jueves, 8 de diciembre de 2016

Noam Chomsky y Harry Belafonte conversan sobre Trump, Sanders, el KKK y los corazones rebeldes, entre otras cosas

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El lunes, más de dos mil personas colmaron la iglesia Riverside de Manhattan para celebrar el veinte aniversario de Democracy Now! Fue una ocasión histórica, en parte porque fue la primera vez que Noam Chomsky y Harry Belafonte estuvieron juntos conversando sobre un escenario. Ambos son luchadores de larga trayectoria por la justicia social. Chomsky es un reconocido disidente político, lingüista y escritor en todo el mundo, que se hizo muy conocido en la década de 1960 por sus críticas a la guerra en Vietnam y el imperialismo estadounidense. Es profesor emérito de Massachusetts Institute of Technology, donde ha enseñado durante más de cincuenta años. Harry Belafonte es un activista por los derechos civiles de larga trayectoria, además de un cantante y un actor inmensamente popular. Fue uno de los confidentes más cercanos de Martin Luther King y participó de la organización de la marcha a Washington en el año 1963.
Para saber más de este tema, puede ver la conversación entre Chomsky y Belafonte.

martes, 15 de noviembre de 2016

“En Estados Unidos la Guerra Civil aún no terminó”

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“Si no lo resolvemos no habrá futuro para la humanidad (…) el Partido Republicano es la organización más peligrosa que ha existido en toda la historia. Literalmente. Porque sus políticas conducirán a la destrucción de la especie”.
Inteligencia artificial: “No hay nada remotamente cercano a la inteligencia humana. Los sistemas artificiales de reconocimiento visual son muy primitivos. Los automóviles autónomos no distinguen bien entre peatones y objetos. Nos habremos extinguido a causa del cambio climático o tras una guerra nuclear mucho antes de cualquier rebelión de las máquinas.”

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En su doble faceta de lingüista y crítico del poder, Noam Chomsky analiza a fondo el ascenso de Donald Trump, las características de la sociedad y el sistema político estadounidenses y las amenazas que asoman detrás de la creciente conectividad. 


oam Chomsky está solo. Sin guardaespaldas, asistentes, secretarias o una estela de estudiantes y admiradores que lo acompañen, el lingüista de 87 años abre la puerta con timidez y mira a ambos lados en busca de una cara conocida. Uno de los intelectuales más importantes del siglo XX y de lo que va del XXI ingresa en la oficina E19-623 del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) en Cambridge. Con un jean gastado y un sweater gris oscuro, luce cansado. Se sienta, cruza las manos y, flanqueado por un té, aguarda con calma.
No sonríe. Chomsky está preocupado. Sabe que el sorprendente ascenso de Donald Trump abrió heridas en un país tan complejo y contradictorio como Estados Unidos.
—¿Cómo explica lo sucedido en los últimos meses en el campo político norteamericano?
—Trump es muy hábil a la hora de incitar el miedo. Si uno observa a los que apoyan a Trump, son en su mayoría blancos de medios o bajos ingresos, poco educados. Curiosamente, entre estos grupos las tasas de mortalidad son altas. Muchos sienten que no hay nada para ellos. Hasta la irrupción de Trump en la escena política habían perdido toda esperanza. Son personas que piensan que se les ha quitado todo. Creen que les han arrebatado su país y que pronto los blancos serán minoría. No hay nada como el movimiento de supremacía blanca en otros países. Creen que el movimiento feminista les ha quitado su rol en las familias patriarcales. De ahí creo que viene tanto fanatismo por las armas. Tienen que tener armas para mostrar que son hombres reales. Además, el aumento de la atomización de la sociedad que deja a las personas solas y aisladas hace que se sientan impotentes frente a fuerzas que los aplastan. En ese clima no es difícil estimular miedos e incitar la bronca y el odio hacia los inmigrantes, hacia otras minorías y hacia el gobierno, como lo ha hecho el candidato republicano.
—¿A qué se debe esta actitud de muchos de los seguidores de Trump?
—Hay una diferencia entre lo que los ciudadanos reciben del gobierno y lo que creen que reciben. Gran parte de lo que reciben no lo ven. En estados como Mississippi hay actitudes anti-gobierno, pero viven en su mayoría con subsidios. Estados como Nueva York y Massachusetts están subsidiando a personas que viven en estados como Arkansas. Allí el gobierno es presentado como un ente que les roba. Se ha instalado muy fuerte la idea del “hard working american” (el trabajador estadounidense), víctima de un gobierno que no tiene clemencia. Candidatos como Ted Cruz y Donald Trump han construido sus campañas alrededor de esta figura. La gente termina cayendo en esas trampas.
—¿Qué le llamó la atención en las campañas presidenciales en términos de retórica o de lingüística?
—No tanto en retórica. Me sorprendió la irrelevancia de los hechos. Ya no importan cuáles son ciertos y cuáles son falsos. La verdad es irrelevante. Trump es un maestro en eso. Fue sorprendente ver cómo no importaba cuán locas eran las cosas que decía. Repitió una y otra vez que los musulmanes festejaron los atentados contra las Torres Gemelas. O que el gobierno mexicano organizaba criminales y violadores para mandarlos a través de la frontera. Decía lo que se le antojaba y no importaba. Las cosas que la gente cree son muy extrañas. Los evangelistas creen que Trump es uno de ellos. Hace unos años, una buena parte de la comunidad afroamericana creía que Bill Clinton fue el primer presidente negro. Y fue devastador para esa comunidad.

El problema más urgente

Hay muchos Noam Chomsky. Está el Chomsky científico que revolucionó la lingüística moderna con el desarrollo del concepto de gramática transformacional y generativa según la cual el lenguaje se adquiere porque los seres humanos estamos biológicamente programados para ello. Y está el Chomsky activista político, el crítico del poder, uno de los referentes de la intelectualidad de la izquierda mundial que no deja pasar una oportunidad para denunciar las deficiencias democráticas de la sociedad estadounidense o de su política exterior o la manipulación de los medios de comunicación por parte de las corporaciones. Esas dos caras confluyen en este hombre nacido en 1928 en Filadelfia, profesor emérito del MIT, y al que se lo puede ver a diario recorriendo con tranquilidad los pasillos de una de las universidades más influyentes del planeta.
—¿Qué temas le sorprendió que no se hayan tocado en los debates presidenciales o en la campaña en general?
—Durante las elecciones primarias me llamó la atención que no se discutieran temas económicos. Sólo se hablaba de levantar muros o de bombardear Medio Oriente. El que se destacaba era Bernie Sanders que sí hablaba de temas serios. Eso forzó a Hillary Clinton a moverse hacia esa dirección. Tampoco se discutió sobre el cambio climático.
—¿Por qué pasó eso?
—En las grandes democracias las decisiones están siendo tomadas por una pequeña elite económica. Su interés no es salvar a la especie. Su interés es la maximización de sus beneficios. Por eso los candidatos del Partido Republicano, que es esencialmente el partido de los ricos y privilegiados, negaron y niegan sistemáticamente el calentamiento global. El Acuerdo de París fue un paso muy importante para la reducción de los gases que provocan el cambio climático. Pero en Estados Unidos no fue reconocido por el Partido Republicano que controla el Congreso. En febrero de este año, la Corte Suprema suspendió el programa Clean Power Plan (Proyecto para una Energía Limpia) con el que Barack Obama buscaba limitar las emisiones contaminantes de las centrales térmicas. Fue un mensaje para el mundo.
—Pero en septiembre finalmente Obama ratificó junto a China el Acuerdo de París por decreto sin pasar por el Senado. ¿Qué cree que se puede hacer contra esta permanente negación por parte del Partido Republicano?
—Nadie lo quiere poner en palabras, pero de hecho el Partido Republicano es la organización más peligrosa que ha existido en toda la historia humana. Literalmente. Sus políticas conducirán a la destrucción de la especie. La población quiere que se haga algo contra el cambio climático pero su voluntad no influye en las decisiones. Una iniciativa llamada Yale Project on Climate Change Communication mostró que sólo uno de cada cuatro estadounidenses no cree en el cambio climático a pesar del consenso científico internacional.
—Donald Trump y Marco Rubio llegaron a cuestionar la idea de que la acción humana sea la responsable del cambio climático. Ted Cruz declaró que todo lo relacionado con el calentamiento global es un engaño. ¿Cuán peligrosas pueden llegar a ser estas actitudes?
—El cambio climático es un problema urgente. Es el problema más importante que ha enfrentado la especie humana. Si no lo resolvemos, no habrá futuro para la humanidad.

Nuevas caras, viejos fantasmas

El 9 de julio de 1955, Albert Einstein y el filósofo Bertrand Russell redactaron un manifiesto en el que alertaban sobre los peligros de la proliferación del armamento nuclear y exigían a los líderes mundiales buscar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales. “Recordad vuestra humanidad y olvidad el resto”, escribían estos dos intelectuales en el momento más crudo de la Guerra Fría.
Este año Chomsky, el italiano Toni Negri y el fundador de la New Left Review, Tariq Ali, continuaron aquella tradición precautoria y encabezaron un manifiesto por los derechos y libertades civiles en el Viejo Continente. “Europa marcha hacia su decadencia
–afirmaron–. El continente que pretendió emerger de la posguerra como garante de las libertades y derechos civiles se está hundiendo en la naturalización de la barbarie y en el vacío de una forma de gobierno crecientemente autoritaria. Enfrentada a la crisis más severa de su historia reciente ha elegido el peor de los caminos emprendiendo políticas que creíamos erradicadas”.
—¿Cuáles cree que serán las consecuencias de esta crisis en Europa?
—Desgraciadamente lo que ocurre ahora es una reminiscencia de lo que sucedió en 1930. El ascenso de Trump recuerda al ascenso del fascismo en Alemania. Entonces en Europa el centro colapsó. Los principales partidos decayeron, y la izquierda y la derecha se hicieron más extremas. Todos saben lo que pasó después.
—¿Y en el resto del mundo?
—Las desigualdades han aumentado en todos lados. Es uno de los efectos del neoliberalismo. Pero han aumentado más en los países anglosajones y en especial en Estados Unidos. En 2014, la organización internacional Oxfam calculó, en su reporte anual, que 90 individuos tenían la mitad de la riqueza del mundo. En 2015, eran 62 individuos en China, Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos. Bernie Sanders fue el único que lo hizo visible en su campaña.
—¿Cómo llegó el Partido Republicano a su situación actual?
—Hasta hace unas décadas era el partido del progreso y también el partido anti-esclavitud. Todo cambió con el tiempo, pero en especial en la década de 1960. El Movimiento por los Derechos Civiles tuvo un efecto polarizador. Los presidentes racistas –Nixon, Reagan, entre otros– se dieron cuenta de que podían usar el antagonismo y el racismo en el Sur a su favor. A muchos no les gusta hablar del tema, pero basta con mirar la campaña de Reagan. Fue el último líder mundial que apoyó el apartheiden Sudáfrica. Se negaba siquiera a admitir que existía tal cosa. Decía que era sólo un conflicto tribal.Reagan vetó sanciones contra el país africano aprobadas por el Congreso. Su guerra contra la droga fue organizada a partir de argumentos racistas. Aumentó la encarcelación de hombres negros. El Partido Republicano continuó la tradición racista del Sur. Si uno mira las elecciones presidenciales de 2012 y ve los estados rojos y los estados azules, o sea republicanos y demócratas, observa un mapa de la Guerra Civil.
—En los estados del Sur muchas personas no hablan de Guerra Civil sino de la “Guerra de la Independencia sureña”. ¿Está diciendo que en términos políticos aún se sigue peleando la Guerra Civil?
—Estados Unidos nunca desarrolló un sistema político basado en clases. Es un sistema político geográfico y se remite a los tiempos de la Guerra Civil. Que nunca terminó. Nixon explotó estos viejos rencores y miedos. Los grupos racistas y extremistas se alienaron en el Sur. En los últimos años, tanto el Partido Demócrata como el Republicano han girado hacia la derecha. Y el Partido Republicano salió del espectro. Sus políticas están orientadas a los más ricos y al poder corporativo. Si tuviéramos una sociedad democrática los impuestos a los ricos serían mucho más altos. En Estados Unidos los impuestos son bajos si se los compara con otros países, por eso muchas infraestructuras están colapsando y ciertos servicios son malos.
—¿Qué rol juega la religión en la política estadounidense?
—La gran base del Partido Republicano son evangelistas y fundamentalistas cristianos. Ese es un aspecto muy llamativo y curioso de Estados Unidos: es una sociedad extremadamente religiosa. No hay nada parecido entre otros países desarrollados. No se encuentran otras sociedades en las que un tercio de la población piense que el mundo fue creado hace algunos miles de años. Dos tercios de la población están esperando la “Segunda Venida” del Mesías. Es un fenómeno único de Estados Unidos y ha sido movilizado por el Partido Republicano porque necesita una base. En las elecciones primarias cada candidato se peleaba por mostrarse más religioso que el resto de sus contrincantes. No es algo nuevo. Esto se profundizó en los 80 cuando los tres candidatos –Carter, Reagan y Anderson– comenzaron la tradición de destacar su religiosidad para captar el voto creyente. Desde entonces, todos los candidatos a presidente se muestran religiosos. Y los que no lo son, como Bill Clinton o incluso Donald Trump, aparentan.
—Usted siempre ha sido muy crítico con el financiamiento de las campañas políticas. ¿Por qué?
—En Estados Unidos, los políticos siempre están en campaña y buscando recaudar fondos. Esto ha sido siempre un factor importante que socava la democracia representativa. El politólogo Thomas Ferguson estudió el tema en su libro Golden Rule: The Investment Theory of Party Competition en el que muestra que la financiación es un factor fundamental a tener en cuenta para predecir futuras políticas. Restringir esto sería importante.

Más conectados y más espiados

—Su libro Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media fue escrito en 1988. Desde entonces el ecosistema mediático ha cambiado. ¿Tiene nuevas hipótesis acerca de cómo afectan las redes sociales en la conformación de la opinión pública?
Hay gente que usa internet para tener acceso a más información. Pero creo que ese es un porcentaje muy bajo. Los estudios muestran que la gente va hacia aquello que ya cree, a sitios con los que uno ya está de acuerdo. Las redes sociales son una cámara de eco. Uno de los efectos más sorprendentes es la dispersión de teorías conspirativas. Es como si los hechos ya no importaran. Las redes sociales en lugar de conectar, aíslan. Cada joven tiene un celular y habla con alguien que cree que es un amigo. Pero lo que tiene son contactos muy superficiales. Lo veo en mis nietos. Ellos creen que tienen muchos amigos. Pero no son amigos. El efecto que esto tiene es que los aísla mucho más de lo que ya estaban. Es un ambiente muy superficial. Recibo muchas cartas y mails de personas que me dicen que cada vez les cuesta más leer. No leen. Ojean. Rastrillan algo con la mirada durante tres segundos y saltan a otra cosa. No veo que tengamos una población cada vez más educada. Al contrario. Y eso tiene consecuencias políticas.
—En 2015, usted dijo que Estados Unidos debería recibir como un héroe a Edward Snowden, refugiado en Rusia tras revelar secretos de Estado, y juzgar a quienes autorizaron la vigilancia de la población que Snowden denunció. ¿Considera que sus revelaciones tuvieron algún efecto en la defensa de la privacidad?
—Me hubiera gustado que así fuera. Pero la vigilancia de los ciudadanos sigue en alza. Y cuando al fin llegue la llamada “internet de las cosas”, la interconexión de todos los objetos, creo que será monstruoso. Cualquier cosa que mires va a estar mandando información privada a la Agencia de Seguridad Nacional.
—Junto a figuras como Elon Musk y Stephen Hawking, usted también alertó recientemente sobre los peligros de usar la inteligencia artificial para el desarrollo de armas. ¿Cree que a largo plazo estos avances pueden tener consecuencias sociales?
—Hay que tener cuidado. Pero al mismo tiempo hay que señalar que hay un gran despliegue publicitario o hype (bombo) alrededor de la inteligencia artificial. Está muy lejos de los logros que se le atribuyen. Hay que ser cautelosos. Sí, se han hecho grandes avances, los automóviles autónomos son muy lindos, pero no hay nada remotamente cercano a la inteligencia humana. Los sistemas artificiales de reconocimiento visual son muy primitivos. Los automóviles autónomos no distinguen bien entre peatones y objetos. Nos habremos extinguido a causa del cambio climático o tras una guerra nuclear mucho antes de cualquier rebelión de las máquinas. Otro tema a tener en cuenta es todo lo que refiere a investigaciones de ingeniería genética. Aún hay mucho que no sabemos sobre el genoma. Por eso las consecuencias de modificar un solo gen podrían ser impredecibles.
—A comienzos de 2016, el FBI llevó a Apple a los juzgados por negarse a desbloquear el iPhone de uno de los terroristas del atentado en San Bernardino. ¿Cómo ve los choques entre gobierno y corporaciones por el tema de la privacidad?
—Es un conflicto interesante. Personalmente espero que Apple gane a largo plazo. Básicamente hay un conflicto entre dos centros de poder en este asunto. No se trata de la primera batalla. El gobierno está dominado por el poder corporativo, pero aún así hay conflictos. Otro caso sucede en Irán. Las corporaciones estadounidenses se mueren por entrar al mercado iraní pero el gobierno no las deja. Lo mismo en Cuba. Durante décadas distintas empresas estuvieron a favor de la normalización de las relaciones: farmacéuticas y corporaciones de energía quieren entrar al mercado cubano. Pero el gobierno las bloquea.

Los orígenes del lenguaje

A diferencia de otros investigadores que no salen de su campo de estudio y deslizan bajo la alfombra de la privacidad sus opiniones políticas, Chomsky no traza límites. Sabe que su especialidad –la lingüística– y aquella facultad que lo desvela –el lenguaje– no están aisladas de la sociedad y de los conflictos de poder que la atraviesan, moldean y definen. Por eso, no le cuesta saltar de un tema a otro como si prendiera y apagara un interruptor.
—Junto al especialista en ciencias de la computación Robert C. Berwick escribió el reciente libro Why Only Us: Language and Evolution en el que exploran los grandes enigmas del lenguaje humano, cómo los seres humanos adquirimos esta capacidad distintiva. ¿Qué es lo que la hace única?
—El lenguaje humano es totalmente distinto a cualquier otro fenómeno del mundo animal. No hay análogo alguno. Ninguna otra forma de comunicación en la naturaleza está al nivel del lenguaje humano. Lo que descubrimos en las últimas décadas es que el lenguaje es como cualquier otro sistema biológico. Todos tenemos básicamente el mismo sistema visual, pero las primeras experiencias a las pocas semanas de vida son cruciales para su desarrollo. En el caso del lenguaje, hablamos distintos idiomas y hay evidencia que demuestra que las diferencias se limitan a la exteriorización, aquella que permitió la interacción social y llevó a la emergencia de estructuras sociales más complejas. La internalización, en cambio, parece ser uniforme. Las capacidades cognitivas y lingüísticas son las mismas en todos los humanos. Las diferencias son superficiales. Existen muy pocas evidencias de la llamada hipótesis de Sapir-Whorf, según la cual el lenguaje determina la manera en que pensamos.
—O sea, el lenguaje nos cambió por fuera y por dentro.
—Ese rasgo es único en el lenguaje: es un sistema internalizado. La visión sólo responde al ambiente. Nada es creado por la visión per se. No hay una generación de “oraciones visuales” ni representaciones. El lenguaje es único porque es un sistema interno y generativo. Por eso, que sepamos, los humanos tenemos un tipo de pensamientos que el resto de los animales no tienen. Eso es llamativo. Los humanos somos radicalmente diferentes de cualquier otra cosa en el mundo biológico. Los Homo sapiens somos recientes: tenemos 200 mil años. Eso es nada en términos evolutivos. Y parece que el lenguaje emergió casi inmediatamente.
—¿Cómo lo saben?
—Todos venimos de África. Pero hay evidencias genéticas de que un grupo, los San (los llamados bosquimanos. N. del E.), se habría aislado del resto hace aproximadamente 120 mil años. Y esta tribu también tiene lenguaje. Eso da a pensar que el lenguaje se originó entre 200 y 120 mil años atrás. El lenguaje es genético y hay fuertes evidencias de que no evolucionó desde que el humano salió de África.

La imposibilidad de debatir en el ring

En 1971, Noam Chomsky tuvo un recordado debate con el francés Michel Foucault sobre la naturaleza humana. Fue en la Universidad de Amsterdam dentro del International Philosophers Project. Las pocas grabaciones que quedaron de aquel encuentro muestran a estos dos gigantes del pensamiento del siglo XX serios, serenos, como dos boxeadores midiéndose sobre un ring.
—¿Por qué cree que esos debates entre intelectuales ya no tienen el peso que tenían en otra época?
—Ese debate fue en Holanda. No están dadas las condiciones para que se pueda repetir algo así en Estados Unidos. En muchos países europeos, e incluso en América Latina –como en Argentina–, se dan discusiones en los medios de comunicación que no existen en Estados Unidos. Una vez me invitaron a La Habana para discutir la situación de los negocios en Cuba y hablamos con total normalidad. Cada vez que estoy en la televisión iraní o rusa puedo hacer duras críticas al gobierno norteamericano. Pero no puedo hacerlo en la propia televisión de Estados Unidos. Además, si estás en la televisión de Estados Unidos sólo te dan 30 segundos… Se perdió el pensamiento crítico.
—Más allá de eso, ¿en qué sí es optimista?
—No se puede negar que hubo cambios significativos en las últimas generaciones. En ciertos aspectos, Estados Unidos es un país más libre. Cuando llegué al MIT en 1955 estaba dominado por hombres blancos, obedientes, que hacían sus tareas. Ahora es totalmente diferente. Y ocurre en todo el país. Lamentablemente no hay activismo. La campaña de Bernie Sanders fue interesante por esa razón: despertó ese activismo dormido en cierto sector de la sociedad estadounidense. Estaba ahí. Sólo había que espabilarlo.
Por Federico Kukso* / Le Monde Diplomatique nº 209 – Noviembre de 2016

miércoles, 6 de julio de 2016

Protestan en EE.UU. por policía que mató a afroamericano


Alton Sterling fue asesinado luego de que, por una llamada anónima, la policía acudiera para investigar qué estaba pasando con el vendedor de CD
Un testigo informó que cuando la policía le disparó a Alton Sterling, éste no tenía arma en las manos; aunque sacaron una que presuntamente estaba en el bolsillo del hombre, cuando ya estaba tirado en el suelo con más de cuarto disparos.

Un oficial de policía del estado de Lousiana mató a un afroamericano en una supuesta confrontación que tuvo lugar en la ciudad de Baton Rouge. Este caso de violencia policial es un de los tantos que tiene una connotación racial en Estados Unidos (EE.UU.) y que ha provocado manifestaciones por parte de la ciudadanía.
Alton Sterling, de 37 años de edad, murió este martes por múltiples heridas causados por impacto de balas en el pecho y la espalda.
El incidente, ocurrido en las afueras de un mercado en la capital estatal. Se desarrolló luego de que la policía recibiera un llamado anónimo, porque supuestamente un hombre que vendía CDs estaba amenazando a las personas con una pistola.
Los oficiales que acudieron al llamado tuvieron una seuda pelea con el hombre y uno de ellos terminó disparándole al afroamericano.
Los dos agentes fueron dados de baja administrativa, que es la política estándar del departamento, mientras se desarrollan la investigaciones del caso.
Un testigo, el propietario de la tienda frente a la que ocurrió el incidente, Abdul Muflahi, informó que el primer agente empleó una pistola eléctrica contra Sterling mientras el segundo trataba retenerlo.
Cuando Sterling trató de quitarse de encima al segundo agente, el primero le disparó "de cuatro a seis veces", dijo Muflahi.
"Sterling no tenía una pistola en la mano en ese momento", dice el testigo, pero sí vio cuando los agentes sacaron un arma del bolsillo de Sterling, después del tiroteo cuando éste ya estaba neutralizado.
El capitán L'Jean McKneely indicó que hasta los momentos no se podía confirmar esa descripción de los hechos ni cualquier otro detalle sobre la investigación.
Momento del asesinato de Sterling:

miércoles, 4 de mayo de 2016

Chomsky sobre el candidato Sanders

Noam Chomsky: los simpatizantes jóvenes de Sanders son una “fuerza movilizada que podría cambiar el país”


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Durante el encuentro del martes en la Biblioteca Pública de Brooklyn, le preguntaron a Noam Chomsky, reconocido disidente político, lingüista, escritor y profesor, acerca de la campaña de Bernie Sanders camino a la Casa Blanca. “Lo consideran un extremista y un revolucionario, caracterización que es bastante interesante, dado que básicamente se trata de un demócrata del New Deal común y corriente”, dijo Chomsky. “Sus opiniones no hubieran sorprendido al presidente Eisenhower, quien, de hecho, sostuvo que todo aquel que rechace los programas del New Deal no pertenecía al sistema político estadounidense. Eso ahora es considerado muy extremista”. Chomsky concluyó señalando que Sanders “movilizó una gran cantidad de jóvenes que dice ‘Miren, no vamos a dar más nuestro consentimiento’. Y si se convierte en una fuerza capaz de organizarse y movilizase de forma continuada podría cambiar el país, quizás no en estas elecciones, pero sí en el largo plazo".

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domingo, 20 de marzo de 2016

Entrevista a NOAM CHOMSKY

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Las elecciones presidenciales de 2016 ponen a Estados Unidos en peligro de “un desastre completo”

Truthout

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Vivimos tiempos críticos y dramáticos. El neoliberalismo sigue siendo la doctrina político-económica suprema al tiempo que las sociedades se siguen deteriorando a medida que se reducen tanto las inversiones públicas como los programas y servicios sociales para que los ricos puedan enriquecerse más. Al mismo tiempo el autoritarismo político está en auge y en opinión de algunas personas se dan las circunstancias para que emerja un régimen protofascista. Mientras tanto, aumenta la amenaza del cambio climático en la medida en que los dirigentes políticos siguen careciendo de valor y de visión de futuro para avanzar con sistemas energéticos alternativos, con lo que ponen en peligro el futuro de la civilización humana.Por estas y por otras razones las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 son clave para el futuro de este país y para el mundo en general. De hecho, esta puede ser la última oportunidad que tenga Estados Unidos de elegir a un dirigente que pueda cambiar el curso de su política interna y externa, aunque si se observa el actual paisaje político hay pocas posibilidades de que esto ocurra.
En efecto, como declaró Noam Chomsky a Truthout en esta entrevista exclusiva, los candidatos políticos para las elecciones presidenciales de 2016 apenas abordan los problemas fundamentales a los que se enfrentan tanto el país como el mundo. Mientras tanto, el auge del Trumpismo y la lucha de los candidatos republicanos a ver quién es más racista y extremista son reflejo de las muy arraigadas “ideas de pérdida y miedo” de muchos estadounidenses.
Sin embargo, en opinión de Chomsky estas elecciones son decisivas y tienen una enorme importancia.
C.J. Polychroniou: Noam, empecemos analizando cómo se desarrollan las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 en lo que se refiere a la situación del país y al papel que desempeñan en los negocios globales, así como los puntos de vista ideológicos expresados por algunos de los principales candidatos de ambos partidos.
Noam Chomsky: No se puede ignorar que hemos llegado a un momento único en la historia de la humanidad. Por primera vez hay que tomar inmediatamente decisiones que determinarán, literalmente, las posibilidades de una supervivencia humana decente y en un futuro no distante. Ya hemos tomado esta decisión para una enorme cantidad de especies. La destrucción de especies está al nivel de hace 65 millones de años, la época de la quinta extinción que acabó con la era de los dinosaurios. Aquello también abrió el camino a los mamíferos pequeños y en última instancia a nosotros, una especie con capacidades únicas, incluida, por desgracia, la capacidad de destruir fría y salvajemente.
Joseph de Maistre, un autor reaccionario del siglo XIX opuesto a la Ilustración, criticó a Thomas Hobbes por adoptar la locución latina “el hombre es un lobo para el hombre” ya que la consideraba injusta con los lobos, que no matan por placer. Esta capacidad se hace extensible a la autodestrucción, algo de lo que ahora estamos siendo testigos. Se supone que la quinta extinción fue causada por un asteroide descomunal que chocó contra la Tierra. Ahora nosotros somos el asteroide. El impacto sobre los seres humanos ya es significativo y pronto será incomparablemente peor a menos que se emprendan inmediatamente acciones decisivas. Además, cada vez es mayor el riesgo de una guerra nuclear, una sombra siniestra que siempre planea sobre nosotros. Esto debería acabar con cualquier otra discusión. Podemos recordar la respuesta que dio Einstein a la pregunta sobre qué armas se usarían en la siguiente guerra. Respondió que no lo sabía, pero que la guerra que siguiera a aquella se lucharía con hachas de piedra. Si se examinan los impactantes antecedentes vemos que casi es un milagro que hasta ahora se haya evitado el desastre y los milagros no duran eternamente. Y, por desgracia, también es demasiado evidente que el riesgo es cada vez mayor.
Afortunadamente, hay otras capacidades que contrarrestan estas capacidades destructivas y suicidas de la naturaleza humana. Hay buenas razones para creer que figuras ilustradas como David Hume y Adam Smith, y el pensador y activista anarquista Peter Kropotkin tenían razón al considerar que la simpatía y la ayuda mutua eran propiedades esenciales de la naturaleza humana. Pronto descubriremos qué características están en alza.
Volviendo a su pregunta, podemos preguntarnos cómo se están abordando estos problemas formidables en el gran espectáculo de las elecciones cuatrienales. Lo más sorprendente es que ninguno de los partidos se refiere apenas a ellas.
No hace falta volver sobre el espectáculo de las primarias republicanas. Los comentaristas casi no pueden ocultar su disgusto y preocupación por lo que las primarias nos dicen acerca del país y de la civilización contemporánea. Sin embargo, los candidatos respondieron a estas cuestiones cruciales. O bien niegan el calentamiento global o insisten en que no se puede hacer nada al respecto, con lo que pretenden, en efecto, que nos precipitemos aún más rápidamente al abismo. En tanto que tiene políticas predecibles, parecen decididos a aumentar la confrontación militar y las amenazas. Solo por esas razones la organización republicana (uno duda en denominarlo partido político en el sentido tradicional) supone una amenaza novedosa y verdaderamente espantosa para la especie humana y para las otras que se convierten en “daños colaterales” cuando la inteligencia superior sigue adelante con su trayectoria suicida.
En el lado demócrata hay al menos cierto reconocimiento del peligro de catástrofe medioambiental, aunque haya muy pocas propuestas políticas de peso. No he logrado encontrar ninguna posición clara en los programas de Obama para mejorar el arsenal nuclear o en cuestiones tan críticas como los rápidos (y mutuos) preparativos militares en las fronteras rusas.
En general, las posiciones ideológicas de los candidatos republicanos parecen ser más de lo mismo: abarrotar los bolsillos de los ricos y dar una patada en la cara a los demás. Los dos candidatos demócratas van desde el estilo New Deal de los programas de Sanders a la versión “nuevo demócrata/republicano moderado” de Clinton, que se escora levemente a la izquierda bajo el impacto del reto de Sanders. Respecto a las cuestiones internacionales y las tareas formidables a las que nos enfrentamos, en el mejor de los casos parece ser “más de lo mismo”.
En su opinión, ¿qué ha llevado al auge de Donald Trump y acaso no es sino uno más de aquellos personajes típicos de extrema derecha y populistas que suelen emerger en el curso de la historia siempre que las naciones se enfrentan a graves crisis económicas o a una decadencia nacional?
En caso de que Estados Unidos se enfrente a una “decadencia nacional” en gran medida es autoinfligida. Es cierto que es probable que Estados Unidos no pudiera mantener el poder extraordinariamente hegemónico del periodo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, pero sigue siendo el país potencialmente más rico del mundo, con unas ventajas y una seguridad incomparables, y en la dimensión militar casi iguala a todo el resto del mundo, además de ser mucho más avanzado en el ámbito tecnológico que cualquier rival.
Parece que el atractivo de Trump se basa ampliamente en ideas de pérdida y de miedo. El ataque neoliberal a las poblaciones del mundo, que casi siempre ha sido perjudicial para ellas y a menudo de manera muy grave, no ha dejado de afectar a Estados Unidos, aunque en cierto modo haya sido más resistente que otros países. La mayoría de la población ha sufrido un estancamiento o un deterioro, mientras que se ha acumulado una riqueza extraordinaria y ostentosa en muy pocos bolsillos. El sistema democrático formal ha padecido las consecuencias habituales de las políticas socioeconómicas neoliberales y se encamina hacia una plutocracia.
No hace falta revisar los detalles sombríos, por ejemplo, el estancamiento de los salarios reales de los varones durante 40 años y el hecho de que desde la última quiebra financiera aproximadamente el 90 % de la riqueza creada haya ido a parar al 1 % de la población. O el hecho de que la mayoría de la población (las personas con menos ingresos) se encuentre de hecho privada del derecho al voto en el sentido de que sus representantes ignoran sus opiniones y preferencias, y prestan atención a los superricos que les proporcionan fondos y a los corredores de bolsa con poder. O el hecho de que Estados Unidos, con todas sus notables ventajas, se encuentre casi en los últimos puestos de los 31 países desarrollados de la OECD [siglas en inglés de Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos], junto con Turquía, Grecia y México, en cuestiones como la desigualdad, la escasez de beneficios sociales y el alto índice de pobreza.
Los partidarios de Trump (que al parecer son predominantemente personas de clase media-baja, de la clase trabajadora y con menor educación) reaccionan en parte a la idea, en gran medida exacta, de que simplemente se les han dejado por el camino. Resulta instructivo comparar la situación actual con la Gran Depresión. Objetivamente las condiciones en la década de 1930 eran mucho peores y, por supuesto, Estados Unidos era entonces un país mucho más pobre. Sin embargo, subjetivamente las condiciones eran entonces mucho mejores. A pesar de que tanto el índice de paro como el sufrimiento eran muy altos, entre la clase trabajadora había un sentimiento de esperanza, la creencia de que de alguna manera saldríamos de aquello juntos . Lo alentaban los éxitos del activismo combativo obrero que solía actuar conjuntamente con activos partidos de izquierda y con otras organizaciones. Una gobierno bastante comprensivo respondió con medidas constructivas, aunque siempre estaba limitado por el enorme poder de los demócratas del Sur, que estaban dispuestos a tolerar medidas del Estado de bienestar siempre y cuando se marginara a la población negra a la que despreciaban. Es importante destacar que había la sensación de que el país se encaminaba hacia un futuro mejor. Todo esto falta hoy en día, en particular debido al éxito que tuvieron los duros ataques a la organización obrera que se iniciaron en cuanto terminó la guerra.
Además, Trump obtiene un importante apoyo de nativistas* y racistas. Vale la pena recordar que, como demostraron de manera convincente los estudios comparativos de George Fredrickson, Estados Unidos es uno de los lugares donde el supremacismo blanco es más fuerte, más aún incluso que en Sudáfrica . Estados Unidos nunca ha superado en realidad la Guerra Civil y el horrendo legado de opresión de los afroestadounidenses durante 500 años. Existe también un largo historial de alusiones a la pureza anglosajona amenazada por oleadas de emigrantes (y por la libertad para los negros y, de hecho, para las mujeres, lo cual no es algo baladí entre los sectores patriarcales). Los partidarios de Trump, que son mayoritariamente blancos, pueden ver que está desapareciendo ante sus ojos su imagen una sociedad dirigida por blancos (y para muchos, por varones blancos). También vale la pena recordar que aunque Estados Unidos es un país inusualmente seguro y fiable, también es posiblemente el más asustados del mundo, otra característica de su cultura que tiene una larga historia.
Factores como estos se mezclan en una peligrosa amalgama. Repasando simplemente los últimos años, en un libro de hace más de una década yo citaba al eminente académico de la historia alemana Fritz Stern, que escribió en el periódico de la clase dominante Foreign Affairs sobre   “la decadencia en Alemania que iba desde la decencia hasta la barbarie nazi”. Y Fritz Stern añadía enfáticamente: “Hoy me preocupa el futuro inmediato de Estados Unidos, el país que acogió a los refugiados de habla alemana en la década de 1930”, incluido él mismo . Con unas repercusiones para el aquí y ahora que no podrían pasar desapercibidas a ningún lector atento, Stern revisaba el demoníaco llamamiento de Hitler a su “misión divina” como “salvador de Alemania” en una “transfiguración pseudorreligiosa de la política” adaptada a las “formas cristianas tradicionales” que rigen a un gobierno dedicado a los “principios básicos” de la nación, con “el Cristianismo como la base de nuestra moralidad nacional y la familia como la base de la vida nacional”. Además, la hostilidad de Hitler hacia el “Estado laico liberal”, que compartía una gran parte del clero protestante, impulsó “un proceso histórico en el que el resentimiento hacia un mundo laico desencantado encontró su liberación en la extasiada huida de la sinrazón”.
Las resonancias contemporáneas son indudables.
Desde entonces no han faltado razones “para preocuparse por el futuro de Estados Unidos”. Podemos recordar, por ejemplo, el elocuente y conmovedor manifiesto que dejó Joseph Stack cuando se suicidó al estrellar su avioneta contra una oficina del Servicio de Impuestos Internos [el servicio de impuestos del gobierno federal estadounidense]. En el manifiesto relataba su amarga historia de trabajador que hacía todo respetando las normas y había sido aplastado por la corrupción y la brutalidad del sistema corporativo y de las autoridades estatales. Hablaba por muchas personas como él. En general se ignoró o ridiculizó su manifiesto, pero se debería haber tomado muy en serio, junto con otros muchos indicios claros de lo que estaba ocurriendo.
Sin embargo, me parece que tanto Cruz como Rubio son mucho más peligrosos que Trump. Me parecen unos verdaderos monstruos, mientras que Trump me recuerda un poco a Silvio Berlusconi. ¿Está de acuerdo?
Lo estoy y, como sabe, en Europa se suele comparar a Trump con Berlusconi. También añadiría a Paul Ryan a la lista. Se le retrata como el pensador profundo de los republicanos, el analista político serio, que utiliza hojas de cálculo y otras herramientas de los analistas sesudos. Los pocos intentos de analizar sus programas después de prescindir de la magia que se suele introducir en ellos llegan a la conclusión de que sus políticas reales son destruir prácticamente todas aquellas partes del gobierno federal que sirven a los intereses de la población en general al tiempo que se expande lo militar y se garantiza que también se atiende a los ricos y al sector empresarial. Esto es, lo esencial de la retórica republicana cuando se dejan de lado las trampas retóricas.
La juventud estadounidense parece estar cautivada por el mensaje de Bernie Sanders. ¿Le sorprende lo bien que aguanta?
Me sorprende. No preví el éxito de su campaña. No obstante, hay que tener en cuenta que sus propuestas políticas no habrían sorprendido al presidente Eisenhower y que sintonizan bastante con lo que durante mucho tiempo han sido los sentimientos populares. Por ejemplo, a ctualmente alrededor de un 60 % de la población apoya su muy denostada defensa de un sistema nacional de seguridad social como suele haber en sociedades similares, lo cual es una cifra muy elevada teniendo en cuenta que es objeto de una constante condena y que pocas personas se expresan en su defensa . Y este apoyo popular se remonta muy atrás. En los últimos años de la presidencia de Reagan aproximadamente el 70 % de la población pensaba que la Constitución debería garantizar la salud pública y el 40% pensaba que ya lo garantizaba, lo que significa que es una aspiración tan obvia que debería estar en ese documento sagrado.
Cuando Obama abandonó una opción pública sin tomarla en cuenta, casi dos terceras partes de la población apoyaban esa opción. Y existen todos los motivos para creer que se ahorraría una enorme cantidad de dinero si Estados Unidos adoptara los mucho más eficaces sistemas de salud pública de otros países, que tienen aproximadamente la mitad de los gastos en sanidad pública que Estados Unidos y generalmente mejores resultados. Se puede decir lo mismo acerca de sus propuestas de aumentar los impuestos de los ricos, la educación superior gratuita y otras partes de su programa respecto a Estados Unidos, la mayoría de las cuales son reflejos de compromisos del New Deal y son similares a opciones políticas de los periodos de mayor crecimiento en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial.
¿Cuál es el escenario en el que Sanders puede ganar la nominación demócrata?
Evidentemente, se necesitarían unas considerables actividades educativas y organizativas. Pero, con franqueza, a mí me parece que estas actividades se deberían dirigir fundamentalmente a desarrollar un movimiento popular que no desaparezca después de las elecciones, sino que se una a otros para formar el tipo de fuerza activista que en el pasado fue fundamental para iniciar y llevar adelante los cambios y reformas necesarios.
¿Estados Unidos sigue siendo una democracia y, en caso de no serlo, realmente tienen importancia las elecciones?
Con todos sus defectos, Estados Unidos sigue siendo una sociedad muy abierta y libre en términos comparativos. Por supuesto que elecciones tienen importancia. En mi opinión, sería un completo desastre para el país, para el mundo y para las generaciones futuras si alguno de los candidatos republicanos viables llegara a la Casa Blanca y si siguieran controlando el Congreso. Para llegar a esta conclusión basta con tener en mente las extraordinariamente importantes cuestiones de las que hemos hablado antes, pero eso no es todo. Por las razones que aducía antes, la siempre limitada democracia estadounidense se ha ido escorando considerablemente hacia una plutocracia. P ero estas tendencias no son inamovibles . Contamos con un inusual legado de libertades y derechos que nos legaron nuestros antepasados, los cuales no se rindieron y en ocasiones en unas condiciones mucho más duras que las condiciones a las que nos enfrentamos ahora. Y esto nos proporciona amplias oportunidades para que hacer un trabajo que es muy necesario y en muchos sentidos, en el activismo directo y para presionar en defensa de importantes decisiones políticas, en la creación de organizaciones comunitarias viables y eficaces que revitalicen el movimiento obrero y también en el ámbito político, desde la escuela de cuadros hasta las asambleas legislativas estatales y mucho más.
Nota:
* Nativistas son aquellas personas que consideran que solo pueden ser consideradas ciudadanas de una nación aquellas personas que han nacido en ella. En la historia de Estados Unidos se ha esgrimido frecuentemente el nativismo como argumento en contra de la emigración. En el siglo XIX los nativistas eran esencialmente los ciudadanos blancos y protestantes. Actualmente el movimiento nativista comprende sobre todo a los WASP, es decir, blancos, anglosajones y protestantes. (N de la t.)
Copyright, Truthout. Esta traducción se publica con permiso.
C.J. Polychroniou es un economista político/politólogo que ha enseñado y trabajado en universidades y centros de investigación de Europa y Estados Unidos. Sus principales áreas de investigación son la integración económica europea, la globalización, la economía política de Estados Unidos y la deconstrucción del proyecto político-económico del neoliberalismo. Es colaborador habitual de Truthout, así como miembro del Proyecto Intelectual Público de Truthout. Ha publicado varios libros y sus artículos se han publicado en diferentes publicaciones, periódicos, revistas y páginas web populares de noticias. Muchas de sus publicaciones se han traducido a varios idiomas, incluidos el croata, el francés, el griego, el italiano, el portugués, el español y el turco.

Fuente: http://www.truth-out.org/news/item/35138-noam-chomsky-2016-election-puts-us-at-risk-of-utter-disaster
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