superhombre. Un niño norteamericano de diez años (Ray Bradbury) leyó con avidez estas historias (que suman once tomos) y en 1950, con Crónicas marcianas, alumbró una obra maestra de la ciencia ficción: un conjunto de relatos donde los humanos conquistan un Marte desolado, al punto que Borges exclamó: "¿Qué ha hecho este hombre de Illinois para que episodios de la conquista de otro planeta, me pueblen de terror y soledad?".
Philip K. Dick abundará en los 60 en esta visión tétrica en narraciones como Tiempo de Marte, donde comunidades aisladas habitan un planeta inhospitalario. En cambio Kim Stanley Robinson, en su trilogía de 1993-94-96 (Marte Rojo, Marte Verde, Marte Azul) relata optimistamente la historia de los cien primeros colonos, que hallan las claves de la vida eterna.
Habría en este sentido un lote de ficción marciana que hace de la sociedad alienígena portadora de valores utópicos. En los años prerrevolucionarios, el ruso Alexander Bogdanov escribió por ejemplo Estrella Roja (1908) en donde los pobladores del planeta rojo son comunistas y vienen a la tierra a sacarnos de nuestra fase primitiva capitalista. Y en 1971 el alemán Kurt Lasswitz, con Dos planetas, fabula a unos alienígenas de gran capacitación tecnológica que acuden a la tierra para transmitirnos sus saberes. El norteamericano Robert Heinlein en 1961 escribió por su parte Forastero en tierra extraña, que comienza así: "Érase una vez, cuando el mundo era joven, un marciano llamado Smith". En realidad, es un niño superviviente en Marte de una expedición humana, criado allí entre marcianos, y que de mayor viene a la tierra a redimirla con sus extraordinarias habilidades e ideas.

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