martes, 29 de septiembre de 2015

Immanuel Wallerstein

Pasiones por los migrantes




En un mundo donde casi todos los temas parecen provocar divisiones profundas dentro de los países y entre éstos, se argumenta que el tema que hoy tiene las más profundas resonancias, a nivel geográfico, es el asunto de los migrantes. En este momento, el más agudo locus de atención es Europa, donde ocurre un vociferante debate respecto a cómo deberían responder los países del continente al flujo de refugiados, en especial aquellos que provienen de Siria, pero también los que llegan de Irak y Eritrea.El argumento básico en el debate público europeo ocurre entre quienes promueven la compasión, la moralidad y desean darle la bienvenida a migrantes adicionales, y aquellos que defienden la autoprotección, la preservación cultural y desean cerrar la puerta a la entrada de alguien más. Europa está bajo los reflectores, por el momento, pero existen debates paralelos por todo el mundo: Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica, Australia, Indonesia y Japón.
El catalizador inmediato del debate en Europa es la salida masiva de Siria, donde el deterioro del conflicto ha creado un agudo estado de peligro para un gran porcentaje de la población. Siria se volvió un país a donde regresar migrantes se considera contrario a las leyes internacionales. Por tanto el debate gira entorno a lo que debería hacerse.
Hay tres modos diferentes de analizar los puntos subyacentes: según las consecuencias que ocasionan los migrantes a el economía-mundo y las economías nacionales; a las identidades culturales locales y regionales, y a los ámbitos políticos nacionales y mundiales. Una buena parte de la confusión surge de no poder distinguir entre estas tres perspectivas.
Si uno empieza con las consecuencias económicas, la cuestión principal es si recibir migrantes mejora o empeora la situación del país receptor. La respuesta es que eso depende del país del hablamos.
Ahora estamos familiarizados con la transición demográfica en la que mientras más rico es el país, más probable es que las familias con ingresos de nivel medio tengan menos hijos. Esto ocurre básicamente porque reproducir las mismas o mayores perspectivas de ingresos para nuestro hijo requiere una considerable inversión en educación formal e informal. Esto es cargoso a nivel financiero si uno lo hace para más de un hijo. Además, mejoras en las instalaciones de salud tienen por resultado poblaciones que viven más.
Una menor tasa de nacimientos y vidas más largas implican que el perfil demográfico de un país se sesga hacia un porcentaje mayor de personas viejas y a un incremento en el periodo en que un hijo es mantenido fuera del mercado laboral activo. De aquí se deriva que menos personas en el rango de trabajo activo están brindado respaldo a un número mayor de personas en los rangos de edad mayores y menores.
Una solución para esto es aceptar migrantes, que pueden expandir la proporción de la fuerza de trabajo activa y por tanto aligerar el problema del respaldo financiero hacia las poblaciones extremas de viejos y jóvenes en ese país. En contra de este argumento hay la afirmación de que los inmigrantes abrevan de los recursos destinados a la asistencia social y, por tanto, son costosos. Pero los egresos de la asistencia social parecen costar bastante menos que el ingreso procedente de esta fuerza de trabajo activa más los impuestos adicionales que brindan los inmigrantes que laboran.
La situación es por supuesto bastante diferente en los países menos acaudalados, donde el impacto principal de aceptar migrantes sería precisamente la amenaza hacia los empleos de la población que todavía está dispuesta a aceptar los trabajos onerosos debido al perfil demográfico general del país.
En cuanto a la economía-mundo como un todo, la migración sólo cambia la localización de los individuos y probablemente afecte muy poco. Sin embargo, los migrantes sí implican un costo global por la necesidad de limitar las consecuencias humanitarias negativas de enormes números de migrantes. Solamente piensen lo que implica el costo de rescatar a migrantes a punto de ahogarse que se cayeron de frágiles embarcaciones en el Mediterráneo.
Si uno mira la cuestión desde la perspectiva de la identidad cultural, los argumentos son muy diferentes. Todos los Estados promueven una identidad nacional como mecanismo necesario para garantizar la primacía de la lealtad. Pero de qué identidad nacional estamos hablando. ¿Es lo francés, lo chino? ¿La cristiandad o lo budista? Es ésta precisamente la cuestión que diferencia la posición de la canciller alemana Angela Merkel de la del presidente húngaro Viktor Orban. Merkel asegura que los nuevos migrantes, sean del origen étnico o religioso que sean, pueden ser integrados como ciudadanos alemanes. Orban considera a los migrantes musulmanes como invasores que amenazan la permanencia de la identidad cristiana de Hungría.
El debate se extiende más allá de las fronteras nacionales. Para Merkel, la integración de los migrantes no es sólo hacia Alemania, sino hacia Europa. Para Orban, la amenaza no es sólo para Hungría, el Estado, sino para toda la Europa cristiana. Pero miremos el debate en Francia acerca de la vestimenta musulmana para las mujeres. Para algunos, la cuestión es irrelevante si es que los migrantes otorgan su lealtad a Francia como ciudadanos. Pero para los defensores de una versión absoluta de la laicité, la vestimenta musulmana para las mujeres es totalmente inaceptable, y viola la identidad cultural de Francia.
No hay un camino intermedio en esta clase de debate cultural. Crea un impasse. Y precisamente porque crea un impasse, empuja la discusión a la arena política. La capacidad de prevalecer implementando una prioridad cultural depende de nuestra capacidad para controlar las estructuras políticas. Merkel y Orban, como cualquier otro político, deben obtener el respaldo político (incluidos, por supuesto, los votos) o serán retirados del proceso de toma de decisiones.
Para mantenerse en el cargo con frecuencia deben hacer concesiones a las fuertes corrientes de opinión que no les gustan. Esto puede implicar también ajustes en la política económica. Así que si un día emiten una línea clara de política, al siguiente día pueden parece un tanto menos firmes. Son actores que deben maniobrar en los escenarios políticos nacional, regional y mundial.
¿Dónde estará Europa en 10 años en términos de sus sentimientos acerca de los migrantes? ¿Dónde estará el mundo? Es una cuestión abierta.
Dadas las realidades caóticas de un mundo en transición hacia un nuevo sistema histórico, sólo podemos decir que depende de las cambiantes fuerzas, momento a momento, el poder responder a los programas para el futuro. Los migrantes son un locus del debate, pero el debate es mucho más amplio.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/09/26/opinion/020a1mun
Traducción: Ramón Vera Herrera

domingo, 20 de septiembre de 2015

REFUGIADOS

Refugiados: los criminales de Estado no pueden resolver el crimen
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Eldiario.es


La crisis de los refugiados que vive Europa ha puesto al descubierto dos falacias: la del humanitarismo y la de la propia Europa. El humanitarismo, convertido en un mal menor, se ha adueñado de la política de asilo europea hasta el punto de ser ya un objetivo en sí mismo, sin relación alguna con la resolución del conflicto que lo hizo necesario. No es nada nuevo, si bien los últimos acontecimientos evidencian sin tapujos esta deriva. Así, el adjetivo “humanitario” ha acabado por neutralizar a todos los sustantivos imaginables, por muy contradictorios que pudieran parecer: guerra, ayuda, corredor, ataque, control, crisis, administración, labor, drama, asistencia, campamento, llamamiento, derecho... hasta de “banco humanitario” se habla. Pero solo cuando los refugiados han llegado al corazón de Europa perforando sus fronteras y la han puesto ante el espejo de sus vergüenzas, la comunidad internacional, otra entelequia como el humanitarismo, ha empezado a preocuparse por esta “crisis humanitaria sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial”.
Hace tres años que se suceden las llamadas de auxilio de las agencias para los refugiados de Líbano, Jordania y Turquía, los países limítrofes con Siria e Irak que vienen soportando el grueso del éxodo masivo de civiles (cerca de 4 millones según las estimaciones de Naciones Unidas). El 85% de estos refugiados se reparte entre estos tres países. No nos engañemos: que 200.000 refugiados (también son cálculos de Naciones Unidas) puedan conseguir abrir una brecha en la fortaleza europea no es nada en comparación con estas otras cifras, por más que los líderes de una Europa en extinción mercadeen con las cuotas de acogida.
Los refugiados que ahora llegan son mayoritariamente jóvenes, mujeres y hombres, que han logrado ir atravesando fronteras en periplos que cuestan entre 3.000 y 10.000 euros. Los gobernantes europeos saben lo que esto supone en términos de “clase social”, expresión tabú, si bien no esconden su cinismo; al contrario, es un cinismo que sirve para ganar votos: “¡Qué buena mano de obra la siria, tan bien cualificada para las industrias alemana y holandesa!”; “¡Qué bien que el número de cristianos calme los fantasmas otomanos de Hungría y Eslovaquia!”. Mientras, en Siria se acelera el ritmo del desplazamiento interno de la población (ya casi la mitad de sus 23 millones de personas) y la inmensa mayoría de los que están refugiados continúa en condiciones infrahumanas en los campamentos turcos, jordanos y libaneses. Y así pasarán otro invierno, pues los gobiernos europeos siguen discutiendo qué hacer aquí, para no hacer nada allí. Y con ello calmarán su conciencia humanitaria, al menos de momento.
El cinismo se agrava a la hora de repartir responsabilidades. El discurso bienpensante ya ha encontrado la causa de la avalancha inesperada en Europa: el avance del ISIS en Siria e Irak. Es un argumento útil en muchos sentidos, por más que las cifras revelen, otra vez, una realidad distinta: entre enero y julio han sido asesinados en Siria 2.209 niños, de ellos el 82% por ataques de las fuerzas de Al-Asad, y el 5,2% por los del ISIS y el Frente Al-Nusra; es más, el 90% de los civiles sirios heridos se debe a ataques del régimen. Aunque hace apenas un año que Abu Bakr Al-Bagdadi apareció en la mezquita de Mósul proclamando su califato, el Estado Islámico hace meses que es el protagonista absoluto de la guerra en Oriente Medio, con sus secuelas en Europa. Con ello Al-Asad se ha convertido en el criminal indispensable para resolver su crimen: la coalición que nunca se formó para luchar contra su régimen se ha aliado con él contra el nuevo enemigo común, el ISIS. La incapacidad de la política y la diplomacia europeas ha encontrado en las barbaridades del ISIS una gran excusa para justificar lo injustificable.
Con el argumento de la prioridad de la lucha contra el yihadismo, los gobiernos occidentales se apresuran estos días a reciclar el régimen de Al-Asad. Staffan de Mistura, el enviado especial de Naciones Unidas para Siria, expresó bien claro ya en febrero que “ el presidente Al-Asad es parte de la solución”. Lo hizo con matizaciones como que no es “amigo” o “socio” sino una necesidad ante lo perentorio de la lucha contra el ISIS. Fue la señal de que se abría un nuevo tiempo, y desde entonces esta consigna ha venido marcando la hoja de ruta de los líderes europeos, con altisonantes desmentidos y retruécanos varios. Pero Mistura se reafirmó a primeros de septiembre en su encuentro en Beirut con el viceministro iraní de Exteriores, Husein Amir Abdolahian. Aquí en España el vocero de esta tesis ha sido el ministro de Exteriores García-Margallo, quien en su reciente viaje oficial a Teherán ha manifestado que “ ha llegado el momento de entablar negociaciones con el régimen de Al-Asad”. Irán, parte necesaria de la solución, sabe que no habrá presiones mientras el Congreso de EEUU no apruebe el acuerdo nuclear, a finales de año. Para 2016 una distribución de fuerzas distinta estará consolidada.
En el otro bando, el que la Unión Europea quiere ignorar a la hora de buscar culpables, Arabia Saudí y los países del Golfo saben igualmente que nadie va a poner trabas a sus designios contrarrevolucionarios, si es que hubiera alguien dispuesto, mientras no se aclare “el expediente iraní”. Lo mismo que saben que toda solución en Oriente Medio pasa por sus manos. En Yemen, vecino siempre díscolo y en el que la revuelta iniciada en 2011 había alumbrado una peculiar transversalidad social, los saudíes están jugando nuevas bazas al estilo de las de Siria, a golpe de yihadismo y talonario: en 2014, Arabia Saudí superó a la India como primer importador mundial de armas, y se prevé que en 2015 pague uno de cada siete dólares que la industria mundial exporte. Los yemeníes están pagando muy cara la recomposición geoestratégica en marcha: según estimaciones de Naciones Unidas, el 80% de la población precisa asistencia alimentaria. Es la misma ONU que acaba de llamar a Arabia Saudí “el Reino Humanitario” por su disposición a financiar la ayuda a los desplazados internos yemeníes, fruto de la agresión militar liderada ¡por la misma Arabia Saudí! En estos meses de guerra,Yemen se ha convertido en un país igual de devastado que Siria. Yemen queda lejos, no será fácil que los refugiados lleguen al Mediterráneo de momento, pero puede dar idea de la desesperación reinante el que Somalia y Yibuti, dos de los países más pobres del mundo, sean los principales lugares de acogida de los 60.000 yemeníes que ya han abandonado el país.
La crisis de los refugiados ha devuelto el protagonismo a la política común europea, aunque seguramente sea para enterrarla. Porque mientras solo sirva para idear soluciones caseras sobre reparto y gestión de cupos o sobre el desafío yihadista, los criminales seguirán sabiéndose necesarios, y actuarán en consecuencia. A Europa le convendría asumir que mientras en el Sur no haya eso que llama “estabilidad”, en el Norte cada vez habrá menos.


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domingo, 13 de septiembre de 2015

CRISIS MIGRATORIA


Crisis migratoria: brazos abiertos para dar la bienvenida, armas para mata
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Amy Goodman y Denis Moynihan
La avalancha de personas que huyen de la guerra y la miseria aumenta diariamente y alcanza las orillas y fronteras de Europa en un intento desesperado por verse a salvo. La mayoría viene de Siria, donde una guerra civil descarnada ha provocado la muerte a más de 200.000 personas en los últimos cinco años y el desplazamiento dentro y fuera de las fronteras de ese país de doce millones de personas, la mitad de la población siria.
Otros emigrantes vienen de África subsahariana. Huyen de la pobreza y los conflictos armados en sus países. Al igual que muchos sirios, estas personas logran llegar a Libia, país que actualmente se encuentra en un virtual estado de anarquía, y se arriesgan a cruzar el Mediterráneo en embarcaciones tan peligrosas como sobrecargadas de pasajeros. Miles se han ahogado. Paradójicamente, muchos de esos migrantes se dirigen hacia los mismos países que vendieron las armas que se utilizan en las guerras de las que huyen.
Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, se refirió a la crisis migratoria en su discurso sobre el estado de la Unión Europea, pronunciado esta semana en Estrasburgo, Francia: “No hablo de 40.000 ni de 120.000. Hablo de 160.000. Esa es la cifra de refugiados de la que los europeos debemos hacernos cargo y a los que debemos acoger con los brazos abiertos”. Junker utilizó en su discurso la expresión en inglés “take in arms”, refiriéndose obviamente a la idea de dar un abrazo protector, pero la palabra “arms”, paradójicamente, significa también “armas”. Otra europea, que ha visto de cerca el sufrimiento de los refugiados, toma la voz inglesa en ese otro sentido.
“Son nuestras armas las que destruyen esos países y diezman a sus poblaciones”, sostuvo Annette Groth en el noticiero “Democracy Now!”. Groth integra el Parlamento Alemán y es la portavoz de derechos humanos del partido alemán La Izquierda. Retornó recientemente de un viaje a Hungría, donde fue testigo de los miles de inmigrantes que se encuentran varados en la estación de trenes de Budapest: “Alemania es el tercer mayor exportador de armas, y tenemos muy buenas relaciones, hasta la exageración, con países como Arabia Saudita y Qatar, a pesar de que existe una gran oposición a esto, y mi partido siempre se opone, al igual que el verdadero movimiento pacifista. Nuestro gobierno aún está entregando armas a Arabia Saudita, que a su vez apoya al ISIS, a los yihadistas. ¿De qué estamos hablando?”.
El Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés) analiza y brinda información sobre el comercio de armas a nivel mundial. Un informe reciente delSIPRI destaca: "El volumen del comercio internacional de armas de gran envergadura registrado entre 2010 y 2014 fue 16% más alto que el registrado entre 2005 y 2009. Los cinco principales exportadores entre 2010 y 2014 fueron Estados Unidos, Rusia, China, Alemania y Francia". Entre los cinco principales receptores de esos cargamentos de armas de gran envergadura figuran Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, dos aliados de Estados Unidos que, según afirman múltiples informes, estarían apoyando de manera significativa al ISIS, que es el principal antagonista en la guerra civil en Siria y en Irak. A todo ello se suman las últimas noticias respecto a que Rusia ha incrementado su asistencia militar al régimen del presidente sirio, Bashar al-Assad, que el Reino Unido participó directamente en ataques aéreos en Siria y que Francia se prepara para hacer lo mismo.
Si bien muchos países europeos están aceptando refugiados (el primer ministro finlandés incluso puso a disposición su casa de huéspedes), superando así ampliamente cualquier tipo de bienvenida que haya ofrecido el gobierno de Obama, nada de eso resuelve el problema. Lo que hay que resolver son los conflictos en Medio Oriente. Pero, ¿es posible que eso suceda si Estados Unidos (y Rusia, y Alemania, y Francia) continúan vendiendo grandes cantidades de armas a los beligerantes países de la región? El rey King Salman de Arabia Saudita visitó la Casa Blanca la semana pasada y se aseguró una nueva inyección de misiles y de las llamadas bombas inteligentes, además del arsenal que normalmente proporciona Estados Unidos a su país aliado, rico en petróleo.
“En Medio Oriente hay más armas que pan", reflexionó Annette Groth, del Parlamento Alemán. "Recuerdo una conversación que mantuvimos con un embajador de esa región hace unos tres años atrás. Él nos miró, a mí y a otros parlamentarios, y nos dijo: ‘Es hora de que occidente pase a buscar las armas que nos llevó’. Un concepto muy, muy cierto y muy simple”.

© 2015 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

viernes, 4 de septiembre de 2015

AYLAN KURDI

Posted: 03 Sep 2015 06:25 PM PDT
Una imagen ha dado la vuelta al mundo. Las redes sociales y la prensa recogían la instantánea en la que Aylan Kurdi, un niño sirio de apenas 3 años, yacía muerto tras ahogarse en el mar, a pocos metros de la costa.
Muchos han sido los usuarios de las redes sociales que han mostrado su horror e indignación ante tal tragedia. De repente, esa imagen ha entrado en las mentes y hogares del “primer mundo”, abriendo los ojos y agitando las conciencias del viejo continente.
A pesar de este aparente “despertar colectivo”, la mayoría de usuarios y grandes medios de comunicación han obviado la principal causa que ha originado esta oleada masiva de refugiados hacia las puertas de Europa, un hecho histórico sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Exclamaciones contra las “guerras” y los “conflictos armados” y palabras y manifestaciones en favor de la caridad, la atención y la acogida humanitaria han sido la reacción habitual estos últimos días.
Sería bueno, sin embargo, destacar una serie de informaciones que pueden ayudar a entender el origen de este éxodo.
Datos recientes de Acnur (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados) del informe “Tendencias Globales 2013″ [1] indican que el nivel de desplazamiento de personas en el año 2013 fue el más alto desde que se realizan estadísticas globales sobre desplazamiento forzado en el mundo: 51,2 millones de personas en total, de las cuales 16,7 millones son consideradas como refugiados.
El estudio señala, además, que los principales países de origen de estos refugiados son Afganistán (2,56 millones), Siria (2,47 millones) y Somalia (1,12 millones), lo que significa que sumados más de la mitad (53%) de los refugiados de todo el mundo proceden de estos tres países.
Casualmente, estos territorios han sido víctima directa de agresiones imperialistas muy variadas en los últimos años: invasiones, despliegue de tropas foráneas, bombardeos con aviación convencional y drones (aviones no tripulados), así como financiamiento de grupos armados de mercenarios con el objetivo de derrocar el orden constitucional.

Afganistán, la guerra contra el terror

El 7 de octubre de 2001, Estados Unidos y sus aliados (Reino Unido y Canadá), invadieron Afganistán en el marco de la llamada “Operación Libertad Duradera”, usando como pretexto los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ese mismo año el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas avaló la intervención mandando tropas al país bajo el paraguas de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF). En 2003 la OTAN se sumó a la invasión.
Desde 2006, Afganistán es claramente un país quebrado con un débil gobierno, se ha disparado la producción y tráfico de drogas y se ha incrementado la violencia fruto de las pugnas entre grupos armados.

Siria, la supuesta guerra civil

Desde el 15 de marzo de 2011, algunos países occidentales y monarquías árabes absolutistas financian y arman a grupos terroristas en la República Árabe Siria con el objetivo de derrocar al Presidente constitucional del país, Bashar Al Assad, debido a su perfil antiimperialista y no afín a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos, la Unión Europea y otros actores de la región como Israel, Turquía, Arabia Saudita o Qatar, entre otros.
Los grandes medios de comunicación occidentales venden esta nueva maniobra imperialista como si se tratara de una guerra civil, un conflicto interno donde una parte de la población se rebela frente al “tirano”. Sin embargo, la propia Hillary Clinton, admitía recientemente que el Departamento de Defensa estadounidense está financiando a la oposición armada siria, con adiestramiento de tropas y entrega de dinero y armamento para el combate.

Somalia, la intervención humanitaria

Desde 1992, la presencia de tropas estadounidenses en suelo somalí bajo el pretexto “humanitario” ha sido una constante. Pero tras esa misión de fachada solidaria se esconde, como siempre, el interés por el control de los recursos naturales y de zonas geoestratégicas. Es conocido que Somalia cuenta con grandes reservas de gas y petróleo; en 1986 el gobierno concedió a 4 grandes corporaciones el permiso para la extracción de crudo: Conoco, Amoco, Chevron y Phillips, que controlaban el 75% de los campos petrolíferos. Además, tiene reservas de uranio, hierro, estaño, bauxita, cobre y sal.
Por si fuera poco, por Somalia pasa el tráfico de mercancías del Mar Rojo, un 13% del tráfico marítimo mundial, que incluye el petróleo de Oriente Medio. De ahí la intervención estadounidense: hay que evitar que el país caiga en manos no afines a los intereses de la Casa Blanca.

Una conclusión inevitable

Resulta difícil, entonces, no vincular los datos ofrecidos por Acnur con las injerencias extranjeras sufridas en los tres primeros países que figuran en el documento de Naciones Unidas como principales exportadores de refugiados en el mundo.
Así, sería ingenuo, injusto y parcial limitarse a hablar de conflictos internos, guerras y migraciones motivadas por cuestiones puramente económicas.
Este vergonzoso éxodo, que ha indignado a la opinión pública internacional, no puede ser mal interpretado y respondido tan solo con una reacción paliativa.
La izquierda política, los movimientos sociales y las organizaciones internacionalistas deben leer correctamente los hechos y denunciar con contundencia lo que es en realidad una bochornosa evidencia: el mundo es hoy un polvorín fruto de las guerras de saqueo y rapiña. La solución no es exclusivamente humanitaria. Y la muerte de Aylan Kurdi es, en realidad, el símbolo de la barbarie imperialista, la verdadera raíz del problema.

Oriol Sabata