Los que ponen el rostro
Por Osvaldo Bayer
El sábado pasado, el rabino Daniel Goldman publicó en Página/12 sus apreciaciones con respecto a mi nota “El testículo izquierdo”, de un sábado antes.
En la misma, Goldman, con palabras amables y con mucho respeto, dijo no estar de acuerdo con la interpretación tanto de Adolfo Pérez Esquivel como la mía acerca de la detención de jóvenes manifestantes contrarios al acto a favor de Israel organizado por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires y la Embajada de Israel en adhesión a la independencia de ese Estado. Goldman da una versión diferente de la mía y de Pérez Esquivel señalando que “jóvenes de mi congregación, a quienes les tengo plena confianza, estaban en el lugar de los acontecimientos, fueron testigos y me relataron con lujo de detalles cómo los imputados salían de la boca del subte directamente con palos a pegar”.
Con esta versión, tal vez sin proponérselo, Goldman les da más ánimo a los que han aprovechado esta manifestación de protesta de jóvenes contra la política de Israel con respecto a Palestina para pedir una pena que va de dos a ocho años de prisión para ellos. Me llama mucho la atención que la policía no haya tomado fotos (aunque en el lugar de los hechos había uniformados con cámaras) que demostraran cabalmente que los jóvenes manifestantes hayan atacado con palos a los partidarios del acto. Los abogados de los jóvenes detenidos señalan que éstos sólo llevaban pancartas y banderas. Las otras pruebas son indiscutibles: las fotos periodísticas sólo muestran a jóvenes arrojados al suelo con notables golpes en el rostro. Y todos esos caídos son manifestantes y no los que estaban en el acto oficial. Y Goldman prejuzga al señalar que “... me da la impresión de que el antisemitismo disfrazado de antisionismo resulta más redituable que los auténticos reclamos que este conjunto parece olvidar”. Y agrega: “Porque es el ejercicio de la violencia lo que los hace más parecidos a un grupo de choque nacionalista filonazi anacrónicamente absorto en sí mismo que a una legión revolucionaria”. Sin quererlo, Goldman cae aquí en ese peligroso prejuzgar de que quienes critican la política de Israel contra Palestina son filonazis. No hay ninguna prueba fehaciente de que los manifestantes hayan insultado a los judíos por ser judíos sino que censuraron los ataques agresivos del Estado de Israel con bombardeos y armas a aldeas palestinas, y también la erección del muro entre Israel y Palestina.
Pero, claro, ésta sería una discusión infinita que sólo logra exacerbar los ánimos. Lo que yo censuré en mi nota fue la brutal represión de los guardaespaldas del embajador israelí, el mirar para otro lado de la policía argentina ante esa realidad, y luego la detención de estos manifestantes por esa policía argentina. Pero, bien, si el episodio hubiera terminado allí tal vez podría decirse que todo manifestante de protesta en la Argentina tiene que estar preparado para recibir los golpes represivos y ser trasladado detenido. Pero es que aquí todo pasó a mayores, los detenidos –todos jóvenes– fueron trasladados a una prisión de máxima seguridad y ahora la Justicia ha pedido una pena que va de dos a ocho años de prisión. Para ellos. Y eso, indiscutiblemente, sí que es crear violencia en la sociedad. Porque es una posición despiadada. Y eso sí que va a traer más reacción desde abajo porque es la reconocida violencia de quien ejerce el poder. Por eso mi propuesta de conversar el tema, de una búsqueda a través del diálogo, de encontrar una base para lograr soluciones mediante la actitud del pacifista. Es la única que puede tener futuro en un mundo que se sume cada vez más en la violencia. Sobre esta propuesta de mi nota, el rabino Goldman guarda silencio. Lástima, porque él siempre ha buscado el diálogo en situaciones muy difíciles y siempre ha defendido el derecho de todos a vivir en sus tierras y vivir en paz, sean el origen que fueren y cualquiera la religión que profesen. Más cuando en esas poblaciones hay niños desde siempre.
El martes próximo –7 de julio– va a haber una concentración ciudadana para pedir la libertad de los manifestantes presos. Espero que no sean reprimidos los que vayan a expresar su malestar por la forma en que se está tratando este tema. Y que nada lleve a la violencia. Con la palabra, nada más, que tiene que ser la forma de lograr la justicia y la ética. Sería importante y una muestra de sabiduría, si concurriesen miembros de la colectividad judía a ese lugar a solicitar también la libertad de los manifestantes presos, porque sería una muestra de sabiduría y de estrechar la mano y no el puño o la manopla.
De cualquier manera le agradezco profundamente al rabino Goldman que, en vez de mirar para otro lado, haya volcado su opinión en estas páginas. Puede ser, tal vez, un principio de diálogo entre quienes –sin ser racistas ni discriminatorios– quieren ver la paz verdadera en el Cercano Oriente y los que luchan por la subsistencia del Estado de Israel sobre la base de la convivencia entre todos los seres humanos. Cuando vuelva de mi viaje voy a invitar al rabino Goldman a visitar a los presos –si éstos siguen encarcelados– para iniciar así el diálogo.
Porque hay cosas que se consiguen con la palabra y la acción de la racionalidad. Por ejemplo, lo que acaba de ocurrir en la Patagonia. Sí, tal vez algunos lo consideren un hecho pequeño ante los grandes problemas del mundo. Además ocurrió en un lugar nada central: en Puerto Pirámides, Chubut. Pequeño pero bien grande porque nos dio una muestra de verdadera democracia de base. A nosotros, los de las grandes ciudades que tenemos en nuestras calles nombres de genocidas, de dictadores, de racistas, de colaboradores de las dictaduras. Allí, en Puerto Pirámides, el domingo pasado la población participó de un acto eleccionario para ponerles nombre a sus calles. A 31 calles y pasajes. Se hicieron tres listas con los nombres a elegir: antiguos pobladores y pobladoras de Península Valdés, Pueblos originarios y Hombres y Mujeres con un rol protagónico en la historia de la Patagonia. Y triunfaron vecinos fundadores y nombres que hacen justicia porque pertenecen a la historia de esa región. Por ejemplo, las calles pasaron a llamarse: “Tehuelches”, “Peones Patagónicos”, “Pueblos Originarios”, “Facón Grande”, el líder de las huelgas de peones rurales de 1921, fusilado por el Ejército Argentino, lo mismo que “Antonio Soto”. “Cacique Inacayal”, llevado por Roca a Buenos Aires y exhibido en el museo de La Plata por el perito Moreno, como si fuese una figura de zoológico, “Mario Abel Amaya”, el abogado asesinado por la dictadura de la desaparición de personas, “Aymé Payné”, “Cacique Sayhueque”, “Nancuyeo”, “Kintioqueo el Bueno”, es decir, respeto por los pueblos originarios y también por quienes vinieron a trabajar y a levantar esa población, con todos los esfuerzos que eso requirió. Una espejo de la historia de ese lugar. También se le puso a una calle el nombre del autor de La Patagonia rebelde, que al tomar conocimiento de ello señaló: “Pensar que mis libros fueron quemados y tuve que pasar ocho años de exilio, pero la verdad triunfó finalmente, y nadie ha votado por el nombre de algún fusilador de peones rurales en 1921, y nadie votó por ningún desaparecedor de los setenta”. El pueblo que votó estos nombres espera ahora la aprobación de los concejales, que no pueden de ninguna manera desconocer la voluntad de su propia gente.
Y por primera vez una ciudad patagónica no tendrá ninguna calle llamada Julio Argentino Roca. En historia se pueden falsear los hechos, elevar a héroes a grandes enemigos de la vida y conquistadores del provecho propio, pero al pasar los años todo queda en descubierto. En Buenos Aires, el macrismo sigue negándose a debatir el tema del monumento al genocida Roca, que es un insulto a la mayoría del pueblo argentino, que tiene sangre de los pueblos originarios. Pero a los crímenes se los puede disimular durante siglos, pero finalmente quedan al descubierto y dejan desnudos a los encubridores. El 14 de Julio se hará el acto oficial en Puerto Pirámides de la nominación de sus calles y será una verdadera fiesta popular. Porque fue el mismo pueblo el que resolvió recordar a los que verdaderamente hicieron historia local y regional.
Y sigamos con los que silenciosamente componen el verdadero núcleo de la sociedad que busca su verdadero progreso, y dejemos de interesarnos en si De Narváez usa zapatos Florsheim o Macri prefiere relojes Tag Heuer. Por ejemplo, he encontrado una agrupación que lleva el nombre de Jóvenes Científicos Precarizados. Que usan como lema “Investigar es trabajar”. Sí, son los que van observando el horizonte del progreso de la ciencia para el real beneficio de la humanidad, ya que consideran que “el conocimiento se ha convertido en un bien de mercado”, tomando en serio estas palabras de Marco Lattuada, vicepresidente del Conicet. Y para no caer en esa dependencia que lleva a la ciencia por caminos que nada tienen que ver con el progreso humano, reclaman que se los considere trabajadores, que se les reconozcan derechos fundamentales para no caer en dependencias conformistas. Por eso solicitan se les reconozca a los becarios el derecho a obra social, a la jubilación, a licencias reglamentadas, a la antigüedad, licencias por enfermedad, maternidad o paternidad. También el derecho a vacaciones, ya que se encuentran en esto siempre a voluntad del director correspondiente. El reconocimiento de todos esos derechos llevaría tranquilidad y seguridad a los investigadores y no la situación de mirar a otras posibilidades para el futuro. Creemos que hay que escucharlos en sus planteos. Porque ahí puede estar una parte importante del futuro de los conocimientos, que es el paso adelante para ir formando mundos más profundos en base a las enseñanzas de la ciencia. Buen nombre han elegido para bautizarse: Jóvenes Científicos Precarizados. Denuncian en ese título una realidad sin grandeza, egoísta. Escuchémoslos.
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