martes, 2 de septiembre de 2008

EMPIEZAN LAS JORNADAS INTERNACIONALES HEIDEGGER

EMPIEZAN LAS JORNADAS INTERNACIONALES HEIDEGGER

El filósofo más incómodo

La segunda edición de estos encuentros, que se darán cita desde hoy en la Biblioteca Nacional, convocará a prestigiosos intelectuales para reflexionar sobre un nombre que resulta fundamental para reinterpretar el pensamiento actual.

Por Silvina Friera

El autor de Ser y tiempo fue el filósofo más influyente del siglo XX. Y el más incómodo, por su adhesión explícita al gobierno nacionalsocialista de Hitler. Pero explorar y cuestionar ese pensamiento, excesivo en todos los sentidos, sigue siendo necesario para una reinterpretación de la filosofía actual. En las II Jornadas Internacionales Heidegger, que comienzan hoy en la Biblioteca Nacional y concluyen el próximo viernes, un grupo de reconocidos académicos e intelectuales, entre los que se encuentran Edgardo Castro, Mónica Cragnolini, Diego Tatián, Miguel Vedda, Horacio Benega, Alfredo Rocha de la Torre, Cristina López, Luis Alejandro Rossi y Jorge Fernández, entre otros, reflexionarán sobre Heidegger y la cuestión política, un tema no explícito en la meditaciones heideggerianas, pero que en su ocultamiento produce ecos en toda la filosofía contemporánea.

“Como renegaba de la fragmentación de la filosofía en ámbitos específicos, debería decirse que no hay una filosofía política en Heidegger, al igual que no hay una filosofía del lenguaje o de la historia”, señala Bernardo Ainbinder, uno de los organizadores de las II Jornadas, a PáginaI12. “Heidegger rehuyó más bien a asumir e interrogar en profundidad la clásica definición aristotélica del hombre como zóon politikón, como animal político. Pero no puede sino causar perplejidad que asumiera el rol de un funcionario político en la Alemania nazi, el rectorado de la Universidad de Friburgo, lo que hace aún más acuciante la pregunta por la relación entre la filosofía de Heidegger y la política.”

En la confluencia del silencio heideggeriano sobre lo político, sobre el que asienta su ulterior silencio sobre su propia actuación política, hay algo escandaloso que interroga insistentemente a la filosofía del siglo XX y que, en palabras de Derrida, asedia a los filósofos como su infierno: ¿por qué el mayor filósofo del siglo XX ha adherido al peor de sus totalitarismos? El único modo de hacer frente a estos interrogantes, según Ainbinder, especialista en Heidegger y docente de la Universidad de Buenos Aires, es volver sobre las presuntas certezas en que se fundan, “renunciando tanto a la denuncia y la imprecación en la que algunos críticos de Heidegger se solazan como a la exculpación de su filosofía, disociándola totalmente de todo contenido político que ensayan sus defensores”. Las jornadas pretenden deconstruir la idea de que la filosofía heideggeriana nada dice ni puede decir sobre la cuestión política. “No es una tarea demasiado compleja si nos atrevemos a hacerle frente –admite Ainbinder–. ¿No ha caracterizado Heidegger a la filosofía, desde comienzos ya de los años ’20, como una forma de praxis que, además, entraña una responsabilidad en el contexto de los saberes y las ciencias?”

Alejandro Boverio, sociólogo, filósofo y docente de la UBA, plantea que es indudable que la adhesión que Heidegger prestó al nacionalsocialismo marcó en muchos sentidos el abordaje de su obra filosófica durante gran parte del siglo XX y, en muchos casos, cerró cualquier posibilidad de interpretación en virtud de aquel episodio oscuro que nunca terminó de esclarecerse. “Más allá de cualquier posicionamiento político efectivo, y el más altamente significativo fue la asunción del rectorado de la Universidad de Friburgo en el año 1933, existe una insistencia y una deriva política de todo su pensamiento que lleva a preguntarse por la apertura comunitaria, como lo indican muchos de los trabajos del filósofo francés Jacques Derrida y, más recientemente, aquello que retoma Roberto Esposito en su ya renombrado Communitas. Lejos de estar agotada una indagación en torno a las implicaciones políticas del pensamiento filosófico de Heidegger, es preciso cuestionarse los alcances de las interpretaciones vigentes, inclusive las de aquellas que abren lecturas novedosas, y avanzar un poco más.”

Boverio observa que en el Discurso del Rectorado, Heidegger señala que “espíritu es el decidirse, originariamente templado y consciente, por la esencia del ser”, pero desde el llamado de una fuerte voluntad. “Aquello que hay de tosco voluntarismo espiritual en el texto, que podría hacer recaer a todo ese discurso en una metafísica de la subjetividad, tal vez sea el costo que decide pagar Heidegger para distanciarse del biologicismo nazi. Pero el llamado a la voluntad va de la mano de un llamado a la lucha. La lucha como el momento de acrecentamiento de la voluntad y como único medio de conservación de todas las capacidades corporales. ¿Estamos leyendo a Nietzsche o a Heidegger?”, pregunta Boverio. “Todas las facultades de la voluntad y del pensamiento, todas las fuerzas del corazón y todas las capacidades del cuerpo tienen que desarrollarse mediante la lucha, aumentar en la lucha y conservarse como lucha”, dice Heidegger. Es el conflicto el que lleva hacia adelante aquello que para el flamante rector es necesario para cumplir la misión histórica del pueblo alemán –subraya Boverio–. La posterior confesión que hace Heidegger citando a Clausewitz no es azarosa.”

Boverio baraja las cartas de la filosofía política del siglo XX. “Sabemos que la lucha, la guerra, el conflicto, fue aquello que unos años antes del discurso heideggeriano había señalado Carl Schmitt como el concepto específico de lo político en tanto distinción amigo-enemigo, y justamente también a partir de una cita de Clausewitz, o mejor dicho, de su puesta en cuestión. Aquella cita que dice que la guerra es la continuación de la política por otros medios que, muchos años después, Foucault tuvo la audacia de invertir para afirmar que es la política la que es una continuación de la guerra por otros medios. Esos nuevos medios de la política están definidos hoy por la gestión biopolítica de los cuerpos, que la democracia formaliza y oculta bajo un manto de paz civil debajo del cual la guerra está latente. Si en los primeros meses de este año hemos visto en nuestro país cómo esa conflictividad puede aflorar con toda su fuerza, de un momento a otro, no podemos más que constatar la relevancia que, entonces, tienen las meditaciones de un pensador actual.”

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