CIENCIA Y FILOSOFÍA DEL MÉDICO MÁS CÍNICO DE LA TELEVISIÓN
La autopsia del doctor Gregory House
En sus seis temporadas, el personaje encarnado por el inglés Hugh Laurie destiló genialidad y sarcasmo, impulsó dilemas éticos, resolvió rompecabezas médicos y al hacerlo salvó cientos de vidas con sus diagnósticos. Y también recetó pequeñas dosis de filosofía: según un libro recientemente publicado, en sus palabras y acciones se ejemplifica el método científico y retumba el eco de pensadores como Sócrates, Aristóteles, Sartre y Nietzsche.
Federico Kukso08.12.2009
Así como hay que jugar al menos una vez en la vida al fútbol para comprenderlo en su complejidad o, también, leer la obra de Marshall McLuhan para desnaturalizar a los medios, hay que ver la serie House. Y no sólo como un entretenimiento visual y veloz o como vía de escape al tedio cotidiano sino como una propuesta intelectual mucho más densa: hay que ver House para observar al método científico en acción, para conocer al menos de nombre todo tipo de enfermedades raras –y sus síntomas–, para empaparse del muchas veces cacofónico vocabulario médico. O, a lo sumo, para interiorizarse –con imágenes, drama, casos que le arrancan hasta al más frío una lágrima– de los más variados dilemas éticos que atraviesan la medicina.
Todo eso –y mucho más, como se verá más adelante– en los 5.160 minutos (120 episodios x 43 minutos promedio cada capítulo) de esta serie creada por el guionista canadiense David Shore, estrenada el 16 de noviembre de 2004, que tiene como antihéroe a un médico que cojea sin guardapolvos blanco por los pasillos del hospital Princeton-Plainsboro de Nueva Jersey, adicto al Vicodin, misántropo, solitario y ácido, fanático de las telenovelas y los videojuegos, en fin, el doctor Gregory House, personaje querible y odiable al mismo tiempo que en sus palabras, acciones e ideas condensa buena parte del pensamiento occidental. De Sócrates y Aristóteles a Nietzsche y Sartre, hasta, como compilan y descubren los estadounidenses William Irwin y Henry Jacobs en La filosofía de House: todos mienten (distribuido en la Argentina por Continente), la lógica y el pensamiento zen.
“Somos animales viles y egoístas que se arrastran por la Tierra, pero como tenemos cerebro, de vez en cuando podemos aspirar, con gran esfuerzo, a hacer algo que no sea del todo malo”. Así habla, así piensa y así lo deja saber este genio torturado, el Sherlock Holmes televisivo y moderno que, como todos quisiéramos, provoca, confronta, destila genialidad y pronuncia las palabras justas en el momento indicado, cuando nadie las veía venir. Los misiles textuales salen volando de su boca como eslóganes redondos, sentencias destinadas a terminar estampadas en una remera como expresión de una particular visión del mundo.
Y es ahí, en la fraseología houseana de este show visto por 81 millones de espectadores desparramados por 66 países, donde la filosofía se convierte en filosofía pop.
SHERLOCK HOUSE. Si uno se sacude el prejuicio academicista con el que fue marinado en la universidad y les presta atención a cada línea y giro del guión de ésta y otras series, comprobará que muchos dramas actuales –aunque siempre hay tristes y olvidables sus excepciones– se pueden analizar en varias capas de significación. House, en este caso, es un manual –visual, desacartonado, entretenido y siempre atravesado por la especulación y los giros a veces absurdos de la ficción– en el que filosofía, ciencia, medicina, lógica y ética se combinan tanto al servicio de una historia como del devenir emocional de los personajes.
Es decir, la serie va más allá del mero hecho de ser un producto de consumo. Y hay datos que lo ratifican: según una investigación de la Universidad de Glasgow, Escocia, realizada con una muestra de 1.300 jóvenes, los dramas médicos, además de despertar y redirigir vocaciones, promueven en los adolescentes el temor a padecerlas.
Pero, en verdad, eso es anecdótico. Esta serie es una excusa más para hablar y divulgar la filosofía y las ciencias, para resaltar e identificar los temas disparados en cada capítulo. Por ejemplo, el proceder médico donde prevalecen la observación y el diagnóstico, la posibilidad del error –desmitificando así la figura sacrosanta del profesional de la salud– y hasta el paternalismo que irradia muchas veces la bata blanca.
Así, el personaje de House es el reverso del médico televisivo y prototípico siempre atento, bondadoso, endiosado: el doctor Mark Greene (ER) o el neurocirujano Derek Shepherd (Grey´s Anatomy). House, en realidad, es el científico loco, el espejo roto sobre el que los médicos realmente deberían verse para no terminar por imitar.
DISCURSO DEL MÉTODO. House, más que una serie médica convencional, es un show de misterio. Cada enfermedad o germen, según este hombre carente de empatía y manipulador y que adora el poder y los rompecabezas, es un criminal (un Moriarty); el universo es un gran enigma. Las respuestas a veces se ocultan, pero siempre están ahí, en el enfermo o sobre la camilla de la morgue. Y así procede este representante de la racionalidad y cruzado de la certeza, como descendiente de la creación literaria del médico inglés Arthur Conan Doyle. Ya lo dice David Shore: “House es una serie de misterio. También es filosófica, porque los personajes explican su visión de la condición humana. El protagonista vive en medio del dolor, tanto interno como externo. Gregory House es una versión moderna y exagerada de Sherlock Holmes”. Y cabría agregar: su coro de colaboradores conforma en conjunto un Watson.
Como médico-detective, House esgrime en todos los episodios lo que se llama un “razonamiento abductivo” o “razonar hacia atrás” –descrito por Voltarie, formalizado por el lógico Charles Peirce–, el disparo en la oscuridad sobre el que se levanta la medicina: observación de una anomalía, la búsqueda del origen de sus causas a partir de la evidencia (los síntomas), la construcción-formulación de una hipótesis –casi siempre resultante de un “momento Eureka” o un “momento House”: la revelación médica en House es siempre una epifanía– y su consecuente contrastación en varias fases o pruebas clínicas. De ahí se desprende que House no sea un kantiano, sino un utilitarista del acto. Su razonamiento se apoya enteramente en las particularidades de cada caso, de cada paciente.
Como ficción dentro de una ficción, un experimento de vida, House representa un ideal racionalista e ilustrado de la medicina: un “médico Google” y generalista, contrario a la tendencia actual de la hiperespecialización y para quien todo tiene que tener una explicación racional (o si no es ilusión, como la religión). Para él, la práctica médica es puramente una operación intelectual que concibe al paciente no como sujeto sino como objeto (el blanco de la enfermedad).
LA FACTIBILIDAD DEL ERROR. Pero más allá de estas exageraciones y distorsiones entendibles –¡es ficción!– está oculta la verdadera pedagogía de esta serie. Antes de acertarle al diagnóstico, House y su equipo se equivocan una y otra vez demostrando la inexactitud de estas ciencias y la factibilidad del error. Y así se convierte la serie en una de las críticas más virulentas y efectivas de la sociedad posmoderna.
En su impostura de genio y en su continuo coqueteo con la figura del doctor-dios, House resquebraja la imagen perfecta y cristalina del médico. Con las exageraciones de su carácter, lo vuelve mundano: porque detrás de su careta cargada de sarcasmo, ironía y golpes en forma de bromas, House sufre su desconexión emocional con el mundo.
En una permanente lucha entre la razón y la emoción, House apuesta por la primera y pierde en la segunda. No puede ver a los ojos a los pacientes para no verse él como paciente (como ocurre en el principio de la sexta temporada donde se lo ve internado en un psiquiátrico).
Cara y cruz de una serie que confirma una tendencia. Porque, como dice el escritor Steven Johnson en su libro Everything Bad is Good for You, “la cultura popular también sirve para pensar”.
HOUSISMOS
SHERLOCK HOLMES. “El nombre Dr. Gregory House combina tres de los famosos detectives ficticios de Sir Arthur Conan Doyle: Sherlock Holmes, John Watson y Tobias Gregson –dice Jerold J. Abrams en el libro La filosofía de House–. El apellido House es sinónimo de home (en inglés, home significa hogar y house, casa) que es como Holmes pronuncia su nombre (aunque con una s al final)”.
ARISTÓTELES. “Nuestro Dr. House lleva lo que Sócrates llamaba `una vida de examen’, y Aristóteles ‘una vida de razón’ –afirma Henry Jacoby–. Para Aristóteles, esto significa que nuestra parte racional predomine sobre la parte irracional. Aunque House, el filósofo, está en desacuerdo con la opinión de que para tener sentido la vida debe llevarnos a algún lugar”.
NIETZSCHE. “La conducta y la vestimenta de House –remarca David Goldblatt– tienden a exagerar lo que su presencia tiene de extraño y a ostentarlo como un valiente asidero a un mundo extramédico. Pero si bien su arrogancia y su conducta prepotente pueden no ser lo que Nietzsche tenía en mente cuando pensaba en el superhombre, su estilo y sus hazañas y su manera de ignorar oportunamente el conformismo y la moralina de los otros bien apuntan en la dirección sugerida por Nietzsche”.
SARTRE. “Doctor House tiene un importante predecesor en cuanto a su interés por la negatividad de las relaciones sociales –señala Jennifer McMahon–. El filósofo existencialista Jean-Paul Sartre (1905-1980) es bien conocido por el cinismo con que da cuenta de las relaciones interpersonales, expresado tanto en su filosofía como en su obra literaria. Sartre subraya la ansiedad que nos provoca la relación con los demás y la manera en que ésta puede coartar la autonomía del individuo”.
PENSAMIENTO ZEN. “Las palabras y acciones de House violan las expectativas. Habla de forma poco profesional, es grosero y aparentemente irresponsable –dice Jeremy Barris–. Aunque el médico maleducado y los guionistas que le dan esas magníficas líneas no han estudiado filosofía oriental, la retórica de House tiene cierto paralelismo con algunas formas de expresión del budismo zen”.
Martes 8 de diciembre
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