lunes, 3 de octubre de 2011

CASO CANDELA

Caso Candela: no logran despegar a la policía y a los narcos del crimen


Burlando. El abogado de Carola Labrador dijo que el caso “está casi esclarecido”. (TELAM)

Otras notas

  • El viernes pasado a la noche, varios patrulleros entraron a Villa La Tranquila, en el partido de San Martín. Casi al mismo tiempo, otros hacían lo mismo en La Cárcova, La 18, Catanga, Corea y 8 de Julio, todos barrios humildes del mismo partido.
    –Es por el caso Candela –decían los hombres de azul si alguien preguntaba.
  • El sórdido secuestro y asesinato de Candela Rodríguez ha colocado nuevamente el accionar de la Policía Bonaerense en el centro de esta compleja trama de delitos, delaciones, engaños que desnudan por enésima vez que el aumento del crimen organizado no puede darse sin connivencia policial y tolerancia política.
  • Una mano asomaba entre bolsas de consorcio. La cartonera se topó con ella mientras revolvía la basura. Retrocedió asustada y entre llantos contó lo que había visto. La policía y el fiscal Marcelo Tavolaro llegaron a los pocos minutos. El gobernador Daniel Scioli y el ministro Ricardo Casal aterrizaron en un helicóptero. A las 15.30, la madre de Candela Rodríguez salió de su casa: se abrió paso entre los movileros y subió a un auto que la dejó en el basural.
    El reconocimiento del cadáver se hizo en cadena nacional, con música dramática de fondo.
  • La investigación por el asesinato de Candela Rodríguez amenaza con volverse un campo de batalla para dirimir la interna judicial de Morón. El miércoles pasado, cuando la imagen del cura condenado por abuso empezó a circular en los medios, varios se agarraron la cabeza al estilo Tano Pasman, aquel hincha de River cuyo único mérito fue putear de manera estruendosa.
  • En el principio de esta trama, cuando Candela Sol Rodríguez aún era buscada por unos 1.600 policías, el ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal, solía prestarse con beneplácito a la requisitoria periodística, al igual que el jefe de la Bonaerense, comisario Juan Carlos Paggi, y el fiscal general de Morón, Federico Nievas Woodgate. Pero tras el hallazgo del cuerpo sin vida de la niña en un descampado de la avenida Vergara, todos ellos se llamaron a silencio. Ahora, en cambio, la voz cantante del caso la tienen los abogados.
  • Unos 300 efectivos de la Policía Bonaerense se sumaron en las últimas horas a la búsqueda de Candela Rodríguez, la nena de 11 años que desapareció el lunes pasado en Hurlingham, luego de salir de su casa para participar de las actividades de un grupo de Boy Scouts de su barrio. Ahora ya son mil los agentes que la buscan. Juan Carlos Paggi, el jefe de la Policía Bonaerense, dijo que se “sigue trabajando” en procura de encontrar a Candela y remarcó que en esa línea “se han dado respuestas a más de mil llamadas” telefónicas, además de seguir con varios allanamientos.
“Los conozco a todos”, dijo Mameluco Villalba desde la cárcel. Apuntan a un subcomisario de San Martín acusado de dirimir a tiros las internas por la venta de cocaína. La hipótesis del crimen del narcosecuestro sigue vigente.
El miércoles, una mujer de pelo decolorado con agua oxigenada caminaba por las calles de José León Suárez, en el partido de San Martín. En una de las manos llevaba a su nieto, un chico de cuatro años disfrazado de Buzz Lightyear, el muñeco de Toy Story. En la otra tenía la bolsa de hacer las compras.
–¿Viste? –le dijo una mujer en la fila de la verdulería–. Lo interrogaron al tío por el caso Candela.
–Pobre –respondió la rubia–. Si él con chicos no se mete. ¡Tiene un corazón!
–Claro –agregó la primera. El tío los conoce a todos, pero su gente no tuvo nada que ver.
El tío, aclarará después la mujer rubia a Miradas al Sur, es como la gente cercana llama a Mameluco Villalba, el narco más conocido de San Martín.
–Para nosotros –dirá– es como un padrino. Acá le pagó un trasplante a una chiquita. Tiene sus negocios turbios, pero si necesitás algo él siempre te ayuda.
Su nombre empezó a sonar en la investigación por el crimen de Candela a partir de sus propias declaraciones televisivas. “Sé quién es cada uno y cada familia y conozco al Topo Moreira, pero nunca tuve relación con él”, dijo Mameluco desde su lugar de detención.
Héctor el Topo Moreira es señalado como uno de los autores intelectuales del crimen. La semana pasada fue detenido en la casa de su hermano. Fernando Burlando, el abogado de la familia de Candela, se apuró a decir que con su detención el caso “estaba prácticamente esclarecido”, y que “casi descartaba” la participación policial. La realidad parece desmentirlo. Cada vez que se conoce un dato nuevo, la pista narco y policial se hace más fuerte.
En San Martín, el Topo Moreira es conocido como informante policial y estafador. “Andaba con un televisor por la calle. Te ofrecía vendértelo más barato, y cuando te lo llevabas te hacía un cambiazo y te daba una caja llena de maderas”, cuenta un hombre que lo conoció de cerca y que casi convivió con él en su último refugio: la Villa 9 de Julio, en San Martín. También se lo relaciona con Claudio el Orejón Britez, un policía con mucha historia en la zona.
La 9 de Julio –donde alguna vez también vivió Lauriano Rodriguez, el padre de Candela– tiene una historia compleja. Hasta hace dos años atrás, el barrio estuvo manejado por Gerardo Goncebat, uno de los compadres de Mameluco. En junio del 2009, Goncebat contrató sicarios para ‘limpiar’ los pasillos de la villa, donde los jóvenes del barrio le robaban a los clientes que iban a comprar cocaína. El primer caído en esa matanza fue Edgardo Kleyer, de 19 años. Algunos dicen que lo mataron por error. Su familia denunció el crimen, acudió a los medios y tanto Goncebat como su gente tuvieron que esconderse por un tiempo. Mientras ellos no estaban, los vecinos tiraron abajo los ranchos en los que tenían sus puestos distribución. Y enseguida, otro grupo narco ocupó la plaza de venta en esas dos cuadras que solía manejar Goncebat.
El de 3 de septiembre de 2009, el capo depuesto y un grupo de veinte hombres intentaron recuperar a tiros el control del lugar. Los testigos dijeron que entre ellos había varios policías de civil. Del otro lado, entre los nuevos narcos que habían copado el barrio estaba Cartucho Britez, hermano del subcomisario más famoso de San Martín: El Orejón Britez. De hecho, el Orejón fue el primer policía uniformado en llegar al lugar, a pesar de que lo habían trasladado a una comisaría de Escobar y ya no tenía jurisdicción en la 9 de Julio. “Yo conozco muy bien la zona, trabajé muchos años en San Martín, siempre en la calle, por eso me llamaron a mí”, dijo después para justificarse.
Ese día Goncebat recibió cuatro disparos y quedó hemipléjico. Meses más tarde murió en una clínica privada. Los Britez parecían ganar la batalla, pero las 300 balas que habían disparado para defender el territorio hicieron demasiado ruido.
“Ellos se tuvieron que ir y el barrio quedó en manos de la gente de Mameluco. Él tenía buena relación con todos, incluso con el Orejón Britez”, confió a Miradas al Sur un vecino que vive en la cuadra donde se puede comprar cocaína las 24 horas. “Ahora –dice–, contrataron a un montón de pibes menores de edad, que están todo el día en la esquina. Sólo hay lío cuando algún cliente se queja del precio o porque le vendieron merca de mala calidad.”
A el Orejón , mientras tanto, se le atribuye haber seguido con sus negocios a pesar del traspié con su hermano transa. Dos fuentes independientes entre sí ligadas a la Justicia de San Martín dijeron que su poder de intocable reside en que tiene línea directa con un alto funcionario de la Policía Bonaerense. Algunos lo vinculan a una industria floreciente en la zona: el secuestro de familiares de narcos. Una de las víctimas de esa modalidad fue la tía de Candela: María Alejandra Romagnoli, secuestrada en junio de este año en Villa Korea, el mayor centro mayorista de cocaína de la zona.
Según sus vecinos, Romagnoli es la ex mujer del hermano de Carola Labrador, con quien tuvo dos hijos. Su actual pareja, un hombre apodado el Pitufo, sería el qué pagó el rescate para que la liberen. El bufet que manejaba la mujer y donde también trabajaba Carola Labrador, ahora es administrado por sus hijos. Ni Romagnoli ni el Pitufo se dejan ver por la zona.
“Él –dice la mujer rubia que trata con familiaridad a unos y otros– está preocupado de que lo relacionen con el caso de Candela. Y además, tiene muchos negocios que cuidar: es uno de los que distribuyen merca en toda la zona.”
Otros vecinos y una fuente judicial consultados por Miradas al Sur sostienen la misma versión. Y agregan un dato: desde que Candela apareció muerta, en La Korea los jefes narcos cambiaron sus costumbres. Ya no se dejan ver a la luz del día y planifican con más rigor cada uno de sus movimientos.
¿El secuestro de la niña de once años fue un hecho similar al de Romagnoli?
Quienes siguen el caso de cerca y no creen la hipótesis de la vendetta familiar dicen que es muy probable. “Por lógica –explicó a Miradas al Sur una fuente judicial que sigue el pulso de la investigación–, en una venganza las bandas actúan distinto: te matan y te tiran en la puerta de tu casa enseguida. Retener a alguien durante seis días es porque se quiere obtener dinero u otra cosa a cambio. Todos nos preguntamos lo mismo. ¿La mataron porque la familia no pagó lo que le pedían? ¿Hay una deuda entre narcos en el medio? Son interrogantes que todavía hay que resolver”.
El movil, de hecho, sigue siendo el gran misterio del caso. El viernes que viene la Justicia debe resolver la situación procesal de los detenidos. Mientras la estrategia de Burlando parece seguir el guión de un programa de chimentos –con acusaciones cruzadas de quién era buchón y quién no– el trasfondo narco y la conexión policial del caso parecen crecer cada vez más.
Tal como señaló Miradas al Sur en ediciones anteriores, el acusado de ser el autor material del asesinato de Candela, Hugo Bermúdez, es señalado como uno de los que hasta hace poco vendían cocaína en Villa La Tranquila, en San Martín, en una zona controlada por Mameluco.
Una hipótesis señala que tanto Bermúdez como el Topo Moreira –si es que en verdad tienen relación con el caso– actuaron bajo órdenes de un grupo policial con experiencia en el asunto. Y no pocos pronostican que el nombre de el Orejón comenzará a sonar con fuerza en los próximos días. Nadie como él, dicen, sabe borrar las huellas de un cadáver con tanta frialdad y profesionalismo.
La mujer rubia que conoce las intimidades de la economía ilegal analiza el escenario y suspira.
–A la nena la mataron porque la mamá no pagó. Acá nos conocemos todos y sabemos quién es quién.
Lo dice sin dobleces, con el orgullo de pertenecer. El narcotráfico, dice, se volvió parte de la vida cotidiana de San Martín. Tanto que su jefe más conocido, Mameluco Villalba, antes de volver a ser detenido se soñó intendente del partido que lo vio crecer. Aunque ahora la cárcel y el hecho de que su nombre aparezca mezclado entre los acusados por el crimen de una niña de once años atenten contra su campaña electoral.

No hay comentarios: