Libros sobre nazis en Argentin
Un país “criminales de guerra friendly”
Más de 200 gerarcas alemanes encontraron refugio en la Argentina de Perón. Las obras recientes de Jorge Camarasa, Uki Goñi y Carlos De Nápoli revisan ese pasado.
Osvaldo Aguirre12.12.2008 Otros tiempos. Más allá de los mitos y los datos poco certeros, muchos seguidores de Hitler llegaron a estas tierras al terminar la Segunda Guerra Mundial.
Ingresó a la Argentina con un pasaporte falso y cambió muchas veces de nombre y de domicilio. En secreto continuó sus investigaciones en genética. Cuando Alemania pidió su extradición, huyó a Paraguay y después a Brasil y escapó de sus perseguidores. Josef Mengele (1911-1979) dejó “un rastro de dudas, confusión y pistas falsas”, dice el periodista Jorge Camarasa, pero la historia contiene sucesos más inquietantes que la leyenda, desde la relación del médico nazi con Juan Domingo Perón hasta sus actividades en dos laboratorios de Buenos Aires.
Camarasa acaba de publicar Mengele. El ángel de la muerte en Sudamérica (Norma), una crónica que sigue los pasos del criminal de guerra, célebre por sus crueles experimentos con niños y mujeres en Auschwitz y la obsesión por lograr que las alemanas dieran mellizos para mejorar la raza aria. La historia nazi es un tema de interés notable para las editoriales: en forma simultánea han aparecido otros dos libros, la reedición de La auténtica Odessa, de Uki Goñi (Paidós), y Los científicos nazis en la Argentina, de Carlos De Nápoli (Edhasa).
Según un cómputo de Goñi, al menos 228 criminales nazis y fugitivos de los países ocupados durante la Segunda Guerra encontraron refugio en la Argentina de Perón. En ese marco el caso Mengele resulta emblemático de las condiciones propicias para la fuga y del aura de misterio y fábula que rodea a aquellos personajes. Ficciones como El archivo Odessa, de Frederick Forsythe, o Los niños del Brasil, de Ira Levin, instalaron teorías conspirativas y difundieron versiones que no terminan de ser despejadas, entre ellas la existencia de una organización dedicada específicamente a asegurar la fuga de nazis en la posguerra. El secreto impuesto sobre la documentación oficial (recién en 1992 la Secretaría de Informaciones del Estado, por ejemplo, abrió sus carpetas sobre Mengele y la dirección nacional de Migraciones guarda aún un conjunto de expedientes) y la información errónea, a veces divulgada en forma deliberada y otras de buena fe por instituciones o personas dignas de confianza, terminaron de crear condiciones difíciles para las investigaciones.
EL ESTADO DE LAS COSAS. Pese a las críticas que recibió, la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en la Argentina (Ceana), creada durante el gobierno de Carlos Menem y presidida por el historiador Ignacio Klich, relevó información desconocida sobre el paso de los criminales de guerra y sumó nombres que habían permanecido en secreto a través de informes divulgados entre 1998 y 1999. En la primera edición de La auténtica Odessa (2002), Uki Goñi agregó documentación procedente de archivos de ocho países y presentó de modo contundente las gestiones de funcionarios del gobierno de Perón y de jerarcas de la Iglesia Católica argentina en el socorro de los nazis. Como efecto de la aparición del libro, el Ministerio del Interior ordenó en 2003 la apertura de 49 expedientes a la Dirección de Migraciones, pero por distintas razones sólo dos fueron efectivamente liberados.
Entre la extensa bibliografía disponible, pueden destacarse además las investigaciones de Jorge Camarasa (a partir de Los nazis en la Argentina, 1992) y Álvaro Abós (Eichmann en Argentina, 2007, una minuciosa biografía del oficial a cargo de la “solución final”). El listado de criminales hospedados en Argentina que agrega Goñi en la reedición de su libro resulta útil para evitar las especulaciones sobre la presencia de “miles de nazis”.
En ese sentido, Los científicos nazis en la Argentina permite concluir que la presencia de técnicos y científicos no pasó de casos contados y en general resultó un bluff, como demuestra la conocida historia de Ronald Richter y su cuento de la bomba atómica, o no tuvo mayores consecuencias al margen de alguna contratación en el Ministerio de Salud (como Carl Peter Vaernet, el “Mengele danés”) y la Aeronáutica.
M DE MUERTE. Josef Mengele llegó a Buenos Aires en junio de 1949, con un pasaporte a nombre de Helmut Gregor. Hay pocos datos sobre sus primeras actividades, fuera de que tuvo un taller de tornería y fabricó juguetes didácticos. A partir de 1953, instalado en un chalet de Vicente López, comenzó a hacerse más visible a través de su actuación en los laboratorios Wonder y Fadro Farm, y tres años después volvió a utilizar su verdadera identidad. La tranquilidad de que gozaba se vio perturbada en 1959 cuando Alemania requirió su extradición. Al año siguiente, después de la captura de Adolf Eichmann a manos de agentes del Mossad, abandonó Argentina con documentos falsos facilitados por el general Osiris Villegas.
Jorge Camarasa reconstruye la historia de Mengele en base a expedientes judiciales, investigaciones desarrolladas en Alemania, testimonios de personas que lo frecuentaron en distintos momentos de su vida y los propios escritos que dejó el médico. Hasta qué punto avanzó Mengele en sus trabajos genéticos en Sudamérica es una de las muchas preguntas que permanecen abiertas.
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