Pino Solanas, el último director político, presenta su documental más cinematográfico y conmovedor
“Siempre amé al tren, es una pasión que heredé de mi padre”
El estreno, este jueves, de La próxima estación, nuevo documental del creador de La hora de los hornos, es una buena excusa para acercarse a una de las voces –y miradas– más lúcidas del cine argentino. Un señor capaz de transformar las ideas, la información y la emoción en una única cosa.
Leonardo M. D’Espósito 03.09.2008
El hombre que amaba a los trenes. “Mi primera aventura, a los trece años, fue irme a Posadas en tren con tres compañeros. Esa pasión por el tren la heredé de mi padre.”
Para algunos –desgraciadamente menos de los que deberían–, Pino Solanas es como parte del paisaje. Se sabe que hizo películas, se sabe que es un señor importante en el mundo del cine. Se sabe, además, que es un político e incluso hay quien recuerda que fue diputado. Se sabe menos que es un andariego sin pausa.
Cuando vamos a entrevistarlo a su oficina del Moreno (Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora, la ONG de Solanas), la encargada de prensa de su última película nos confiesa su dificultad a la hora de armarle la agenda, porque el hombre recorre el país todo el tiempo. Hoy Córdoba, mañana Mendoza, pasado Cafayate, y así. Solanas viaja, filma, habla, da conferencias. Solanas no puede cortarse sólo como cineasta (aunque sea uno de los más importantes paridos por este país) ni como político (aunque su discurso mantenga ideas y coherencia poco habituales). Es ambas cosas o no es, y Pino es.
Embarcado desde 2001 en retratar la Argentina con una serie de documentales, presenta esta semana la cuarta entrega, La próxima estación, un film dedicado a los ferrocarriles. O más bien a lo que queda de ellos. “En la construcción de una nación –dice con esa mezcla de vehemencia y precisión tan suya–, el circuito ferroviario es esencial. Por eso la destrucción de los trenes fue una medida intencional para quebrar la integración económica del país.
Su desaparición fue el golpe más fuerte que se les dio a las economías regionales porque el ferrocarril permite el comercio de la carga difusa en el radio de influencia de la región, entonces pequeñas cantidades comercializadas con los pueblos vecinos. No en balde más de mil pueblos se empobrecieron al límite. Y un millón de personas emigró a las capitales de las regiones.”
Entonces el cine, que es además una herramienta política en manos –en ojos– de Solanas, implica una elección ética en cada imagen. En una escena, uno de los ferroviarios que narra el desguace se quiebra y llora ante cámara. Pino no corta. “Cuando uno está rodando –dice–, tiene que filmar todo hasta las últimas consecuencias, y después poner a consideración del protagonista si lo deja.
En ese caso, una vez que monté la película se la mostré en mi casa y le pregunté si para él había quedado bien, si lo dejábamos. Uno tiene que ser el puente, el vehículo para poder transmitir esa emoción que se relata: el hombre que, al cerrar un taller de los ferrocarriles, se sintió como en un ejército vencido que entrega las armas, y no puede aguantar y se quiebra con el recuerdo de esa idea de campo arrasado.
El verdadero conflicto que tiene el director de cine es inventar la película. La información o las ideas las pueden aportar otros. Lo difícil es qué selecciono de lo que miro a través de la cámara y luego qué lente, qué ojo le pongo a esa cámara para darle unidad estética y fuerza expresiva a la película, o qué personajes elegir, cómo rescatar su humanidad para que nos conmuevan.”
El hombre conoce el tema del que se ocupa; a la hora de dar números, no deja nada al azar. “Yo vine reflexionando sobre la Argentina en los últimos 50 años –cuenta–. Desde los 18, 19 años me preocupo por el tema recursos. Me la pasaba leyendo la historia de los ferrocarriles de Scalabrini Ortiz, de hecho lo he tratado a Scalabrini y fui amigo de sus hijos. Siempre me ocupé de esos temas.
Cuando se produce la hecatombe con la caída de De la Rúa, con la mitad del país quebrado, yo salí a hacer un testimonio de esa Argentina; mi intención era lograr un fresco de ese momento, un poco como hice con La hora de los hornos, que era un gran fresco histórico-político. Y entonces salgo a hacer algo en esa línea.
Ahora bien, el material que fui encontrando fue tan grande que surgió un conjunto de cinco películas. Y esta cuarta se la dedico a los ferrocarriles porque es imposible hablar de reconstrucción nacional sin pensar en esa fuerte herramienta de integración.” Hay más motivos, y por eso es que La próxima... es, de la serie de documentales, la que tiene mayor peso cinematográfico.
“Siempre amé los trenes. Nací en Olivos e iba a San Isidro al colegio o al centro por trabajo en tren. Iba de vacaciones en tren. Mi primera aventura, a los trece años, fue irme a Posadas en tren con tres compañeros. Adoraba los trenes; esa pasión la heredé de mi padre.”
El viaje (después de todo, sus films siempre implican el desplazamiento constante) es mucho más que una figura de estilo para el director. “Yo tengo vocación de explorador –declara y sonríe–. Me gusta mucho encontrar, me gusta mucho el cine de descubrimiento. No sólo de lugares, sino de gente. Si vos ves todas estas películas juntas, hay cien personajes del pueblo argentino que te están diciendo ‘mirá con qué justicia pensamos, mirá cuánto conocemos de estos temas’. Cuando yo veo un guarda, un conductor de ferrocarril que me da una lección de historia, me produce una gran emoción y una gran esperanza. Esta película es el testimonio de 15 o 20 personajes que dan testimonio de esperanza permanente.”
La debacle del sistema ferroviario argentino es, efectivamente, la historia de esas personas que Solanas encuentra yendo a lugares donde la televisión no llega (“vivimos en una mediocracia, en una sociedad mediática: la agenda la fijan los intereses de los medios”), a buscar a las personas que tienen un conocimiento cierto de lo que realmente sucede en el país.“Esos personajes denuncian el destrozo –dice–, pero al mismo tiempo la película está conteniendo una propuesta. Y todo eso termina con una crítica fuerte al tren bala y el caos del transporte, diciéndote que la salida de la Argentina está, que Argentina puede.
Con la mitad de lo que sale el tren bala, el país puede reconstruir a cero toda su red ferroviaria. Si los gobiernos que pasaron hubieran tenido una política de información y comunicación, esto sería otra cosa. Canal 7 tiene tres señales satelitales que no utiliza. Y no has visto un programa de información o de debate en ese canal. Es complicidad: además el gobierno Kirchner les prorrogó la licencia diez años a los privados.”
Solanas hizo de su cámara una tribuna. Y considera al cine como una gran síntesis: por lo tanto, una herramienta poderosa. “Una buena proyección de esta película bien anunciada en horario nocturno tiene una audiencia fenomenal porque el tren lo padecemos todos. Es tan poderoso porque es perdurable. El cine es el único medio de expresión que congela momentos de la vida. Dentro de cien años, quien vea La próxima estación verá cómo hablaban, cómo vestían, cómo sufrían los argentinos. El cine es un verdadero desafío a la inmortalidad porque congela momentos de vida”.
Y el cine de Solanas sin duda implica ese desafío: el de conservar lo que se elude para cambiar el presente. ¿Cine de denuncia? Sí. Y de compromiso, en el sentido más amplio y artístico de esa palabra desprestigiada.
De la tierra a la vida de Scalabrini
El próximo film de Solanas es el quinto documental de la serie La tierra sublevada. “Es un proyecto para el año que viene y ya está la mitad filmada –cuenta–. Es la protesta de la tierra frente al saqueo y la contaminación que han hecho con sus recursos. Quiero descubrir a los argentinos los bienes de la tierra: la minería, que es apasionante y nadie tiene ni la más remota idea; el petróleo, la explotación agraria y la explotación marítima, más la protesta de los ambientalistas frente a la contaminación que está produciendo esto.
La cuestión es la defensa de la tierra y la recuperación de los recursos nacionales.” Cuando termine, seguirá con su primera ficción desde La nube, de 1998: una biografía de Scalabrini Ortiz que, en realidad, iba a ser La próxima estación. “La idea era mezclar la biografía con el documental, pero por cuestiones de presupuesto no se pudo.” La vida de Scalabrini según Pino Solanas llegará a las salas de cine en 2010.
Testimonio del crédito que se transformó en desencanto
En 2004, Solanas estrenó el film que comenzó la saga. Memoria del saqueo le valió un premio especial en Berlín. De allí partió el proyecto de estos cinco documentales: le siguieron La dignidad de los nadies (sobre la resistencia y la organización popular ante el vacío político, 2005); Argentina latente (2007, sobre las posibilidades del desarrollo científico en el país) y el último de ellos, La próxima estación, al que le seguirá La tierra sublevada en 2009.
Las cinco películas nacieron como una urgencia, pero se fueron articulando hasta convertirse en un documento de lo que hubo y lo que hay en el país, incluso como una esperanza de desarrollo.
El primero, estrenado cuando Néstor Kirchner fue electo presidente, culminaba con un fundido a negro donde se dejaba abierta la posibilidad de una esperanza, entonces encarnada de alguna manera en el patagónico. Pero el desencanto creció y estas películas son, al mismo tiempo, el tránsito desde el crédito abierto hacia un gobierno hasta el desencanto.
“Es una aberración que desde Menem hasta hoy, pasando por el desastre de De la Rúa y los cinco años de gobierno Kirchner, ninguno se pusiera a pensar en la reconstrucción del transporte –dice–. No hay mirada estratégica ni proyecto de reconstrucción. Hace cinco años que este gobierno sabe que Aerolíneas está quebrada, pero no sólo no la denuncia por el vaciamiento que nos hizo, sino que no reconstruye ninguna aerolínea de bandera y entrega el cabotaje a las compañías extranjeras.” Todos los films de la serie están editados en DVD y tienen más difusión allí que desde las salas de cine. La resistencia existe.
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