Murió el líder de los humanistas
Falleció en su casa de Chacras de Coria, su pueblo natal mendocino, acompañado por su esposa y uno de sus hijos. Había rechazado dializarse y también la posibilidad de someterse a un trasplante. Su cuerpo será trasladado hoy a Córdoba para su cremación.
Por Laura Vales
A los 72 años, en el pueblo de Chacras de Coria, donde había nacido, murió Silo, el fundador del Movimiento Humanista. Desde hacía un año sufría de una insuficiencia renal; en un corto mensaje publicado en su página web, sus colaboradores aseguraron que casi no sintió dolor y que estuvo acompañado por sus familiares más cercanos. Su cuerpo es velado en la capital de Mendoza, y hoy será trasladado a Córdoba para su cremación.
La enfermedad de Silo casi no había trascendido. Ayer se supo que a pesar de la gravedad de su mal había rechazado la posibilidad de dializarse, así como la idea de un trasplante. Su fallecimiento se produjo a las 23 horas del jueves, mientras estaba en su casa y en compañía de su mujer y de uno de sus hijos.
La última aparición pública de Silo había sido en enero, durante la Marcha mundial por la paz y la no violencia que cerró en Punta de Vacas, el mismo paraje en medio de la cordillera donde –cuarenta y cuatro años atrás– había iniciado su trayectoria de líder espiritual y político, una combinación que lo convertía a ojos de muchos en una extraña figura.
Había fundado el movimiento en 1966, ante un grupo de amigos que lo siguieron a la montaña para escucharlo, porque el país estaba gobernado por Juan Carlos Onganía, bajo estado de sitio, y la dictadura no permitió que se reunieran en la ciudad de Mendoza. “Purifica el deseo, que habrás de sacrificar con eso la rueda del placer, pero también la rueda del sufrimiento”, dijo en aquella arenga fundacional al pie del Aconcagua. La era de Acuario estaba en su apogeo y ninguno de los siloístas tenía más de 25 años. Los había juntado la gran búsqueda: leían a Ionesco, a Marx, a Sartre, estudiaban lógica, practicaban ideas zen.
Poco después del primer discurso en Punta de Vacas, un grupo de seguidores se fue con Silo a la selva jujeña. Vivieron en una cabaña hasta que un día el Ejército les tiró la puerta abajo y se los llevó presos. No hubo manera de convencer a los militares de que ellos no eran una célula guerrillera, sino que se la pasaban haciendo meditación.
En los ’70 fundó la Comunidad para el Desarrollo Social. El Movimiento Humanista había propuesto la no violencia desde sus comienzos. Sin embargo, en el siguiente golpe militar, también José López Rega los vio como subversivos. Quedaron en la mira de la Triple A. Las ideas de Silo ya se habían hecho conocidas al otro lado de la cordillera, y la persecución tuvo efectos inesperados, porque los exiliados chilenos y argentinos las llevaron por el mundo. El siloísmo se extendió a España y Francia, y se disparó para los cuatro costados: a las Filipinas, a Africa, a Canadá. Con el tiempo, llegó a reunir más de un millón de seguidores.
“Hemos fracasado”
En 1984, cuando terminó la última dictadura, fundó el Partido Humanista. Siempre en la línea de la no violencia, la primera acción del brazo político del movimiento fue hacer una campaña de firmas para terminar con la obligatoriedad del servicio militar.
Los humanistas se asumían como de izquierda, pero durante muchos años fueron observados como el bicho raro y marginal de la escena política. Su planteo de organización resultaba demasiado ajeno a la militancia tradicional, y no era infrecuente que se los considerara una suerte de secta esotérica. Por empezar, Silo hablaba contra el capitalismo, pero anunciando la llegada de una nueva civilización mundial, les escapaba a los medios, viajaba a la India, daba una charla sobre no violencia en Europa; era difícil de encuadrar.
En 1999, cuando se cumplieron 30 años de su primera arenga, volvió a hablar en la montaña, ante unas cuatro mil personas que viajaron desde tres continentes respondiendo a una invitación que no anunciaba casi nada, apenas “Silo, el 4 de mayo, en Punta de Vacas”. Tan flaco como a los 25, viejos y jóvenes siloístas lo vieron trepar a una roca para hacer un repaso de lo sucedido en aquellas últimas tres décadas y proponer, con humor, un ejercicio de aceptación: “Hemos fracasado. Reconozco el triunfo provisorio del antihumanismo y el fracaso de nuestros valores”, anunció al auditorio. Pero dijo confiar en que “los triunfadores de hoy no serán necesariamente los triunfadores del mañana”, y anunció “el nacimiento de una nueva civilización, la primera que será planetaria”. Para cerrar, ofició una ceremonia de imposición de la Fuerza.
En 2004 volvió a convocar en Punta de Vaca, y fueron unas siete mil personas. En 2007 el número superó los 10 mil.
Sin embargo, ya desde el 2002 se había apartado del movimiento para dedicarse, sostenía, a difundir su mensaje. En este marco, el Humanismo se dedicó a crear salas y parques de meditación en ciudades de Latinoamérica, Norteamérica y Europa.
Su último discurso público lo dio el 11 de noviembre pasado en Berlín, durante la X Cumbre de Premios Nobel de la Paz, donde le entregaron la “Carta por un Mundo sin Violencia” redactada por los premios Nobel participantes, como Mijail Gorbachov, Muhammad Yunus y Lech Walesa. Entonces advirtió sobre “la pobreza de vastas regiones” del planeta y “la creciente amenaza nuclear que es, en definitiva, la máxima urgencia del momento actual”. También recordó lo que dejaron los gobiernos militares en Latinoamérica. “Las dictaduras y sus órganos de desinformación fueron tejiendo su red ya desde la época en que se prohibía, encarcelaba, deportaba y asesinaba a nuestros militantes. Aún hoy, y en distintas latitudes, se puede pesquisar la persecución que sufrimos no solamente a manos de los fascistas, sino también a manos de algunos sectores ‘bien pensantes’”.
Silo se llamaba Mario Rodríguez Cobos. Recientemente había dicho que de los nueve libros que escribió, lo que importaba era la arenga de Punta de Vacas y La mirada interna. Sus escritos y discursos están en www.silo.net.
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