ENTREVISTA AL INVESTIGADOR ITALIANO FRANCO “BIFO” BERARDI
“Nos preparan para entender sólo los signos del poder”
Pionero de las radios comunitarias y militante de una vía comunicacional alternativa, sostiene respecto del Estado: “No puede solucionar por sí mismo muchas asimetrías, pero puede favorecer (o no) el contacto entre las bases y puede impedir (o no) que crezcan poderes”.
Por Facundo García
Una fábrica de infelicidad. Así ha definido Franco “Bifo” Berardi al capitalismo del siglo XXI. Ojo: amargos siembre hubo. Pero basta tomar cualquier transporte público o encender la TV para comprobar que vivimos una época que acerca cada vez más los glúteos y las caras, al menos en lo que a expresividad se refiere. Contra eso, contra la mala onda y el aislamiento, escribe este italiano que da clases en Bologna y que a pesar de hablar babélicamente sabe enfatizar el “vos” cuando se cruza a un argentino. Ante el inminente debate sobre el reemplazo de la Ley de Radiodifusión de la dictadura, PáginaI12 consultó al investigador y pionero de las radios comunitarias acerca de los lineamientos que, según él, debería respetar la nueva normativa argentina si pretende ser democrática.
–En Argentina no hay conciencia popular sobre lo importantes que son las regulaciones ligadas con la comunicación. ¿Cómo limita esto la construcción de un nuevo modelo?
–Hay que tener muy claro que una norma es una herramienta, pero la verdadera democratización de las comunicaciones es una apuesta mucho más amplia. Lo más importante es la conciencia y la capacidad de que sea capaz de vehiculizar la propia sociedad a la hora de exigir e inventar formas de relacionarse útiles para ella misma. Dicho esto, para conocer dónde debería hacer énfasis la ley habría que distinguir cuáles son los actores principales, que en este caso son los trabajadores de la comunicación, la sociedad civil con sus activistas, la economía –las iniciativas privadas– y evidentemente también el Estado. La primera pregunta que hay que hacer frente a las propuestas es qué espacio y qué tipo de relaciones se plantean para esas partes. Eso articulará en buena medida el grado de democracia posible bajo la nueva legislación.
Breve interrupción lírica. Escribió el poeta Alejandro Romay, en su libro Soliloquio (2004): “Era yo un barco joven/Un marinero/De líneas dinámicas (...) que encalló un día/Por falta de mantenimiento”. Podría pensarse que esta mezcla de artista (ejem...) y empresario del espectáculo es única en el mundo, pero el mismo día en que Bifo conversaba desde su recóndito teléfono boloñés, Silvio Berlusconi anunció que iba a editar un disco de canciones románticas escritas por él mismo. De todas formas, lo más siniestro de la situación italiana –y de la argentina– no es el contacto que mantienen los magnates de la comunicación con las musas, sino el que concretan con las masas. “Si hablamos de leyes y regulaciones, el presente italiano es muy interesante, en el sentido negativo –ironiza el entrevistado–. Aquí la energía económica de Berlusconi ha sido favorecida de todas las maneras, y esto ha creado una situación de conformismo generalizado. Es verdad que el Estado no puede solucionar por sí mismo muchas asimetrías, pero lo que aprendimos es que puede favorecer (o no) el contacto entre las bases y puede impedir (o no) que crezcan poderes como el que ha construido aquí la derecha.”
–Usted ha dicho que más que sumar voces, de lo que se trata en este momento es de dar espacios para poder escuchar con tranquilidad. Ofrecer tiempos para librarse de la saturación de mensajes...
–Efectivamente. Eso excede el tema de una ley y pasa a ser un objetivo social a largo plazo. Es un problema que involucra un replanteo de la política del trabajo, el tiempo libre, el enfoque que se le da a la educación, etc. No obstante, en Argentina ustedes tienen experiencias increíbles que pueden servir de guía. La escuela Creciendo Juntos, de Moreno, sin ir más lejos, es una cooperativa de padres y docentes en la que yo he visto cómo se propone otra relación entre la vida del barrio y la escuela y entre el estudio y la recreación...
– ...¿Y cómo es eso de que “el capitalismo es una fábrica de infelicidad”?
–Pasa que en la actualidad, el ciclo de producción mediática del pánico produce una política de la agresión y el temor, que a su vez se retroalimentan. Vuelvo a lo que nos pasa aquí en Italia. Hoy, mis compatriotas se creen que son ricos, y como todos los pobres que consiguieron un billete, tienen un miedo terrible a que alguien venga a quitarles lo conseguido. ¿Qué hacen los políticos, la tele y las radios? En lugar de favorecer una relación tranquila y de diálogo con los inmigrantes –de los cuales tenemos necesidad económica–, tanto la izquierda como la derecha se han esforzado para incrementar la xenofobia. “Seguridad”, “control inmigratorio”: palabras como ésa han colonizado la política en casi todos los espectros. Motorizadas, justamente, por el pánico. La última gran idea del gobierno ha sido sacar el ejército a las calles. Tres mil tipos de verde ahí afuera no cambian nada. Sin embargo, sí dan una percepción. Son un mensaje: “Hay soldados en la calle, la situación debe ser terriblemente grave”.
Berardi cree que hay que empezar a decodificar esos discursos tramposos y proteger los ámbitos de “comunicación espontánea no oficial” porque pueden ser “cantera de críticas inteligentes y flujos de información alternativos”. “Los medios comunitarios –estima– son una forma indispensable para garantizar que sectores distintos se relacionen en paz, sin ser utilizados por intereses particulares.”
–Usted se ha interesado por las formas de expresión “independientes”. ¿Hay alguna manera en que una normativa oficial proteja la presencia de estas “estéticas autónomas”?
–No pueden ser objeto de una “promoción” legislativa directa, precisamente porque son independientes. En cambio, los espacios en los que tienden a emerger sí pueden ser protegidos. ¿Y qué es, después de todo, una “estética autónoma”? Significa una reactivación de la sensibilidad. Esto es muy importante, porque la sensibilidad es la capacidad de entender lo que los otros son y tal vez no pueden decir, o no estamos preparados para entender con palabras. Es algo que trasciende lo dicho. Cuando lo que se muestra es todo igual, comercial y homogeneizado, el organismo social se insensibiliza. Y ahí nos volvemos gente que sólo es capaz de entender conceptos como la inflación, los spots publicitarios: únicamente los signos del dinero y el poder. Como resultado, una porción mayor de la vida social se va confinando a un rincón en sombras, que produce temor. Una estética con conciencia histórica es un ejercicio de rescate de lo que no puede verse. Y hay que luchar por que se alienten los ámbitos donde crecen esos intentos.
–Teniendo en cuenta que una ley está hecha para durar unos cuantos años y que las tecnologías abren un panorama no previsible, ¿en función de qué sujeto histórico habría que pensar los proyectos a futuro?
–Yo creo que cuando nos movilizamos para democratizar espacios, para que nuestras acciones sean más fuertes siempre tenemos que tener en mente a la generación que no es aún visible en el territorio de la política. Me refiero a estos adolescentes que estamos dejando enterrar bajo una montaña de basura publicitaria, lingüística y emocional. Hay demasiados mensajes volando por ahí como para que alguien pueda procesarlos racionalmente, y menos si está en plena formación. Es indispensable pensar sobre todo en ellos.
–Mmm... complicado decirle a un adolescente que se desenchufe de la compu...
–Quizá. Ahora bien: una ley puede desestimular la soledad. Por ejemplo, favoreciendo explícitamente las formas de vincularse que no vienen impuestas por los demás sino por la vida cotidiana de los propios jóvenes. Ahí el Estado y la ley tienen un instrumento muy fuerte a través de la escuela. Los colegios necesitan más que nunca ser espacios de interacción social, de experimentación y de autoeducación. El gran peligro es que toda esta maquinaria infinita de voces nos gane de mano y que las nuevas generaciones queden anuladas por no haber podido producir sus propias formas de expresarse.
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