El hombre que estudia la paz
Johan Galtung
Es matemático y sociólogo, pionero en el campo del peace research.
Por Deborah Maniowicz
A comienzos de noviembre el teórico noruego Johan Galtung aterrizó en Buenos Aires, invitado por la ONG Respuesta para la Paz, para dictar el seminario “Transformación pacífica de conflictos”. Mediador en más de dos mil conflictos –Sri Lanka, Afganistán, Yugoslavia, Perú y Ecuador, el Norte del Cáucaso y Medio Oriente, entre otros–, fundador del Centro de Estudios para la Paz en Oslo y Premio Nobel de la Paz Alternativo en 1987, Galtung es uno de los referentes obligados para entender hacia dónde vamos. Entre sus propuestas más innovadoras y elogiadas figura la creación de un Parlamento mundial e instaurar la mediación como una materia de carácter curricular en todos los colegios. Veintitrés Internacional aprovechó su visita para conversar sobre el destino de la Unión Europea y la hegemonía norteamericana; el conflicto en Medio Oriente y el rol que deberían ocupar los medios de comunicación. A pesar de este background, algunas de sus respuestas pueden resultar sorprendentes.
–En una entrevista que le realizaron en el diario El País en 2001 usted decía que auguraba “un fin de la hegemonía norteamericana”. Con el devenir de la crisis financiera, ¿qué lectura hace de Estados Unidos hacia el futuro?
–Estados Unidos intenta seguir siendo un imperio que combina poder militar, económico, cultural y político pero eso ya no es posible dado que hoy sus dirigentes son sumamente inseguros y no saben cómo resolver los conflictos. Su poder ha desaparecido y su rol terminará en el 2020. A partir de ese año Estados Unidos se convertirá en un país limitado y sus dirigentes no tendrán otra opción que sentarse a negociar con otras naciones. En 1980 dije que la Unión Soviética y el Muro de Berlín durarían diez años y no me equivoqué. Así como Barack Obama no logró obtener Chicago como sede para los Juegos Olímpicos, no va a tener éxito con nada que se proponga.
–¿China podría ser la nueva potencia mundial?
–No, porque los dirigentes chinos son demasiado arrogantes y piensan que son superiores a este mundo. El único sucesor posible es la Unión Europea.
–¿Serviría que el modelo de la Unión Europea se expanda a otras regiones?
–Si bien muchos países han logrado avanzar desde que ingresaron a la Unión Europea, la región tiene tanto poder que es una amenaza a nivel mundial ya que cuando se convierta en una potencia es posible que intente controlar los viejos territorios colonizados. El principal problema es que tiene una burocracia muy grande con cientos de comités y órganos para tratar todo tipo de asuntos y eso hace imposible encontrar soluciones creativas. Por ejemplo, los miembros manejan muy mal el tema de los piratas fuera de la costa de Somalia. Es verdad que los piratas cometen crímenes internacionales pero también la UE comete crímenes: sus barcos pescadores se han llevado absolutamente todo el alimento y no dejan nada para los pequeños pescadores somalíes, y encima los llenan de basura tóxica nuclear durante la noche. Debe haber cooperación entre la UE y la Unión Africana para vigilar la costa de Somalia, decidir sobre el pescado y sobre la basura tóxica. Mi esperanza no es la UE sino las Naciones Unidas.
–Una de sus teorías más elogiadas es la del Parlamento mundial. ¿Imagina un plenario donde Venezuela, Irán, Israel y Estados Unidos se pudieran poner de acuerdo?
–El parlamentarismo tiene sus aspectos positivos pero si se encarna mal puede convertirse en una dictadura con muchísimas tropas que accionen cuando algo no vaya bien. En democracia suelen existir partidos de derecha y de izquierda; en Europa, cada vez que hay elecciones y cambia el gobierno, asume un partido que intenta eliminar todo lo que ha hecho su antecesor. Hay un solo país que lo hace de manera diferente y es Suiza, que tiene permanentemente partidos de coalición y de vez en cuando salen cosas creativas. Yo estoy seguro de que en el futuro habrá un Parlamento mundial, un árbitro que intervenga en el curso de la historia. Es la conclusión lógica luego de las innovaciones de comunicación y de transporte que existen hoy en día donde los Estados están cada vez más limitados, tienen menos poder y surgen otros actores que tienen acceso a dialogar con cualquiera persona de cualquier parte del mundo. Mi anhelo es que el gobierno mundial sea de tipo suizo. Ahí podrían dialogar israelíes, iraníes, venezolanos y estadounidenses.
–¿Cuáles son los pasos a seguir en una mediación?
–Tengo un método muy preciso para ver la alternativa a la violencia: conocer los objetivos particulares de las dos partes, analizar si son objetivos legítimos y encontrar un puente que trascienda ambas posiciones y beneficie en alguna medida a todos los actores. Lo más importante y la clave para terminar con la violencia son las soluciones creativas. Hace algunos años un hombre de negocios y su mujer, fanática del budismo, me contrataron como mediador porque estaban a punto de iniciar el divorcio. Yo sugerí que pongan una tienda para libros budistas. La tienda existe y le va muy bien.
–¿Tiene algún mediador preferido?
–Tengo varios pero los principales son el político ruso Mijail Sergéyevich Gorbachov, los africanos Nelson Mandela y Desmond Mpilo Tutu y el argentino Adolfo Pérez Esquivel.
–Entre sus últimos libros está Reporteando conflictos, en donde analiza cómo alcanzar un periodismo de paz. ¿Cree que los medios de comunicación son siempre desfavorables a la mediación?
–En los medios sólo encuentran su lugar las cosas malas y divertidas. Yo le echo la culpa a Aristóteles que planteó que el drama se divide en tragedia y comedia, así como los medios sólo cubren malas noticias y humor. Lo que yo propongo es la “transendia”, es decir, que también sean noticia los esfuerzos por encontrar una solución. A diferencia de las novelas occidentales, las chinas también terminan bien pero no al estilo de hollywoodense sino con la pelea humana para lograr los objetivos. Transendia es el esfuerzo en ver dónde está el problema y resolverlo.
–¿Hoy nos acercamos a alcanzar una paz real y duradera o esto sigue siendo una utopía?
–La paz no es una utopía sino algo realizable a partir de la resolución de conflictos. También es cierto que cada vez las armas son más destructivas y hay una amenaza más fuerte del uso de estas. Esto está vinculado a la educación, la democracia y los derechos humanos ya que por ejemplo en el mundo hay muchísima gente que ahora tiene conciencia de sus derechos, ve que no es representada en las instituciones democráticas y actúa frente a ellas. Al mismo tiempo, las armas son muy baratas: ¡se pueden alquilar! Si vamos treinta años para atrás, el nivel de educación era mucho más bajo y nuestra conciencia mucho menos desarrollada. Incluso me sorprende que no haya más revoluciones violentas. La educación afín para alcanzar la paz está ausente en Estados Unidos, en los países musulmanes y en el mundo en general. La mediación de conflictos debería ser una asignatura de carácter obligatorio en todas las escuelas para luego naturalizarse y empezar a formar parte de la rutina, así como lavarse las manos o cepillarse los dientes. Actualmente estamos realizando un experimento en una escuela noruega y vemos que los niños entienden inmediatamente cómo resolver conflictos. El problema son los padres y de vez en cuando los profesores.
–Cuando uno compara la historia española y la argentina ve que ambos países salieron de gobiernos dictatoriales con transiciones democráticas pero mientras España decidió mirar para adelante, la Argentina decidió hacer juicio y castigo a los culpables. ¿Qué camino es mejor para que el país avance?
–Para los conflictos del presente tenemos mediación, para los del pasado tenemos reconciliación y para las situaciones futuras tenemos una cultura de paz. No hay una fórmula, cada país debe analizar cuál es la mejor forma de avanzar sin rencor. Lo más importante no es el tiempo sino resolver el conflicto realmente, sin poner parches. En la Argentina había un conflicto entre dos visiones mundiales: una visión maoísta y una visión autócrata, peronista. Había un choque entre ellas y la solución no fue ni una ni la otra sino un sistema relativamente demócrata con un tipo de capitalismo social. Cuando yo dicto clases en España y les pregunto a los estudiantes quién ganó, muy pocos entienden que no ganó absolutamente nadie. No se puede hablar de reconciliación sin solución ya que eso es pacificación. En la Argentina no se puede hablar solamente de los crímenes de los militares sino también de los maoístas. Ellos también han hecho sus crímenes, por lo que no hay que demonizar solamente a los militares.
–Si uno analiza la II Guerra Mundial o incluso las sucesivas guerras de la independencia, podría pensar que hay guerras justas. ¿La ausencia de conflictos podría frenar el curso de la historia?
–No existen las guerras justas ya que siempre existe algún camino para evitar la violencia. Los derechos humanos y las necesidades básicas son los verdaderos mediadores en los conflictos. De vez en cuando hay agresiones pero no en la mayoría de los casos. En general los seres humanos tienen quejas pero encuentran soluciones. El 99 por ciento del tiempo los hombres son pacifistas. El diálogo es una palabra muy buena y muy linda pero hay que saber utilizarlo. Por ejemplo, cuando estuve mediando entre Perú y Ecuador sugerí que los dos países tenían que tener acceso al territorio en disputa, que se debía construir un parque natural común en la zona. El acuerdo se firmó en 1999. Hay que saber, hay que tener esa idea en la mente, conocer la historia de las partes y pensar soluciones innovadoras. También existen muchas personas que prefieren la guerra porque están convencidos de que van a vencer y obtener el ciento por ciento de lo que reclaman.
–¿Es también un negocio?
–No veo cómo el sufrimiento de alguien puede ser un negocio. Eso no quiere decir que una violencia limitada pueda ser en algunos casos lo menos mal. Cuando hay una violencia estructural o directa, cuando todos los esfuerzos de mediación fueron agotados y cuando la aplicación de violencia es mínima, infelizmente no queda otra solución.
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