martes, 1 de octubre de 2013

TODO LO SÓLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE

La experiencia de la modernidad. Marshall Berman.

8MAR

Marshall Berman. Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad. Buenos Aires: Siglo XXI, 1988.
Antonio Nájera Irigoyen
Letras francesas
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad de Marshall Berman es, sin lugar a dudas, uno de los principales libros teóricos a tomarse en cuenta para comprender la modernidad. Ya en la introducción, Berman apunta la importancia de su empresa: “los entornos y las experiencias modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en ese sentido la modernidad une a toda la humanidad”. Y más adelante: “ser modernos es formar parte de un mundo en el que, como dijo Marx, “todo lo sólido se desvanece en el aire””. Es de notarse que éstas serán dos de las claves que nos ayudarán a entender el proyecto del crítico neoyorquino: en primer lugar, el hecho de que la modernidad es vivida inevitablemente por todos, aun por aquellos quienes jamás hayan tenido noticia de ella; y en segundo lugar, que, dado su enfoque marxista, el análisis propuesto devendrá también una posición frente al mundo que nos rodea, es decir, vigente.
            Una de las peculiaridades de Todo lo sólido se desvanece en el aire es su enfoque interdisciplinario, cuestión en la que ahondaremos más adelante. Para ofrecernos una definición de modernidad, Berman se sirve tanto de Nietszche como de Marx, así como de J. J. Rousseau y Edmund Burke, los poemas en prosa de Baudelaire y la arquitectura de Le Corbusier, las primeras obras de Dostoievski y la cartografía de Nueva York. De la misma manera, Berman reconoce que la modernidad es fruto de variadísimos factores: los descubrimientos científicos sucedidos desde el Renacimiento, el proceso de industrialización, las redes y sistemas de comunicación, los movimientos socio-políticos, entre otros. ¿Y qué entiende Berman exactamente por “modernidad”? “Ser modernos es vivir una serie de paradojas y contradicciones. Es estar dominados por las intensas organizaciones burocráticas que tienen el poder de controlar, y a menudo de destruir, las comunidades, los valores, las vidas, y sin embargo, no vacilar en nuestra determinación de enfrentarnos a tales fuerzas, de luchar para cambiar su mundo y cambiar el nuestro”. Se constatará más adelante que éste solamente será el punto de partida de una investigación profunda, lúcida y crítica sobre el ascenso del capitalismo y, consecuentemente, la llegada de la modernidad.
            Ahora bien; Todo lo sólido se desvanece en el aire consta de cinco partes, las cuales nos proponemos desglosar brevemente. En primer lugar, tenemos “ElFausto de Goethe: la tragedia del desarrollo”. En este capítulo se propondrá una lectura histórica del Fausto en la que cada una de las caídas o ascensos de éste serán una suerte de espejo de — ¿por qué no decirlo?—  los tropiezos y triunfos del capitalismo. Berman apunta que hay tres metamorfosis sufridas por el Fausto goethiano: la del soñador, la del amante, y, finalmente, la del desarrollista. Es de advertirse que Berman, al igual que Marx, no repara en mostrar lo positivo e imaginativo que fue, en un principio, el ascenso burgués; el cual ––y he ahí donde entra la figura del Fausto–– estando inconforme de sus condiciones materiales, se propone un mayor dominio del conocimiento humano y, en consecuencia, de la naturaleza. El periodo del “amante” ocurrirá en el momento en que los mundos de Fausto y Margarita, tan disímiles el uno del otro, chocan entre sí, pues Fausto será la viva imagen del capitalismo, mientras que Margarita “la crueldad y brutalidad de tantas vidas barridas por la modernización”. Finalmente, hallaremos la tercera y última etapa de la tragedia fáustica: la del desarrollista. Ésta acontecerá en el momento en que Fausto, ya en la segunda parte de la obra, aplasta las vidas de dos viejos campesinos en vista de concluir la construcción de una presa, culminando de esta forma, la tragedia del desarrollo a la que nos ha conducido, según Berman, el proceso de modernización.
            El segundo capítulo es del que se desprende el título del libro: “Todo lo sólido se desvanece en el aire. Marx, el modernismo y la modernización”. Ahí, antes que nada, encontraremos apuntes de lo que Marx entendió como proceso de modernización: sus ventajas y desventajas, causas y consecuencias naturales, etc. Además, se mostrará las relaciones que guarda el proceso de modernización con el modernismo, entendiendo este último más bien en su acepción meramente artístico-cultural. De tal suerte que notaremos cómo es que Marx prefiguró, en cierta medida, los movimientos modernistas: con buena parte de sus escritos y aún más con las imágenes, apocalípticas y dinámicas, ya contenidas en  El manifiesto comunista y que se prolongan hasta El capital.
            En tercer lugar, se encuentra el capítulo intitulado “Baudelaire: el modernismo en la calle”. Siguiendo los trabajados previamente realizados por Walter Benjamin, Berman ensaya una lectura histórica del poeta francés para dilucidar cómo, en buena parte de su obra, se encuentran sintetizadas algunas de las preocupaciones del individuo al vivir la modernidad. Para ello, se ocupará principalmente de dos poemas del Spleen de París, “Los ojos de los pobres” y la “Pérdida de una aureola”. Dichos análisis serán acompañados por acotaciones de carácter urbanístico que nos ayudarán a entender las razones por las cuales la ciudad y su cartografía han venido a ser tan relevantes para la vida moderna.
            En el cuarto capítulo, “San Petersburgo: el modernismo del subdesarrollo”, encontramos nuevamente un puñado de lecturas literarias que nos dilucidarán buena parte del proceso de modernización en la Rusia del siglo XIX y, acota más tarde Berman, los países tercermundistas de nuestros días. Así, veremos cómo en la literatura rusa del XIX, aún cuando Rusia se resistiese a la modernización —con un régimen servil y un gobierno despótico a todas luces—, ya se encontraban rasgos de la experiencia de la modernidad. A la manera del capítulo anterior, se establecerán relaciones entre, por ejemplo, la Nevski Prospekt —la avenida peterburguesa más importante y extensa, aún hasta hoy—, y algunas obras de Gogól, Dostoievski y el modernista Biely.
            Finalmente, en el quinto y último capítulo, “En la selva de los símbolos: algunas observaciones sobre el modernismo en Nueva York”, se verá cómo es percibida la modernidad en una metrópoli tan cercana a nosotros, en tiempo y espacio, como Nueva York. Fiel a lo hecho previamente, Berman se servirá del análisis urbanístico de la ciudad para esbozar algunas de sus impresiones sobre las dinámicas que establece el hombre de nuestros días con el paisaje urbano, principalmente con los espacios abiertos y la manera en que éstos se vuelven necesarios para la saludable constitución de las democracias modernas.

            En síntesis, Todo lo sólido se desvanece en el aire será una herramienta para percatarnos de que el proceso de modernización no ha terminado; antes todo lo contrario, ocurre ante nuestros ojos, estamos inmersos en él. Ya lo dice el mismo Berman en el prefacio: “deseo explorar y trazar el mapa de estas tradiciones, comprender las formas en que pueden nutrir y enriquecer nuestra propia modernidad, y las formas en que podrían oscurecer o empobrecer nuestro sentido de lo que es la modernidad y de lo que puede ser”. Todo lo sólido se desvanece en el aire es, ante todo, una invitación a reflexionar no sólo la modernidad de los siglos XIX y XX; sino también, nuestra propia modernidad.

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