martes, 5 de febrero de 2008

El Conicet cumple hoy medio siglo

El Conicet cumple hoy medio siglo

Al fundarlo, en 1958, el premio Nobel Bernardo Houssay hizo de la investigación una profesión
Martes 5 de febrero de 2008 |






Hace exactamente 50 años, el 5 de febrero de 1958, un grupo de pioneros encabezado por el doctor Bernardo Houssay -que una década antes había recibido el Premio Nobel- fundaba la institución que transformaría totalmente la actividad científica en el país: ese día, el decreto número 1291 del gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu creaba el Consejo Nacional de Actividades Científicas y Tecnológicas (Conicet).

Las 12 personalidades convocadas por Houssay para formar el primer directorio -que incluía a médicos como Federico Leloir (más tarde, también premio Nobel), Eduardo De Robertis, Eduardo Braun Menéndez, Lorenzo Parodi e Ignacio Pirosky; el meteorólogo Rolando García; el matemático Alberto Sagastume Berra; el químico Venancio Deulofeu; los doctores en ingeniería Félix González Bonorino, Humberto Ciancaglini y Alberto Zanetta, y el físico Fidel Alsina Fuentes- dieron el puntapié inicial a un organismo que hoy integran 5216 investigadores, 2700 técnicos y 123 centros de investigación en los que se producen anualmente 6000 trabajos publicados en revistas especializadas.

Para comprender la importancia de estas cifras basta recordar que se trata de un volumen equivalente a casi el 75% de la producción científica nacional... con el 23% del presupuesto y el 25% de los recursos humanos del sistema público de ciencia y tecnología.

"Houssay creó el Conicet para profesionalizar la carrera del científico -cuenta el doctor Eduardo Charreau, actual presidente del directorio de la institución (por segundo mandato consecutivo), en la que trabaja desde hace casi 40 años-. Demostró que la investigación era una profesión y que se podía vivir de ella."

El Conicet nació en un momento en que los consejos de investigación eran considerados una necesidad.

"Antes existía la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, obra del periodista Carlos Silva -recuerda el doctor Alejandro Paladini, ex director del Centro de Investigaciones Químicas, Físicas y Biológicas-. La había creado con un grupo de profesores de la Facultad de Ciencias Exactas en el bar de la avenida Callao La Sonámbula. Hasta 1962 llegó a dar 48 becas externas."

Desde 1951 hubo un Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas, que desapareció en 1955.

"Todo eso formaba parte de la idea de que la ciencia podía dar mucho a un país, surgida de ver las contribuciones que había hecho durante la Segunda Guerra Mundial -explica Charreau-. Houssay le confiere al Conicet la solidez de las figuras científicas que lo integraban. Sin embargo, no hubo prácticamente diferencia entre los decretos de creación de ambos consejos: orientar, coordinar y promover las investigaciones en el campo de las ciencias puras y aplicadas."

En aquellos tiempos, tras la creación de la carrera del investigador, en 1961, y la de técnico, en 1967, el propio Houssay firmaba los contratos de los primeros integrantes.

"Cuando yo ingresé, el 1° de enero de 1963, con el número 429, Houssay me dijo « Vous allez gagner une fortune » (Usted ganará una fortuna) -recuerda la doctora Christiane Dosne de Pasqualini, que investigaba en leucemia experimental-. Y, efectivamente, el sueldo era muy bueno, porque antes la única forma de hacer investigación era con una beca. Por ejemplo, [en mi caso] tuve la primera beca de Fundaleu, algo que había inventado Alfredo Pavlovsky para que la gente pudiera investigar en su instituto."

Houssay conocía a cada investigador y seguía de cerca el trabajo de cada uno. La tarea era de tiempo completo: " Uno entraba a las ocho de la mañana y salía a las siete de la tarde", asegura la doctora Pasqualini .

"En la Facultad nos sentíamos un poco mal vistos por el conjunto de profesores que nunca habían hecho investigación", recuerda Paladini.

Cinco décadas más tarde, el ambicioso proyecto de Houssay -que atravesó buenos y malos momentos- inspira en sus integrantes un sentimiento de optimismo. Con una edad promedio que ronda los 37 años, todos sus signos vitales (número de publicaciones, de pedidos de patentes, de recursos humanos e incluso de presupuesto) están decididamente en alza.

"¡Está mucho mejor!", afirma Paladini.

"A mí me parece que es una maravilla. Es fantástico", agrega la doctora Pasqualini, a cuyo lado se formaron en todo este tiempo 60 becarios.

La doctora Marta Rovira, directora del Instituto de Astronomía y Física del Espacio, coincide: "En los últimos años no sólo ingresó mucha más gente, sino que se mantuvo el nivel de excelencia, porque las evaluaciones son correctas, se hacen con gente capaz".

"Indudablemente, el Conicet al que yo entré es muy diferente de éste -dice Charreau-. Pero el de hoy tampoco es el de hace diez años. Hizo una inflexión en todo: en el crecimiento de los recursos humanos (que era una necesidad porque estaba totalmente atrasado y tenía un futuro restringido), en el manejo de la administración y hasta en la comunicación... ¿Quién se hubiera imaginado hace 15 años que la gente lo reconocería como la institución que más respeta."

Entre las asignaturas pendientes, tal vez la que con más urgencia inquiete a los investigadores sea el retraso en la infraestructura. Mientras el Conicet viene cumpliendo puntualmente con la ampliación de la planta de becarios e investigadores, el crecimiento edilicio está francamente retrasado: faltan por lo menos 150.000 metros cuadrados de laboratorios, cuyos planes ya fueron presentados.

En fin, aunque todavía queda mucho camino por delante, el Conicet de hoy es una de esas grandes riquezas del país que merecen nuestro genuino agradecimiento. Porque, como alguna vez dijo el propio Houssay, "las conquistas del presente son sueños juveniles realizados y que alguna vez se tuvieron por imposibles".

Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION

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