El enojo en el trabajo es saludable
Quienes pueden manifestar su ira sin perder el control desarrollan mejores carreras. Los que siempre reprimen sus emociones son proclives a sufrir depresiones y a sentir que llegaron a un techo. Críticas a los medicamentos.
Su jefe lo maltrató por enésima vez en las últimas semanas. Volvió a contestarle de mala manera ante un planteo para hacer las cosas un poco mejor. La reacción física fue inmediata: subida de la prisión, pupilas dilatadas, calor en las orejas. Estuvo a punto de mandarlo al diablo, pero lo pensó mejor y se quedó mudo. Quizás hay sido un error. El negocio es cabrearse: según un estudio realizado por la prestigiosa Universidad de Harvard, enojarse, pero sin perder los estribos, es clave para progresar en el trabajo y encima hace bien a la salud. Aquellos que controlan en exceso sus emociones y juegan a mantener siempre la sonrisa diplomática se estancan en el montón y, como bonus track, tienen muchas chances de volverse depresivos.
“La gente piensa que el enojo es una situación terriblemente peligrosa. Se nos dice que practiquemos el pensamiento positivo, pero descubrimos que este enfoque es autodestructor, y eventualmente una negación perjudicial de una realidad atroz”, explicó George Vaillant, el psiquiatra a cargo del estudio que empezó en 1965 y siguió de cerca a 824 hombres y mujeres. Una de las revelaciones es que los que reprimieron su frustración laboral eran tres veces más proclives a admitir que habían llegado al tope de sus carreras y a aceptar que estaban desilusionados con su vida personal. Vaillant dijo que las emociones negativas como el miedo y el enojo son muy importantes: “A menudo son cruciales para la supervivencia”.
“Los experimentos cuidadosos como el nuestro han documentado que las emociones negativas limitan y enfocan nuestra atención, de manera que podamos concentrarnos en los árboles en lugar del bosque”, explicó el especialista. El blanco predilecto del científico son los medicamentos psiquiátricos que estabilizan el ánimo e impiden que el enojo fluya: “Internalizar esta emoción puede causar depresión, problemas de salud y dificultades para comunicarse con los demás”. “Todos sentimos enojo”, dijo contundente.
La máxima de la investigación que “los individuos que aprenden a expresar el enojo y, al mismo tiempo, pueden evitar las consecuencias explosivas y autodestructivas de la furia desenfrenada pueden lograr algo increíblemente poderoso en términos de crecimiento emocional y salud mental. Ésta es la forma de ganar respeto de nuestros compañeros y significa que estamos en una buena posición cuando llega el momento de las promociones”.
Todo muy lindo, en teoría, pero cuando se baja a tierra –o sea, cuando se baja a la Argentina– lo que hay es escepticismo. “Enojarse es cien por ciento perjudicial, crea un clima de mucha tensión –opinó Dolores Vaca (32), empleada en una editorial–. Yo me enojé más de una vez y aprendí que la serenidad es más positiva”. Del otro lado del mostrador, María García, jefa en una empresa, sostiene: “Si algún empleado se te planta, algo mal como jefa estás haciendo, ya que no hay que llegar a su situación. Pero si igual llega a pasar, es simple, se va y no vuelve”.
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