Hebe y Moria
Por Sandra Russo
Escribí hace poco tiempo que Moria Casán ya dejó de camuflar bajo sus mentadas transgresiones para exhibirse como una mujer de derecha. No descubrí la pólvora, ella lo dice públicamente. Pero la gente de la televisión tiene un fantasma tremendo: dejar de estar en televisión. Uno de los recursos para mantener “vigencia” es hacer escandaletes, para que Jorge Rial o similares les den pantalla. Estos días, Moria Casán protagonizó una de las escenas más obscenas que se han visto, fingiendo –encima espantosamente– un orgasmo después de basurear y humillar a Hebe de Bonafini, cuya fotografía habla en el programa de Pettinato.
Quedará eso de Moria Casán: una vedette entrada en años y en lucha abierta y feroz contra su propia vejez, escupiendo a una mujer que pasará a la historia, como todas las Madres y Abuelas. Pasarán años, siglos, y si este planeta sigue en su órbita nuevos argentinitos aprenderán en la escuela que hubo una vez un gobierno surgido de un golpe de Estado, que secuestró y asesinó a una generación de opositores políticos. Los niños verán luego, quién sabe en qué tipo de pantalla, imágenes de mujeres con el pañuelo blanco en la cabeza. Y sabrán que hubo unos años en los que todo este país, incluidos los grandes diarios y las radios, siguió viviendo como si en la otra cuadra nunca hubiera habido una frenada y disparos, como si el compañero de la oficina o la profesora de música o el almacenero o el abogado o el estudiante que todo el mundo conoció nunca hubiesen desaparecido. Leerán en sus libros de texto, los nuevos argentinitos, que cuando todas las puertas se habían cerrado, incluso las de muchos amigos, esas mujeres fueros las primeras que gritaron. Y que nunca pidieron venganza, y que decían la verdad cuando pedían justicia, porque era eso lo que pedían: que se juzgara a quienes habían matado a sus hijos y nunca lo confesaron. Nunca. Porque los niños deberán entender que un desaparecido, y fueron 30 mil, es entre otras cosas un muerto que nunca se deja de llorar.
Las Madres y las Abuelas han sido lo mejor de nosotros, en el único conjunto posible en la Argentina. Un nosotros que no admita que ellas son el símbolo de lo mejor que tenemos, que es su dolor, su lucha y su reclamo de justicia, el gesto más civilizado, más elaborado de todos los que nos ofrece nuestra historia reciente, plagada de violencia y desprecio por la vida.
De Moria Casán se perderán las fotos y las películas. Poco a poco el tiempo irá enterrando la imagen y el recuerdo de una mujer que tuvo una playa en Mar del Plata donde otras mujeres tomaban sol en tetas.
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