domingo, 13 de octubre de 2013

La iglesia que colaboró con Franco

El Papa elude pedir perdón a las víctimas por el apoyo de la Iglesia al franquismo

Más de 25.000 asistentes participan en la ceremonia de entronización de los asesinados

El Pontífice pide a los fieles ser de “cristianos con obras y no de palabras”

El papa Francisco ha llamado a ser “cristianos con obras y no de palabras” y ha elogiado la vida de los mártires por ser “discípulos” que han aprendido “bien el sentido de amar hasta el extremo que llevó a Jesús a la cruz”. El Papa ha realizado estas declaraciones en un mensaje de tres minutos grabado con antelación y con el que ha dado comienzo a la ceremonia de beatificación de 522 mártires “de la persecución religiosa del siglo XX en España”, como lo denomina la Iglesia católica. En ella, ha eludido pedir perdón a las víctimas del franquismo por el apoyo de la Iglesia a la dictadura, como le había solicitado en una carta la Comisión de la Verdad, que reúne a unas 100 asociaciones de memoria histórica. Sectores de la sociedad civil como la Coordinadora por lo Laico y la Dignidad, y entidades cristianas de base habían pedido también a las autoridades eclesiásticas que el Papa aprovechara la celebración para pedir “perdón” por el apoyo de la Iglesia al golpe de Estado de 1936 contra a la República y por la complicidad con la dictadura franquista. Pero el Papa no ha realizado en su discurso ni una sola alusión a estas peticiones.
“Me uno de corazón a todos los participantes en la celebración, que tiene lugar en Tarragona, en la que un gran número de pastores, personas consagradas y fieles laicos son proclamamos beatos mártires”, ha afirmado el Papa entre aplausos de los más de 25.000 asistentes al acto, procedentes de toda España. “Imploremos la intercesión de los mártires para ser cristianos concretos, cristianos con obras y no de palabras; para no ser cristianos barnizados de cristianismo pero sin sustancia, ellos no eran barnizados, eran cristianos hasta el final”, ha añadido el Pontífice en alusión a los nuevos beatos.
El Papa no ha realizado en su discurso ni una sola alusión al golpe de estado de 1936 ni a la complicidad franquista, como pidieron diversas entidades cristianas
El acto ha sido organizado por la Conferencia Episcopal Española (CEE) y el Arzobispado de Tarragona. En esta ocasión, los elevados a los altares están agrupados en 33 causas. La más numerosa es la de Tarragona, con 147 mártires, entre ellos el obispo auxiliar Manuel Borrás, y 66 sacerdotes diocesanos. Este ha sido el motivo para elegir la ciudad de la celebración, explicó el arzobispo de la demarcación, Jaume Pujol Balsells. El acto, multitudinario, suscita recelo incluso en el seno de la Iglesia católica, entre los cristianos de base. El motivo es que la gran mayoría de los nuevos beatos, 520, fallecieron tras el estallido de la Guerra Civil y solo dos religiosos Paúles de León y Teruel murieron antes, el 13 de octubre de 1934. Aún con estos datos, la Conferencia Espiscopal huye del término “mártires de la Guerra Civil” porque, argumenta, “no fueron combatientes, ni estaban con las armas en la mano. Murieron por no renegar de su fe”, según el secretario y portavoz del episcopado, Juan Antonio Martínez Camino. Fuentes de la CEE justifican que la elección de la fecha y la ubicación ha sido “casual”, frente a las críticas que alertaban de una posible “exaltación españolista”.
Más de 25.000 personas han ido inundado desde las 7 de la mañana la antigua Universidad Laboral, fundada por el franquismo, y que estaba rodeada de grandes medidas de seguridad. La ciudad se ha paralizado: solo las matrículas de vehículos inscritos de antemano y debidamente acreditados podían acceder a la zona, lo que ha provocado grandes congestiones de tráfico. Los vehículos particulares, tenían vetada la entrada, y el Ayuntamiento ha fletado dos líneas de autobuses para desplazar a los invitados. Prueba de las restricciones es que los autobuses destinados a periodistas han partido con una hora de retraso al haberse estraviado el censo de la matrícula en los controles.
No se permite la entrada de banderas ni pancartas, aunque algunos asistentes han burlado la seguridad llevando camisetas con la bandera española estampada
Decenas de asistentes a la misa han aprovechado los momentos previos para confesarse en improvisadas sillas, al aire libre y a casi a centímetros de los demás congregados. Entre los asistentes figuran familiares y religiosos de las órdenes de los beatos, como las 300 Siervas de María de España y América Latina desplazadas a Tarragona. De esta congregación se beatifican cuatro religiosas y matizan que “solo es un acto religioso”. Unos sentados en la hierba, otros acomodados en sus sillas y algunos que aprovechan para confesarse en un cara a cara con el sacerdote en medio de la avenida. De Menorca han llegado más de 100 personas, una treintena corresponde a la familia de Juan Huguet, uno de los mártires. Llevan una fotografía con el lema: “Viva Cristo Rey”, las tres últimas palabras que dijo el sacerdote un segundo antes de que le mataran al negarse a escupir a un crucifijo, explican sus familiares. Han venido dos de sus hermanos y sobrinos. “¿Resentimiento? Al contrario, en casa siempre hemos vivido el perdón”, explica Juan Huguet, uno de sus sobrinos, de 59 años.
Algunos de los asistentes han contestado a las críticas que califican el acto de “político”. “No tiene nada que ver una cosa es un enfrentamiento civil y otra una persecución sistemática de liquidación. Igual que no tiene nada que ver la Guerra Mundial con el Holocausto”, ha concluido Huguet. Entre los invitados figura el presidente de la Generalitat, Artur Mas, el del Congreso de los Diputados, Jesús Posada, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, y el inspector general del Ejército, Ricardo Álvarez-Espejo.
En la ceremonia no se permite la entrada de banderas ni pancartas, aunque algunos asistentes han burlado la seguridad llevando camisetas con la bandera española estampada. Los cuerpos policiales han desplegado un gran dispositivo de seguridad ante la posible presencia de grupos ultraderechistas.

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