Federico Mayor Zaragoza, científico y ex-Director General de la UNESCO
: "El mayor acontecimiento del siglo XX fue la Declaración de Derechos Humanos"
Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) es un personaje político bien conocido, cuyo principal bagaje lo constituyen las vivencias acumuladas en doce años viajando por todo el mundo como Director General de UNESCO, la organización de la ONU que trabaja por el desarrollo cultural en todo el planeta.
La primera constatación que anota el periodista es que su acercamiento a los países subdesarrollados le ha marcado para el resto de su vida y que le induce a ponerse siempre de parte de Africa y de otros continentes y países pobres que conoce perfectamente y sobre el terreno. Resultan chocantes en tan alto y experimentado dirigente internacional aseveraciones radicales y diáfanas como "el gran fracaso del desarrollo a escala internacional de los últimos 30 años es que se ha establecido sobre la base de los préstamos económicos". Mayor Zaragoza recibe a CONSUMER en la biblioteca de la Fundación Ramón Areces, en Madrid, y desgrana en la conversación las propuestas para instalar, de una vez por todas, la cultura de la paz en el mundo: "hay que prepararse para la paz, e invertir dinero en ello, que harto hemos pagado el precio de la guerra". Fue Director General de UNESCO desde 1987 hasta 1999, a lo que se añade su formación científica (Doctor en Farmacia y Bioquímica). Además, es miembro de una treintena de academias de las ciencias y asociaciones de todo el mundo y Doctor Honoris Causa de varias universidades. Mayor Zaragoza es autor de varios libros, entre ellos Los nudos gordianos (Galaxia Gutemberg).
¿Para qué sirve la educación y en qué nos ayuda como individuos y como sociedad?
La educación es un proceso a través del cual cada persona puede llegar a dirigir con sentido su propia vida. Es un camino en el que somos aprendices permanentes de acuerdo con nuestra propia experiencia. Para mí, es la solución de todos los grandes desafíos que hoy tenemos en el mundo. El gran problema de la actualidad es que vivimos 6.070 millones de personas y cada día llegan 270.000 pasajeros más a la Tierra. La educación es la única manera de poder compartir mejor, eliminar estas asimetrías que conducen a la pobreza, a la exclusión, a vivir en condiciones incompatibles con la dignidad humana, y que al final son foco de inestabilidad y flujos migratorios. Hay que educar para adquirir soberanía personal, para no estar al dictado de nadie y para que tengamos nuestras propias respuestas sobre las cuestiones esenciales.
La única buena noticia de este principio de milenio es el declive progresivo de la población en los últimos 10 años. Habíamos calculado que seríamos 6.200 millones y somos menos, esto ha sido posible porque en países como la India, Bangladesh, México¿han invertido más en educación. Resultado de todo ello es que tienen más gente que actúa en virtud de su propia reflexión.
¿Hay pasividad de la población de los países industrializados en estas cuestiones?
Sí, y quiero expresar mi preocupación por la indiferencia y pasividad de muchos ciudadanos (sobre todo, jóvenes) de los países ricos, que quizá no tienen tiempo para reflexionar y se convierten en receptores permanentes de información de cuestiones urgentes como catástrofes y escándalos. En realidad, viven pero no existen como ciudadanos, como personas capaces de expresar sus puntos de vista, de protestar y trasmitir sus criterios. Quiero hacer un llamamiento para que cada uno tenga sus propios argumentos y sea capaz de expresarlos. Que sea un ciudadano que participe en la construcción de la democracia genuina, resultado de una buena educación. Los ciudadanos bien educados, y no sólo bien informados, son la mejor garantía de una democracia que comparta mejor, con una mayor solidaridad y que haga frente a los grandes desafíos medioambientales, sociales y morales de nuestra sociedad.
¿La educación, por tanto, sirve para construir la paz, el desarrollo y la democracia?
El desarrollo tiene que ser desde el interior de los propios países. El gran fracaso del desarrollo internacional de los últimos 30 años es que se ha establecido sobre la base de los préstamos económicos, que favorecen siempre al país prestamista en la medida en que le permiten mejorar sus capacidades científica y tecnológica y participar en las empresas que operan en los países receptores de las ayudas. Y, por si fuera poco, generan en los países pobres una dependencia todavía mayor. A la financiera se une la dependencia tecnológica, científica, cultural y administrativa. Mediante la educación podemos contribuir a que los países pobres aumenten sus capacidades, con más técnicos, ingenieros,... y mejores dirigentes políticos y empresariales. Hasta ahora, hemos aplicado medidas uniformes a países muy diversos y, sea cual fuera el país le hemos dicho, por ejemplo, que tiene que disminuir el número de funcionarios, cuando esto para algunos está bien pero en otros ha llevado a la desaparición de los pocos maestros que había. Les hemos dicho que tienen que privatizar, cuando es verdad que en algunos países así se redistribuye el poder económico, pero a otros les lleva a perder la última posibilidad de explotar sus recursos. Mediante la educación hay que ayudarles a que adquieran la capacidad de ser ellos mismos quienes se desarrollen.
¿Corremos el riesgo de quedarnos rezagados en investigación científica con respecto a Estados Unidos y Japón?
No corremos el riesgo, ya estamos rezagados. Lo que tenemos que hacer es tomar medidas. El porcentaje del PIB que dedican Japón y Estados Unidos es del 3%, mientras que el de Europa es de sólo el 1,8%. Europa ha de ser consciente de que debe si no invierte más en investigación siempre sufrirá esa dependencia de Estrados Unidos y Japón. Hay países, como Finlandia y Suecia, que invierten el 4,2% en investigación, pero también otros invierten menos, como España, el 0,9%. Mi propuesta es que en España se haga un pacto de Estado basado en un acuerdo que establezca que durante los próximos 10 años cada ejercicio incrementamos las inversiones en investigación científica y técnica un 0,08% del PIB. Esto haría que en 10 años nos situáramos en el 1,7% del PIB, la media europea. En España hay investigadores excelentes que no podemos desaprovechar por que no sólo de los aparatos consta la investigación. Ya lo decía un premio nobel con el que tuve el honor de trabajar: investigar es ver lo que otros también pueden ver y pensar lo que nadie ha pensado.
Estas cifras contrastan con lo que se invierte en armamento...
Invertimos a escala mundial la barbaridad de 2.000 millones de dólares (370.000 millones de pesetas) al día en armamento. Y no nos engañemos, cuando se invierte en armamento al final éste se utiliza. ¡Pero, señores... si antes tenemos enfermedades que atajar y problemas medioambientales por resolver!. Hay que buscar nuevos equilibrios e invertir de otra manera. No podemos invertir esa cantidad de dinero para la destrucción y la defensa militar, en ese sentido me asusta lo del escudo antinuclear de Bush. Es mucho más prioritario protegernos de los rayos ultravioletas, o ver qué hacemos con el 83% de la población del planeta que vive en condiciones inhumanas o atender lo que puede suceder con el SIDA, que hasta ahora tenemos la suerte de que todos los virus, las cinco variantes, sólo se transmiten por la sangre, pero puede surgir una mutante, por lo que tendremos que tratar a todos los enfermos del mundo, no sólo a los de los países ricos. Por todo ello, que ahora nos embarquemos en una escalada militar me parece aberrante.
¿Entonces, sobran los ejércitos?
No, yo no soy un utópico, los ejércitos son necesarios. En tiempos de paz tienen que estar preparados para otras actividades, como desplazarse raudos en grandes aviones adonde se produzcan las tragedias en forma de terremoto, inundaciones, etc. Lo hemos visto en El Salvador, en la India, ¿cómo puede ser que los países más ricos de la Tierra no puedan enviar aviones, o tecnología aplicada para estos casos, como perforadoras, detectores, aparatos para mover masas de hormigón y tabiques derrumbados? Estamos haciendo frente a las catástrofes como hace cien años, con una improvisación total. Pero ocurre lo mismo cuando hay un fuego en Estados Unidos, tampoco tienen dispositivos preparados para estas catástrofes y se acaba quemando media California.
¿Qué hacer para implantar la cultura de la paz en el mundo?
Es la gran transición en este cambio de siglo y de milenio, la de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón. De la ley del más fuerte a la comprensión, al diálogo, a la escucha, al convencimiento de que hablando se entiende la gente. La aplicación en nuestra vida cotidiana de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es crucial: en el momento en que se tenga este convencimiento, el mundo puede cambiar y ofreceremos a nuestros hijos un mundo diferente. Artículo Primero "Todos los seres humanos son libres e iguales", fíjese que maravilla. Para mí el acontecimiento más importante del siglo XX es la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Representan una pauta que puede unirnos a todos en los grandes conceptos de libertad, justicia, igualdad¿ Esto es la cultura de la paz, convencernos de que la fuerza está en el espíritu; es decir ¡basta ya! a un proverbio maléfico que tantas veces repitiera Cicerón y que tanto ha seguido la humanidad durante siglos: "Si quieres la paz, prepara la guerra". Por eso yo digo que hay que prepararse para la paz, e invertir dinero en ello que ya hemos pagado suficientemente el precio de la guerra.
¿El verbo compartir es la clave para este nuevo siglo?
Lo suscribo totalmente, hasta ahora que no hemos sabido compartir, y no sólo riquezas sino tampoco conocimientos, experiencias¿y por eso se dan esas posturas tan arrogantes de los países del primer mundo dictaminando que lo que necesitan los países pobres es alfabetización y luego educación. Pues no, lo primero que necesitan es educación y, después, un poco de autoestima. Lo que hay que hacer es lo que me recomendaba una maestra africana "por qué no nos escuchan" y dejarnos de consejos. Nos tenemos que dar cuenta de que estamos todos en el mismo barco, el mundo, y que tenemos que remar todos en la misma dirección. Ya lo dijo Leonardo da Vinci, en un barco cuando se está en bonanza hay ricos y pobres, hombres y mujeres, negros y blancos, jóvenes y viejos¿pero en el momento que se desata la tormenta ya no hay a bordo esas distinciones, no hay más que pasajeros que comparten un destino. Hoy, en la Tierra con todas las amenazas existentes, somos pasajeros de un mismo buque. Por eso debemos compartir mejor, para que los tiempos de bonanza puedan continuar. Si en la aldea global hay un barrio muy rico y el resto son chabolas pobres, un día los menesterosos invadirán el barrio de los pudientes.
¿Qué opina de la globalización?
Yo soy partidario de la globalidad, que es una realidad, y sin embargo no estoy de acuerdo en que haya una globalización. He estado en todas las partes del mundo y lo único que he visto globalizado es la pobreza y la insatisfacción. Los países pobres no sólo quieren que les dejen participar en esta carrera de la globalización si no que les digan "vamos a reequilibrar el conocimiento y vamos a darles la oportunidad de que se desarrollen". No sólo tenemos que llegar a acuerdos económicos, por ejemplo, con los países que tienen los caladeros de pesca, hay que firmar convenios donde esos estados participen de recursos que, recordémoslo, son suyos.
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