"Para que el aborto sea legal, tiene que haber una revolución cultural"
La directora de Yo aborto, tu abortas, tod@s callamos reflexiona sobre el origen y el desarrollo de su film en el que siete mujeres, la propia realizadora entre ellas, ofrecen su testimonio sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
Carolina
Reynoso está en la playa de Punta Alta, al sur de Buenos Aires. Ella
nació ahí en 1977. Con los pies descalzos y el viento sobre la cara,
mira a la cámara y dice: "Yo aborté." Luego cuenta su historia. Lo mismo
hacen otras seis mujeres, provenientes de distintas geografías, de
distintas clases sociales, con distintos imaginarios culturales, más y
menos jóvenes, con hijos o sin ellos. En general abortaron solas
(algunas, acompañadas por sus parejas). En general lo hicieron a
espaldas de su familia o con el acompañamiento de las mujeres de la casa
(nunca de los varones). Con este mosaico de voces y vivencias se
construye Yo aborto, tu abortas, todxs callamos, que se exhibe en el
Cine Gaumont. Se trata de un documental que busca desterrar mitos para
obtener una mirada renovada y desestigmatizante de una situación que
atraviesan unas 500 mil mujeres por año en nuestro país (las cifras no
son oficiales porque, en términos legales, el aborto sigue siendo una
práctica clandestina). Uno de los rasgos interesantes es que Reynoso,
directora de esta película, es la primera en asumir que –como indica la
clásica consigna feminista– lo personal es político. "Para lograr que el
aborto sea legal, seguro y gratuito tiene que haber una revolución
cultural. Y nos la tenemos que poner en el hombro los intelectuales, los
artistas, quienes construimos hechos culturales que buscan ser
masivos", dice la realizadora, egresada del Centro de Investigación y
Experimentación en Video y Cine que funciona en Buenos Aires
–¿Cómo surgió la idea de la película?
–Surgió en el marco de mis estudios de cine. Empiezo a investigar
qué es lo que había en el cine argentino respecto de este tema y no
había nada. Ese puntapié, que surgió de un interés personal, con el
transcurso de la investigación se fue haciendo militante y colectivo.
Porque me empecé a dar cuenta de que es una problemática que las mujeres
teníamos que decir en voz alta rompiendo con el silencio.
–¿Qué ocurrió con la decisión de incluir los testimonios que articulan el documental?
–Para romper el silencio, era necesario mostrar la cara, decir los
nombres, poner el cuerpo. Entonces tenía que ser yo la primera en
hacerlo, porque no le puedo pedir a otra que hable mientras me quedo
callada tras la cámara. Después me pregunté quiénes son las mujeres que
abortan. Y la verdad es que pueden ser todas. Entonces decidimos buscar
perfiles distintos: la fotógrafa boliviana Ruth Dávalos, la ex diputada
cordobesa Cecilia Merchán, las psicólogas Ketty Scheider y Gladys
Pannizi que viven en Bahía Blanca, la murguera Verónica López que vive
acá en Buenos Aires, en el barrio Saldías, y la referente mapuche Relmu
Ñanku, que vive en Neuquén.
–¿Por qué incluiste también la voz de militantes?
–Porque las organizaciones de mujeres y feministas vienen haciendo
una gran tarea desde hace años. Pienso, por ejemplo, en la Campaña por
el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito que ha llevado un proyecto
de ley al Congreso o la organización Lesbianas y Feministas por la
Descriminalización del Aborto que hace un trabajo a través de la línea
telefónica que brinda información sobre el uso de misoprostol y que
incluso escribieron un manual que se utiliza en todo el país.
–También incluís la voz del Colectivo de Varones Antipatriarcales.
–El productor, que además era mi pareja en el momento del aborto,
fue quien sugirió que tenía que incluir el "todxs callamos". Los hombres
también callan. Y en términos políticos, ellos también se deben hacer
cargo del derecho al aborto. Es lo que dicen los varones
antipatriarcales, incluso los que no tienen prácticas sexuales con
mujeres. Porque gracias a la lógica patriarcal, los varones tienen
privilegios históricos. Además, cuando se habla de aborto también se
habla de autonomía del cuerpo: para abortar, para decidir con quién
querés tener relaciones sexuales o para ponerte la ropa que quieras. Por
eso también los varones se tienen que apropiar de esta causa como
propia.
–¿Te sucedió que a lo largo del rodaje algunos cuestionamientos de
las mujeres que dan su testimonio te permitiera repensar algunas cosas?
–La que más me conmovió fue la primera entrevista que hice, a Ruth
Guzmán. Viví mi aborto con mucha culpa y mucho miedo porque no tenía
información. Cuando la entrevisté a ella, quería llevar todo el tiempo
el tema hacia el aborto como un drama. Y Ruth me corría, hasta que
triunfó su visión porque, en definitiva, era su palabra. Entendí que hay
muchas maneras de vivir el aborto. Ella lo hizo con mucha data,
acompañada. Entonces no fue una situación dramática. Se vive como un
drama cuando te estigmatizan, cuando no te dan información, cuando estás
sola.
–¿A quiénes va dirigida esta película?
–A quienes militan, obvio. Pero también a las personas que no
tienen una posición tomada o la tienen en base a prejuicios. O las que
piensan que no conocen a ninguna mujer que abortó. «
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