domingo, 14 de junio de 2009

Un milagro judicial le cayó del cielo al cura pedófilo

Un milagro judicial le cayó del cielo al cura pedófilo

Grassi fue condenado a 15 años de cárcel por un caso de abuso, de los 17 de los que estaba acusado.

14-06-2009 / Las repercusiones luego de la polémica condena a Julio César Grassi.
Por Sebastián Hacher

delitosypesquisas@miradasalsur.com


Quienes el miércoles entraron por primera vez a la sala del tribunal que juzgó a Julio César Grassi se sorprendieron. La mayoría nunca había presenciado en vivo la frialdad del acusado, que no expresó emoción alguna ni siquiera cuando lo declaraban pedófilo. Si entre sus allegados y detractores hubo suspiros y alguna lágrima de alivio o tristeza, el rostro del cura parecía bañado en cera. El único cambio visible, aseguran sus conocidos, es que Grassi ya no puede sostener la mirada. Pocos meses atrás utilizaba ese recurso para intimidar a sus contrincantes, pero ahora sucede lo contrario: cada vez que sus ojos se encuentran con los de otra persona, baja la vista o la fija en el vacío.

Julio Cesar Grassi estaba acusado por 17 hechos de abuso sexual y corrupción de menores. Once de esos abusos correspondían a la víctima identificada como Luis, tres a Ezequiel y los dos restantes a Gabriel. El Tribunal Oral 1 de Morón lo declaró culpable por los hechos correspondientes a este último, y lo absolvió por todos los demás. “Pero el fallo –explicó Juan Pablo Gallego, abogado de la querella– es muy contradictorio. Comienza con un análisis de los hechos de Gabriel y reconstruye cómo va siendo llevado en un juego perverso de menor a mayor, hasta llegar al abuso más delicado que es el sexo oral. Habla de la credibilidad que le dieron los peritos y condena a Grassi por esos hechos. A partir de ahí, transita un camino inverso: empieza a atacar la prueba de cargo, no valora las pericias psiquiátricas de Grassi y de los otros chicos, y reproduce los argumentos de la defensa para descartar la acusación. Lo que era válido para un caso, no se considera así para los demás. Y se omiten todas las pruebas que demuestran que Grassi es un pederastra serial: muestran el abuso contra Gabriel como un hecho aislado en la vida del cura.”

Unos minutos después de escuchar la sentencia, y cuando ya habían salido al hall la mayoría de los que llenaron la sala, el condenado apareció entre la gente. Se detuvo en la puerta del salón de audiencias y enseguida un movilero de Radio 10 se paró frente a él, esperando el enlace para sacarlo al aire. Luego de una pequeña disputa –C5N también quería la primicia– el cura habló. Sus primeras palabras como convicto en libertad fueron trasmitidas en vivo y en directo. Lo que dijo sorprendió a todos: la justicia acababa de dictaminar que era culpable, pero Grassi intentaba ver el vaso medio lleno de su situación. “O soy bueno o soy malo –señaló a los periodistas– y acá se declaró un empate. Pero el empate no va. Si yo puedo salir a la calle y hasta tener contacto con los chicos es porque soy una persona de bien. Se trató de hacer algo salomónico, pero no lo es. Una persona mala que se dedica a este tipo de cosas tiene que ser serial, una persona que tiene cantidad de problemas, y en eso se apoyaba toda la acusación. Pero me condenaron por un solo caso”.

Como no había cámaras –los jueces sólo autorizaron la transmisión de audio– no quedó registro del pequeño temblor involuntario del labio inferior de Grassi al enfrentarse a los medios en su nueva condición. Un tic que desapareció al comprobar que estaba entre periodistas amigos que le preguntaban si se sentía bien. Ninguno de esos periodistas, por cierto, se preguntó por el ánimo de las víctimas, que lloraban en un rincón de la sala. Si alguien no tuvo voz en la cobertura de este juicio fueron ellos: una situación que, por repetida, es casi un cliché en casos de abuso.

“Contentriste”. El argumento del empate, como si se tratara de un evento deportivo y no de un juicio por corrupción de menores, era repetido por el cómico Raúl Portal, que llamaba al festejo asegurando haber “ganado dos a uno”, cosa que lo ponía “contentriste” y que lo dejaba en condiciones, según dijo más tarde en el programa de Jorge Rial, de retar a duelo a uno de los abogados querellantes. “No se dieron el gusto –repetía el cómico a quien quisiera escucharlo– de ver a Julio esposado. Y ahora puede entrar a la fundación, cosa que antes no podía. Empezamos con 30, quedaron 7 en la denuncia y ahora lo condenan por uno. ¡Por uno solo! Le pegamos en el poste, pero ahora vamos por ese”.

En la calle, mientras tanto, quienes se habían concentrado a favor y en contra del cura se trenzaban en la última pelea del día. Durante toda la jornada habían intercambiado consignas y gestos. Quienes estaban contra Grassi pedían cárcel para los violadores y, cada tanto, hacían gestos como si tocaran un violín. Del otro lado, los seguidores del cura respondían con insultos de distinto calibre. “Boliviana de mierda –gritaba una mujer con una remera a favor de Grassi– vení que te compro un paquete de fideos.”

Al conocerse el fallo hubo algunos forcejeos e intercambio de golpes, pero los seguidores de Grassi se pusieron violentos de verdad cuando llegó un grupo del Foro de los Derechos de la Niñez de Hurlingham. Al frente de esa delegación estaba la mujer que había dado cobijo a Ezequiel, uno de los denunciantes de la causa. Alguien la reconoció, y del lado de la gente de Grassi se desprendió un grupo que quiso arrebatarle la bandera. Como la mujer no la soltaba, la tiraron al piso y la golpearon. Entre los agresores se destacaba un joven que tenía un micrófono con un cubo de decía Tvdoc y que ya había intentado golpear a varios camarógrafos. El joven, que más tarde se defendería diciendo que trabajaba para Portal, fue detenido por la policía junto a otros dos seguidores de Grassi.

Pocos minutos antes, Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, había dicho: “Grassi es una persona peligrosa. Le dan demasiadas oportunidades sin entender que lo va a repetir, porque es un depravado nato. Es terrible que se lo haya dejado en libertad”. Al respecto, el abogado Gallego opinó que, en ese punto, el fallo también es contradictorio. “Al momento de resolver la libertad –explicó– los jueces dicen que no desconocen el episodio de octubre del 2002, en el que Grassi eludió a la policía, pero consideran que ahora no hay peligro de fuga porque la pena es menor a la que reclamaba la querella. Para otorgar la libertad a un condenado, el código habla de dos cuestiones: el peligro de fuga y la peligrosidad del condenado. En este caso se presume su peligrosidad ya que se trata de un pedófilo, y tiene antecedentes de evadir a la justicia.”

Antes de pedir licencia por vacaciones junto al resto de los miembros del tribunal, el juez Luis María Aldueza habló en Radio Continental y justificó su decisión. “Grassi –explicó allí– es un procesado y no un condenado firme. Continuamos con las medidas que había determinado la jueza de Garantías. No tenemos motivo para cambiarlas. Entendimos que la única que podíamos agregar era la prohibición de salir del país”. Cuando la periodista la preguntó por qué lo dejaban volver a la fundación donde cometió el abuso, Aldueza alegó que lo iba a tener que hacer acompañado por una persona designada por el propio Grassi. “Tampoco –argumentó el juez– podíamos fijarle una persona que lo controle permanentemente.”

El doctor Enio Linares, decano de la criminología argentina y perito en esta causa, opinó que la libertad de Grassi es un insulto a la sociedad. “Lo grave –dijo– en este tipo de situaciones es que el ignorante tiene iniciativa. Cuando el tribunal dice que lo deja libre porque que no va a reincidir, es casi una injuria. Están poniendo en la calle a una persona peligrosa para la sociedad. Grassi no se va a liberar de todo esto que tiene. Va a repetir las mismas cosas, porque tiene una estructura personal irreversible. Es un psicópata, pero es imputable porque es racional y consciente de sus actos. La única solución es el encierro.”

Santos culpables. Mientras se desarrollaba este debate, Grassi volvía a su rutina televisiva, ahora con una condena a cuestas. En una de sus primeras apariciones televisivas habló de la “mediatización de la causa”. El hombre que hizo de que la exposición una forma de vida, se quejaba de que las próximas instancias del juicio no tendrán tanto rating como esta. “No tiene tanta difusión –dijo en una de las entrevistas– un juicio ganado en Casación o en la Corte Suprema que ganado en primera instancia. Y aquellos que manejan medios saben que lo fuerte fue esto.”

También retomó un discurso que muchos consideran mesiánico. En C5N, el periodista Eduardo Feinman le preguntó si sentía que Dios le había fallado. “Acá –respondió el cura– lo que veo es un silencio de Dios. A veces hay que cargar un poco más de cruz, pero estoy seguro que algún día voy a resucitar.” Al salir del tribunal, había dicho que, a pesar de seguir en libertad, tenía “una carga interior” que “no sabía cómo superar”. En el diálogo con Feinman declaró: “El tiempo es lo que me pesa. No estoy libre, porque por más que pueda entrar a la fundación, pesa sobre mí una condena. Esto limita mi vida y mi ser”.

El discurso llamó la atención por ser contrario a la épica cristiana que el propio Grassi quiso construir alrededor suyo. En la tradición católica, el perseguido puede ser encerrado físicamente, pero mantiene la libertad del alma: el viejo adagio de la paz del espíritu de la que gozan los mártires. Al respecto, Linares explica que esa contradicción en su discurso mesiánico podría desnudar la verdadera naturaleza de Grassi, y cumplir su pronóstico de que cuando más habla, más vende. “Me dicen que está libre –explicó Linares–pero no es así. Grassi está aprisionado dentro de su interior. Siempre estuvo así. Nunca pudo satisfacer las exigencias de su impulso sexual. Tiene un transtorno obsesivo compulsivo y es un narcisista crónico. Es potencialmente suicida, pero no va a cometer esto porque es cobarde. Cuando dice que Dios no lo ayudó, está mostrando su propia cobardía.”

El martes próximo, los abogados de las víctimas van a presentar una apelación a la Cámara de Apelaciones y otra a la Cámara de Garantías. En el primer escrito pedirán que se revise la condena, a la que creen insuficiente. En el segundo, atentos a la peligrosidad de Grassi, solicitarán su detención inmediata. El primer trámite puede durar hasta nueve meses. El otro, se espera, podría resolverse en un mes. Después de ese plazo, esperan que Grassi cumpla la pena que le dieron. Como cualquier mortal.

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