lunes, 11 de noviembre de 2013

Carolina Reynoso. Cineasta

"Para que el aborto sea legal, tiene que haber una revolución cultural"

 La directora de Yo aborto, tu abortas, tod@s callamos reflexiona sobre el origen y el desarrollo de su film en el que siete mujeres, la propia realizadora entre ellas, ofrecen su testimonio sobre la interrupción voluntaria del embarazo.   

 Carolina Reynoso está en la playa de Punta Alta, al sur de Buenos Aires. Ella nació ahí en 1977. Con los pies descalzos y el viento sobre la cara, mira a la cámara y dice: "Yo aborté." Luego cuenta su historia. Lo mismo hacen otras seis mujeres, provenientes de distintas geografías, de distintas clases sociales, con distintos imaginarios culturales, más y menos jóvenes, con hijos o sin ellos. En general abortaron solas (algunas, acompañadas por sus parejas). En general lo hicieron a espaldas de su familia o con el acompañamiento de las mujeres de la casa (nunca de los varones). Con este mosaico de voces y vivencias se construye Yo aborto, tu abortas, todxs callamos, que se exhibe en el Cine Gaumont. Se trata de un documental que busca desterrar mitos para obtener una mirada renovada y desestigmatizante de una situación que atraviesan unas 500 mil mujeres por año en nuestro país (las cifras no son oficiales porque, en términos legales, el aborto sigue siendo una práctica clandestina). Uno de los rasgos interesantes es que Reynoso, directora de esta película, es la primera en asumir que –como indica la clásica consigna feminista– lo personal es político. "Para lograr que el aborto sea legal, seguro y gratuito tiene que haber una revolución cultural. Y nos la tenemos que poner en el hombro los intelectuales, los artistas, quienes construimos hechos culturales que buscan ser masivos", dice la realizadora, egresada del Centro de Investigación y Experimentación en Video y Cine que funciona en Buenos Aires
 
–¿Cómo surgió la idea de la película?
–Surgió en el marco de mis estudios de cine. Empiezo a investigar qué es lo que había en el cine argentino respecto de este tema y no había nada. Ese puntapié, que surgió de un interés personal, con el transcurso de la investigación se fue haciendo militante y colectivo. Porque me empecé a dar cuenta de que es una problemática que las mujeres teníamos que decir en voz alta rompiendo con el silencio. 
–¿Qué ocurrió con la decisión de incluir los testimonios que articulan el documental?
–Para romper el silencio, era necesario mostrar la cara, decir los nombres, poner el cuerpo. Entonces tenía que ser yo la primera en hacerlo, porque no le puedo pedir a otra que hable mientras me quedo callada tras la cámara. Después me pregunté quiénes son las mujeres que abortan. Y la verdad es que pueden ser todas. Entonces decidimos buscar perfiles distintos: la fotógrafa boliviana Ruth Dávalos, la ex diputada cordobesa Cecilia Merchán, las psicólogas Ketty Scheider y Gladys Pannizi que viven en Bahía Blanca, la murguera Verónica López que vive acá en Buenos Aires, en el barrio Saldías, y la referente mapuche Relmu Ñanku, que vive en Neuquén. 
–¿Por qué incluiste también la voz de militantes?
–Porque las organizaciones de mujeres y feministas vienen haciendo una gran tarea desde hace años. Pienso, por ejemplo, en la Campaña por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito que ha llevado un proyecto de ley al Congreso o la organización Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto que hace un trabajo a través de la línea telefónica que brinda información sobre el uso de misoprostol y que incluso escribieron un manual que se utiliza en todo el país.
–También incluís la voz del Colectivo de Varones Antipatriarcales.
–El productor, que además era mi pareja en el momento del aborto, fue quien sugirió que tenía que incluir el "todxs callamos". Los hombres también callan. Y en términos políticos, ellos también se deben hacer cargo del derecho al aborto. Es lo que dicen los varones antipatriarcales, incluso los que no tienen prácticas sexuales con mujeres. Porque gracias a la lógica patriarcal, los varones tienen privilegios históricos. Además, cuando se habla de aborto también se habla de autonomía del cuerpo: para abortar, para decidir con quién querés tener relaciones sexuales o para ponerte la ropa que quieras. Por eso también los varones se tienen que apropiar de esta causa como propia.
–¿Te sucedió que a lo largo del rodaje algunos cuestionamientos de las mujeres que dan su testimonio te permitiera repensar algunas cosas?
–La que más me conmovió fue la primera entrevista que hice, a Ruth Guzmán. Viví mi aborto con mucha culpa y mucho miedo porque no tenía información. Cuando la entrevisté a ella, quería llevar todo el tiempo el tema hacia el aborto como un drama. Y Ruth me corría, hasta que triunfó su visión porque, en definitiva, era su palabra. Entendí que hay muchas maneras de vivir el aborto. Ella lo hizo con mucha data, acompañada. Entonces no fue una situación dramática. Se vive como un drama cuando te estigmatizan, cuando no te dan información, cuando estás sola.
–¿A quiénes va dirigida esta película?
–A quienes militan, obvio. Pero también a las personas que no tienen una posición tomada o la tienen en base a prejuicios. O las que piensan que no conocen a ninguna mujer que abortó.  «

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